Por Héctor N.
Zinni
"Me acuerdo de tu viejo, tenía linda pinta, el cabello blanco, crespo, me hacía acordar a Buryuá"
Rubén Fratto
De los rosarinos que triunfaron en Buenos Aires como artistas de variedades poca memoria queda. No fueron muchos. Entre ellos hay uno digno de toda mención y elogio: Rubén Fratto, quien se proyectó en la década de los 50, desde Rosario al resto del país haciendo pie en la revista porteña a principios de los 60. Fue un trabajador incansable y su nombre está unido al de muchos que brillaron, como él, en las marquesinas de los teatros. Sus primeros pasos, sus aventuras y peripecias, sus triunfos y su alejamiento de las luces multicolores, concretan una narración fluida, anecdótica y chispeante en la entrevista realizada por el autor de este libro.
- ¿Vos empezaste en Rosario?
- Sí, en el elenco que se armó en la Federación de Teléfonos del Estado, donde yo trabajaba. Le dije al responsable: "Poneme" "Y vos, qué sabés hacer?" "Vos poneme..." Y de ahí salí haciendo fonomímica: Al Jolson. El padre de una chica que trabajaba conmigo me llevó a un club donde me contrataron. Yo ahí hacía Al Jolson, otro muchacho a Miguel de Molina y otro hacía Alberto Castillo. Así empecé. Después seguí con un mago que se llamaba Elis Bane.
- Lo recuerdo, estaba casado con una cantante que se llamaba Silvia o Selva Moreno. Es decir, cuando ella se separó de Juan Quinteros, que era cantor y guitarrista, se unió a Elis Bane, yo los conocía a todos. Era la época de la fonomímica a la que muchos se dedicaron, yo entre ellos, también hacía Al Jonson y me había puesto Rory Hilton de nombre.
- Bueno, estuvo Taurel, un gordo que trabajaba en la radio. El primero de todos, antes que Barbieri inclusive, fue uno que usaba un apellido inglés.
•Henry Wilson, a quien vi trabajar en el varieté Eden Park. Era un artista notable: músico, excéntrico, acróbata y fonomímico. Después lo vi a Barbieri con otro, haciendo fonomímica en el Parque Japonés, de Buenos Aires, cuando ya se llamaba Parque Retiro y Barbieri no era nadie.
- Ese tipo de actuación se fue difundiendo bastante. Yo pensé un día que los discos podían terminar, pero los cuentos no. Entonces empecé a mechar un cuentito cada vez que salía, y no faltaba alguno que me dijera: "Flaco, no contés cuentos, seguí con los discos que lo hacés fenómeno". Pero yo no llevaba el apunte, seguí con los cuentos, seguí con los cuentos hasta que al final se trastocó la historia, porque el contar cuentos lo hacía como final del número.
- Evolucionaste. ¿Siempre en Rosario?
- Sí, todavía estaba acá.
- ¿Y llegaste a actuar en los famosos varietés Eden Park y Avenida?
- Así es, y también en los clubes de barrio como Ben . Hur, Hindemburg, El Tala, Leña y Leña, donde no siempre imprimían volantes o programas. Bastaba un pizarrón colocado al frente o en el vestíbulo, porque aquello estaba integrado principalmente por las familias de la zona. Después salía a los pueblos con las orquestas de acá. Yo iba con ellos y a la medianoche hacía mi número de fonomímica. Entre las que recuerdo había una que dirigía Chito Morales, El Chito, que le decían.
- Cantaba muy bien este muchacho. Ahora está al frente del Sindicato de Músicos, de Rosario.
- Todavía sigue...
Aquellas revistas
¿Cómo fue que te fuiste a Buenos Aires?
- Un buen día se hizo una revista política en Rosario llamada Juan Domingo desde Caracas hace mover las maracas, y se la ofrecimos a Gaeta que aquí era empresario del Teatro Olimpo, en la calle Corrientes. Gaeta nos preguntó: "¿Ustedes, son rosarinos todos?" "Sí" "Y con qué orquesta vienen?" "Con ninguna, lo hacemos con grabaciones" "Y, ¿quién figura atrás?" "Y no... nosotros" "No - nos dijo - chicos, vayan al campo, afiátense y después vengan", textuales palabras.
-,Y qué pasó? -
- Que don Juan Ojer nos dio tres días sueltos en el Teatro La Comedia y fuimos y cobramos más barato que en el cine, donde había que pagar $15. Nosotros pusimos la entrada a $13, colocamos afiches y empezó avenir la gente. Se corrió la voz y vino más gente, que fue cuando en La Comedia tuvieron que habilitar el gallinero que hacía no sé cuánto que no se usaba. Estuvimos un mes a teatro lleno. Hicimos un golazo.
- Se habrá comido los codos Gaeta...
- Sí, seguro.
- Y, claro, fue una pifiada.
- Como no teníamos teatro en ese entonces, primero debutamos en el Estadio Norte que era un lugar donde se boxeaba y después, como te dije, estuvimos en La Comedia. Luego de este triunfo, empezamos a salir de gira. Fuimos por los pueblos de la provincia de Santa Fe e hicimos Entre Ríos, Buenos Aires, Tucumán...
- Medio país, casi...
- Sí, pueblo por pueblo.
- ¿Siempre con gente de acá?
- Sí, el elenco era de Rosario. En Entre Ríos, por ejemplo, hicimos Hasenkampf, Basavilbaso, Rosario Tala... aquí tenés todos los programas. Nos faltó el noroeste, el sur... Bueno al sur me fui después con una chica. Estuvimos en un cabaret inmundo de Trelew, que se llamaba El Aguila.
- ¿Era tan fulero, che?
- Imperaba la ley de nadie por allí. Eran los tiempos en que mandaban unas compañías norteamericanas, la Sargo, la Taichin...
- La época del Paralelo aquel famoso..., el 42, no?
- Sí, el Paralelo 42 está un poquito más arriba, por ahí entraba cualquier mercadería de afuera sin estampilla. Para llegar a Trelew íbamos en tren, entraba arena, y todos nos poníamos el pañuelo acá, en la cara, como en las películas de cowboys.
- ¿Vos ya tendrías tus libretos propios, verdad?
- Sí, todas esas cositas. Ahí estuvimos poco tiempo. Nos fuimos a Buenos Aires, donde entré a trabajar en La Armonía, con Chola Luna, que estaba en ese entonces.
El buen camino
- ¿Qué pasó con aquel elenco rosarino?
- No siguió más. Después con cierta parte de ese elenco se hizo una revista acá. Yo intervine también allí e hicimos otra gira...
- Pero vos seguiste solo y te empezaste a abrir camino allá.
- No, no, yo a Buenos Aires todavía no me había ido del todo. El elenco se integraba con Rubén Navarra; Tino y José que hacían gimnasia plástica, y otros, lbamos pueblo por pueblo y uno de los que hacían gimnasia plástica se adelantaba e iba a programar a otro pueblo y nosotros ruuummm', al otro día ya cambiábamos de pueblo. Viajábamos, a veces arriba de carros, con todas las valijas.
- Entonces, vos del empleo en Teléfonos, te olvidaste.
- Y, claro, me olvidé porque hacía lo que me gustaba y vivía de eso, aunque pasábamos a veces inomentos de malaria. Hacíamos la comida en la propia habitación... Era como el Servicio Militar: Te daba bronca en el momento, pero después es lindo para contarlo.
- Claro. Muchos que no eran artistas, si no viajantes de comercio, solían pasar las suyas también. Uno de ellos me contaba cómo metían dos cables pelados en el enchufe y en la otra punta enganchaban una hojita de afeitar que metían a medias en un vaso de agua para que se entibiara un poco y así poder afeitarse con agua calentita en esas mañanas de invierno...
- Mirá, nosotros volvimos una vez a una localidad y la señora de la pensión no nos quería dar la pieza. "¿Por qué?", preguntamos, 'Porque ustedes vinieron antes, son artistas", contestó. "¿Pero, por qué señora, no le faltamos en nada, le pagamos todo". "Si, si, si - respondió - pero esos chicos que vinieron antes, esos atletas..."
- ¿Los que hacían gimnasia plástica?
- Eso... "Díganle ustedes que la plancha se usa para planchar ropa, no para hacer bifes". Claro, los muchachos se mandaban unos bifes vuelta y vuelta.., eran los rebusques. Vendían las fotos nuestras "para los actores indigentes", decían esos desgraciados.
- Bueno, eso de vender las fotos también lo hacían muchas compañías de radioteatro.
- Todo hasta que, aparentemente, Rosario me quedó chico y me fui a Buenos Aires. Allí visité a una pareja de amigos que yo había tenido en mi revista. En la revista que le hicimos a Carballo que no te conté y que se llamaba Carballo, el demoledor, se tira a Gobernador, porque Carballo, ¿te acordás? hacía demoler paredes con una topadora por todo Rosario... Bueno, aquella revista la hicimos en el Teatro La Comedia y la financió el grupo político Los Independientes que integraba el doctor Carlos Ovidio Lagos - El Alemán -' entre otros. Tuvimos éxito, no un éxito rotundo, pero nos fue bien.
- ¿Y después?
- De ahí, una pareja que había estado con nosotros entró a trabajar en el Teatro Malpo, de Buenos Aires. Al ir yo a la Capital Federal acompañando a un muchacho amigo que era jugador de fútbol y debía cobrar un plus, me veo la foto de esta pareja en la puerta del teatro.
- ¿Qué hacían ellos?
- Ella hacía un strip tease. Eran Martorelli y Susana, simulaban ser una pareja de recién casados y ella se presentaba vestida de novia, con todo el velo. El la desvestía y, bueno... era una cosa fina, bien hecha.
- ¿Eso fue por 1960/61?
- 1962. Entonces les dije a ver si se le podía hablar a Petit, para entrar, y Martorelli me respondió: "Sí, cómo no, yo te lo voy a hablar". Bueno, Petit me atendió en su escritorio donde estaba sacando cuentas. Después me dijo: "Venga conmigo", me llevó a la peluquería y mientras él se afeitaba yo tenía que estar entre el sillón y el peluquero, hablándole al oído, vendiéndome, sin poder mostrarle cuadernos, programas, fotos, ni nada.
Con los grandes
- ¿Cómo siguió la cosa?
- Petit se había sacado los lentes porque lo estaban afeitando. Yo me vendía, de boca, él escuchaba y el peluquero que lo afeitaba no intervenía. Los demás clientes miraban, porque yo parecía un cocoliche alrededor del sillón. Me dijo: "Venite que empezás en una revista..." Digo: 'Tengo tiempo como para hacerme los Carnavales en Rosario, ganarme unos pesos y volver?" 'SÍ, andá a Rosario, hacés los Carnavales y te venís".
- ¿Y te tomó? -
- Sí, me hizo trabajar en dos o tres teatros y al final me quedé en el Maipo, donde debuté con un papel chiquito con Charola y Mabel Luna. Pape Parada hacía un sketch con Dringue Farías y me lo dejó a mí. Eso ya era una cosa grande. De ahí le dije a Petit: "Don Carlos...", porque le decían Don Carlos, "yo sé que usted se va a "El Nacional", y yo me quisiera ir con usted, porque sé que ahí, al lado suyo, voy a aprender..." Bue... me fui con él. Me dijo: "Ahora terminás esta revista y venite conmigo".
- Me fui a El Nacional y estuve siete años seguidos allí, con Nélida Roca, Adolfo Stray, Dringue Farías, Tito Lusiardo, Zulma Faiad, Alfredo Barbieri, Alberto Anchart, Santiago Bal.
- Con todos los grandes. Así que ahí aprendías, sí o sí.
- Sí, aprendía y tenía que callarme muchas veces, sí o sí.
- Claro, porque ellos tenían también que hacer lo suyo.
- No, no era que tenían que hacer lo suyo. Es que era la ley de la competencia: vos
callate y no digas una palabra más de las que tenés que decir. Aparte se hacía un mito con Don Carlos: "Cuidadito, Don Carlos". "¡Ojo!, eh? que está Don Carlos". - Entonces, todo el mundo tenía que estar muy medido.
Había como un ronroneo detrás de él. Era como le pasaron a los grandes estadistas que tenían esa gente que la iban de voceros gratuitos, aunque eran interesados er. fondo, y al final no se sabía a quién creerle...
- Acá, por ejemplo, pasó con el gordo Petrone, cuando lo trajeron del diario Crítica, de Buenos Aires, a dirigir el diario Rosario desde la jefatura de redacción. Era tal la pavura que le tenían que un día el dibujante Pavesi, pegó un ojo pintado en un agujero hecho sobre la puerta de la redacción para hacerle una broma a un redactor que siempre llegaba tarde. Ese día esa persona llegó y encontró a todo el mundo trabajando a pleno. "¿Qué pasa?", preguntó ",Qué pasa?, mirá cómo nos vigila Petrone!". EL otro, que no sé si no era González Garrido, trabajaba como loco y los demás no podían aguantar la risa.
- Entonces "Ojo, Don Carlos", 'Cuidado, Don Carlos", "No vaya a decir esto porque si se entera Don Carlos...". Pero, no obstante, había algún buen tipo, como Dringue. Un día metí un bocadillo, causó gracia y le tuve que decir: "Dringue, mire, perdóneme..." y él me dijo: "No...! Hacelo, hacelo, hacelo... !" A Gogo Andreu le pasaba cosas que se me ocurrían a mí, cuentos que yo inventaba para decir y él iba y los decía y chau. A Barbieri nunca, por más que le resultaran graciosos él ro la iba así nomás.
Cosas de la vida
- Cada uno tenía su personalidad, su forma de ser... Esta bien esto Fratto, por que vos me estás contando lo que pasaba detrás de la escena.
- Yo te cuento estas cosas porque a veces no se dicen... Siempre está aquello del buen muchacho.
- Es que, sin desmerecer a nadie, esto hace al meollo de la cosa, del ser humano, porque no todos somos iguales, aunque, como en este caso, lo parezcamos. - Parecería como que uno hace las veces del despechado hablando así.
- Mirá, yo lo veo bien porque vos contás muy medido, y por otra parte, el ser humano tiene esas cosas.
- Más donde existe la vanidad y las ganas de ser.
- ¿Así que estuviste como siete años? Habrás llegado a actuar en Buenos Aires hasta 1970...
- Con Vicente Quintana - Charola -, Villita, estee... Moría Casán, de la que fui el primer amigo cuando empezó.
-¿Sí?
- El primer amigo que tuvo fui yo, ahí. Y con el primero que habló. Me dijo que había trabajado en el estudio de un abogado, qué se yo. Y después, cuando pasó el tiempo, un día la vi acá en Rosario, y me abrazó con una candidez bárbara: "H000laaa ... !", me dijo.
- Moría Casán vino varias veces a Rosario, aquí la vimos unas cuantas en La Comedia, en el Olimpo y hasta en El Círculo creo. El mejor número que yo le vi hacer fue la interpretación de la canción que cantó Liza Minneli en la película Cabaret, "Money, money": Mona se vistió de época y la bailó como los dioses con un petisito que imitaba a Joel Grey, de la misma película: nos dejó estupefactos. Otra cosa, ¿lo conociste a Verdaguer, el cómico porteño?
- Con Verdaguer trabajé en Sábados Circulares, aquel programa que conducía Pipo Mancera por televisión. Cuando vino a Rosario, lo veo a un muchacho que estaba con él y le digo: ",Qué hacés acá?" "Estoy con Juan". Lo voy a ver a la Confitería Augustus, allí en Córdoba y Corrientes, donde él estaba sentado a una mesa con la vedette Ambar La Fox, que ya se murió, y a cuyo marido, Maurin, también conocí. - ¿Y cómo te fue?
- Me trataron como al mozo. Estaban hablando entre ellos y me ignoraron, ¿ves cómo es la vida?
Fuentes: extraído Capítulo 3 de la cuarta parte: LA VIDA VIVIDA del libro Rosario era un espectáculo ¿Arriba el telón! Autor: Héctor N. Zinni de 1997.