Por
Héctor N. Zinni
"Estaba aclarando rápido.
Al otro lado de las vías el cielo se desperezaba entre largos vahos
de color naranja. Al doblar la esquina, divisaron el hotel. Magaldi
se detuvo. Dijo que había vacilado toda la noche pero que la
conversación le había, despejado el juicio. Sabía por fin qué
hacer. Viajaría con Evita a Buenos Aires. Le pagaría una pensión,
la presentaría en la radio. Era ya demasiado tarde o demasiado
temprano, y a Cariño no le quedaban fuerzas para disuadirlo.
Ya tiene quince años - fue lo
único que dijo -. Sólo tiene quince años.
Ya es una mujer - respondió
Magaldi -. La madre me lo dijo: se hizo mujer de un día para el
otro.
"Siguió un domingo
insulso, interminable, de ésos que uno prefiere olvidar: Evita
recitó por los altoparlantes de la casa de música un poema de Amado
Nervo con exceso de gorgoritos y una dicción calamitosa. Dijo
"muertos" y 'penumbra", recordó Cariño, con un
silabeo canyengue que imitaba al de Gardel: ",Adónde van los
muéretos, senior, adónde van? Tal vez en un palaneta baniado de
penúnebara"...
"La aplaudieron. Cruzó
la plaza con las hermanas, mientras una soprano de aldea desmigajaba
el "Ave María" de Schubert. Magaldi se quitó el clavel
blanco que llevaba en el ojal y se lo ofrendó. Según Cariño,
estaba seducido por la lejanía de Evita, por el desdén con que Ella
expresaba algo que quizá fuera admiración.
"Esa noche, después del
recital, tomaron el tren que venía del Pacífico. Doña Juana y las
hijas despidieron a Evita en el andén, llorosas. Bajo las luces
amarillas de la estación, Ella parecía infantil y medio dormida.
Llevaba medias zoquetes, una pollera de algodón y una blusa de lino,
un casquito de paja y una valija raída. La madre le deslizó diez
pesos en el escote y se quedó todo el tiempo a su lado,
acariciándole el pelo hasta que el tren apareció.
"Fue una escena de
radioteatro, me contó Cariño: el príncipe azul rescataba de su
infortunio a la provincianita pobre y poco agraciada. Todo sucedía
más o menos como en la ópera de Tim Rice y Lloyd Webber, aunque sin
castañuelas...
"El vagón estaba casi
vacío. Evita prefirió sentarse sola y apoyó la frente sobre la
ventanilla, contemplando las rápidas sombras del paisaje. Cuando el
tren se detuvo en Chivilcoy o en Suipacha, una hora más tarde,
Magaldi se le acercó y le preguntó si era feliz. Evita no lo miró.
Le dijo "Quiero dormir", y volvió la cabeza hacia la
oscuridad de la llanura.
"Desde esa noche, Magaldi
fue un hombre dividido. Pasaba la mañana y parte de la tarde en la
pensión de la avenida Callao donde vivía Evita. Allí compuso sus
más hermosas canciones de amor, Quién eres tú y Cuando tú me
quieras, sentado en una silla de cuero de potro. Cariño, que lo
visitó un par de veces, recuerda la cama monacal, de hierro; la
palangana descascarada; las fotos de Ramón Novarro y Clark Gable
pegadas con chinches a la pared.
"El estrecho cuarto
estaba invadido por un invencible tufo a mingitorio y a lejía, pero
Magaldi, entregado a la felicidad de su guitarra, cantaba en voz
baja, sin incomodarse por nada. También Evita parecía más allá de
toda miseria. Se paseaba en viso, con una toalla en la cabeza,
retocándose el esmalte de las uñas o depilándose las cejas ante un
espejo cariado.
"Al caer la tarde,
Magaldi se entretenía en la radio repasando con Noda las cinco o
seis melodías que cantaban en la audición de las nueve de la noche.
Después se reunía con músicos y letristas de otras orquestas en el
36 Billares o La Emiliana, de donde se retiraba todos los días a la
una de la madrugada. Nunca dejaba de pasar la noche en la enorme casa
familiar de la calle Alsina, donde su cuarto sin ventanas estaba
sombreado por santarritas y jazmineros. La madre lo esperaba
levantada, le cebaba unos mates y le refería las venturas del día.
El nombre de Evita no asomaba en esas conversaciones. Según Cariño,
Evita pesó siempre en la vida del cantor como una culpa o como una
vergüenza inconfesable. Le llevaba dieciocho años: eran siete menos
de los que le llevaría Perón. A Magaldi, sin embargo, le parecían
un abuso.
'Fue en esos meses cuando la
suerte comenzó a desairarlo. Afines de noviembre tuvo un altercado
con Don Jaime Yankelevich, el zar de las radios: en un solo día
perdió su contrato para 1935 y la ocasión de que Evita tuviera la
prueba de declamación que le habían prometido. A regañadientes,
Magaldi aceptó actuar en Radio París, pero un feroz ataque al
hígado le retrasó el debut. Esos percances dañaron su amistad con
Noda y enfurecieron a Evita, que pasó días sin dirigirle la
palabra.
"En el relato de Cariño,
me desconcertaron, desde el principio, las fechas. Los biógrafos de
Evita coinciden en que Ella se fue de Junín el 3 de enero de 1935.
No saben si viajó con Magaldi o sin él, pero se aferran con
tenacidad al 3 de enero. Se lo dije a Cariño. ",Qué muestran
ellos para estar tan seguros?", me preguntó, "Un boleto de
tren, una fotografía". Admití que no había visto ninguna
prueba. "No puede haber pruebas", me dijo. "Yo lo sé
porque lo viví. A mí los historiadores no tiene por qué corregirme
la memoria de mi vida".
"Según Cariño, Evita
pasó con él la Navidad de 1934. Su hermano Juan estaba esa noche de
guardia en Campo de Mayo, las pruebas de actuación habían fracasado
en Radio Sténtor y en Radio Fénix, no le quedaba nada del dinero
que le había dado su madre. Se quejó de que Magaldi la desamparada.
Era, le dijo, un hombre dominado por la familia, al que no le gustaba
divertirse ni bailar. Cariño le sugirió entonces que regresara a
Junín y que le diera el susto de su ausencia. "Vos estás
loco", respondió Ella. "A mí de Buenos Aires sólo me
sacan muerta".
"Desde que Magaldi se
repuso de los ataques de hígado, Evita se convirtió en su sombra.
Lo esperaba en la sala de control de las grabadoras o en un café de
Cangallo y Suipacha, frente a la radio El comenzó a eludirla y rara
vez la visitaba en la pensión, aunque seguía pagando los gastos.
Llevaba más de una semana sin verla cuando se estrenó El alma del
bandoneón en el cine Monumental.
"Ella estaba en el
tumulto del vestíbulo, pidiéndole autógrafos a Santiago Arrieta y
a Dorita Davis. Se había pintado las piernas para fingir que lucía
medias de seda. Magaldi sintió de nuevo una invencible vergüenza y
se deslizó cabizbajo entre la muchedumbre, pero le abrieron paso los
aplausos, los relámpagos de magnesio y los gritos de las
admiradoras. Lo precedían Noda y el narigón Discépolo, que habían
compuesto la música de la película. -
"Detrás, con esfuerzo,
desfilaban Cariño y Libertad Lamarque. Evita lo divisó de lejos y
se le colgó del brazo. Magaldi atinó a preguntarle: "Qué
hacés acá?" Ella no le contestó. Avanzó con él, resuelta,
triunfal, encarando los fogonazos de los fotógrafos. Fue el acabóse.
Magaldi se levantó de la platea no bien apagaron las luces. Ella lo
siguió, trastabillando sobre unos zapatos de tacos demasiado altos.
Discutieron con ferocidad. Mejor dicho: Ella le habló ferozmente, él
escuchó con resignación, como siempre, y la dejó rumiando su ira
en la hostilidad de la noche. No volvieron a verse" 1.
Durante todo 1935 el dúo
Magaldi - Noda actúa en Radio París. Este mismo año, contratado
por Argentina Sono Film, la empresa de Don Angel Mentasti que estaba
inventando la industria cinematográfica argentina, interviene en el
filme Monte Criollo cantando la cueca Sanjuanina de mi amor y hacen
también un corto en el que aparecen vestidos de gaucho. Hacia el mes
de julio, participan del gran festival que a beneficio de las
víctimas de la tragedia de Medellín, se celebra en el Luna Park.
Ese año de 1935 hace crisis
una situación profesional que había sido justa en sus comienzos,
pero que con el paso del tiempo se ha vuelto injusta e irreal.
Magaldi toma conciencia de que debe hacer un alto en el camino para
proyectarse con la jerarquía que el público le ha dado como
solista. Sin publicidad, con problemas en su vida privada que lo
afectaran sensiblemente y ligado a Pedro Noda, ha logrado éxitos
superiores a la modestia con que siempre se ha presentado en todas
partes.
Bien aconsejado y por fin,
dispuesto a tomar decisiones por dolorosas que fueran, 1935 marca el
fin de otra etapa y 1936 será el comienzo de otra que irá a
colocarlo en el primer puesto de la canción nacional y que sólo
truncará la tragedia de su muerte.
Después de la última
actuación del dúo, registrada el 30 de diciembre de 1935 en Radio
París y en el cine Astro, de la ciudad de La Plata, Pedro Noda se
unirá de inmediato a Carlos Dante, quien se ha estado desempeñando
como solista y luego como cantor de la orquesta de Miguel Caló.
Grabarán en discos Víctor y por unos años más, Noda continuará
una carrera de desarrollo parejo y meritorio. Pero Mag.aldi siente
que debe empezar de nuevo. Ha cortado todas las amarras, apunta
Estela Do Santos en su trabajo mencionado.
En otro orden de cosas,
América se tranquiliza: Bolivia y Paraguay convienen el armisticio y
concluyen la encarnizada lucha del Chaco Boreal. El saldo es la
fractura de una generación: miles de jóvenes del Atliplano y de
Asunción quedan para siempre en el infierno verde, comidos por la
guerra. Es el año en que es sacado a patadas de la Casa de Gobierno
de La Plata su titular, Federico Martínez de Hoz y es asesinado en
el Senado de la Nación el doctor Enzo Bordabehere, durante el debate
que, capitaneado por el doctor Lisandro de la Torre, da cuenta del
sórdido manejo de nuestro comercio de carnes. El país es también
conmovido por la muerte insólita de Carlos Gardel entre las llamas
de un avión que cae en Medellín.
NOTAS:
1
Tomás,. Eloy Martinez. Santa Evita. op. cit.
24
de Junio de 1935. Fotografías de la tragedia.
Fuente:
Fragmento extraído de Libro “Rosario era un espectáculo” “¡
arriba el Telón
¡” de Héctor Nicolás Zinni . Ediciones Del Viejo Almacén . Año
1997