Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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jueves, 18 de marzo de 2021

Como Rosario

 

Como Rosario no tiene fundador, los rosarinos deben inventar su ciudad cada día. Ser rosarino es, ante todo, ser un inventor. Lo primero que inventaron los rosarinos fue el otoño. Después el amor. Una tarde de sol, la lluvia. Y una siesta en que estaban tristes, el dulce de membrillo. Al Gato Barbieri un rosarino lo inventó en París. A Musto un rosarino que pescaba en el Paraná. A Berni un grupo de desocupados que pedían queso y le daban hueso.


A Mendieta, el único perro del mundo que habla el rosarino, lo inventó un amigo de Inodoro Pereyra que esa tarde se había enamorado de Rita la Salvaje.


Al fútbol lo inventaron Pontoni, el Negro Aguirre y Vicente de la Mata. A Pataqueno, al poeta Aragón y a Cachilo lo fueron inventando con el tiempo los rosarinos que amaban los tranvías. Al último lo terminó de inventar Mario Piazza.


Al Che Guevara lo terminaron de inventar en un departamento de Urquiza y Entre Ríos, y aunque lo mataron, sus sueños siguen dando vuelta al mundo.


A la trova rosarina la inventaron los rosarinos que eran trovadores.


A los poetas de Rosario los inventó un señor que se llamaba Ortiz Grognet y ahora son tantos y tan buenos que la gente que visita Rosario dice al volver a sus hogares: "En esa ciudad hay un Monumento, un río con pescados que juegan al truco, poetas que escriben poemas en todas las esquinas, señores que si se enojan hacen una cosa que se llama el Rosariazo y lugares donde se venden familiares de queso y salame, carlito y menditeguys, tres inventos de la ciudad".


En Rosario, se dice también, hay una montañita alta como el Everest en el medio de un parque que es muy grande.


El amarillo de las hojas de los árboles en el otoño rosarino no existe en ningún lugar del mundo. Tampoco las chicas con sombrillas que inventó Julio Vanzo, los más perfectos laberintos (y los más bellos) que inventó Anselmo Piccoli, las vegetaciones de las “ciudades invisibles” creadas por Pedro Sinópoli, los gatos inventados por Rubén de la Colina (y cuidados por Cumeta Ghione), las puertas de los barrios creadas por un señor Elizalde, las distintas latitudes del río de otro señor llamado Uriarte.


Al pueblo de Rosario lo tiene que haber inventado un ángel porque tiene la paciencia de los santos. A las mujeres de Rosario las inventó el Diablo para que todos pierdan la cabeza por ellas.


Al barrio de Pichincha lo fueron inventando Clara Beter, Roger Plá, Ada Donato y el Negro Fontanarrosa. De la música de fondo se encargaba Antonio Agri, a quien acompañaban Miguelito Betorello y Marcelo Raigal. El tango nació en Rosario (Borges lo sabía) y el primer surrealista de América fue Aldo Pellegrini.


Hay rosarinos que curiosamente desprecian todo lo rosarino, pero se trata de infiltrados que algún día sacaremos a patadas. Hay otros que viajan y se van como si tal cosa. Pero los rosarinos de veras cuando se van se van yendo como quien se desangra, de la misma manera que Don Segundo.


Texto de Gary Vila Ortiz, publicado en Rosario 12 el 29 de agosto de 2018, y emitido después por LT8 en el programa "Pichincha"