La "revolución por los comicios" al
decir de Cárcano produce en la sociedad argentina un verdadero revulsivo : los
debates internos crecen en el seno de los partidos nuevos (abstención, participación,
viabilidad de las propuestas, niveles de consenso, etc) como la Unión Cívica Radical
o el partido Socialista, alcanzando incluso a las propias filas de los viejos
partidos acuerdistas, quienes sienten la necesidad de un "aggiornamiento"
a fin de competir en el mercado electoral nacional. La norma jurídica acaba de
ampliar teóricamente la participación política; sin embargo, subsisten aún una
serie de condicionantes al desarrollo de la propuesta democratizadora,
explicitados particularmente en la persistencia de niveles de exclusión que
alcanzan fundamentalmente a las mujeres y a los extranjeros.
Lisandro de la Torre
está convencido de la necesidad de gestaren estas nuevas condiciones una fuerza
política de proyección nacional, sustentada en la "indiscutible capacidad
del pueblo argentino para el ejercicio de la democracia". (Raúl Larra,op.
cit.TomoV. p. 86).
El tribuno santafesino
recupera para esa instancia democrática el rol esencial del partido como mediador
entre la sociedad civil y la política: "La falta de partidos es un mal muy
grave, que se cura afortunadamente cuando el pueblo adquiere o recupera los
derechos electorales. Los gobiernos sin partido van a concluir ahora, en la República Argentina,
y estamos asistiendo, como actores y espectadores, a las resistencias finales
de un sistema que pretende sobrevivir a su tiempo... el gobierno de partido es
la condición esencial del progreso político en todos los órdenes, y los partidos
son los instrumentos necesarios para el ejercicio de las instituciones libres.
El desprecio por la política es una prueba de ignorancia y de falta patriotismo…”(Ibidem,
pág. 41-42).
Desde la perspectiva de
Lisandro la "falta de partidos enerva la vida pública y extingue las
virtudes viriles de los ciudadanos (...). Entre nosotros es frecuente escuchar
voces que deploran el alejamiento sistemático de la política, de cantidad
incalculable de ciudadanos calificados y representativos. Si eso se reputa un mal, sépase que es con-secuencia
directa de los gobiernos sin partido, que buscan siempre cuidadosamente para
ocupar los altos cargos públicos, hombres
desvinculados, capaces de ajustarse a todas las políticas, y de cambiarlos
llegado el caso. (Ibidem, pág. 42)
Partiendo de tales
premisas acepta brindar su apoyo a la creación del Partido Demócrata
Progresista ( (PDP) bajo dos condiciones: 19) que se organizaría un
partido nuevo, independiente de la tradición de todo partido anterior, tan distante del radicalismo
hipolista, como del viejo partido del General Roca; 29) que ese
partido "nuevo" sería además permanente y con
programa debidamente democrático. (Ibidem, pág. 86).
En pos del partido "nuevo"
comienza a trabajar conjuntamente con sus compañeros de la Liga, otros grupos
provinciales y déla capital con un importante apoyo juvenil, particularmente en
los claustros universitarios. El 14 de diciembre de 1914 el PDP aparece como
nuevo referente en cuyo interior pugnan dos proyectos diferentes, uno
democrático y otro reaccionario, este último con estrecha vinculación con el
Partido Conservador Bonaerense encabezado por Ugarte y el Partido Provincial de
Santiago del Estero dirigido por Castañeda Vega, el sobrino político de
Victorino de la Plaza. Las
tensiones generadas por las dos fracciones no sólo van a colocar en serio
riesgo la supervivencia del proyecto partidario sino que van a favorecer el triunfo
radical. Desde el comienzo Lisandro debe defender con firmeza las " normas morales y democráticas " no
sólo en el programa global sino en el desarrollo mismo de las prácticas
partidarias : el desarraigo de los procedimientos antiguos y personalistas, el
funcionamiento de convenciones amplias y libres, la organización abierta y el
potencial acceso equitativo a los cargos de dirigencia, la elección directa
para la proclamación de fórmulas, etc. Discurso y práctica iban marcando el
perfil de ese político que se definía como liberal y progresista y que por ende
no duda en plantear su renuncia a la presidencia de la junta del partido en
abril de 1915 cuando descubre que tales premisas han sido violadas por los representantes
del mismo en la Cámara
o cuando se intenta manipular, a través de acuerdos de cúpulas, la
candidatura presidencial.
La construcción de una herramienta adecuada para
la práctica política, sin embaído, no aparece como suficiente para garantizar
el juego democrático. El santafesino, como otros intelectuales y políticos del
momento, mira con detenimiento a ese ciudadano que va a expresar su opinión a
través del voto. Siente que la reforma electoral no es suficiente para
garantizar " la independencia perfecta del ciudadano en el acto de
depositar su voto en las urnas". (Ibidem, pág. 37) Sigue en pie la
estructura política de" ejecutivos fuertes o caudillescos", con
" la posibilidad de disponer para fines electorales de una policía centralizada".
Desmontar las bases de una matriz autoritaria y excluyente, en la que el
clientelismo aparece como la práctica cotidiana requería a los ojos de Lisandro
no sólo la sanción de otras leyes que impidieran a las autoridades"
ejercitar coacción sobre los electores, antes, durante y después de una
elección " sino el desarrollo de un programa de gobierno que diera
respuestas reales a las demandas crecientes de esos ciudadanos que accedían a
ese espacio público ampliado.
Las distancias que lo separan de la vieja
política ugartista- asentada en el fraude y la corrupción - o del personalismo Yrigoyenista
que conducirá al líder radical hacia una concepción de la política en la que el
partido resultará permanentemente desplazado por la relación directa con el
pueblo - en esa constante versión plesbicitaria -, también se plantean en el
campo social. No comparte con los conservadores como Patrón Costas ni con
Yrigoyen la visión de que la solución al problema social radica en " la
conciliación de intereses ", evaluando que de " esa armonía ha de
nacer el bienestar general, que es lo único que puede mejorar la condición de
las masas ".(Ibidem, pág. 62 ). Es por ello que acuerda con un proyecto
que, totalmente alejado de la visiones organicistas,
de los " enunciados genéricos", pueda canalizar operativamente la
cuestión social. Analizando los problemas de la sociedad, la vertiente
latorrista del PDP ha de elaborar una propuesta en 1915 que, aunque manteniendo
la confianza en el modelo de desarrollo agroexportador vigente, plantea la necesidad
de una reformulación del papel del Estado en esta nueva coyuntura. Compartiendo
con otros observadores del momento una visión pesimista del papel jugado por el
latifundio, alienta la subdivisión de la propiedad. Al mismo tiempo, y a partir
de una mayor intervención del Estado en los niveles económicos y sociales,
fórmula no sólo los lineamientos de un proceso de redistribución social
diferente - particularmente a través de una política impositiva directa -sino
también las pautas de una legislación social actualizada que coadyuve a dar
soluciones a la fuerte conflictividad social. ( La Nación, 15 de setiembre de
1915). Reafirmando esta concepción le contesta a Patrón Costas : " Las
clases media y proletaria no se conforman con quedar libradas a los beneficios
que puedan derivarse del " bienestar general". Quieren saber
concretamente qué propósitos tienen los partidos políticos sobre las cuestiones
que a ellas les interesan : participación de los obreros en las utilidades de
las fábricas, limitación de las grandes ganancias y de las grandes fortunas,
pensiones a la vejez, a la invalidez, i etc, seguro contra la
desocupación, impuesto a la renta, impuesto al mayor valor del suelo y otros
puntos semejantes.
No caben ya equívocos sobre las cuestiones
sociales y del trabajo, por
más que ¡os conservadores argentinos no lo comprendan todavía. (Raúl Larra, op.
cit/Tomo V, pág. 62).
En estas afirmaciones es posible hallar otra de las claves para comprender
la crisis electoral del PDP en junio de 1916 y el triunfo radical. Estas mismas
divergencias son las que concluyen con el sueño de la organización nacional
demócrata progresista y las que ya en pleno gobierno de Irigoyen explican el rechazo de Lisandro a presidir la
"concentración conservadora" que se comienza a gestar a partir de
1918.
Fuente:
extraído de la revista “Rosario, su Historia de aquí a la vuelta Fascículo N• 7 de Noviembre de 1990