Con un crecimiento demográfico notable entre 1880 y 1910, fruto de lo que bien se
llamó la "avalancha" inmigratoria, con la habilitación del puerto en 1905, el cre-
cimiento de los tendidos ferroviarios que atravesaban la ciudad, el surgimiento
paulatino de barrios y la consolidación de otros como Alberdi, Saladillo, Fisherton y Belgrano, el Rosario del siglo XIX
adquiriría una fisonomía l- una identidad urbana y arquitectónica fascinante, con
la proliferación de residencias y mansiones sobre el afrancesado bulevar Oroño (paseo obligado de los rosarinos a finales del siglo XX y comienzos del XX) o la calle Córdoba, mientras se empezaba a notar el avance de otro comercio distinto: el prostibulario, con su barrio arquetípico, el de Pichincha.
Italianos y españoles encontraban en esos años de entre siglos también los registros culturales propios de sus tierras de origen, y por eso la ópera y la zarzuela
hallaron sus ámbitos propicios en teatros levantados con el aporte de inmigrantes adinerados. De ese modo, tuvieron por escenarios el Teatro Nacional (1854), La
Esperanza (1857), arrasado por el fuego ; el primer Teatro La Ópera (1878)
considerado en su época como uno de los más importantes del país; el Olimpo
(1871), templo de la ópera y la dramaturgia: el Politeama (1899), teatro popular por el que pasaron leyendas como Pepino el 88, Franck Brown y los hermanos Podestá con su "Juan Moreira"; La Comedia (1894), recinto de la zarzuela y el género chico español. Todos ellos antecedentes de los posteriores La Ópera (actual El Círculo) y el Teatro Colón, ambos de 1904
Ataviadas gracias a las grandes tiendas que traían las novedades de la moda o a las modistas y costureras que contribuían al vestuario de la clase media y los sectores más humildes, las mujeres rosarinas de fines del XIX y comienzos del XX
bien podían competir, en ese rubro, con la empinada Buenos Aires. Y lo mismo ocurría con los hombres, con sus trajes de tela inglesa y sastres de renombre en las clases adineradas y su ropa de confección y de batalla en obreros y empleados Todo ello formaba parte de la estenografía urbana y de la vida cotidiana que antecedieron a los festejos del primer centenario de Mayo, cuando el balance de los 100 primeros años, .en lo referido estrictamente a la ciudad, era no sólo positivo sino también altamente promisorio en un país que comenzaba a interrogarse por su porvenir.
Porvenir del que se puede hablar y al que debemos analizar a la luz de este Bicentenario, en el marco del cual el pueblo quiere seguir sabiendo de qué se trata, como expresaron los vecinos porteños frente al Cabildo en los jornadas de mayo de 1810.
Fuente: Articulo Publicado en el suplemento de diario La Capital “Rosario en el Bicentenario del martes 25 de mayo de 2010.