Por Héctor N. Zinni
Para la valoración
de Agustín Magaldi en su vida yen su obra, acudiré a un hombre de nuestra
generación, Eduardo Buratti quien, por su cercanía con la familia del cantor,
representatividad y vivencia expone, en la entrevista ya mencionada en otra
parte de este libro, conocimientos y puntos de vista que merecen ser tenidos en
cuenta.
Verdaderos ídolos
- ¿Cuándo se conecta con Magaldi, Buraifi?
- Yo empiezo con Magaldi cuando tenía ocho años. Entonces, conozco todo
lo de Agustín. Conocí a todos sus amigos: Héctor Marcó, Mitre Navas,
Fulginitti... y he sido
muy allegado al hermano, Emilio, que era secretario privado de él,
digamos, el apoderado también, y Antonio Tello que era el hermanastro. Pero el
que manejaba todas las cosas era Emilio, Magaldi le volcaba todo a él.
- Y, ¿cómo era esta familia?
- Muy reservada. Ellos eran así, no por soberbia, sino que era una
forma de ser, una especie de humildad provinciana que yo aprecio y comprendo
porque también soy provinciano y defiendo lo nuestro.
- Usted, ¿vivía en Buenos Aires?
- No. Yo soy de acá, viajé siempre. El porteño se apoderó un día de él
con eso de La Voz Sentimental de Buenos Aires, el slogan. Fíjese que en Chile,
estaba CB89
Radio Buines y un periodista llamado Mario Balaneda tenía un programa
especial de
Magaldi. Yo, ahora estoy por radio aquí con Gerardo Quilici, pero antes
estuve con Mármora y con casi todos los comentaristas de tango haciendo el
recuerdo de Magal-
di. Bueno, un día me escucha este periodista desde Radio Bulnes, en
Santiago de Chile, y me dice: "Nosotros no estamos de acuerdo con 'La Voz
Sentimental de Buenos Aires', nosotros le hemos puesto 'La Voz Sentimental de
América'"...
- Claro, la trascendencia de Magaldi es innegable, aunque acá eso no se
sepa mucho, ni tampoco se valore mucho, que digamos.
- Si yo le cuento a usted, Zinni, lo que significa Magaldi en el
Continente ... Vea, es un misterio lo de Magaldi. Que usted me diga Charlo,
Alberto Gómez, lrusta, Libertad
Lamarque, son populares en toda América. Son porque fueron, estuvieron,
sus películas llegaron. Pero Magaldi, ser popular en un país que jamás visitó,
ser popular por el solo hecho de escucharse sus discos, es una cosa que hace
pensar, no?
- Ha trascendido su voz.
- Ha trascendido las fronteras su voz, no su figura ni su estampa. Yo
tengo discos que me han mandado de Colombia, que han batido récord de ventas. A
mi no me
sorprende porque acá en 1931 ya lo hizo con El Penado 14 cuando la
empresa Bruns-
wick procesó un millón de placas que se vendieron, así como seiscientas
mil de Vagabundo. Lito Bayardo, pobrecito que ya falleció, en aquella época
tenía una casa de
venta de discos e instrumentos musicales en Rosario. Me sabía decir que
la editora de los discos le mandaba los afiches sobre las grabaciones de
Magaldi y él los ponía en la vidriera: "Yo todavía no tenía los discos -
me decía - y venía la gente a anotarse para cuando los tuviera. Algo de esto
relata Bayardo en su libro Mis Cincuenta Años con la Canción.
- Sí, y allí describe un encuentro casual entre Magaldi y Gardel en su
casa de música, donde cantaron los dos a dúo el tango al que Bayardo recién le
ponía letra: 9 de Julio. El negocio estaba en la calle Mendoza y Sarmiento,
donde estuvo muchos años Benvenuto y ahora hay un bar, por Mendoza, frente al
supermercado...
- Yo no soy quien para desmerecer a nadie, pero lo que son Gardel y
Magaldi en la gente es algo serio. Son verdaderos ídolos, tienen calles que los
recuerdan, tienen monumentos que los recuerdan, tiene plazas que también los
recuerdan, lo que no se da con otros intérpretes. Yo, a Dios gracias, con otros
colaboradores míos hicimos el monumento a Magaldi en el barrio Fisherton, lo
levantamos a pulmón.
- Creo que el busto está ahora en la Terminal de Omnibus. Me dijeron
que esa plazoleta donde está el monumento a Gardel, está dispuesta para poner a
varios más, según la ordenanza municipal aprobada en su momento.
Emprendimientos e ingratitudes
'Yo le puedo asegurar, Zinni, que hay cosas que duelen. Cuando yo
inauguré ese busto allá, el 12 de octubre de 1975... bueno, yo era muy amigo
del sobrino de Agustín Irusta que tenía una florería en la calle Cafferata...
- La Florería Doli, que era del cuñado de Irusta, casado con una
hermana de Agustín. Al hijo, o sea al sobrino de Irusta yo también lo conocí y
gracias a él pude hacerle un reportaje a su tío, que desde Venezuela venía a
Rosario una vez a año. Fallecieron todos.
- Bueno, me dijo: "Cuando venga Agustín - por Irusta - yo te voy a
llamar para que lo llevemos al monumento, para que lo vea", porque él lo
quería a Magaldi.
Para enero o febrero, vino Irusta, entonces me llama el gordito, yo voy
con el auto y lo llevamos allá. Cuando llegamos, me dijo Irusta: "Yo te
voy a mandar una placa para que la coloqués aquí en recordación mía".
- Irusta, como todos sabemos, vivía en Venezuela, donde al final murió.
- Sí, tenía una audición de tangos también.
- Se había casado muy bien con una mujer de sociedad, que a mí me la
presentó aquí. Además, era miembro honorario de varios clubes tangueros, me
mostró las tarjetas plastificadas que lo acreditaban.
- El asunto es que Irusta me mandó dos placas hermosas y las coloqué.
Después vino un día Oscarcito Ferrari, muy buen cantor que había hecho pareja
con la hija de
otro gran cantor: Alberto Marga¡, de quien yo era muy amigo. Me lo
presenta a Ferrari,
quien me dice: "Yo a Magaldi lo desconocía.., lo empiezo a conocer
desde que Marga¡ comenzó a contarme cosas de él: artística y'humanamente era un
ser
extraordinario". Seguimos hablando y me pide ir a ver el
monumento. Allá me dice: "Mirá, vamos a hacer una cosa. Yo voy a reunir
diez cantores en Buenos Aires: Carlos Dante, Floreal Ruiz, Jorge Vida¡, Alberto
Marga¡, Héctor Pacheco y otros. Entre todos vamos a mandar una placa". La
hacen hacer, la envían, la colocamos. Pero a mí lo que me duele es que entre
gallos y medianoche, desaparece todo.
- ¿Cómo? ¿Así porque sí nomás?
- En efecto, y por iniciativa de concejales de acá. Hay uno de ellos
que cuando me ve se agarra la cabeza. Yo no hago cargos a nadie...
- ¿No tendrán todo archivado en algún depósito?
- Ami me duele porque eso es patrimonio del pueblo quien lo hizo con su
contribución. La Municipalidad no puso un peso para hacer el monumento.
- Las placas, ¿dónde fueron a parar?
- Nadie lo sabe. El busto quedó tirado en una casona que tiene la
Municipalidad por Boulevard Oroño. Un buen día inauguran en la plazoleta que
está ahí, los monumentos a Jorge Falcón, a Lito Bayardá y tras cartón lo meten
también a Magaldi...
- Pero las placas no aparecieron.
- Ninguna apareció. Había una personal mía y otras, pero no
aparecieron. Hasta
había una de la Intendencia, que en ese entonces era intendente el
doctor Beltramo. - ¿El que quiso terminar el Monumento al Pozo, en Moreno y San
Luis, adicionándole
un peso al impuesto municipal y que los santafesinos se llevaron la
plata recaudada? - El mismo. Lo que a mí me duele es que en esto de un homenaje
popular a un cantor intervenga la política y que el mandamás de turno deshaga
esto porque lo hizo el otro, o quiera mejorar las cosas y haga un zafarrancho.
Esto es del pueblo, no de la Municipalidad. Yo estuve cinco años juntando
bronce. Después que junté 300 kilos fui a verlo a un hombre, a un escultor
rosarino que ya falleció: Ernesto Pasens. Cuando le hablé al hombre hizo gratis
el molde. Había que hacerlo en yeso antes de fundirlo. El mismo me llevó a la
fundición de los hermanos Gentile, por el sur, y también me lo hicieron gratis.
- El emprendimiento era de todo corazón.
- ¿Qué le parece? Gratis el molde, gratis el bronce y la fundición,
gratis todo. El intendente Beltramo por medio de la ordenanza 39010 hizo hacer
la plazoleta y después, un buen día, por circunstancias ignoradas, todo
desaparece. Yo no soy el dueño de eso, el dueño es el pueblo. Y esto lo vienen
a hacer aquí, en la propia provincia y en la propia ciudad de Magaldi.
- Lo que pasa es
que los que hicieron eso eran unos improvisados. Aquí y por la política, con
tal de cobrar un sueldo hay gente que es capaz de agarrar un fierro caliente...
A Magaldi hay que descubrirlo
- Magaldi vivía para su país. Me contó Emilio que él podría haber
salido a otros lugares de América, donde lo reclamaban. El aquí vivía para sus
admiradores, le costaba decidirse a emprender giras que lo alejaran de la
Argentina, era un caso curioso.
- Lástima que no llegó a filmar más que lo que se conoció y que es muy
breve. Se hablaba de que tenía ya el argumento de una película para filmar y si
no fuera por su fallecimiento hubiera llegado al cine por la puerta grande.
- Emilio, posteriormente, escribió el argumento de la vida de Magaldi,
que lo iba a interpretar el chico, o saa el hijo, pero hay otros intereses en
la vida de Magaldi. Mire, perdóneme que sea sincero, ¿no?. Yo tengo 65 años y
hace desde mis ocho años que ando con el asunto de Magaldi, o sea han pasado
47. He visto a este, he visto al otro, pero hay algo que me impresionó y es la
definición suya sobre Magaldi. Cuando usted dice en El Rosario de Satanás:
"... Magaldi es el corazón de los hombres buenos y el espíritu de los
hombres atormentados, porque eran sus seguidores... ". Y yo se lo digo,
porque yo lo viví.
- "El trovero del dolor y de la desesperanza", agregué en el
mismo trabajo.
- Hubo cualquier cantidad de slogans para él: El cantor del dolor
humano; El cantor de los desamparados; El cantor de los humildes...
- Es verdad, porque era la voz del pueblo.
- Alo mejor mi intelectualidad no alcanza ya lo mejor la suya sí, pero
a Magaldi hay que descubrirlo. Magaldi nos ofrece un mensaje muy especial, muy
espiritual, muy espiritual...
- Muy profundo.
- Le cuento algo. Un día estábamos en Río Cuarto, cuando yo hacía giras
con el hijo de Magaldi, era en el año 80, creo. Yo lo había llevado antes a
Eurofon, en Buenos Aires, y había hecho un disco, el primero que grababa y que,
debido a la cantidad de ejemplares que se vendieron, la empresa le otorgó el
disco de oro. Honestamente, no llegamos a vender un millón, pero llegamos a
ochocientos mil...
- ¿Qué pasó en Río Cuarto?
- El asunto es que eran como las cuatro de la tarde, después de la
siesta y me hablan de la radio local porque le querían hacer una nota a
Magaldi, hijo. Fuimos y cuando regresamos el conserje del hotel nos entregó una
tarjeta que había dejado un señor, un doctor, quien volvería como a las ocho de
la noche.
- Y vino el hombre.
- A esa hora apareció un hombre bien puesto, habló conmigo y me pidió
hablar con Magaldi. "Sí, como no, está arriba", le contesté. Entramos
a conversar y resultó que sabía el repertorio de Agustín padre, su vida y todo
lo relativo a él. "Perdóneme,
doctor", le dije, "soy el primer sorprendido".
",Por qué?", preguntó y yo repuse: "Porque el 99 por ciento de
los admiradores de Magaldi son no profesionales".
"Bueno, señor - me respondió este hombre que después supe era
doctor en medicina
- eso depende de la leche que uno ha mamado cuando era chico. Yo mamé
la leche de un hogar muy pobre, en donde a mi madre y a mi padre les
impresiona-
ba la voz de Magaldi, lo que cantaba, y yo también lo escuchaba".
Me quedé así, como sin poder decirle nada porque el hombre me estaba contando
una realidad, que
yo no me imaginaba me iba a decir. Por eso me conmovió lo suyo:
"es el corazón de los hombres buenos..."
- A él lo seguía la gente.
- Era como una necesidad, porque Magaldi era una especie de
identificación parlante y atraía, atraía mucho.
Siembra y sencillez
- Cuando andábamos con el chico, por el sólo hecho de decir que era el
hijo de Magaldi, la gente hacía cola. De las cárceles, los hospitales, las
escuelas, nos venían a decir: "Nos enteramos que el hijo de Magaldi anda
por acá ¿podría ir a la escuela a cantar gratis?", por ejemplo. Y esa era
la siembra que había dejado el padre. Acá, en la cárcel que está en San
Nicolás, por lo menos hemos ido quince veces. No sé, es un misterio, son tan
difíciles de entender las cosas de la vida..., a uno le parece que tiene razón
en algo y no la tiene. Yo soy muy espiritual en mi vida, si yo hubiera sido un
tipo materialista no estaría en esta, porque Magaldi no lo era. Decía Pedro Noda
que Magaldi era puro espíritu cuando cantaba y el mismo espíritu regía sus
canciones.
- Cuando uno lo escucha y se compenetra con lo que está diciendo, deja
algo en el
alma que lo impulsa a seguir escuchándolo.
- No cansa.
- Pasa como con la voz de Gardel de la que alguien dijo: "La voz
de Gardel, cura.
Por más que hayan pasado dos o tres meses que no lo haya escuchado,
usted lo pone a Gardel y cuando termina de oirlo le entra como una tranquilidad
en el cuerpo, y más si tiene algún problema".
- Encuentra una paz.
- Sí, no se sabe porqué. Independientemente del tema que cante, la voz
parece que le hace bien al cuerpo. Una cosa rara, no?
- Yo siempre digo una cosa de Magaldi, que vino a cumplir su misión en
la tierra como cualquiera de nosotros: usted escribe, otro pinta, otro hace
otra cosa. El cumplió su misión de la manera más linda que puede haber,
cantándole al pueblo y el pueblo lo entendió. Porque, ¿de qué vale que un
cantor suba a un escenario y tenga cien personas y nadie entiende lo que hace?,
¿de qué vale eso? Lo importante es que esas cien personas lo entiendan.
- Hay una anécdota recogida por Nolo López y publicada en un librillo
por el editor
Pedro Angulo hace muchos años, vinculado a la revista Vida Argentina y
que pinta de cuerpo entero la extrema sencillez de Agustín Magaldi, padre. En
El Rosario de Sata-
nás yo publiqué otra que me contó un protagonista de apellido Franchi y
apodado Pampa mía. Pero esta es por demás reveladora:
"Sabemos de sobra que la
mayoría de los artistas radiófolos, en cuanto tienen una pequeñísima
popularidad, lo primero que hacen es adoptar gestos espectaculares, y no parar
hasta tener un lujoso auto.
Pero Magaldi no heredó eso y
lo prueba el siguiente hecho. Una noche acudió a una sala para intervenir en un
festival. Llegó, como era habitual en él, a pie y
modestamente vestido.
Preguntó al portero por el cantor Alberto Gómez y aquel
le solicitó su nombre para
anunciarlo.
- Dígale de parte de Magaldi.
-¿De quién? - insistió el
portero.
- De Magaldi, amigo.
- Magaldi!!!... Usted no es
Agustín Magaldi, ¿dónde está su auto? y, además con esa "pinta"!!!...
El cantor sonrió y
palmoteándole el hombro, le dijo: - ¡Le hice un chiste, amigo!... ¡Le hice un
chiste!...
Aquel portero no admitía que entrase
Magaldi, porque no tenía auto e iba modestamente vestido"
Fuente: Fragmento extraído de Libro “Rosario era un
espectáculo” “¡ arriba el Telón ¡” de Héctor Nicolás Zinni . Ediciones
Del Viejo Almacén . Año 1997