Por Jorge Tomasini Freyre
Hace
más de una década un querido amigo, Eduardo de Oliveira Cézar,
publicó un folleto titulado "Julio Marc y sus amigos del
Museo". En ella hacía una reseña de la trayectoria de la
Asociación de Amigos a la que con justicia Marc denominaba como
"el pulmón" del Museo. Allí señala "que en la
década del treinta integraban una tertulia semanal donde entre otras
cosas se consideraba que el museo debía ser histórico y provincial.
Las reuniones se efectuaban en casa del doctor Martín Freyre, y
concurrían los doctores Manuel de Iriondo, Saturnino Albarracín,
Domingo Barraco Mármol, Carlos de Santis, Eduardo Hertz, Adolfo
Casablanca, y el arquitecto Ángel Guido junto a diversas
personalidades más". Este grupo de personas (a las que habría
. agregar otros nombres) tuvieron una importante ascendencia en los
primeros rasos de las inquietudes que culmina-ron con la inauguración
del Museo Histórico. En esta oportunidad, sólo voy a referirme
a la personalidad del doctor Manuel María de Iriondo. Su
participación en el proyecto de Julio Marc fue decisiva.
Programo una publicación
extensa donde relataré la importancia de los personajes
mencionados, anécdotas e historias desconocidas acerca del
origen del museo y su desarrollo posterior. Son historias
narradas por personas muy cercanas a Julio Marc y las que
escuché de sus propios labios. Igualmente de apuntes y documentos
que junto a la señora Lucrecia de Oliveira Cézar de García
Arias, presidenta por entonces de FADAM y autora de importantes
estudios sobre colecciones antiguas de Buenos Aires, hace más de
veinte años, preparamos un estudio de las principales colecciones y
la biografía del fundador del museo. Trabajo que no fuera
publicado por razones que no viene al caso comentar.
La
amistad de Julio Marc y Martín Freyre resultó de una cordial
relación de vecindad. Ambos residían en calle Urquiza al 1700, los
edificios de los respectivos domicilios estaban enfrentados. El
hogar de Julio estaba constituido por el matrimonio de Augusto
Marc y Eugenia Dussarrat que procrearon seis hijos varones:
Augusto, Alberto, Emilio, Julio, Alfredo y Ricardo. Si algún
rasgo distinguía la personalidad de Julio Marc era su simpatía
singular y buen humor, condición natural que le permitía hacer
amigos con facilidad. Era un conversador nato, su discurso era vivaz
y chispeante. Su amigo Domingo Barraco solía decir, "si
Julio no tiene algún interlocutor válido es capaz de ponerse a
conversar con los postes de la esquina". Le fascinaba la
historia informal, desde los chismes de las testas coronadas de
Europa, hasta los cuentos relacionados con la vida privada de
personajes de nuestra historia. En este punto coincidía con los
gustos de Freyre, a quien le impuso el sobrenombre de fiscal
ameno y amable de la tradición rosarina. Pronto descubrieron que
ambos tenían intereses culturales afines: la pasión por el
coleccionismo. Se reunían en un café ubicado en la esquina noroeste
de Corrientes y Urquiza, a pocos pasos del teatro Colón, juntamente
con dos amigos comunes, el doctor Antonio Cafferata y el doctor
Calixto Lassaga. Marc contaba que este último a veces asistía a las
reuniones de mal talante, y que solamente se soltaba luego de
haberse tomado unas copitas de ginebra. Por la década de 1930 los
amigos se hicieron habituales en las tertulias de la familia Freyre.
Eran reuniones informales, pero periódicas, que se realizaban
en casas de familias con fines de recreación. También eran fuente
de información y solidaridad entre ellas. Los visitantes que
generalmente concurrían al domicilio de Freyre, ya fuese por
vínculos de parentesco o lazos de amistad, pertenecían a las
familias de los fundadores de la ciudad. Así, es fácil
recordar los nombres de Correa, Grandoli, Rodríguez Hertz, Larguía,
Benegas, Nicolorich, Cafferata, Aldao, Paganini, Lamas,
Carrasco, Giraldi, Muzzio y otros más. El tema de la historia de
Rosario era un lugar común, así como los chismes del momento. Eran
habituales las visitas de Eduardo Paganini y Virginia de la Torre,
gran amiga de Ada Ghione, esposa de Martín Freyre, que nunca
olvidó el gesto de Lisandro de la Torre quien pronunció la oración
fúnebre con motivo del fallecimiento de su padre, el doctor
Emilio Ghione. El corrillo candente de la época era el romance de
Julia Lamas Freyre y Lisandro de la Torre, los que mantenían
una relación amorosa. Julia Lamas era viuda del doctor Ignacio
Firmat Muro, hija de Luis Lamas Hunt y Manuela Freyre, hermana del
intendente Luis Lamas. Se hablaba por entonces de compromiso
matrimonial, sin embargo, Martín, que conocía a Lisandro, no
veía en ese sentido futuro a la pareja. Lisandro no era apto para
tal empresa, él "había nacido para fines más altos",
como le contestó a su madre, Virginia Paganini, cuando le
ordenara realizar pequeñas diligencias vestido de
marinero, según moda común de la época. La pasión política
devoró sus días y también su vida. En estas reuniones, Julio Marc
conoció al doctor Manuel María de Iriondo, "Manucho"
como era conocido popularmente. Congeniaron de inmediato y se
trabó una relación de amistad que duró a lo largo de sus vidas.
Iriondo llevaba en la sangre la vocación política, nieto por
ascendencia materna de Francisco Antonio Candioti "el príncipe
de los gauchos", primer gobernador autónomo y federal de la
provincia, era hijo de Simón de Iriondo que dominó el escenario
político santafesino desde la época del gobierno de Mariano Cabal
hasta su muerte acaecida en 1883. Manucho militaba en las filas
del partido de Alem, comenzó su carrera política como secretario
del doctor Bernardo de Irigoyen cuando este ocupo la gobernación
de Buenos Aires. Desempeñó numerosos cargos públicos y en la
década de 1920 se unió a la corriente de los radicales
antipersonalistas. Fue ministro de hacienda y más tarde ministro
de Justicia e Instrucción Pública durante el gobierno de Agustín
P. Justo. Candidato a la vicepresidencia de la República en la
fórmula encabezada por Robustiano Patrón Costas, el golpe de estado
protagonizado por el grupo de militares nacionalistas el 4 de junio
de 1943, significó el fin de su trayectoria política. Iriondo
estaba casado con Salomé Freyre Fraga, nieta del Gobernador
Rosendo Fraga, y bisnieta de Estanislao López. Era hija del coronel
Marcelino Freyre, por consiguiente sobrina de Martín. La
presencia del matrimonio Iriondo Freyre por este motivo era frecuente
en Rosario. En el cementerio "El Salvador" están
sepultados los restos de sus padres. Además, tenía una
afinidad especial con la congregación de los padres Agustinos
que administraban la parroquia de Nuestra Señora del Pilar, Patraña
de la Hispanidad, a quienes donó una imagen antigua de la
Virgen. Según tradición pertenecía al hogar constituido por
Josefa Rodríguez del Fresno y Estanislao López. No obstante la
diferencia de ideas políticas, Martín Freyre era demócrata
progresista, tenía un gran afecto por Manucho y no tanto por su
sobrina a quien criticaba por su donación, pues su opinión esa
imagen jamas debió salir de Santa Fe. Tuvo razón: la capiilla
desapareció de la hornacina donde se exhibía y custodiaba.
El gran dilema en la vida de
Julio Marc se presentó en setiembre de 1936 cuando fue nombrado
director ad-honorem del museo científico de Rosario, con secciones
dedicadas a la historia natural, etnografía e historia. Siempre lo
había perseguido la idea de crear un museo de ciencias naturales,
fue un estudioso de esas disciplinas. Su entusiasmo por la
observación de la fauna americana lo llevó a cultivarse en la
materia, era un experto taxidermista y realizaba prácticas
sobre este arte en particular. Su objetivo consistía en conservar
embalsamadas especies en vías de extinción. En su estancia "La
nueva Florida" estableció un pequeño zoológico donde
poseía diversas especies, incluso monos de distintas regiones
americanas. Había construido una pajarera de grandes
dimensiones donde podían estudiarse ejemplares procedentes de
Brasil, Paraguay y regiones de nuestro país. Por comentarios de
Rubens Alies yo conocía esta historia, la que siempre despertaba mi
curiosidad ya que no me parecía creíble. Sin embargo, Julio me
ratificó la versión personalmente cuando lo visitaba en su
domicilio de calle Urquiza. Me explicó que Manucho, persona culta
con gran sensibilidad por las cuestiones de nuestra historia, lo
había ayudado a definir el rumbo adecuado sobre la problemática
del museo científico. La nominación de Iriondo como gobernador de
la provincia significó un vuelco definitivo, ya que el apoyo
político y económico brindado por el gobernante fue el puente de
oro que abrió todas las puertas. Contaba, además, con el
concurso del doctor Miguel Culaciati, amigo de Iriondo e intendente
de la ciudad, que en tiempo récord realizó las gestiones necesarias
para transferir los terrenos de propiedad municipal (antigua
casa-quinta de los Tiscornia) a la provincia. Los contertulios
de la familia Freyre que empujaban a Julio para decidirlo por la
creación de un museo histórico, podían considerarse
satisfechos. Ellos también habían hecho historia. El 10 de abril de
1937 Iriondo decretaba la creación de esta institución museal,
orgullo de todos los rosarinos. De acuerdo al relato anterior podría
pensarse que a Julio le daba lo mismo crear un museo de ciencias
naturales, que uno de arqueología o historia. No era así, Marc
poseía una cultura e inteligencia superior. Su personalidad
presentaba facetas sorprendentes. Amaba la ópera y la música:
tocaba el piano con éxito interpretando a su compositor favorito
Federico Chopin. No podemos determinar cuáles fueron las
reflexiones íntimas que lo inclinaron a crear el museo
histórico, quizás la influencia del entorno de amigos pudo ser
importante, pero no definitiva. Marc, hombre de carácter, no se
dejaba influenciar fácilmente. Era un conductor, no un conducido. El
grupo de amigos ponderaba permanentemente sus conocimientos
e inteligencia. Tal vez el punto esencial de su elección
residió en su amor por Rosario y su gente, más allá de sus
inquietudes científicas y el profundo conocimiento de nuestra
historia, la exaltación de la ciudad y sus valores eran el
norte de sus acciones, y quienes lo conocimos en vida podemos
dar fe de esta realidad. Defendía la figura de Estanislao
López porque había contenido las ambiciones
hegemónicas de Rosas, fiel intérprete de los intereses
porteños, y de Urquiza, que, con su política liberal, sentó
las bases del asombroso crecimiento de la ciudad. Tenía profunda
admiración por los "gringos" (con esta expresión Julio se
refería a toda la inmigración ya fuesen genoveses, gallegos,
asturianos, ingleses, franceses, etcétera) que con su fe y trabajo
habían hecho de Santa Fe una poderosa provincia. Eran célebres sus
discusiones con Amelia Carranza, Saturnino Albarracín y Adolfo
Casablanca sobre temas históricos. Amelia Carranza, mujer muy
versada quien poseía una estupenda biblioteca heredada de su
padre, el historiador Ángel Justiniano Carranza, quien fuera el
autor de un clásico sobre la historia de nuestra armada "Campañas
Navales de la República Argentina 1810-1870", autor
también de una de las monografías publicada en 1880 (la cual causó
revuelo inusitado): "El General Lavalle ante la Justicia
postuma". En ella demostraba, con documentos irrefutables,
que no se podía imputar toda le responsabilidad al Jefe
unitario por la muerte de Dorrego. Saturnino Albarracín médico
notable de la ciudad, sanjuanino amante de la historia cuyana,
descendía por línea paterna y materna de la familia de Doña Paula
Albarracín. Su padre, Juan Crisóstomo Albarracín, se había
desempañado como Ministro de Justicia durante la presidencia de
Sarmiento, y su tío, el doctor Alejandro Albarracín, fue
gobernador de San Juan (1890-1894). De modo que conocía la historia
del país, no sólo por sus lecturas, sino también porque la había
vivido en el seno de su hogar. Adolfo Casablanca, brillante escritor
y periodista, la imagen del intelectual rosarino de aquella
época, crítico de arte, sus trabajos fueron publicados por los
medios más importantes del país y, particularmente, por "La
Capital". Fue Presidente del Rotary Club Internacional, viajó
por las principales capitales de Europa, Estados Unidos y
Sudamérica. Su padre Cornelio Casablanca fue promotor de la Creación
del Hospital Centenario y la Escuela de Medicina, fundador de la
"Liga del Sur" más tarde candidato a vicegobernador de la
provincia integrando la fórmula encabezada por el doctor
Lisandro de la Torre. La formación historiográfica y museo-lógica
de Marc era notable. Señalemos que durante años y hasta su
jubilación ejerció la cátedra de Historia en el Colegio
Nacional y en la Escuela Superior de Comercio. Como numismático
publicó tres interesantes trabajos: "El escudo Argentino en la
moneda", "La moneda colonial argentina" y "La
guerra y la paz en la numismática colonial americana". Su
interés por esta disciplina se remonta a la década de 1910.
Conocemos una carta fechada el 10 de octubre de 1912, que el señor
Pelleti le dirige informándole que está a la venta una colección
de 16 medallas de oro, 240 de plata y otras de metal blanco o doradas
hasta un total de 1400 ejemplares, advirtiéndole que dichas
colecciones pueden ser adquiridas con facilidades de pago. Pero
también sabemos que coleccionaba libros, folletos y documentos
que intercambiaba con sus colegas Antonio Cafferata y Calixto
Lassaga. Poseía una nutrida biblioteca particular donde era posible
consultar todos los clásicos de la historiografía argentina. Solía
decirme, "Si quieres entretenerte puedes leer a Vicente Fidel
López excelente historia novelada, tiene tanto colorido que hasta
puedes escuchar el estrépito de los cañones en la batalla de
Suipacha, pero si quieres conocer algo de historia en serio tienes
que abordar a Bartolomé Mitre", sano consejo que yo seguí
muchos años después. Muy acertadas fueron las palabras del
doctor Pablo Borras refiriéndose a los conocimientos museológicos
de Julio Marc: "Cuando describe los objetos, describe su
historia, la propia historia del objeto y la historia de su
adquisición". Sobre la base de estos principios ordenó la
creación del inventario histórico y artístico, que reunía
todas las investigaciones sobre las colecciones del museo. Ignoro
quiénes fueron sus autores, pero, por la calidad de sus
exposiciones, supongo la intervención de Julio Marc, el doctor
Romeo Crovetto, Félix Chaparro, Leopoldo Kanner, Ru-bens Alies y
Emilio Marc. Con el fin de concretar definitivamente el guión
museológico y museográfico, otro de los importantes discípulos de
Marc en la dirección del Museo, el señor Jorge Martínez Díaz, me
cedió tales trabajos de investigación, los cuales rindieron tributo
a los iniciales coleccionistas y donantes. Convengamos que las
investigaciones científicas sobre las colecciones del
museo se desarrollaron hasta el fallecimiento de Martínez Díaz.
Luego la nueva administración del museo imprimió durante
muchos años políticas culturales diferentes. Tengo en mi
archivo privado cientos de documentos que demuestran la labor
cumplida en ese sentido. El tema del guión museo-lógico y
museográfico fue ampliamente debatido y hubo distintas
posiciones. Excluyendo las muestras de las civilizaciones
precolombinas y de arte hispanoamericano que parcialmente
estaban resueltas, ya que el doctor Alberto Arrué Gowland
sostenía que era necesario agregar como complemento la historia
de la conquista, destacando las expediciones de Gaboto, la fundación
de Asunción y su importancia como madre de las ciudades de Santa Fe
y Buenos Aires. El problema se presentaba en las muestras
relativas a la historia nacional, la exhibición abarcaba desde las
invasiones inglesas hasta el derrocamiento de Rosas que
finalizaba con la sala dedicada a Urquiza y los constituyentes
de 1853.Las salas estaban ubicadas siguiendo un orden
cronológico y eran complementadas por muestras de la gesta
sanmartiniana, Belgrano y otras que evocaban Rosario y Santa Fe. Allí
se suspendía la secuencia, difícil de armonizar con las
exposiciones aisladas de guerreros del Paraguay, Richieri mapoteca,
periodismo, folklore etc. La situación se complicó más aún cuando
en años posteriores se agregaron las importantes muestras de
platería, pulpería y Lisandro de la Torre que inconcientemente
fueron desdibujando la planificación original. Pienso que hoy con
los avances de los estudios geográficos la solución es más fácil,
aunque la necesidad de espacio en los museos es permanente.
Se dijo que sería interesante
avanzar en la exposición creando una muestra . relativa a la
generación del 37 y el 80, abarcando el período histórico de las
presidencias de Mitre, Sarmiento, Avellaneda y Roca cerrando el
ciclo con la sanción de la ley Sáenz Peña. Marc compartía y
alentaba estas ideas, pero insistía en la creación de un gran
gabinete numismático, un salón de conferencias y un
espacio adecuado para la biblioteca y archivo que posibilitara su
consulta por los estudiosos. Quizás el proyecto del gran gabinete
numismático lo tomó de su colega Gustavo Barro-. cuya muestra
por aquella época era considerada como la más importante del mundo.
Gustavo Barroso fue notable intelectual organizador y primer
director del Museo Histórico Nacional del Brasil inaugurado en
1922 con motivo de la celebración del Centenario de la independencia
de aquel país. Sus obras que comprendían unos ocho o diez tomos
sobre las colecciones del museo nacional, eran la guía de nuestros
estudios museológicos y museográficos.
Este tipo de museos históricos
en genero
existían en Europa, a excepción del museo Carnavalet
relacionado con la historia de París. En Argentina se carecía de
bibliografía específica, lo más cercano y parecido en América leí
Sur era el proyecto de Barroso. Por supuesto que existían los
modelos del museo histórico Nacional fundado por Adolfo Carranza, y
las colecciones organizadas por Enrique Udaondo en el complejo
de Lujan, pero eran concepciones museales diferentes con
respecto al pensamiento de Julio Marc. Pretendía desarrollar
concordando con la historia nacional muestras simultáneas de
Rosario y Santa Fe. Tampoco se le naba el impacto de la inmigración,
admirador del pensamiento de Alberdi Sarmiento, sostenía
enfáticamente que la Argentina moderna y sus riquezas provenían del
esfuerzo y el trabajo s millones de "gringos" que entraron
al país, lo que obligaba a un nuevo que de la cultura argentina
distinto del legado precolombino e hispánico, había organizado una
biblioteca consulta interna, útil para preparar las visitas guiadas
y las referencias bibligráficas de las investigaciones sobre el
patrimonio. Nos eran conocidos los trabajos de Alejandro Rosa.
Humberto
Burzio. Jorge Ferrari. Enrique Peña, Rómulo de Carbia. Juan
Kronfuss, Héctor Schenone. Adolfo Luis Ribera, Guillermo Furlong.
José León Pagano, Alejandro Taullard. Bonifacio del Carril,
Arobson. Angel Guido, Jacinto Yaben, y tantos otros autores. Entre
las iniciativas de Barroso que llamaron especialmente la
atención de Marc, fue el decreto que creaba el primer "Curso de
Museos" destinado a capacitar técnicamente al personal de
estas instituciones, bibliotecas y archivos. Esto era una
cuestión de importancia, siempre se quejaba que desde los organismos
oficiales le enviaban auxiliares que ni siquiera habían leído el
"Grosso chico". Se refería a la obra del profesor Alfredo
Grosso que en 1893 editó "Nociones de Historia Argentina"
con tanto éxito que se convirtió en el manual de casi todas los
colegios de segunda enseñanza en el país hasta la década de 1960.
Popularmente era conocido como "Grosso Grande" el
curso de Historia Nacional editado en 1898. De todas maneras ambos
"Grossos" estaban desterrados del museo, hasta el presente
no creo que se haya conservado un solo ejemplar en su biblioteca,
aunque más no fuese como una curiosidad bibliográfica. Estas
inquietudes nos llevaron a planificar breves cursillos
sobre temas museológicos y de conservación de bienes culturales.
Emilio
Marc inventó un sistema de visitas guiadas para personas
discapacitadas, fue la primera experiencia que se realizó en
los museos de nuestra ciudad. Los ambiciosos proyectos de la
Dirección del museo necesitaban espacios mucho más amplios que
albergaran las colecciones planificadas, y el edificio de Ángel
Guido resultaba insuficiente para el desarrollo de tal empresa. Por
el año 1962 cuando los tribunales provinciales fueron trasladados
a su nueva sede, hacía tiempo que Julio había comenzado las
gestiones para trasladar el museo al viejo edificio de Juan
Canals. Consiguió su propósito y bajo la dirección del arquitecto
Pasquale se iniciaron las obras sobre calle Moreno. Pero otra
institución pujaba por lograr un espacio en dicho edificio. La
escuela y luego Facultad de derecho, presidida por un grupo de
profesores distinguidos, reclamaban de las autoridades una urgente
solución respecto a la necesidad de contar para sus actividades
docentes con una sede propia. Se llegó a una transacción, la
escuela ocuparía la planta baja del ala que da sobre calle córdoba
y la mitad sobre moreno, quedando el resto a disposición del
museo. Esta solución no convenció al Dr. Marc, no obstante que en
el compromiso aceptado se afirmaba que la escuela sólo ocuparía
el edificio por el término de cuatro años, a la espera de los
trabajos que se planificaban en la ciudad universitaria. Hasta
el fin de sus días luchó para que el compromiso se cumpliera
puntualmente, horas antes de su fallecimiento impartía
instrucciones a su sobrino Vélez Marc a los fines de convocar una
reunión con las autoridades competentes y agilizar en lo
posible la meta trazada. Fui testigo de cargo del suceso, me
encontraba con familiares y amigos en la habitación de Julio
internado en un sanatorio bajo la esmerada atención del doctor
García Turiela. El 28 de julio de 1965 dejó de funcionar el corazón
del poderoso motor de esta noble empresa cultural rosarina.
Bibliografía
consultada
Oliveira
Cézar, Eduardo. "El Dr. Marc y sus amigos del Museo"
Rosario 1999
De
Marco, Miguel Angel (h) "El Museo Marc un tesoro de los
rosarinos "
Bolsa
de Comercio de Rosario - Revista institucional N" 1513.
Rosario 2011
Marc,
Emilio "correspondencia familiar 1900-1912 Comentarios".
Rosario 1980-Colección privada
Fuente: Extraído de la
“Revista, su Historia y Región”. Fascículo N.º 107 – Mayo de
2012