por Enzo Duarte.
Orgullo rosarino, el Teatro “El Círculo” de Rosario asombra a propios y extraños por su grandiosa majestuosidad: 1.878 localidades contadas en la década del ‘70, una acústica impecable y considerables dimensiones del escenario (14 metros de boca y 20 de profundidad). Por si hiciesen falta pruebas, el célebre tenor Enrico caruso –que cantó allí- dejó testimonio de su admiración en un elogio escrito y firmado por él, que puede verse en el recinto. Inaugurado en 1904 con el nombre de Teatro Opera, desfilaron por su proscenio muchas figuras de prestigio internacional. Está decorado con los frescos de Carmignani y medallones con los retratos al óleo de los grandes de la música.
Pero también ofrece, detrás de esta imagen tradicional, un aspecto insospechado, encubridor de otra faz artística igualmente admirable y no menos atractiva. Descendiendo una antigua escalera cuyos ladrillos debieron ser reciclados, se descubre un portón de madera y, trasponiéndolo, las calderas que en el pasado eran alimentadas a palo de yerba.
El ambiente misterioso de un castillo con pasadizos secretos invade al visitante. Pero en lugar de los horrores esperados surge un mundo poblado de bellas imágenes de vírgenes, contemplativos santos y delicados bajorrelieves. Un mundo que jamás hubiérase sospechado desde la calle.
Es que allí, en los fosos del teatro, se exponen los originales de las obras religiosas del escultor rosarino Eduardo Barnes, nacido en 1901, varias veces premiado en los salones nacionales de exposición. Sus producciones figuran en casi todos los museos de arte del país, en templos y en colecciones particulares argentinas y extranjeras.
Indudablemente, el Teatro “El Círculo” constituye un motivo más de interés ente los muchos que depara la ciudad de Rosario.
Orgullo rosarino, el Teatro “El Círculo” de Rosario asombra a propios y extraños por su grandiosa majestuosidad: 1.878 localidades contadas en la década del ‘70, una acústica impecable y considerables dimensiones del escenario (14 metros de boca y 20 de profundidad). Por si hiciesen falta pruebas, el célebre tenor Enrico caruso –que cantó allí- dejó testimonio de su admiración en un elogio escrito y firmado por él, que puede verse en el recinto. Inaugurado en 1904 con el nombre de Teatro Opera, desfilaron por su proscenio muchas figuras de prestigio internacional. Está decorado con los frescos de Carmignani y medallones con los retratos al óleo de los grandes de la música.
Pero también ofrece, detrás de esta imagen tradicional, un aspecto insospechado, encubridor de otra faz artística igualmente admirable y no menos atractiva. Descendiendo una antigua escalera cuyos ladrillos debieron ser reciclados, se descubre un portón de madera y, trasponiéndolo, las calderas que en el pasado eran alimentadas a palo de yerba.
El ambiente misterioso de un castillo con pasadizos secretos invade al visitante. Pero en lugar de los horrores esperados surge un mundo poblado de bellas imágenes de vírgenes, contemplativos santos y delicados bajorrelieves. Un mundo que jamás hubiérase sospechado desde la calle.
Es que allí, en los fosos del teatro, se exponen los originales de las obras religiosas del escultor rosarino Eduardo Barnes, nacido en 1901, varias veces premiado en los salones nacionales de exposición. Sus producciones figuran en casi todos los museos de arte del país, en templos y en colecciones particulares argentinas y extranjeras.
Indudablemente, el Teatro “El Círculo” constituye un motivo más de interés ente los muchos que depara la ciudad de Rosario.