PINTAR CON EL ALMA
No sólo fue un gran pintor, sino un
referente cultural y un hombre querido. La calidez de su recuerdo se vincula,
entonces con mucho más que con el valor de su obra
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Por Fernando Fariña
Julio Vanzo ha quedado en la historia como uno de los más reconocidos
artistas rosarinos y un referente cultural, que vivió intensamente su ciudad.
Pero Vanzo es mucho más que eso, fue también el gran amigo de Lucio Fontana, el
compañero de Hilarión Hernández Larguía en la aventura de llevar adelante el
Museo Castagnino y el amante y marido de la escritora Rosa Wernicke, a quien cuidó por años caaaaAo ella quedó postrada, dejando indaaa de lado el sueño de irse a vivir a Italia.
La muerte temprana de su padre lo obligó a hacerse cargo de la economía familiar y lo hizo a través de una habilidad: realizar ilustración y caricaturas. En 1919 presentó su primera muestra individual
en el salte Witcomb de Rosario y desde entonces desarrolló una gran producción, dibujando, pintando, haciendo publicidades y hasta alguna escultura.
En un contexto marcado por el
naturalismo academicista, Vanzo se interesó por la acción de las vanguardias
europeas a través de diversas publicaciones, que leyó con avidez, y contactos con intelectuales. Tal era su deseo de estar
actualizado que aprendió incluso a leer inglés diccionario en mano, aunque
jamás supo hablarlo.
Reconocido pronto, sin embargo tuvo que
sobreponerse a varios escollos, como que en 1929 le rechazaran en el salón libre
de Bellas Artes su obra "El descanso de las máquinas de circo" por
"inconveniente e inmoral", lo que motivó un encuentro público de
apoyo y desagravio.
Entre
los muchos movimientos, se interesó principalmente por el cubismo y el
expresionismo, pero absorbió todo para desarrollar una estética personal caracterizada
por la heterogeneidad y el cruce de tendencias, rasgo que se mantuvo a lo largo
de su trayectoria artística.
A
partir de 1937, con la creación del Castagnino, acompañó a Hernández Lar-guía
en su gestión, que apoyó decididamente la modernización. En esos años, se
consolidó además como uno de los artistas más destacados de la ciudad y
recibió numerosos premios.
Junto con Fontana compartió el taller entre 1939
y 1946, hasta que éste partió a Buenos Aires. Pero no todas fueron flores entre
ellos: diferencias importantes dar rante un concurso los llevaron a retarse a un duelo, que finalmente no se concretó.
En
1946 Hernández Larguía fue removido de su cargo y Vanzo obligado a renunciar. Desde entonces el artista dejé
de lado la gestión y trabajó en su taller, donde creó series famosas como la de
las paraguas
(1953), del tango (1957) y de las Tres Gracias (1958), que contaron can una buena aceptación del público.
Incansable,
realizó a lo largo de su vida muchas muestras individuales en galerías de renombre nacional, diseñó
escenografías y vestuarios para obras teatrales fue docente, hizo carpetas de
grabados e ilustró libros. Inclusive su casa se volvií un lugar de paso obligado
de los intelectuales que visitaban la ciudad.
Sin
embargo, siempre consideró a su obra como menor en relación con la de sa gran amigo Lucio Fontana, el mismo que lo invitó a irse a Italia con él y a
quien na acompañó por la grave enfermedad de su mujer. Vanzo lo sobrevivió muchos anua y siguió cosechando elogios. Sin embargo,
nunca se conformó.
Fuente.:
Extraído de la Revista
del diario “La Capital”
140 años – (1867-2007)