El cine sería desde entonces un entretenimiento que apasionaría a
rosarinas y rosarinos, aunque muchas de aquellas primeras vistas debieron ser presenciadas al aire libre. Fue a comienzos de 1902 cuando
dos hermanos de apellido Fio, con negocio de cigarrería en Córdoba y Laprida,
pergeñan la idea de organizar proyecciones del maravilloso invento en la Plaza
25 de Mayo, con el cielo como techo. No han quedado testimonios acerca de las
reacciones de aquellos primeros y privilegiados espectadores del suceso, pero
fue de ese modo también que las vacilantes pero asombrosas imágenes de los
primeros filmes comenzaron a verse en la ciudad...
La Plaza 25 de Mayo se convertía en esa hora imprecisa en que la
tarde comienza a transformarse en noche en un apretujado conjunto de hombres y mujeres llegados en algunos casos como
pasajeros de los tramways a caballo desde lo que algunos consideraban los arrabales
del Rosario, atraídos por esa magia de la que muchos hablaban pero pocos
habían podido contemplar, que era el cine.
La moda del "cine al aire libre" encontraría pronto albergue
en otros puntos menos céntricos de la ciudad, como la Plaza López, donde las proyecciones se llevaban a cabo sobre una pantalla instalada
en la esquina de Laprida y Cochabamba, con el proyector ubicado en la ventana
de una casa; o en Alberdi, en un terreno sobre la avenida del mismo
nombre, entonces Avenida Castellanos, en el que años después se levantaría,
como hermosa coincidencia, el Cine Opera.
Otras posibilidades eran la Montañita del Parque
Independencia, adjunta a la confitería de Angel Lariño, o el Café y Bar Bristol, de Aguiló, en la Bajada Sargento Cabral y Avda. Belgrano, donde las
"vistas" al aire libre también atraían a mucho público.
Tres años después, aquella idea de los hermanos cigarreros encontró
imitadores con la inauguración del Café Biógrafo, en Santa Fe 1206. con
una módica entrada de 10 centavos y la exhibición de "La Pasión de Cristo". Los cafés y salones fueron, en los años iniciales del siglo, los locales habituales de las proyecciones de esos filmes
primigenios, producidos por los Lumiere o Pathé Fréres, también pioneros de la industria del cine.
De esos años son aquellos locales en los que se proyectaban
"vistas fijas ^ssobre la guerra-ruso japonesa" -los
también llamados "cuadros fijos"-, como el Excelsior Salón, que en 1908 funcionaba en San Martín 976, "el más elegante de la
ciudad"; el Politeama, de 1907; el llamado Teatro Japonés, en San Martín y San Luis, y el Cosmorama Artístico de
Variedades, en Libertad 1084, calle que pasó a
llamarse Sarmiento en 1906. En este último, en 1902, se anunciaba en un aviso:
"Guerra del Transvaal entre boers e ingleses y otros sucesos de no menor
importancia".
La Municipalidad habilita en esos años el funcionamiento del rubro denominado
"Cafés cinematógrafos", es decir, locales donde se realizaban
proyecciones. En 1905 se habilita, con esas características, el Bar Florida, en Córdoba 1115, y comienzan a abrirse una serie de recintos
similares, donde se mezclaban el café con el celuloide. El más importante de
ellos sería el Café de la Bolsa, en San Martín 681,
donde en los años del Centenario actuaba una orquesta de señoritas, que servía
de tentadora carnada para más de un caballero con intenciones de seductor.
Concurrían a él muchas de las familias tradicionales de la ciudad y todavía
cerca de 1920 al temaba las proyecciones cinematográficas con la música' satisfacción a todos los gustos...
Su dueño, Antonio Lluch, era propietario, a
media cuadra, del Café del Puerto, en la esquina de San
Lorenzo y Sarmiento, donde también se podían ver las novedosas
"vistas", y su hermano, el por muchas razones recordable Juan Lluch. lo sería después de dos salas cinematográficas, Belgrano y Palace Theatre, además de haber fundado
en 1911 la revista "Cinema" y la Empresa Cinematográfica Rosari-na,
en San Juan 939.
Aquel lejano Café de la Bolsa se
levantaba por lo demás en el mismo sitio donde luego sentaría sus reales el Cine San Martín, famoso por sus continuados de tres películas en décadas muy
posteriores tanto como por la posibilidad de los sandwiches de milanesa o de
salame y queso que se vendían en el mostrador ubicado al fondo de la sala, con
una concurrencia ruidosa y ocurrente, que se entretenía muchas veces en arrojar
por el pasillo central -en pendiente hacia el escenario- las botellas de
cerveza, que rodaban con el estruendo imaginable Otros locales que aunaban la
condición de café y bar a la de eventuales ámbitos para la proyección de
películas fueron, en los primeros diez años de este siglo, el Germania, en Santa Fe y Mitre, también restaurante famoso; el Columbia, en Córdoba al 1100, en el predio que ocuparía más tarde el Cine Córdoba, demolido en la década del 60 para dejar paso a una galería comercial,
y el Café Fénix, en Santa Fe y Presidente Roca, que no
pudo renacer cual el ave mitológica, como otn -
Con características similares, con mejores o peores condiciones de comodidad e higiene, en el centro rosarino se sucedían
el Café San Martín, en la esquina de San
Luis y San Martín, con "espectáculos morales para familias" y en
donde se levantaría después el Cine Monumental, v el Café Imperial, en Corrientes 126, antecesor del Imperial Cinematógrafo,
inaugurado en mayo de 1912, en la misma calle esquina Tucumán. en medio de elogios y
ditirambos.
Fuente: Bibliografía
usada de la Colección
“Vida Cotidiana de 1900-1930 del Autor Rafael Ielpi del fascículo N• I2