Por Julio Chiappini
Un
destino romántico y literario
Rosa Wernicke nació en Buenos Aires en 1907. En los
años treinta se radicó en Córdoba y allí se publicó su primer libro, En los
albores de la paz. Luego pasó a Santiago del Estero y se hizo periodista. Acaso
ya sabía que un buen periodista es aquel que escribe bien aún de lo que no
sabe.
En 1934 Rosa se trasladó a Rosario y colaboró en el
suplemento literario dominical del diario La Capital. No contenta,
dirigió la parcela de crítica literaria de La Tribuna; sección que no
sin ocurrencia se titulaba El tonel de Diógenes.
En 1938 le tocó el turno a Los treinta dineros, que ganó el primer premio en un concurso organizado
por la Asociación
Artística del Magisterio. La
Prensa se refirió al libro con términos laudatorios; lo cual
no debe admirar pues las recensiones suelen ser un brindis. De modo que dijo:
"...la autora tiene esa cualidad
primordial del narrador, captación rápida de caracteres y de cosas, hondura psicológica
y sobre todo una comprensión fina y delicada de los matices más sutiles del
alma humana. Su castellano es fluido, maneja el adjetivo con propiedad... no
exento de gracia que le permite, sin incurrir en las extravagancias de tal o
cual escuela literaria, realizar una obra que llama a la inteligencia del
lector y a la vez toca su sensibilidad".
Vocación literaria había pues a poco Isla de angustia, de 1941, con ilustraciones de Julio Vanzo. En el
diario Crítica de Buenos Aires José Gabriel sostuvo que se trataba de
"una serie de relatos que son de lo mejor del género que se ha publicado
en los últimos años entre nosotros". Algo de ello debía de haber pues los
cuentos obtuvieron un premio discernido por la Comisión Provincial
de Cultura.
En 1943 se publicó la novela más caracterizada de
Wernicke: Las
colinas del hambre. Se
hizo cargo la editorial Claridad, de Antonio Zamora, un prolífico editor
republicano exiliado. Vanzo deslizó algunas ilustraciones en verdad modestas y
mal impresas (1). En tanto, interpreto que la primera ilustración de Vanzo
relativa a un trabajo de Rosa fue en 1934, en el artículo Filosofía de un buzón, aparecido en la revista rosarina Monos y monadas.
Hasta no mucho antes Rosa publicaba en Rosario
cuentos firmados como "Rosa Wernicke de Badalotti". Luego se separó
y Vanzo me contó que un día se llegó hasta su casa y le dijo: "Julio,
ahora soy por fin Ubre. Quiero quedarme con vos toda la vida". Según Vanzo
había sido el momento más feliz y emotivo que tuvo. Y ¿cuándo fue? Él me confió
que en 1931 y así lo repetí en su momento (2). Pero me parece que la vida en
pareja fue ulterior. Comenzó en el departamento de Vanzo de Corrientes 626, 5o
B, y desde 1963 en Cochabamba 2010, la casa definitiva que originariamente
concibió como atelier el arquitecto Ermete De Lorenzi.
Rosa también escribió para El Hogar y Mundo
Uruguayo. Dejó incluso dos novelas inéditas: La mosca dorada y Las señoras y las otras. Además se animó a textos teatrales y a guiones de
películas: La
estrella ciega, El héroe, La obra maestra, El amor de las furias, El circo y Cenizas en los cabellos.
Por fin: Germán García, en La novela argentina,
emplaza a Wernicke entre las inclinadas a la llamada "novela social".
De modo que la aparea a Alcides Greca, Raúl Larra, Alvaro Yunque, Leónidas
Barletta, Ismael Moreno y Elias Castelnuovo.
Vanzo me dijo una vez que ella había sido "una
gran escritora". Pero en rigor me temo que no, que fue una escritora
mediocre. Ahora ya no importa. Por lo demás, y cierta vez que musité que me
gustaba un cuadro que él tenía de Fader, me espetó un tanto airado que "el
gusto no es un juicio estético". Y que "quien no es pintor no debe
opinar de pintura". Mientras, uno trabajaba en su biografía, lo cual llevó
medio año con reuniones casi todas las mañanas (3). Pude incluso hacerle
algunas entrevistas, a las que él simulaba ser reacio. Una creo que sustanciosa
apareció en Papiro, revista de la Facultad Católica de Derecho de Rosario N° 4,
1972, p. 24. Vanzo, y toléreseme que hable en primera persona, también tuvo la
deferencia de ilustrar la tapa de dos de mis libritos de entonces. Por suerte
los salvan el dictamen de Borges: "la juventud cuenta con la absolución
del tiempo".
Y no olvidaba comentar que Vanzo poseía muchas
obras de otros pintores, amontonadas en un largo corredor que se emplazaba al
final del taller a la izquierda. Es que a veces los artistas intercambiaban
obras entre sí. De su visita a Roma en 1946 se trajo un autorretrato de Giorgio
de Chineo, un óleo pequeño bien logrado. En diciembre de 1975 fui a Roma y le
llevé a de Chirico una extensa carta de Vanzo. Me recibió en su departamento de
un primer piso, a tiro de piedra de la casa de Keats, al pie de la Piazza di Spagna. Lo cierto
es que este griego hijo de italianos y nacionalizado francés me gruñó un
saludo y me despidió sin más. Luego me quejé con Vanzo (jeremiadas fingidas),
quien me dijo que jamás le contestaron la carta. En cuanto al cuadro, Isaac
Fernández Torres tuvo la bondad de contarme que lo vendió en Buenos Aires al
poco tiempo por cuenta y orden de Vanzo. Se non é vero...
Es curioso cómo de Chirico, por ejemplo, tomó los
ijares de caballos de Picasso y luego Vanzo el mismo dibujo de ambos. Vanzo
llegó a adocenarse respecto a sus temáticas: puertos, bouquets, mujeres con
paraguas, músicos, tango. Es una lástima pues de artista pasó a artesano (4).
De todos modos fue diez veces por ejemplo respecto a Lucio Fontana, su socio
por añares. Fontana un artista mundial pues atinó a irse a Milán, a
promocionarse bien, a tener suerte y contar con algún talento y a inventar un
movimiento, el espacialismo, hasta con sala propia en el Museo de Arte Moderno
de Estocolmo. Junto con Berni son los pintores argentinos, ambos rosarinos, de
mejor precio internacional. Se ve que los mercados y los marchands también
sobrellevan sus boutades. En cuanto a los compradores y coleccionistas,
¡saben lo que hacen, cómo no!
Un destino también desdichado
En realidad el romanticismo sobrelleva una veta
dramática cuando no trágica. Podríamos pensar en Frida Kahlo o en Rosa Wernicke
o si se quiere en Romeo y Julieta. Bien que mejor no pensar demasiado en estas
cosas. Mientras, uno habla de "destino desdichado" pues Rosa pasó una
enormidad de sus últimos años postrada y finalmente en estado vegetativo (5).
Vanzo estaba muy vinculado con médicos, de modo que no pasaba día sin que
alguno fuera en visita profesional (y de paso a veces a llevarse algún cuadro a
cambio o por precios módicos). Alcancé a ver parte de este calvario bien que en
los últimos años ya no podía alternar con Rosa -hasta tiempo antes habíamos
sido vecinos- pues ella y Vanzo no querían; sí aceptaban alguna causerie con mi
padrastro, que se llamaba Rodolfo Mario Larguía; o con Alfredo Teófilo Laborde
entre otros pocos. Julio Carlos se portó de manera nobilísima y cuidó a su
mujer, la "Gringa", hasta el último instante pese a que ella era algo
caprichosa. Por ejemplo se negaba a comer si no era Vanzo quien le daba las
vituallas en la boca. Vanzo, que era un hombre muy pintón y de atractiva labia
y con gran llegada a las mujeres incluso muy jóvenes (en general
estudiantes de bellas artes) siendo él ya un buen sesentón, hasta donde uno
sabe atesoró a Rosa Wernicke. Fue fiel a un juramento nupcial en verdad nunca
pronunciada: en el sentido de que cuidó a su mujer con gran entereza-decíamos,
hasta el minuto final. Ambos simpatizaban con d Partido
Demócrata Progresista a lo mejor por pose o superstición; partido en el que
Vanzo llegó a militar con alguna cercanía a Lisandro de la Torre. Que nunca pudo
conciliar su extracción social alta y sus costumbres harto burguesas salvo
cuando la soledad en su campo "Pinas", con las ideas progresistas y
la pobreza y decadencia final que lo llevaron al suicidio. Por algo según
Novalis "el acto filosófico por excelencia".
En el trance, solamente queríamos dejar testimonio
de algunos recuerdos e impresiones personales y rememorar un nombre literario que dio lo suyo y que por
asociarse con Vanzo adquirió mayor relieve. Es que a menudo
"una cosa lleva a la otra"
(1)Cuento con un ejemplar que Vanzo me regaló hacia 1970 y tantos. Creo que a-una obra inhallable. Sería plausible una
reedición oficial con un prólogo crítico, la novela guarda actualidad pues trata de la niñez en las villas miseria.
(2)Chiappini, Julio Vanzo, Zeus, Rosario, 1993, p. 9; en una ilustración
inmeda*-tamente antes obra una fotografía de un óleo de Vanzo sobre Rosa, una
muy guapi
mujer. Puede consultarse Antonio Guarini, Página
12 del 24 de diciembre de 1W (habla de "una historia de amor").
También Fernando Fariña, Julio Vanzo, Muse* Municipal de Bellas Artes, Rosario, 2001. Y Diego A. de Santillán,
Gran enciclopedia de la provincia de Santa Fe, Ediar, Buenos Aires, 1967, t.
II, sin mencuB de página, artículo Wernicke, Rosa. Entretanto, Blanca A. C. de
Saccani, en Julio Vanzo (Edit. del Paraná, Rosario, 2006), se abstiene de
precisiones sobre lo que m lo mejor fue "el amor de su vida" para Vanzo; ese hombre que
como artista tuvo gran futuro en el pasado.
(3)Vanzo da toda la impresión, y es para impresionarse, de que supo vivir
y tema: talento
al mismo tiempo. En invierno un poco constreñía a compartir un pocillo de café
(la buena vajilla no fue una de sus obsesiones), que era a poco de jugo de
paraguas, a la que le agregaba unas gotas de whisky nacional. Nunca más tome
«¡t brebaje; pero no faltará oportunidad.
(4)Vanzo solía condolerse de que la burguesía rosarina, su clientela, por
ignoras* solo apetecía pintura figurativa y decorativa. Él podía haber sido, en
cambio y entre tantas cosas, un gran pintor expresionista o surrealista: fue el
más grande dibujar
-y conocía como nadie la cocina de la pintura. Me
dicen que alguna vez dijo que Rosario
es una ciudad de gnocchis y tallarines si son baratos y abundantes".
(5)La postración comenzó en 1957 con un ataque cerebral. Murió el 3 de
septiembre de 1971. Sus restos descansan en el cementerio La Piedad, al lado de los de
la madre de Vanzo, Antonia Siffredi. El padre de Vanzo, Giuseppe, fue asesinado
por la mafia, en 1912, aquí en Rosario, por razones que aún se conjeturan. Fue
un pintor aficionado; Vanzo siempre ofrecía un buen cuadro suyo por otro de su
padre.
Fuente: extraído de la revista “Rosario, su Historia y Región.
Fascículo N• 73 de Abril 2009.-