Por Rafael Ielpi
La venida del presidente Roque Sáenz
Peña, ese mismo año, se iba a constituir en el acontecimiento social por
excelencia, con la secuela de agasajos, banquetes, veladas teatrales, discursos,
que formaban parte del protocolo de la época, rigurosamente respetado por
todos.
La revista Fray Mocho dedica muchas
páginas ese año a Rosario, con una visión positiva de su empuje económico y del
pragmatismo de sus hombres de negocios. Una encuesta que demanda opiniones
acerca de una crisis en la economía nacional revela respuestas como ésta: ¿Qué
crisis? En Rosario no existe crisis de ninguna especie, dada por Luis Colombo,
del que la revista consigna que maneja los hilos de más de 20 empresas, ocupa la
presidencia de la Bolsa
de Comercio y sonríe cuando se le formula la pregunta de la crisis. Lo mismo
hace Guillermo de la Riestra,
con su cortesía habitual y lo mismo responde el señor Nicanor De Elía, espíritu
fino y cerebro sólido: todos son optimistas, señala la revista.
La coincidencia de opiniones engloba
a otros rosarinos "de pro" como Lisandro de la Torre, Thedy, Francisco
Correa: Aquí no se tira el dinero, nos ha dicho uno de ellos: aquí se lo
aprovecha; se lo guarda, se lo utiliza en la ampliación de los negocios. La
nuestra es, hasta cierto punto, una provincia económica.Y siendo rica,
¡imagínese usted las fortunas que habrá!, remata Fray Mocho. Esta visión
optimista de la burguesía encontraba a menudo un sólido apoyo en el periodismo,
aunque muchas veces estuviera teñido de cierta dosis de humor.
Monos y Monadas, por ejemplo, ese
mismo año, aprovecha su sección "Monerías" para hablar de una
presunta controversia por la comparación entre Rosario y Buenos Aires. La nota
no tiene desperdicios: Mira: ándate a la Metrópoli y no volvás a pisar estos pagos donde
las piedras protestan de su pretendida superioridad. Aquí no nos falta nada de
lo que hay allí; tenemos lindas mujeres, casas confortables, espléndidos teatros
y un comercio robusto que nos surte de lo necesario y de lo superfino. Aquí
todo el mundo trabaja y hay trabajo para todo el mundo: aquí no hay pobres ni
vagos ni aventureros dudosos... Si en Buenos Aires tenéis una calle Florida
también tenéis una Boca depósito de todas las inmundicias; si tenéis
espectáculos teatrales, tenéis también atentados anarquistas; vuestras casas
son iguales a las nuestras pero más caras.
Vuestro lujo,
concluye la nota, supera en mucho al nuestro pero en igualdad de condiciones y por exceso de
competencia, de congestión profesional, la clase media trabajadora no puede,
como aquí, equilibrar sus excesos cada vez más exiguos y sus gastos cada vez
más desproporcionados. Conque vayase lo uno con lo otro y quédate en buena hora
con vuestra llamante capital, que aquí vivimos muy tranquilos sin acordarnos
de ella para nada. ¡Ah! Y cuando necesiten plata, no la busquéis allá, porque
anda medio escaso el negocio; acordáte de las provincias, que son la única
América que va quedando...
La orgullosa perorata de la revista
revela de modo ejemplar la mentalidad de aquel sector socioeconómico dominante,
que manejaba desde las importaciones y exportaciones a los usos y costumbres,
que sentaba a sus hombres en el Concejo Deliberante, pero que no lograba, pese
a todo, disimular cierto sentimiento de minusvalía respecto de la oligarquía
porteña, y en especial del patriciado santafesino, capaz de manejar por sí solo
el poder político provincial.
Fray Mocho, también ese año, intentaba tranquilizar cualquier
incertidumbre cuando mencionaba: Hay ciudades sobre las que el público se forma
juicios muy erróneos. Afirmar que el Rosario es una simple ciudad de
comerciantes, una ciudad de gente de negocios, es por cierto un error. Pero a
condición de agregar enseguida: es una ciudad moderna construida para vivir en
paz. Tiene parajes, calles, paseos y edificios cuya belleza llama la atención
del viajero. En efecto : Jules Huret, Clemenceau, Ferri, Rusiñol y cuanto viajero
ilustre ha estado en ella, tributaron siempre elogios elocuentes a la segunda
capital de ¡a República.
Sin embargo, más allá del
comprensible entusiasmo de los ricos comerciantes y empresarios a quienes la
crisis no golpeaba, había algunos indicadores que mostraban que en otros
estratos de la población la situación era preocupante, cuando no desesperante.
Monos y Monadas destaca, por ejemplo: Si fuésemos a compulsar el estado
económico del pueblo por el movimiento del Banco Municipal, sección Préstamos,
el resultado sería de un pesimismo abrumador y dá idea clara de los apuros que
la miseria hace pasar a los pobres de nuestra ciudad.
Aquel año, los depósitos de los
salones del banco donde se almacenaban los objetos de todo tipo empeñados por
gente que no tenía otra posibilidad de obtener algún dinero, desbordaban de
utensilios diversos, visión que, opinaba la revista, deja en el visitante
dolorosa impresión porque lo obliga a conocer interioridades que nunca se
hubiera soñado. Un inventario ligero señala como empeñadas 600 máquinas de
coser de todos los tamaños y sistemas, herramienta de trabajo esencial para
muchas mujeres de condición humilde o de la clase media; 72 gramófonos; 1500
revólveres de diferentes clases y marcas; 250 mates antiguos de plata labrada;
200 máuser, remíngton, wínchester y carabinas; ropa nueva y usada en grandes
cantidades: un patético muestrario de las pobrezas rosarinas...
El Banco Municipal de Préstamos,
remata la revista, cobra el dos y medio de interés mensual sobre los empeños,
interés verdaderamente usurario que no condice con los fines á que ha sido
creado: no es manera de ayudar al pobre esquilmándolo...
En mayo de 1912, un artículo
aparecido en La
Semana Universal, una revista porteña de las tantas que
llegaban a Rosario, da cuenta de lo crítica que era la realidad cotidiana para
los sectores de menores recursos en Buenos Aires, lo que valía asimismo para
otras ciudades: En la metrópoli argentina no se conoce, felizmente, esa máxima
calamidad que es el hambre. Sin embargo, el continuo encarecimiento de la vida,
motivado en gran parte por la especulación, que enriquece a un número menor de
personas y castiga despiadadamente a los humildes, que son mayoría, es una
realidad. Mientras los artículos de primera necesidad aumentan de precio en
ascensión incesante, los salarios no varían produciéndose el desequilibrio en
los hogares humildes.
La publicación señala, sobre todo, la
situación de los jornaleros y peones cuya incapacidad les obliga a vivir de su
trabajo mecánico como un buey... Ganan 2 pesos diarios y estos son sus gastos:
tranvía ida y vuelta 0.10; "cañonazo matutino" (vino, licor, grapa o
ginebra) 0.10; toscanos 0.10; almuerzo al aire libre (medio kilo de uva 0.20;
queso 0.20; nueces 0.15;pan 0.15 y "cañonazo vespertino" 0.10. Total
1 peso). Queda el otro peso para la familia: almuerzo, alquiler, ropa, etc.
Solamente la pieza de alquiler vale 0.50 diarios...
Los rosarinos eran, por entonces,
224.292 hombres y mujeres diseminados en una ciudad que iba extendiéndose
velozmente como una mancha, a medida que se iban consolidando nuevos barrios.
Las exportaciones de granos a través de la Aduana local, ese año, llegaron ' los casi 350
millones de kilos, con unos 51 millones de trigo, más de 248 de maíz y 39 de
lino.
Mayo de 1913
iba a ser un mes de graves enfrentamientos del i vados de las protestas
obreras, en un año en que se sucedería n tres intendentes: Infante, Paganini y
Meyer. Las reivindicaciones exigidas esta vez por los tranviarios encontrarían
pronta adhesión en otros gremios y la situación derivaría en once días de
incertidumbre ciudadana, con escasez de carne y pan en una ciudad donde la
falta de barrido y limpieza provocaba acumulación de basura en las esquinas
céntricas tanto como en los barrios.
El 9 de mayo puede conocerse una
opinión periodística que intenta bucear las razones de semejante movimiento.
Fray Mocho sintetiza: Una huelga como las de antes. Por un lado, paro general,
adheridos la mayor parte de los gremios por mero acto de solidaridad; por el
otro lado, trenes corriendo cargados de tropas y los vehículos que circulaban
por las calles, con un máuser a cada lado del conductor. Y por fin, los
conscriptos cumpliendo sin asco la consigna, bajando a balazos a dos o tres y
dejando seco a uno de ellos para siempre. Este es el aspecto crudo bajo el cual
hemos visto la huelga que acaba de concluir en Rosario.
El mismo día de la nota llegan a la
ciudad Juan B.Justo y Mario Bravo, portando y exhibiendo sus medallas de
diputados nacionales para evitar un machetazo o el calabozo. Los dirigentes
socialistas se alojan en el "Hotel Italia", hacen pública su
adhesión a la huelga y concurren al masivo mitin obrero en la Plaza Santa Rosa. En
la esquina de Rioja y Corrientes, en esos días, los huelguistas se enfrentan a
los "cosacos" de la policía montada mientras es incendiado un tranvía
en Avda. Castellanos (hoy Alberdi) frente a los talleres del Central Argentino,
y otro en Pueyrredón y Salta. Un modesto trabajador, Felipe Alejandro Raimondi,
cae bajo las balas policiales.
El movimiento
terminaría de la misma manera incierta en que comenzara. Algunos, como los
periodistas de Fray Mocho, creyeron ver alguna intervención del Dr. Infante en
la génesis del conflicto, teniendo en cuenta que sus nunca desmentidas ideas
socialistas lo hacían pasible de semejante desconfianza. Quizá de todo el
radicalismo para poner piedras en el camino de los liguistas, adueñados del
Concejo Deliberante, se escribiría. Pero entre tanto, y de todas maneras, decía
la revista, resalta por encima de todas las cosas el aspecto formidable de la
huelga como levantamiento de los trabajadores y la revelación de la fuerza de la Federación Obrera
Argentina.
Justo y Bravo asumen la
representación de los tranviarios para gestionar un arreglo ante las empresas,
mientras la Federación
delibera. Sin embargo, dice la revista, la huelga concluye milagrosamente, como
por mágico conjuro, y los tranviarios con sus reivindicaciones y los
conscriptos con sus máusers, se quedan un poco estupefactos: ¿qué ha pasado
aquí? Lo cierto es que la huelga llegó a su fin de esa manera abrupta y la
ciudad recobró en pocos días la normalidad. La figura de Infante, sin embargo,
había vuelto a ser noticia una vez más.
Ya sobre el inicio del año, a fines
de enero, Fray Mocho, que había encontrado en Rosario abundante material para
sus secciones dedicadas al interior del país, publicaba una larga nota sobre
el todavía intendente, bajo el título de "Un hombre original", que
reitera la visión irónica conque se analizaba la personalidad y los actos de
aquel abogado español tan dinámico como emprendedor: Llega usted al Rosario.
Baja en la estación. Si le ven a usted bata de repórter, dos o tres personas lo
toman del guardapolvo. Usted cree que lo van a robar, pero no. "¿Trae
usted alguna misión periodística?", le dicen. "Sí, señores."
"Pues bien: debe ir inmediatamente a la Intendencia Municipal.
Pregunte usted por el intendente. Es el loco Infante. Se ha fundado un diario,
"La Nota",
para fustigarlo. Vale la pena que hable con él. Puede usted hacerle un estudio
psiquiátrico. Es curiosísimo: dice y hace disparates. Tal vez lo eche de su
oficina; quizás lo abrace, es el comienzo del reportaje.
El periodista
porteño lo entrevista, en efecto, y lo interroga sobre su famosa propuesta de la Avenida Central,
un proyecto que no por impracticable entonces dejaba de ser visionario acerca
del posterior crecimiento de una ciudad que hoy demanda avenidas como aquéllas,
imposibles de construir ahora. Infante le regala planos, libros, mapas, datos,
etc. El testimonio del cronista no deja de ser interesante: El Dr. Infante, que
apellidan loco los rosarinos, no tiene gestos de tal. Deben estar equivocados.
Hace las mismas locuras de Sarmiento pero no se llama Sarmiento. La historia
del ramo de flores que lodos los días remata en la Intendencia a
beneficio de los pobres, es uno de sus rasgos simpáticos...
Ahora, ha
ideado algo maravilloso. Como posee poco personal para la limpieza de la
ciudad, ha dividido el municipio en veinte partes, numeran dolos. Luego, en un
globo de cristal, ha puesto otras tantas bolillas también numeradas. Todas las
semanas sortea cuál ha de ser la zona de la ciudad que tenga la suerte de ser
barrida, etc. Si en dos semanas la suerte favorece </ la misma sección, los
vecinos están de parabienes; los demás sufren ataques di-locura, sigue la nota.
Por esos
mismos días, Infante pide la renuncia del director de la Asistencia Pública,
el prestigioso Dr. Abalos, ex propietario del "Sanatorio Palace" en
el Bvard. Oroño, por presuntas omisiones administrativas de éste, relacionadas
con un empleado de esa dependencia. El Dr. Infante no es de los que permiten
echar raíces en los cargos. La renuncia de Abalos fue aceptada sobre todo en
vista de los términos en que estaba concebida. Lo que demuestra que con el Dr.
Infante hay que andar muy derecho, o todavía le va a romper un hueso a alguno,
dice Fray Mocho:
En medio de esos comentarios y
ataques, el intendente tuvo tiempo para recibir a una delegación que
despertaría la curiosidad casi antropológica de los rosarinos: una orquesta de
indios tobas traídos desde el Chaco por un sacerdote, el padre Iturralde, para
actuar en los actos del centenario del combate de San Lorenzo. La banda estaba
constituida por indios de las misiones franciscanas, que habían sido instruidos
en el arte musical por los mismos padres y el profesor José Debona.
El 29 de enero al comentarse el acto
aludido, La Capital
consigna: los indios que la componen están uniformados y tocan admirablemente.
Los aborígenes fueron alojados, en un gesto consciente o inconscientemente
racista, en las instalaciones del Jardín Zoológico y tocaron en el Parque
Independencia. El secretario de la Jefatura Política, el sensible Jorge Raúl
Rodríguez, fue mucho menos discriminatorio: agasajó con un almuerzo a la banda
y a sus acompañantes, los franciscanos fray Benvenuto Giuliani, Bernardino
Marconetto y Julio Pujol, quienes luego —como diría inefablemente Monos y
Monadas— regresaron a su tropical país de la selva...
Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame” Tomo II Editado 2005 por la Editorial Homo
Sapiens Ediciones.