Por Héctor N. Zinni
Las noches del fin de semana suelen presenciar inacabables colas frente a los cines de estreno, y la entrada y salida de cada sección, configuran dos flujos definidos de paseantes, que en contados minutos, dejan en la calle una extraña sensación de soledad. Esta decidida inclinación por el cine, ha determinado la existencia de diversos cine clubes, que compiten en sus espectáculos con las trasnoches de las empresas comerciales, y que, en algunos casos, como en la cola para la trasnoche del cine Imperial, configuran un hecho singular que llama poderosamente la atención de los que a esa hora transitan pausadamente por Corrientes entre Tucumán y Urquiza: una larga y paciente fila de tres y hasta cuatro personas de ancho, que aguarda rumorosa y alegre, llegando hasta la esquina de la última calle, para ver alguna película que no ha logrado transitar por los circuitos comerciales, o que ha desaparecido rápidamente de carteleras por su condición de no taquillera.
La noche de Rosario, curiosamente, no se limita a recorrer obsesivamente la calle Córdoba, a instalarse en los bares con mesas en las veredas, a incursionar, los fines de semana, por los atiborrados restaurantes o, en última instancia, asistir a una función de cine. Por el contrario, también ofrece costados inverosímiles cuando se trata de adentrarse en los cabarets, en los nightclubes o en las wiskerías: un submundo que alcanza contornos alienantes y que coloca a Rosario a la altura de las grandes ciudades.
Y es, precisamente alrededor de la estación Rosario Norte (un residuo de la época de la trata de blancas, de los prostíbulos, de la legendaria Madame Safo, todo con olor a permanganato) donde la sordidez se identifica con el delirio y los hechos nocturnos con gags de películas cómicas. amos, a guisa de ejemplo, los avatares de este sucedido:
El ginecólogo atraviesa la espesa nube de humo que flota en el cabaret abriéndose paso entre las mesas tratando de no inhalar los efluvios de perfume barato y, por último, ubicándose cerca de un desfalleciente escenario a la espera del "show de medianoche" que proponen algunos locales nocturnos en la avenida Ovidio Lagos, cerca de la estación Rosario Norte, también llamada Sunchales, porque cuando se inauguró, el tren iba hasta esta localidad santafesina.
Poco después un guitarrista se instala sobre las tablas, dispuesto a estremecer a los asistentes con tangos de la "guardia vieja", un anticipo del plato fuerte de la noche, que promete la actuación exclusiva de Zoraima Rey, La Reina del Mambo. Antes de intentar los primeros rasguidos, el guitarrista reconoce, en una mesa, al médico que atiende gratis nada menos que a su mujer. "Quiero dedicaresta canción —proclama— a migran amigo, el doctor González, que hoy nos honra con su visita". La respuesta, insólitamente, no se hace esperar: un espectador ubicado en la primera fila se encarga de transmitirla: "Si es amigo tuyo —irrumpe sarcásticamente— buena porquería debe ser el doctor González ese".
El guitarrista, presionado por motivaciones áticas, sólo atina a incrustarle la guitarra en la cabeza al del comentario poco feliz. Poco después, una gresca descomunal, alentada por los chillidos de la mambera Zoraima (algo frustrada por la interrupción de su debut estelar) deja como resultado varios contusos, una fractura de clavícula, una herida cortante en el parietal izquierdo, tres pares de medias corridas y un vertiginoso éxodo de cinco coperas que trabajan de contrabando.
Aventurarse en el Panamericano Dancing, que de él se trata, un reducto de la avenida Ovidio Lagos al 100, equivale a recorrer todas las formas de lo grotesco: la típica-jazz band (un acordeón a piano, un bandoneón y una batería) entretiene, en la mayoría de los casos, a los provincianos que abundan en los aledaños de la estación ferroviaria. "Lo bueno de este lugar—confiesa Sebastián Zabala, un santiagueño de paso por Rosario—es que uno hasta puede traerse la comida'
En efecto, cualquier habitué que atraviese el umbral ornamentado con luces de neón, es solícitamente atendido por disimuladas virtuosas de la profesión; además, puede ingresar con una pizza, un pollo asado o una lata de caballa La Campagnola, y pedir allí mismo una botella de vino, que, generalmente es marca Pirámide. "Estamos bastante cansadas del show —suspira Esmeralda Negri (Beba, para los amigos), mientras bate el aire con un dudoso abanico japonés—; las figuras son demasiado descangalladas".
Y no es sorprendente: los que abonan 300 pesos por una copa de whisky —la de damas cuesta 400 pesos— deben soportar las dificultuosas piruetas de una entrada en años bailarina española, un strip-tease que solo descubre opulentas redondeces, o algún cantor melódico en la línea de Pedro Vargas o Fernando Albuerne. También hay cantores de tangos con visos de exclusividad, como el veterano Amour Naya y Carlitos Duval quien caerá muerto de un síncope al pie del mostrador.
Pero eso no es todo: las paredes pintadas al aceite en color verde conservan algunos vestigios de !as últimas fiestas de Navidad. "Con toda seguridad—ha ironizado un concurrente días pasados—, Papá Noel se olvidó las guirnaldas y los papeles de forrar carpetas en su última visita. 2
La ausencia de contertulios foráneos, a raíz del largo conflicto ferroviario, que habrá de concluir ante la mediación del cardenal Caggiano, ha mermado por estos días no sólo clientes al Panamericano sino también a todos los cafés, bares, confiterías y restaurantes ubicados dentro de los hoteles de la zona. Caggiano emplea para solucionar el problema de los trabajadores del riel, cinco difíciles días de tratativas, jornadas en las que parece que Frondizi, en la India, no quiere bajarse del elefante.
A las catástrofes aéreas se agrega, sobre el fin de año, una tragedia que ocurre en el barrio porteño de Floresta. Se derrumban siete pisos de un edificio de la calle San Blas y causan la muerte de dieciséis personas. Una ola de pesar e indignación estremece al país. Motivo: el desastre radica en los malos materiales usados y en lo improvisado de la construcción. Avellaneda sigue orgullosa con su fútbol: esta vez es Rácing quién se lleva el Campeonato.
Austeridad es una palabra de moda, pero por lo menos los porteños, no le hacen caso: En un año gastan 147 millones de pesos en teatro, 17 en boxeo, 1.035 a las 193 salas de cine de la ciudad y en carreras de caballos, una suma que inspira más respeto: 1.875 millones. Se analiza y determina que la Argentina está en el décimo lugar —aventajando a los Estados Unidos— entre los países que tienen mayor número de médicos en relación con su población: uno por cada 760 de sus habitantes.3
Desciende en Ezeiza —junto con su delegación de 128 personas - el presidente Frondizi. Oriente ha quedado muy atrás y en la Casa Rosada lo esperan algunos problemas. Una tonelada de problemas.
NOTAS
2. Boom Año l Nro. 4 íd. Id.
3. La Razón. Historia Viva. Id. Id.
Fuente: Extraído Fragmento de segunda parte del Capitulo 11 “ La noche de Rosario Norte” de libro “ El Rosario de Satanas III- Editorial Fundación Ross.