Angelito negro
Dicen que a veces baja del cielo y recorre las calles de Pichincha. Su imagen es parte central de la identidad rosarina
Las carcajadas se escuchan desde lejos. Pero no molestan. Todo lo contrario. Contagian. Es el espacio celestial donde muchos quisieran ir y estar. No sólo los rosarinos. También la mayoría de los argentinos. En ese sitio metafísico está él, Alberto Olmedo, haciendo gala de su imaginación, la misma que lo llevó a hacer de la televisión el arte de lo imprevisto. Como el fútbol. Una costumbre argentina tan popular como él.
Cuentan que las mesas de café que arma en la terraza celeste son imperdibles. Es que se junta con el otro Negro, Roberto Fontanarrosa, y también con Javier Portales, el mejor interlocutor que tuvo cuando hacía Alvarez y Borges. Y de esas improbables charlas trascendió que cuando se escuchan algunos insultos no es producto de alguna divergencia entre ellos, sino porque miran desde su palco VTP los partidos de Central, ese sentimiento que según ellos "te lo llevás al cielo". Es más, hace poco se habría producido un lindo contrapunto porque vieron el empate con Racing junto al Gordo Porcel, y allí la cosa estuvo picante.
No obstante estas particularidades, dicen los vecinos angelados que cuando el bullicio se convierte en silencio es porque "Olmedo viajó a Rosario". Cuentan que el Negro suele visitar sus lugares en el barrio Pichincha. Y confían que sonríe con nostalgia cuando escucha a al-gimo de sus amigos decir "es como si lo estuviera viendo" cuando lo recuerdan allí donde él vivió con su madre Matilde en la calle Tucumán al 2700, o cuando compartieron el recreo en la escuela Juan Francisco Seguí, o cuando se incorporó con su amigo Osvaldo Martínez al primer conjunto de gimnasia plástica en Newell's, club al que respetó siempre más allá de su identificación canalla.
Pero fiel a su estilo, también aprovecha e excursiones para hacer gala de su picardía la misma que lo llevó a hacer magia de la improvisación con sus programas televisivos. Es por que comentan que cuando anda por estos lares lo hace de incógnito, como siempre, y muchas veces y se esconde en su imagen monumental de Parque Norte donde se sienta y observa calmo su ciudad. Claro que muchas veces mira de reojo hace el característico gesto irónico cuando aquel eventual visitante se acomoda en su banco para sacarse una foto. Aunque ese gesto muta cuando quien se sienta a su lado es una mujer de curvas tomar, y allí su rostro se dibuja libidinoso, idéntico al que mostraba cuando le preguntaba a Portales si había traído a la nena.
También hay otro Olmedo, el de la intimidad y quienes comparten con él esa amistad interminable relatan que el Negro mantiene esos rasgos característicos de "amigo incondicional” introvertido y generoso. "Y humilde", acota un compañero de andanzas, "porque siguió incluso cuando todo el país miraba su programa”. Y "su programa" en realidad fueron varios. de "El Capitán Piluso" hasta "No Toca Botón, un tránsito donde la creatividad del Negro tuvo un despliegue inagotable.
Los sofistas urbanos suelen aseverar que la identidad de una sociedad queda reflejada por aquellos exponentes populares que hicieron trascender el ADN de una ciudad, y desde allí se construye el orgullo de pertenencia. Si esto es así, no hay margen de duda, Olmedo identifica a Rosario. Y por eso era indispensable que estuviera en estas páginas. Aunque para hay a esto tenido que dejar por un ratito ese envidiable espacio celestial.
Fuente: Extraído de la revista del diario “ La Capital” 140 aniversario. Año 2007