Por Andrés Bossio
Aquella noche de diciembre de 1974, cuando quedó tendido en el césped, retorciéndose de dolor, un sudor frío corrió por la espina dorsal del centralista de ley. Un silencio increíble se apoderó del estadio, de ese estadio que estaba presenciando otra victotoria ante el clásico rival, otra clase práctica a cargo del "Maestro". Cómo se debe correr en la cancha, cómo hacer el freno, cómo aprovechar la vitalidad de Aimar, la velocidad de Bóveda, las subidas de González, la potencia arrolladora de Kempes, la movilidad de Cabral. Fue su última clase, la terminación de un ciclo que se inició el 3 de octubre de 1965 cuando debuta en primera división enfrentando a Huracán en Parque Patricios. Al lado de Bulla, Manfredi, Andrada, Mesiano, Perico Raimondo, apareció un chiquilín con la camiseta No 7. Con el tiempo sería el más grande ídolo de las últimas décadas: Aldo Pedro Poy.
Nació centralista. Cerquita del Gigante, en el parque Alem, enloqueció a viandantes y policías con sus furibundos taponazos. Desede chico le gustó el arco contrario y fue goleador frecuente en los baby de Leña y Leña y de Talleres. Se deslLmbró ante la habilidad increíble de Humberto Rosa y empezó a madurar su fútbol de talento al influjo de un salteño talentoso con quien alcanzó a formar años después la delantera auriazul: Miguel Antonio Juárez. Pov llegó a Central en 1962 y allí comenzó una fulgurante carrera, que ni siquiera alcanzó a cortar !a fiebre que se apoderó en un momento por todo lo foráneo, pretendiendo relegar a los valores que había en el club. Tras debutar en irimera división por decisión e-le otro grande —el Tano Mur— termina ese año de 1964 en reserva —fueron campeones— y ya al año siguiente va por su confirmación definitiva como titular. Lo dispone Giúdice, quien lo retorna a su puesto habitual, como centrodelantero. Allí comienza su lucha, una lucha que dura al principio, cargada de nubarrones, pero jamás de dudas: Poy nunca dudó. El y nadie más que él debía ser el centrodelantero de R. Central. Numerosos "candidatos" pasaron la prueba y siempre volvía a aparecer él. Ganándole inclusive a una tribuna que, muchas veces influída por comentarios interesados de gente "non sancta", lo hostigaba casi cruelmente. Allí demostró Poy su fibra, su temple, su constancia. Ganó en el mano a mano con cuanto delantero quería vestir la N0 9 auriazul. Y le ganó a la tribuna que empezó a descubrir su fibra "canalla", además de su talento. A partir de esa conquista —la de la tribuna adicta— Aldo Pedro Poy fue mucho más que un jugador talentoso y querido fue ídolo, perdón, IDOLO. Con mayúsculas. El último gran jugador que idolatró la parcialidad centralista.
Al iniciarse la década del '70 se estabiliza el ascenso de Rosario Central. Ya no era cuestión de acertar una campaña más o menos buena. Central quería ser campeón. Aldo Pedro Poy fue el abanderado de aquella causa que estuvo a punto de concretarse en una histórica noche en el Monumental, cuando sucumbió ante Boca, la presión de su público y un árbitro complaciente y temeroso. La revancha no tardó en llegar. Un año después, Central fue campeón. Si toda aquella campaña se asentó sobre la base de un conjunto parejo y rendidor, se necesitó de! talento de Poy para la consagración definitiva. Fue el 21 de diciembre del '71, y otra vez en el Monumental. Aquella antológica "palomita" que derrotó a Fennoy y le dio a Central el pasaporte a la fi. nal. Supo decir alguna vez Aldo: "Aquella vez, cuando hice el gol, el pecho se me hinchó de alegría . . . Era algo difícil de explicar, parecía que iba a reventarse el corazón. Y corrí hacia la tribuna, hacia aquellos hinchas que nos habían seguido tantas veces a Buenos Aires, a San Juan, a Jujuy, a todos lados . . . Después recuerdo el retorno a Rosario. La gente me abrazaba, me besaban, me llamaban "Maestro", "Ingeniero", qué sé yo... Un día tocaron a La puerta de mi casa y apareció una señora mayor. Traía una valiosísima pulsera de oro, con una leyenda tallada que decía: "Gracias, Aldo".
Ese fue Aldo Pedro Poy.
El mismo que hoy no se pierde un partido de Central. El mismo que recibe la chanza cariñosa del público de hoy ("Aldo, entrá vos, aunque sea por diez minutos"), cuando el equipo "no camina".
Es demasiado reciente la historia de los últimos cinco o seis años como para expresar un juicio de valor sobre los jugadores que han pasado en ese lapso por Rosario Central. Alguno de los actuales jugadores serán recordados quizás en el futuro con particular cariño. Pero es cierto —como meros observadores de las vivencias de la ciudad podemos afirmarlo sin temor a equivocarnos— que aquella noche de diciembre de 1974 (el mismo año que integró la selección que fue al mundial de Alemania Federal), se iba ayudado por los camilleros, con la rodilla destrozada, el último ídolo centralista. Aquella bandera que empuñó Aldo Pedro Poy todavía no ha sido recogida por quienes le sucedieron. Su imagen ganadora se identifica con los grandes logros que lo tuvieron como protagonista: campeón en tercera, en reserva; subcampeón en el 70; campeón en el '71 y '73; seleccionado varias veces: logrando goles definitorios. Ese Aldo Pedro 'Poy que le ganó primero .a su propia tribuna que lo convirtió, con la nobleza de los que quieren bien, en su figura más querida ...
Fuente: Extraído de la Colección de Historia Rosario Central. Autor Andrés Bossio