Por Juan Pablo Robledo
El 26 de septiembre de 1927 se celebró el bautismo de la primera hija
de Dora Molina, una joven de 25 años que convivía con un carpintero llamado
Francisco Vilches en la esquina de Tucumán y Callao. Ese evento también sería
una excusa para festejar el cumpleaños de un amigo de la familia y vecino del
barrio que tenía algunos antecedentes por robos y levantar apuestas
clandestinas, se trataba de Ventura Roldan.
La mayoría de los invitados tenía antecedentes por cuestiones
relacionadas con la mala vida. Según la Policía de a época, pudo establecer que incluso
Dora Molina ganaba su vida como prostituta en un bar de calle Almirante Brown
2950.
Según el diario "La
Capital": "entre los vitados, se encontraban algunos
perso-najes de cierta relevancia del hampa e la época, como Carlos "El
chueco" Arguello que tenía una condena por homicidio". Pero los
verdaderos protagonistas de esa noche teñida de san-e fueron el carnicero
Horacio Luce-, el mecánico Juan Villalba (ambos n antecedentes por robo), su
esposa Amelia Quinteros, Prudencio Acosta reconocido en la vida nocturna como “el machito" y Martín Coria.
Según la reconstrucción judicial, la a se realizó con normalidad y
luego c organizó un baile entre los asisten tes. Enseguida quedó en evidencia la
desproporción entre las cinco mujeres y los quince hombres que se hallaban
presentes dispuestos a pasar una noche festiva.
El entusiasmo tuvo una nota destacada cuando Juan Villalba, notó que
su esposa se hallaba demasiado cerca de Acosta. El hombre llamó a Amelia y la
retó ya que notó como el hombre rozaba su mano en el cuerpo de la mujer.
Recomenzó el baile y la circulación generosa de la bebida y el ambiente festivo
contribuyó a hacer olvidar el incidente.
Pero Acosta estaba obsesionado por Amelia. Y en un descanso de la orquesta, se acercó
a la chica y la llevó a un sitio apartado. Estimulado por el alcohol, le
declaró su amor y le propuso sin más trámites que abandonara a su marido para
casarse con él. Pocos minutos después el enamorado sin ninguna disimulación se
puso a cantar con ímpetu una canción amorosa para Amelia. Varios de los
invitados lo aplaudieron y lo alentaron para continuar el singular hecho. Pero
como era de esperarse, comenzó una discusión, la música disminuyó y la fiesta
se interrumpió. El mecánico Horacio Lucero intervino en defensa de su amigo Villalba
y Coria salió a responder por su hermanastro.
Al instante el enamorado circunstancial sorprendió a todos gritando:
"Me considero guapo con cualquiera. No hay más que salir a la cancha
".
Un duelo
desigual
El desafío no fue lanzado en vano. Sobre todo cuando Villalba se
enteró de que Acosta había pretendido llevarse a su mujer. Salieron todos a la
calle y los dos hombres se prepararon para batirse a duelo con un cuchillo en
sus manos. Pero Lucero y Villalba tenían revólveres entre sus ropas y sin
mediar palabra alguna de reconciliación, literalmente los fusilaron. En total
hicieron doce detonaciones con toda la furia posible. Prudencio Acosta recibió
un disparo en el corazón y murió en el acto. Horacio Coria recibió cuatro
proyectiles y murió tras una corta agonía, aunque antes pudo identificar a sus
agresores. Villalba se entregó a la
Policía, pero Horacio Lucero huyó luego de los disparos y se
mantuvo prófugo hasta el 24 de septiembre de 1928 cuando bajo la orden de
captura del juez Emilio Tasada, efectivos policiales encubiertos lo detuvieron
en una casa de Ituzaingó al 3500. Los hechos terminaron de aclararse con de
declaración de Bella Amelia, la estrella de esta oscura noche de barrio
Pichincha.
Bibliografía Utilizada
Aguirre, Osvaldo,
"La Chicago
argentina. Crimen, mafia y prostitución en Rosario". Editorial Fundación
Ross, año 2000. Archivo diario "La Capital". –
Zinni, Héctor Nicolás - Ielpi Rafael Osear,
"Prostitución y rufianismo". Editorial Homo Sapiens Ediciones, año
2004.
Fuente: Extraído de la Revista “Rosario, su
Historia y Región. Fascículo Nº 103 de Diciembre de 2011.-