Por
Rafael Ielpi
Pero
las palmas de las excelencias de servicio, surtido y prestigio se las
llevaría entre 1904 y 1930 Ramón Cifré, cuyo apellido estaría
vinculado a la atención esmerada de las exigencias de banquetes,
recepciones, veladas sociales, etcétera, de los rosarinos de
cierta relevancia, sector para el que este tipo de actividades era
parte substancial de su vida cotidiana y de su relación con los
demás.
Cifré,
inmigrante español, había iniciado su ascenso económico y
comercial a comienzos de siglo con el "Bar Victoria" o
"Victoria Tea Room", en Córdoba y San Martín, con
especialidad en cocktails, tés, cafés y sandwichería. Monos
y Monadas, en
1912, le dedica una nota en forma de carta, en la que se lo califica
como el
más hermoso de Sudamérica, el más chic y el mejor servido. El
"Victoria", llamado popularmente "lo de don
Ramón" o más sintéticamente "el Cifré", fue el
escalón inicial del ascenso de aquel hombre regordete, ni alto ni
bajo, de cara simpática y casi siempre sonriente.
Mucho
de la fama de sus sucesivos establecimientos tenía que ver con la
meticulosidad que Cifré exhibía para atender en forma personal
a los pormenores últimos del servicio y la atención a la clientela:
El
detalle es la obsesión de don Ramón: la copa y el vino, el plato y
la fuente, el mantel, la servilleta, el plato tal o cual, las
personas, la música, la loza, el vidrio, le
menage bon marché, son
elementos que ni con el reflector se encuentran allí fuera de
lugar: todo es rico, del más refinado buen gusto, alababa
la misma revista. La confitería era, además, reducto obligado de
los caballeros de cierta relevancia social: La
élite masculina de Rosario se reúne cu el bar, donde es el rendez
vous obligado,
siendo de lamentar que en tan hermoso sitio no se den cita más
a menudo, siquiera fuese en días marcados, la élite femenina, se
quejaba Monos
y Monadas.
El
crecimiento de la empresa llegaría a su punto más alto sobre los
finales de los años 20, cuando Cifré traslada su negocio al
recientemente construido Palacio Fuentes, con entrada por
Sarmiento 722, figurando como "Rotisserie Cifré" en los
avisos de ese año, cuando quedan habilitados amplios salones para
fiestas, para familias y un local especial para banquetes y grandes
recepciones sociales, como casamientos, cumpleaños o la
entonces obligada "presentación en sociedad" de las
señoritas y púberes rosarinas de esos años. Los "bailes del
Cifré", como se los conociera, tuvieron asimismo una larga
popularidad entre jóvenes y familias de la sociedad. En enero
de 1927, La
Capital consignaba:
Una
reunión realmente simpática fue el lunch ofrecido anoche por don
Ramón Cifré al periodismo, en su nuevo y lujoso salón del Palacio
Fuentes, por la inauguración del mismo.
Algunos
amarillentos impresos, de distintos años del período, señalan los
gustos gastronómicos que presidían los menús de aquellos
banquetes. Cuatro de ellos, servidos precisamente por Cifré, son
buenos ejemplos. El primero, del 20 de mayo de 1903, conmemorando
el primer aniversario del Centro Juventud de Comercio, ofrecía
a los invitados, en riguroso francés y entre tragos de Sauternes,
Margaux, Macón y Champagne Chefs
de
pejerrey á la Marguery, supreme de perdreaux Brillat-Savarin,
chouxfleurs sauce mousseline y gateau Maríe Antoinette (sic).
El
del 28 de septiembre de 1909, brindado por sus amigos al doctor
Antonio F. Cafferata con
motivo de su elección de Presidente del Jockey Club de Rosario,
destacaba
exquisiteces diversas: Failletes
au par-mesan; dame de saumon sauce greviche; etuve d'aloyau
nesselrode; chaud froid de perdreaux moderne; estomac de dinde et
salade y asperges des sultanes saucepoloise (sic).
La orquesta, dirigida por Pascual Romano, uno de los músicos
italianos que llegado con una compañía lírica se radicó en la
ciudad, ofreció, entre otras, versiones de El
murciélago de
Strauss y La
viuda alegre, de
Franz Lehar.
Doce
años después, un banquete de la
colonia italiana di Rosario di Santa Fe in onore del Comandante e
degli Ufficiali della Regia Corzatta Roma (sic),
sin orquesta, permitía a Don Ramón un menú que no mostraba que
forma sensible algunos cambios, aunque estuviera siempre redactado en
la lengua deVoltaire: Creme
Reine Eléne; langostines a l'americainc; timbale milanaise,
cotelettes d'agneau amiral, dindonneau broche y parfail palermitaine
(sic),
además de un gatean
romain más
cafés y habanos.
Mucho
más importante, el 4 de octubre de 1925, sería el almuerzo
ofrecido por la Junta del (presunto) Segundo Centenario de la Ciudad
de Rosario al presidente Marcelo T. de Alvear y al gobernador
santafesino Ricardo Aldao. En él, si bien se reiteraban los
langostines
a l'amerícaine de
cuatro años antes, había novedades sin duda delicadas: Foie
d'oie a la Gefée, oeufs mignons, supremes de martinettes mascotte,
glace des
mandarín
(sic),
respetando la grafía de aquellos ya añejos menús.Todo regado, como
correspondía a semejantes comensales, con el in-faltable y aún
ponderado Pommery francés, cuya importadora, en los años del
segundo centenario, era Frasco y Cía., en Córdoba 950.
En
el libro de recuerdos de Berdou, en el capítulo "Córdoba y San
Martín", se señala a la céntrica esquina como la
de las grandes reuniones de caballeros, adquiriendo mayor
incremento en las horas apacibles del
atardecer
en que, como avanzadas de la quietud nocturna, crean ambiente
reparador a las tertulias. Como centro de reunión, ocupando el
rasgo de características superiores, existió durante largos
años el "Bar Cifré"...
Fuente:
extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”
tomo III editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones