"El general Perón no dejaba de hacer sus dos o tres horas de caminata, como ejercicio diario. De modo que nos íbamos en automóvil a Málaga, a solo 15 kilómetros de Torremolinos, y recorríamos sus calles sinuosas, estrechas, que parecen zaguanes por encima de los cuales las personas de uno a otro balcón pueden unirse con las manos. La fortaleza que habían dejado los moros en una colina, frente al mar Mediterráneo, dominaba a la ciudad con su imponente belleza. La avenida del Generalísimo Franco es arbolada, un bulevar y tiene, como característica para nosotros pintoresca, una serie de barras, al estilo de nuestros bares, pero sobre el mostrador se exhiben una infinidad de platos con mariscos, especialmente cigalas, más grandes que nuestros langostinos, y más chicas que las langostas.Son muy sabrosas y muy abundantes allí. Hay pilas también de bordalesas, con el rótulo del vino que contienen. Sabido es que desde Málaga otrora se enviaban pasas y vinos a los romanos, dueños del mundo, y los andaluces se enorgullecían de ellos, la ciudad de Córdoba, exportaba oradores a Roma, en donde era Reina la elocuencia. ¡Cuán buenos serían los andaluces para reclamarlos desde la Ciudad Eternal. Velázquez, quizá el más grande pintor del mundo, era andaluz. Séneca, el filósofo de Roma, era andaluz. Pareciera que los andaluces tienen ángel. Los griegos lo hubieran llamado areté. Si era torero se llamaba Belmonte o Manolete. España toda no ha dado otros iguales. Si es poeta, se llama Federico García Lorca. Si es un toro, es un Mihura".1
MATES Y CHARLA EN LA HABANA
"Alberto Campazas no es solo un viejo luchador socialista: es un entrañable personaje estudioso de la ciudad, —está a punto de aparecer una historia de los barrios de Rosario, de su autoría— y flamante convocado por el intendente para organizar el archivo histórico rosarino, una necesidad.
Aunque viajó varias veces a Cuba, fue el dc diciembre de 1961 el viaje más perdurable en su memoria. No era para menos: sería en esos días tórridos del verano habanero cuando conocería a uno de sus conciudadanos más notorios: Ernesto Guevara. Su relato tiene, incluso, un perfil humano del Che de los años de la consolidaciór, de la Revolución Cubana.
Viajé a la Habana -relata Campazas- en diciembre de 1961 como delegado fraternal de los ferroviarios de la Argentina al ler. Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba. Eramos cuatro: Rodolfo Altise, peronista del sindicato químico de Avellaneda; Arturo Simonasi, comunista de los obreros de Obras Sanitarias de Mar del Plata: Luis María Mondelo, peronista, de la industria automotriz de Córdoba y yo. Todos ellos viven aún y pueden dar fe de lo que cuento.
El ron para mi abuelo.
En el Congreso había más de mil delegados sindicales, entre ellos de la ex URSS y China, los más numerosos y poderosos sindicatos de entonces. Me tocó hablar y-modestia aparte- el discurso tuvo un éxito importante, a tal punto que al día siguiente el comandante Fidel Castro me invitó a almorzar.
Me acuerdo que le pedí visitar los morros, es decir El Castillo de los Príncipes, como le decía yo, que era donde estaba la cárcel en la que estaban encerrados los opositores a la Revolución. Y Castro me preguntó si yo tenía tanto interés en visitar gusanos. Y le contesté que no, que era una cuestión sentimental. En ese lugar había estado preso mi abuelo, soldado español que combatió contra Martí en la guerra de la Independencia.
Mi abuelo vivía todavía y quería que yo le llevase una foto y que visitara el lugar de su reclusión. Castro pegó un salto en su asiento: "A ver.. ¿cómo puede ser?. Empezó a cotejar fechas y se dio cuenta de que sí, de que mi abuelo podía estar vivo. Y allí nomás propuso hacer un acto en la misma Plaza de la Revolución trayendo a mi abuelo desde la Argentina, como un ex soldado español de la época de la Independencia. Yo le dije que por razones de edad, de salud, etc. era imposible eso.
Al terminar el almuerzo me dio una caja de botellas de ron, muy seleccionadas, para mi abuelo, que se las traje. Me acuerdo de eso con mucha emoción.
No tenía yerba.
A la noche, fuimos los cuatro a visitar al Che, que era ministro de Industrias y que por razones de salud, por su asma, trabajaba de 12 de la noche a 6 de la mañana.
Llegamos justo a las 12 y apenas entramos me dijo, señalándome con el dedo: Usted es el de la televisión", refiriéndose a que me había visto en las filmaciones del Congreso. Nos pusimos a conversar y la atención que nos prestaba era muy fraternal. Hablamos de Rosario, de su infancia en la Argentina; él recordaba muy nostálgicamente Alta Gracia, amigos suyos de Alta Gracia: "Dónde están?" y los iba mencionando: "Dónde estarán esos muchachos?". Hablamos algo de tangos, hablamos algo de las mujeres argentinas y me dijo que había sido, que era hincha de Rosario Central. En medio de esa conversación, respetuosamente, le dije: "Guevara: usted habla mucho de nostalgias de la Argentina, pero ha perdido l costumbres...... Me miró: "Cómo? ¿Qué me dice?", me pregunté "Y... no sé: hace rato que estamos acá y usted toma mate solo.» porque se cebaba mate y no convidaba. El Che entonces dice:
les voy a explicar: es que no tengo yerba. No tengo yerba y me daba vergüenza darles este mate a ustedes...... Le dijimos: "Pero si nosotros tenemos yerba a montones, hubiera dicho; mañana le mandamos yerba". Y él dice: "Cómo mañana? ¡Ahoral. Fue rápida la cosa: mandó un auto al hotel con uno de nosotros a buscarla y esto hizo que nos quedáramos hasta las 6 de la mañana tomando mate y conversando con él.
Aparece el Bebe Cook.
Me acuerdo que tenía un inhalador para el asma que era un aparato enorme, sobre su mesa, al lado del mate y de cuando en cuando inhalaba para respirar mejor. Yo tenía mi modesto Asmopul en el bolsillo -porque soy asmático- y nos reíamos al compararlos. Y me acuerdo que también hablamos de ajedrez, porque él jugaba y yo también, como lo sigo haciendo en el Café Central, que antes se llamaba 2 x 4.
Bueno.., la conversación giró después sobre todo en torno de la política y la teoría revolucionaria. Al llegar a Montevideo, yendo para La Habana, nos habíamos encontrado con el contingente de las juventudes políticas que volvían; allí me topé con mi amigo y compañero de partido Horacio Ciafardini, un brillante investigador y profesor, que estuvo mucho tiempo preso durante el Proceso y que murió cuando debía jurar como decano en La Plata, ya con la democracia.
Me contó sus impresiones de Cuba y cuando le dije queme gustaría hablar con los jóvenes delegados peronistas, me dijo: "No te van a llevar mucho el apunte porque vienen embalados con la guerrilla". Le pregunté qué me estaba diciendo y agregó: "Estuvieron con John William Cooke, que fue quién los embaló". Y me contó que hasta traían un par de uniformes verde oliva, con lo que pensaban entrar en el país vestidos de guerrilleros. Era un gesto simbólico, pero ya era la tendencia...
Guevara disgustado.
Le relaté eso a Guevara, la verdad que un poco disgustado y me acuerdo que le dije que las guerrillas no se adaptan a todos los países de la misma forma y que los métodos de lucha se deben dar teniendo en cuenta las características de cada pueblo.., que la guerrilla no se exportaba ni se trasplantaba automáticamente.
Algunos de mis compañeros consideraron que era casi una falta de respeto discutir con el Che a nivel de teoría revolucionaria. Pero yo estaba convencido: le hablé contra Debray y el foquismo; le dije que si yo viviera en Vietnam sería guerrillero, pero vivo en la Argentina y soy reformista. Porque ése era mi modo de pensar.
Cuando se enteró que Cooke había embalado tanto a aquellos jóvenes militantes, el disgusto fue suyo. Dijo: Tengo que hablar Con ese pelotudo (textual). No era que no estuviera de acuerdo con la guerrilla sino con una publicidad sin sentido de ella, que ponía en descubierto planes revolucionarios que tenían que ser más discretos, más callados. Tengo que hablar con ese....., significaba: ,Cómo pone en evidencia nuestras intenciones?.
Lejana tierra mía...
Por otra parte, él no estaba de acuerdo con el reformismo. Mientras en el almuerzo, Fidel Castro había hablado con respeto y admiración de Alfredo Palacios, no era el mismo concepto del Che. No me refiero a que denostara a Palacios sino que no estaba de acuerdo con los métodos del socialismo reformista, que es una cosa diferente... Guevara, redondeando el recuerdo, puedo decir que tenía toda la apariencia de un hombre triste, nostálgico. Era perceptible una melancolía dulce, muy tristona cuando hablaba de cosas de la Argentina... No era extrovertido sino un hombre más bien reservado. Yo llevaba la voz cantante del grupo y como él observaba y miraba fijamente al que hablaba, me sentía radiografiado en forma constante por su mirada.
Y luego su respuesta tenía siempre una breve pausa de meditación. Escuchaba y medía lo que iba a decir, excepto cuando hablamos de frivolidades como el fútbol, las chicas, algunas cosas argentinas. Pero hablando de política era muy serio...
Ya entonces la figura del Che, hace 36 años, era considerada y respetada por los cubanos, al mismo nivel de Camilo Cienfuegos - que era amado por todos-, de Raúl, de Fidel. Pero al volver a Cuba la última vez, hace tres años nada más, por ejemplo, comprobé que aquella admiración se había acrecentado a niveles emocionantes. 3
La primera fase del exilio en Madrid no es del todo fácil para Perón. Acaba de asentarse en su nuevo domicilio cuando el presidente Frondizi llega a la capital española en visita oficial. El gobierno de Franco, solicita entonces al conductor que se ausente de la ciudad durante la permanencia de Frondizi: a quien el actor cómico Adolfo Stray en el transcurso de una revista teatral porteña, llama "Nariz, nariz".
Perón parte rumbo a un pueblo situado en la región de Galicia.
Para entonces un nuevo círculo íntimo ha comenzado a tomar forma a su alrededor. Emilio Romero, el editor del diario Pueblo, había sido un simpatizante de Perón de la primera hora; el coronel Enrique Herrera Marín había sido jefe de la misión militar española en la República Dominicana y allí había cimentado su amistad con el exiliado argentino. El doctor Francisco Flores Tascón se convierte en el módico personal de Perón y Jorge Antonio pronto se instalará en Madrid para manejar los asuntos financieros del ex presidente.
No pasarán muchos meses antes de que Américo Barrios desaparezca de la escena. Al parecer se eclipsa como lo hicieran tantas otras víctimas de las luchas internas que caracterizaran la vida del entourage de Perón.
"-Ese año 1961 hubo elecciones para senador en la Capital Federal. Las ganó el político socialista Alfredo Palacios, levantando las banderas del apoyo a la Revolución Cubana. O sea, que la represión no conseguía convencer ni parar la lucha.5