Rosario tiene ese perfume a barrio que te termina enamorando de todo
Para Alfredo Domingo Obberti es tiempo dejarse llevar por el placer de la vida. Su me te navega hacia los lugares más felices y a la a su memoria prodigiosa para abrir el libro gordo de aventuras en Rosario. Es que para el Mono siempre es una delicia hablar de ciudad que lo arropó hace más de cuarenta años y que actualmente lo envuelve con su encanto. Como su compromiso siempre fue tejer alianzas con sus raíces, vale la pena detenerse en el testimonio de alguien que hizo del agradecimiento su verdadero cable a tierra: "Soy un tipo realmente agradecido Rosario porque la ciudad se portó muy bien conmigo. No nací acá por esas circunstancias del destino, pero me considero un rosarino con todas las letras. Hasta me como las eses cuando hablo apurado (risas). Dudo que alguna vez me vaya. Tiene que ocurrir algo muy extraño para que tome esa decisión. Aprendí a querer a la ciudad cuando empecé a jugar en Newell's en los años setenta y con el paso del tiempo me fui enamorando cada vez más Me encanta el sentimiento de pertenencia que tiene su gente. Para el que vive acá nada es mejor que Rosario. Tal vez sea una actitud egoísta, pero estoy convencido de que es la manera que encuentran sus habitantes para defender lo suyo” argumenta Los números no encierran toda la verdad, pero en la relación del Mono con Newell's ayudan a enten- der por qué es considerado un patrimonio futbolístico fundamental de la colectividad leprosa. Basta con darle un vistazo a su palmarés. Se consagró campeón en el Metropolitano 74, el primer título de los rojinegros y además es el tercer goleador en la historia del club con 89 tantos. Pero lejos de ventilar un aire de soberbia por sus grandes logro Obberti se apoya en estos registros para confesar su amor por el club y en especial por ciudad: "Si Newell's no hubiera aparecido e mi carrera, seguramente no me hubiera en morado de Rosario. Una cosa llevó a la otra., Igual, recién ahora empecé a disfrutar en serio de la ciudad porque antes no tenía tiempo ni para ir al río o caminar por la costanera, dos de mis pasatiempos preferidos. Cuando uno está en plena actividad no serio da cuenta las cosas que realmente valen la pena. Rosario tiene ese perfume a barrio que te termina enamorando de todo. El cafecito de todas las mañanas con amigos para discutir de fútbol es impostergable. Los tiempos cambiaron, pero esas costumbres se mantienen. Actualmente vivo en Alberdi, y si bien el barrio no logró escaparles a esos males tan habituales de las grandes ciudades, al menos todas conserva el gusto de salir a la vereda y hablar un rato con el vecino. El crecimiento tremendo que muestra la ciudad también tiene cosas a favor. Por ejemplo, antes para entrar a Rosario tenias que hacerlo solamente bulevar Oroño o Rondeau y ahora hay acce sos por todos lados. Además la señalización de las calles y el funcionamiento de los semáforos ayudan a una mejor convivencia todo sentido. En contraposición, me molesta muchísimo lo mal que maneja la gente. No tengo dudas de que antes se cuidaba más peatón. Hoy nadie respeta las reglas de transito y cualquiera deja el auto en el lugar que no corresponde. Por eso armé mi vida en Alberdi, para ir lo menos posible al centro. irrita tener que chocarme con todo el mundo, esperar para pagar un impuesto o para tomar un café en algún bar que está de moda. me enamoré de la Rosario más tranquila, esa que me permite transitar este momento junto a mi esposa sin tanto apuro por hacer las cosas comenta el actual director de escuela de técnicos de Rosario.
Esta última reflexión también dispara un pensamiento sin tibiezas en Obberti. Una cuestión que no le permite mirar hacia otro lado. La falta de seguridad y el alto índice de delincuencia lo empujan a levantar el dedo acusador. "En Rosario ocurren todos los días hechos de violencia porque es una ciudad en la que hay para robar. Para cambiar esto hay que hacer cumplir las leyes y punto”, cierra Obberti, un hombre sin pelos en la lengua.
Fuente: Extraído de la revista del diario “ La Capital” 145 aniversario. Año 2012