UN MITO QUE ESTA INTACTO EN LA MEMORIA DE LOS ROSARINOS.
Por Pedro Squillaci
"Qué no voy a ser famosa, si fui la primera que hizo el striptís en Rosario, fui la primera que me desnudé, fui la primera que hizo todos estos escándalos al público. Pero sin ofender a nadie, eh...". La dueña de estas palabras no puede ser otra que Rita, La Salvaje. La mujer que entre los 50 y los 70 fue la reina de la noche rosarina. La que creó el mito del caramelito, la que compartió escena con grandes como Piazzolla y Goyeneche, la que hizo reír a miles de parroquianos con ocurrencias que aún hoy siguen sonando zafadas, la que mostraba su cuerpo con total desparpajo en aquellos cabarets trasnochados. Hoy, a los 73 años —al menos eso es lo que ella acusa— expone todas sus caras. Entre luces y sombras.
Así como se la ve chispeante, lúcida, atenta y con los recuerdos intactos, no puede ocultar una mueca de sufrimiento: "Estuve seis meses sin levantarme de la cama, y fue por los daños que me hicieron. Y cómo Dios se olvidó de mí —se lamenta. Pero al final se acordó".
Su imaginario es tan vasto como impreciso y cargado de fantasías. Estuvo mucho tiempo en un hospital y actualmente soporta una dificil situación económica. Por eso, el homenaje que le harán concejales e instituciones locales es una excusa para crear un fondo de ayuda que le permita vivir, un poco mejor. La cita será el miércoles, a las 21, en Sala Lavardén, y habrá sorpresas.
Es precisamente este homenaje lo que hace que ella se encuentre en un escenario que desconocía. Su fama era de tablas y de copas, pero no de cámaras de televisión, diarios y flashes fotográficos. Esto la pone exultante, radiante. Por momentos es aquella Rita.
Cuando se le pide una pose, pone una mirada insinuante y hasta hace transpirar al fotógrafo. Asume que tiene "unos kilitos de más", pero sigue siendo coqueta. En la entrevista con La Capital tiene puesta una camisa marrón anudada sobre su ombligo, una pollera ligeramente tajeada, de donde se puede espiar una enagüa negra, flamante y con encajes.
Entre botones, la camisa deja percibir un busto prominente. "Esto es de verdad, eh", dice agarrándose las blas. "Quiere ver?", desafía al cronista, y ante la negativa, relata: 'Así era yo. Porque yo hablaba, y decía porquerías. Y la gente me gritaba: Terminá de hablar, che, desnudate' [lo dice en un tono reo cercano al de sus admiradores del Rendez Vouz]. Y yo le contestaba: 'Ya va, che, esperate! ¿Qué me querés ver, la cachufate?".
(Carcajadas)
—Sí, sí, yo era así, directamente. Lo decía y listo. Y cantaba: "Soy vieja, chueca, histérica y solterona, y ando buscando un macho, pero un macho, eh, un macho (hace con sus manos un tamaño exuberante del miembro masculino)". Y la gente se mataba de risa, pero yo salía de ahí y me iba tranquilita, si te he visto no me acuerdo. Porque nadie puede hablar ni "esto" de mí. Nadie.
—Usted se divertía?
—Me divertía y los hacía divertir. Yo compraba pitos, papel picado, caramelos. Usted se tiene que acordar... Yo tomaba de todas las copas. ¡Feliz, feliz!, decía, y no despreciaba a nadie. Tomaba de los tuberculosos, de todos. Pero nunca tomé cocaína. Nunca, como se ve ahora.
—Tenia muchos enamorados?
—Pero no eran amores, ellos querían cama, para qué vamos a decir otra cosa.
—Y decía siempre que no?
—No, yo les decía que sí. A todos les decía que sí. Esperame en la esquina les decía.
—Y después iba?
—¡Qué voy a ir! (risas). Porque bailar es una cosa, han bailado tantos conmigo, pero acostarse es otra, ¿no? Santa no era, pero...
—¿Y nunca se enamoró de verdad?
—Sí, tuve dos que he querido con el alma; uno en Tucumán y Otro en Córdoba. Y he ido a la Iglesia a arrodillarme y a pedirle a Dios que
no me haga enamorarme más de nadie. Y exactamente, como he sido tan católica, aún haciendo desnudos, yo rezaba todas las noches, y no me hizo enamorar más. Que me gustaba un hombre sí, pero amor, amor, no, dos nada más...
—Funcionaría una Rita La Salvaje en el año 2000?
—Vos sabés que anoche estuve pensando en el homenaje, que yo me podría poner un desabillé azul, transparente, y la parte de arriba, chiquitita. No sé si me irá ahora porque no tengo el mismo cuerpito lindo de antes, entonces me voy a ir primero con una pollerita abajo, sin bombacha y sin nada, y cuando me estén aplaudiendo, les voy a decir: "¡Acá está Rita!". U
El "show del caramelito" fue un clásico durante décadas
Rita La Salvaje jamás tuvo pudor por desnudarse en público, aunque soportó la censura y algunas multas que nunca pagó. Es más, sin titubear afirma: "Me hubiera desnudado toda la vida' Actuó desde los 18 hasta los 54 años, en tres décadas y media entre los 40 y los 70. En esos tiempos hacían cola para verla en los distintos cabarets de Rosario Norte.
No cuenta demasiados detalles sobre su infancia. Dice que nació en "Avellaneda, Dock Sud, isla Maciel no da su nombre original y asegura que de chica nunca imaginó subirse a un escenario. Parece que sólo le interesa contar su vida artística, por la que siente un orgullo inocultable. "Yo bailaba mambo con un bikini y un corpiño chiquito, y siempre me gustó cantar, aunque no lo hacía bien afirma.
Se puso Rita por su parecido con Rita Hayworth y La Salvaje por un piropo de un brasileño. "Un hombre me vio abrirme de piernas en una cantina y dijo 'qué saivagem' y me gustó cuenta. Llegó a Rosario contratada por el Paradise, y sus desnudos tuvieron eco en otras latitudes. Actuó en Brasil, Perú, Nicaragua, Uruguay, Guatemala, Panamá, Bolivia y Ecuador. Compartió escena con el Polaco Goyeneche, con Piazzolla, Tita Merello , Nin´Marshall y Pedrito Rico.
El imaginario popular la conoce por el "show del caramelito" y por el del "ventilador humano'.' Ella los cuenta así: "El que más me gustaba era el del caramelito. Agarraba una scotch, chiquita, porque yo estaba afeitadita y me la pegaba ahí abajo y decía 'Quién se anima a hablar a larga distancia?, que se arrodille y me saque el caramelo, con la boca y arrodillado'. Y se lo comían, era un furor. Todos querían comer el caramelito recuerda.
"En el ventilador me ponía flecos de Central y de Ñubelen los pezones, y revoleaba los pechos hasta que pararan. El que seguía girando era el equipo que ganaba el domingo. Yo hacía todo para que ganara Central. Una vez sola ganó Ñubel. Porque para mí, Central es lo mejor que hay añade.
También cuenta lo que sucedía con las copas, un clásico de los cabarets. "El cliente pagaba dos champán, pero nosotras tomábamos agua. A la copa mía le ponían una cucharadita con ron y prendían un fósforo adentro, para que salieran burbujitas y pareciera espumante. Yo no tomaba, tenía que actuar, pero algunas tranquitas me agarré recuerda.
Rita vuelve a su mundo actual cuando aparece en escena "la Bibi a la que llama su nena. Es la gata que duerme con ella desde hace 7 años en la cama de su humilde departamento de Buenos Aires al 1600. El comedor está adornado con tapas de long plays pegados en la pared, donde conviven desde Pro Canto hasta José José y el título de una canción que parece caer en el lugar oportuno: "La nave del olvido
La cocina tiene una estatuilla de La Virgen Milagrosa con una vela encendida, una estampita de San Cayetano e imanes y fotos pegados en el calefón. Allí está la moneda con la cara de Evita (junto con Central, "los dos mejores"), una de las tantas fotos que tiene de Enrique Llopis ("fue tan bueno conmigo") y una imagen recortada de un diario del ex vicegobernador santafesino Antonio Vanrell.
Todo cuaja en la vida de Rita. Todo se le permite. Desde una guarangada hasta que esté de mal humor. Sólo les abre la puerta a los conocidos, porque teme que le roben. Pide que no se olviden de ella y se hará amiga de quien conoció hace una hora: "Vengan a yerme, che, así tomamos unos mates y seguimos charlando
Fuente: Extraído de Libro” Perfiles de Rosario. Fundación La Capital. Año 2008.-