El Zorzal
Rosarino
Por Rafael Ielpi
Su vida no estuvo
exenta de episodios que lo vincularon a nombres perdurables: Enrico Caruso,
con quien compartió escenario desde el anonimato del coro en 1915, en "La Opera" rosarina; Rosita
Quiroga, figura legendaria del tango reo, que lo protegió a su llegada a
Buenos Aires y grabó a dúo — con él; Eva Perón, con quien tuvo -se afirma- una
relación sentimental en los comienzos artísticos de Evita.
Apenas iniciada la década del 20, la
lírica dejaría paso a las canciones criollas, en sucesivos duetos con otros
cantores rosarinos, en los cafetines de Súnchales y Pichincha. En 1923 se
radicó en Buenos Aires, con el mismo "repertorio y la misma propensión a
los dúos: primero, con Rosita Quiroga, que le abrió las puertas de la
discografía, y después con Pedro Noda, con quien cantó, actuó y grabó durante
diez años, y con el que compuso un tema emblemático: "El penado 14".
En 1935 inició su carrera como solista,
después de filmar "Monte criollo", y se convirtió, con Ignacio
Corsini, en el nombre más importante del tango después de Gardel. Sus actuaciones
radiales, en teatros y clubes se convirtieron en una apoteosis popular,
cimentada tanto en su personalidad interpretativa, su voz brillante y su
técnica y afinación, frutos de su paso por las academias donde se honraba a la
escuela italiana de canto, como en un repertorio heterogéneo que incluía desde
tangos como "La muchacha del circo" o "Acquaforte" a temas
camperos del tipo de "Dios te salve m' hijo" o excentricidades como
"Nieve", una balada rusa que afirmaba: "Moscú está cubierta de
nieve y los lobos aúllan de hambre".
Los tangueros tradicionales nunca lo aprobaron,
por no responder al modelo de canto gardeliano; los que ya apuntaban a la
renovación que estallaría en el 40 tampoco, porque les parecía una rémora del
pasado; muchos críticos le enrostraron, en vida, la fragilidad de su repertorio,
poblado de temas melodramáticos : .irsis. Sin embargo, las clases populares, la
gente de ciudades y pueblos del interior, llegó a la veneración de su figura y
de su voz.
Lo ayudaban su apostura, que atraía a las
mujeres – a las que Magaldi, en una sociedad y un tiempo de machismo,
reivindicó en tangos como "Levanta la frente" o "No quiero verte
llorar"-; su bonhomía y rectitud, virtudes alejadas de la imagen que mostrara
la película "Evita", donde se lo refleja como un vividor taimado y de
ética escasa en su relación con Evita. También lo amaban los pobres y los
explotados, que sentían como propias las penurias e injusticias presentes en
muchos de los temas que él entonaba, a veces llorosamente pero siempre con una
emoción que ellos sentían sincera. Por eso lo llamaron "la voz sentimental
de Buenos Aires".
Afecciones hepáticas permanentes, que
desatendió por años, se extendieron al páncreas y lo llevaron a operaciones y
sanatorios donde peleó sin suerte hasta el 8 de septiembre de 1938, cuando su
muerte enlutó a cientos de miles de hombres y mujeres que lo amaban y
admiraban. Esa fidelidad irías desapareciendo poco a poco con i los años y los nuevos gustos de la música del tango, para los que él es ya definitivamente, una rareza. Sin embargo, los "magaldistas"
(cada vez menos numerosos, es cierto) continúan emocionándose con sus discos y
venerando su nombre.
Fuente.:
Extraído de la Revista
del diario “La Capital”
140 años – (1867-2007)