Por Jorge Brisaboa
—Menotti... Fernández... vengan!— pide el hombre de negro.
—Uh.., seguro que nos caga a pedo— le susurra el "Nene" a Menotti. Los dos estaban listos para mover la pelota del medio, para dar el puntapié inicial. Central enfrentaba al Vélez de José Yuclioa en Arroyito. Menotti, en ese domingo del 63, era el 9. Y Fernández el 8.
—Les voy a pedir una cosa— empieza con aires de sermón el referí Carlos Nai Foino.
—(Sí, nos caga a pedo)— piensa el "Nene".
—Yo quiero que la pelota se la den a aquél— y señala con el mismo dedo donde pende el hilo del silbato, a quien tiene puesta la número 7. E insiste:
—A mí me gusta cuando agarra la pelota el "Gitano", yo les pido que le den la pelota a él.
El "Nene" Enrique Fernández recuerda, ahora, a la distancia:
"Nai Foino lo adoraba al «Gitano»... lo quería con mierda y todo".
Juárez, octavo hijo de un matrimonio sirio que adoptó el apellido por la decisión del empleado del Registro Civil que sintetizó en esas seis letras una inentendible profusión de consonantes, que cuando se dirigía a su padre —estanciero, propietario de cinco mil hectáreas del campo "Las Maravillas"— lo trataba de señor, era un seductor. Con la pelota en sus pies, con sus arranques verbales. Con su bohemia. Sí, porque era un bohemio afuera y adentro de la cancha. Y como tal era inmensamente querible. Si hasta los árbitros, como Nai Pomo, gozaban con él.
Siempre tuvo vuelo propio con la camiseta de Central. Pero esa sociedad de tres que armó con Menotti y Fernández fue un sello. El "Nene" —según Menotti— tiene una memoria prodigiosa, y es quién mejor se acuerda de aquellos años. Así es.
"Yo llegué a la primera con 18 años. Juárez tenía 31 y Menotti 23. En verdad el «Flaco» vino de grande a Central. Una tarde teníamos que ir a jugar con la Escuela de Fútbol que dirigía Piotto a Totoras y faltó un jugador. Entonces, Castiglione, que era delegado, dijo: «Ahí abajo en la playa hay un flaco que le pega muy fuerte a la pelota, yo lo vi en un torneo libre». Lo fueron a buscar, fuimos a Totoras y le ganamos a Unión 4 a 2. Menotti hizo dos goles y al domingo lo hicieron debutar en reserva contra River. Después fue a la primera, sin hacer inferiores, porque él jugaba en una liga de San Jerónimo. Cuando yo llego a la primera, con Jim López de técnico, Menotti ya llevaba más de un año y Juárez muchos más, el «Gitano» era mi ídolo de pibe".
Fernández se acuerda cada detalle. Menotti tenía razón.
Lo suficiente para conocer cómo eran en la cancha, más allá de lo que el hincha veía en cada jugada, de la forma de correr o de pegarle a la pelota.
"Eran tremendos. Al «Gitano» se la dabas al pie, la perdía él y te puteaba a vos. Se la dabas al «Flaco», que se había contagiado del «Gitano», y te puteaban los dos. Como yo era pibe no les daba ni pelota. Menotti no permitía que le entregaras una pelota dividida o que no se la dieras como se la tenías que dar, el «Flaco» siempre fue así, si le dabas una pelota mal perfilada, larga o corta, era puteada segura. Y el «Gitano» igual. Pero ellos eran quienes manejaban la cosa adentro de la cancha, te puteaban pero también te guiaban: ubicate acá, andá allá, fijate aquello... Los dos veían bien el fútbol. Y adentro de la cancha te lo transmitían".
Ya por entonces Menotti acudía al ejercicio de discutir las ideas futbolísticas. Para el bincha era, fundamentalmente, el de la pegada potente, el del chanfle que inflaba la red, o el del toque preciso, al pie. Sin demasiado esfuerzo físico, claro. Pero en el plantel se lo escuchaba. Fernández no se olvida:
"El «Flaco» era un tipo muy intelectual, era diferente a nosotros, quizá era «reo» igual que todos pero más fino... La forma de hablar, de defender sus conceptos, en aquel momento ya se peleaba por el fútbol: si se jugaba bien, si se jugaba mal. Lo que pregonó después como técnico ya lo pregonaba como jugador".
En la cancha, el fútbol lo vivían con alegría. El domingo o en la semana. Pero el abanderado de ese estilo de sentir el fútbol siempre fue Juárez:.
"Una vez jugábamos contra Boca. El «Gitano» se fue por la línea y tiró el centro atrás, Menotti la agarró como venía y le hizo un golazo a Roma en el arco de calle Génova. Juárez salió gritando el gol por la línea y un policía que estaba ahí empezó: «Gitano viejo... Gitano viejo». Y Juárez se paró, le agarró la gorra y se la enterró hasta el cuello".
No sólo los recuerdos del "Nene" afloran. Uno no puede olvidarse de largas sobremesas con Juárez o charlas compartidas en el tren a Retiro cuando dirigía Huracán en el 77, mientras mascaba una y otra hoja de coca que le enviaba un amigo, comisario de la policía de Salta. "Mi viejo quería que yo fuera abogado y me mandó a Córdoba a estudiar Derecho en la Universidad, empecé a jugar en Belgrano y dejé los estudios.. .claro mis otros siete hermanos tuvieron todos sus títulos universitarios... y bueno, el señorito Juárez —como me decían en casa— tiene el de director técnico de fútbol", contaba y reía con picardía.
Y, mientras un cigarrillo lQ, pedía permiso a otro, evocaba a aquel Peralta, la "Mona" Peralta de Belgrano, que lo bautizó con el mote de "Gitano" por "la cara que tengo, por las facciones árabes". Y respondía a la pretendida pregunta profunda.
—Qué es el fútbol, Miguel?
—El fútbol es un juego, una diversión que hace que ganés guita con lo que de pibe hacías en el campito o en el potrero.
Pero Miguel, como uno le decía en los mano a mano, seducía también con sus historias:
La escena se ubica en un entrenamiento dirigido por Jim López, respetado por los jugadores pero con más antecedentes deportivos en su juventud de boxeador que de futbolista.
—A ver.., yo les tiro la pelota, ustedes la matan con el pecho, la bajan con el muslo, y le pegan. ¿Entendido?...— ordena el entrenador con nariz ganada en golpes recibidos sobre un ring.
Y empieza. Hasta que llega el turno del "Gitano". Jim López le apunta al pecho, le arroja la pelota, y Juárez la para con sus mancV
—Perdón, no entendí bien... la puede hacer usted primero así le copio— es la salida del "Gitano" entre las carcajadas de sus compañeros, conocedor de las limitaciones de su técnico en el trato con la redonda.
Así vivía el fútbol Juárez.
Aunque, Enrique Fernández recalcará que no todo era broma. Además Jim López cumplía la doble función de técnico y preparador físico, y marcaba muy de cerca a cada jugador. Le gustaba verlo a Menotti practicar tiros libres.
"El «Flaco» ponía una silla y le daba. Y te arrancaba el arco. No había eso de engañar al arquero, él iba y le pegaba. Con gran dirección y con gran potencia. Las dos cosas tenía el «Flaco», no como la mayoría que tiene potencia pero sin dirección, o al revés", cuenta el "Nene".
Bordeando la alegría con la irresponsabilidad, pero fieles a una manera de sentir el fútbol, queda también la calentura que entre los tres —Menotti, Juárez y Fernández—
y algún otro cómplice, le hicieron agarrar al "Tuerto" Montaño, también conocido como "Loco" y célebre por relatar los partidos mientras los jugaba ("... toma la pelota Montaño... que bueno que es Montaño, sale Rattín... -lo gambetea... que malo que es Rattín...", recordaba siempre el propio Juárez).
Según Fernández fue "una travesura":
"Jugábamos contra Atlanta en cancha de Argentinos Juniors. Nos pusimos de acuerdo para no darle la pelota al «Tuerto» Montaño, que era un tipo que si no tenía le
pelota se volvía loco. Empezó el partido, el «Tuerto» la venía a buscar: «... damelá... damelá ... » y se la dábamos a otro. Pasaron como veinte minutos y el «Tuerto» no la había tocado hasta que sale la pelota al lateral a favor nuestro. Entonces va Montaño corriendo, agarra la pelota, la va a sacar, viene el «Flaco» Menotti y se la pide: «La querés?», le dice, y se la tira a pegar en la cara. Con el dolor que sentía por el pelotazo al «Flaco» le quedó la pelota picando, le pegó un voleo, y si el «Tuerto» no se tira al suelo lo mata".
Pese a todo, y más allá de las "travesuras", Menotti, Juárez y Fernández fueron el símbolo del reconocido fútbol rosarino, lento pero de respeto por la pelota, en los primeros años de la década del 60. El problema mayor se centraba en que de local, el equipo rara vez perdía,. pero de visitante se la hacía difícil ganar. Para Fernández existían varias razones.
"No estábamos preparados para jugar de igual a igual en Buenos Aires, en vez de arriesgar nos hacíamos conservadores. La culpa era nuestra. Si en Rosario yo me atrevía a llegar al área, a pegarle al arco o a meter pases en profundidad, en Buenos Aires jugaba quietito, la d psicosis con Buenos Aires aunque 62 les ganamos a Boca, Independiente y Racing".
La otra cuestión alude concretamente a los arbitrajes:
"Los árbitros nos perjudicaban, eran más localistas y tenían favoritismo con los clubes grandes".
Y Fernández rememora aquel histórico triunfo del 62 ante Boca 2 a O, con goles de Sebastián García y Juárez, que la metió entre las piernas de Roma cuando salía del arco, y con su puño arriba lo festejó para la foto de los recuerdos.
"Boca venía puntero y con la cancha invicta. Dirigía Velárdez. Lo había echado a Montaño, quedamos con diez hombres, y Rattín le dice a Velárdez: «Mirá que acá estás dirigiendo a Boca, a ver si dirigís bien». Y eso pasaba siempre, hoy por una cosa así el referí expulsa al jugador, sea de Boca o de River. Antes no, al contrario, se dejaban influir".
En ese 62, Central terminó quinto. Y las vidas de los tres se bifurcaron. César Luis Menotti fue vendido a Racing, Enrique Fernández a River, y Miguel Antonio Juárez quedó por un tiempo más en el club. Pero la sociedad estaba rota.
La dirección técnica los volvería ajuntar en los setenta. Paradójicamente, Menotti y Juárez se acercaron a Newell's. El "Gitano" armó un equipo, de fútbol bien jugado, en el Parque Independencia, Menotti dio vida al inolvidable Huracán del 74 de Brindis¡, B abington y Housemann como antesala de instalar a la Argentina por primera vez en el fútbol grande internacional con eltítulo de campeón mundial en el 78, y Fernández, a instancias de Menotti, también se puso el buzo de entrenador en Banfleld, Mendoza y Central.
Menotti se convirtió en un referente del fútbol argentino, defendió un estilo que mucho tenía que ver con sus años de jugador en Central. Dirigió a River, Boca, Independiente, y en el exterior —entre otros— al Barcelona de España. Pero siguió atado a Central en los afectos: "Yo llevo a Central en el alma. Si no fuera por Central hoy estaría atendiendo un puesto en el pueblo de Funes... Con el amor no se negocia. Aunque el técnico del equipo fuera el que de te dije (por su enemigo como técnico, Carlos Bilardo), igual seguiría rogando lo mejor para Central".
Juárez y Fernández se quedaron en el país. Mientras Menotti preparaba en Mar del Plata la selección que iría a disputar el Mundial de España en 1982, los encontró juntos el viaje final-del "Gitano". El "Nene" no se olvidará jamás.
Fernández, de pibe, iba a ver los partidos, las prácticas, y ya había sido atrapado por el juego de Juárez. Tenía 12 años y como pintaba muy bien, lo hicieron fichar en las inferiores de Central.
Era 1956.
"Salgo de firmar en la Asociación Rosarina en calle San Lorenzo y lo veo en la vereda de enfrenta a Juárez, caminando con un yeso, junto a Sánchez y Castro. Juárez era mi ídolo y lo estaba viendo ahí, al lado mío. La agarré a mi vieja que me había acompañado, y la llevé a la rastra para verlo nomás, durante tres o cuatro cuadras. Pensar que después jugué con él...".
De ese-primer encuentro al último, con goles, toques, retos, viajes, en el medio; la horas entre;el 3 y 4 de marzo de 1982.
Fernández maneja su Renault 12. Lo acompañan su hijo Alejandro de 11 años y el "Gitano" Juárez, a quien acaba de subir en San Martín y San Luis. Van a la cancha de Newell's. La "lepra" juega con el River dirigido por Alfredo Di Stéfano. Un policía los detiene.
—¡No pueden pasar!— vocifera como si estuviera dando la voz de alto a un delincuente. Cuando asoma su mirada al interior del auto lo reconoce al "Gitano", y cambia de tono. Por unos instantes demuestra ser de carne y hueso.
—Juárez...!, sí pase, como no va a pasar usted.
El auto avanza, lo, estacionan a metros del ingreso.
—Viste "Nene"... te traje hasta la puerta de la cancha— bromea Juárez. Y le pide que vaya a comprar las entradas.
—Pero estás en pedo, fuiste técnico de Newell's y vas a sacar entrada.
—Dejá, yo no quiero molestar.
—No, voy a hablar con el gordo de la puerta 9—insiste Fernández y allá va:— Mire, ahí está el "Gitano" Juárez.
—¿Dónde está el "Gitano"?— pregunta el gordo. Se trata de un control de AFA: Llámelo, llámelo..
Viene Juárez, y el gordo lo abraza, lo besa:—Pase Juárez, pase... CONO lo quiero, us4d ni sabe.
En el trayecto hacia el palco se chocan con Santiago Santamaría, el puntero rol inegro que por esos días estaba concentrado con la selección dirigida por Menotti, preparándose para España.
—Hola Miguel, cómo le va ... !— saluda Santamaría.
- Qué hacés, ¿y el "Flaco" como anda?, decile que la próxima semana vamos a ir a verlo con el "Nene". Tenemos que hablar con él.
—Sí, quédese tranquilo, yo le aviso.
De pronto, Juárez observa a un flaco alto, canoso, parecido en el caminar a Menotti. —Pará "Nene" que pase este tipo, que a mí no me quiere y no me lo quiero cruzar—El "Gitano" mira para otro lado como perro que tumbó la olla, y el tipo pasa. Es Jorge llharrescondo, secretario de Newell's, con quien tenía algunas cuentas penden-tes de su último acto como técnico rojinegro.
Finalmente marchan hacia un palco ubicado detrás del arco del hipódromo.
—Mirá cómo juega ese zurdo, mirá—grita Juárez y le da un codazo al "Nene". - Mirá aquél—. Y otro codazo. Cada frase es seguida de un codazo, y, como están sentados, los golpes son a a la altura de los riñones.
—Miguel, me vas a matar.
—No me des pelota, me tomé cuatro whiskies antes de venir.
El partido, decididamente, es malo. Apenas sobresale un pibe de River que juega de 9: Alegre. Hasta que cinco minutos antes que termine, Juárez no aguanta más. El 0 a 0 y lo que ocurre en la cancha lo fastidia demasiado:
—Vamos "Nene"...! Te voy a llevar a comer a un lugar bueno, una parrilla de avenida Pellegrini: "La Brisa".
Mientras viajan en el auto van escuchando con atención los resultados de los otros partidos. Juárez tiene una propuesta para hacerse cargo de Vélez, pero depende de que esta noche pierda. Llegan, estaciona, y aguardan que den todos los resultados. Vélez había ganado.
—Bah... ganaron, vamos— se resigna y baja del auto.
Se sientan a la mesa. Piden vino. Y el "Gitano" saca la boquilla blanca, introduce la punta de un Jockey largo... Alejandro, el hijo del "Nene", con la inocencia de sus 11 años le pregunta al padre.
—¿Me vas a dejar fumar cuando sea grande?.
—Yo te recomiendo que no fumés.
Y el "Gitano", paternalmente, se engancha:
—Yo te recomiendo que no fumés nunca. A mí el único vicio que me domina es éste—y marca con sus ojos el cigarrillo.
La carne, el vino y los cigarrillos se van de largo. Son las dos y media de la mañana. Hace calor. Pero Alejandro se duerme, termina apoyando la cabeza sobre la mesa. La charla se ha centrado sobre fútbol, como corresponde.
—Bueno "Nene", llevame... porque éste se quedó dormido.
De nuevo el Renault 12. Fernández lo lleva hasta su departamento de Paraguay y San Juan, en el centro de la ciudad. Juárez se baja, y deja armado el programa para el nuevo día:
—Me pasás a buscar y vamos a ver Renato Cesarani-Racing, y después nos vamos a comer ranas.
Cuatro horas después, Fernández está durmiendo en su casa de Alberdi cuando golpean la puerta. Es su suegro:
—Le vengo a avisar que se murió el "Gitano" Juárez, lo dijeron por la radio. —Cómo, si estuvo conmigo hasta las dos y media, no puede ser.
Es. El corazón había cantado el no va más. El "Nene" se levanta, se viste con la misma ropa de la noche anterior, pasa por la casa de Alejo Medina para que el ex puntero centralista se entere, y se va al velorio de Miguel.
A las 8 y media suena el teléfono en la Villa Marista de Mar del Plata, concentración de la selección. Atiende el arquero Baley —uno de sus hijos es ahijado de Juárez—y se produce el impacto por la noticia. El periodista Pedro Uzquiza, del otro lado del teléfono en la guardia matutina del diario "Clarín" en Buenos Aires, ha recibido el cable y se lo comunica a Baley primero, después a Menotti.
—Mueren tantos hijos de puta... cómo se va a morir el "Gitano" Juárez—reacciona, con la bronca de la impotencia, el "Flaco".
A las siete de la tarde, los restos ya eran trasladados a su Salta natal, allá desde donde un día partió con la idea de su padre de que fuera abogado y la suya de ser jugador de fútbol.
El "Nene" Fernández, vaya parábola, aquel que lo siguió con sus 12 años por tres o cuatro cuadras para verlo de cerca, había compartido su última cena:
"El «Gitano» a mí me quería mucho, él decía que yo era el hijo que no había
tenido. Y se muere... si me quedaba un rato más en una de esas se descompone delante mío ylo salvo. Pero... el vino, el faso... si yo fumaba uno él en el mismo tiempo se fumaba diez cigarrillos... y la bola de coca con bicarbonato.., y la comida. Al «Gitano» le gustaban todas, la quiniela, los caballos. Se murió y no dejó nada, ni una casa. Y la plata que ganó... Pero uno le decía: «Miguel, necesito plata», y si tenía doscientos pesos en el bolsillo y uno necesitaba doscientos te la daba toda...".
Menotti, en la intimidad de la Villa Marista, quiso "decir varias cosas" de Juárez a "El Gráfico". Y dijo:
—Fue mi ídolo cuando empecé a jugar, luego fui su compañero y protegido... era un tipo noble, generoso, de todos los ambientes. Estudiante de abogacía, hombre de la noche, de los amigos, que vivía más de los afectos que de otra cosa...
Juárez se había ido demasiado pronto. A los 50 años. Su viaje a Mar del Plata, junto a Fernández, para reencontrarse con Menotti, quedó trunco. La sociedad se integró a la memoria colectiva de los centralistas.
El "Nene" Fernández en el medio, acomodando el cuerpo para defender cada pelota y comenzar un nuevo intento, con cabeza levantada, buscando a algunos de sus sios. El "Flaco" Menotti, casi de enganche, para tocar, descargar, y encontrar el espacio necesario para sacar su potente derechazo. Y el "Gitano" Juárez viendo toda la cancha desde donde la jugada lo encontrara, en el área, o sobre la raya, con ojos en la nuca, poniendo cada pelota donde correspondía. Los tres, con toda la audacia en Arroyito, con más reparos en Buenos Aires.
Menotti, Juárez, Fernández. Una pequeña gran sociedad del fútbol de Rosario. Y de Central.
Fuente: Artículo Publicado en el libro “ De Rosario y de Central , Autor: Jorge Brisaboa Impreso en Noviembre 1996 por la Editorial Homo Sapiens.