Por Rafael Ielpi
Una pausa para la poesía
Una de las primeras revistas literarias de los 60 sería Pausa, dirigida por Rubén Seviever, que nuclearía a gente de la entonces Facultad de Filosofía y Letras alrededor de un proyecto que no alcanzaría una dilatada perduración en el tiempo. Eduardo DAnna, poeta y estudioso de la literatura rosarina, la valora como importante antecedente: De las publicaciones rosarinas aparecidas en esa década, fue la primera que presentó las características que luego adoptarían otras revistas literarias. -
"Pausa" incluiría en sus escasos números a poetas que luego consolidarían una obra reconocida en la ciudad e incluso en el país, como Hugo PadeIetti, junto a otros como Aldo Oliva, Carlos Saltzmann y el propio Sevlever. Poco tiempo después, aparecerían dos interesantes publicaciones: El Arremangado Brazo, dirigida por Aldo Oliva y Rafael lelpi, y su contemporánea Setecientos monos. La primera, de la que aparecerían dos números, incluiría junto a la poesía, algunas narraciones, como el adelanto de un fragmento de la por entonces inédita "La vuelta completa' de Juan José Saer o de 'El Opa", de Romeo Medina -el otro director de la revista- y reportajes poco usuales (a las prostitutas, a los recolectores de basura del inicio de los 60), en una línea progresista.
La segunda comenzaría como revista estudiantil, impresa a mimeógrafo hasta su quinta entrega, en que pasó a ser editada por imprentas; aun siendo también aquéllas épocas de crisis económica, esos intentos de los amantes de la literatura no se habían convertido todavía en proyectos quiméricos y, con algún sacrificio, podían llevarse a cabo. El grupo inicial de Setecientosmonos estuvo comandado por Juan Carlos Martini -hoy uno de los narradores más importantes de la Argentina- y Carlos Schorr, a los que se sumaban otros estudiantes universitarios. Posteriormente, se agregaría al grupo el después reconocido crítico y ensayista Nicolás Rosa, que imprimiría su sello personal a la publicación.
D´Anna ubica con precisión al grupo y su revista: Nicolás Rosa tuvo una influencia determinante para esta publicación que sobreviviría hasta 1967/68, cuando apareció El Lagrimal Trifurca. Era una revista con poca poesía, ya que fundamentalmente incluía cuentos y en especial artículos de crítica, sobre todo por la influencia de Rosa. Las críticas excedían el mero comentario bibliográfico, como las de Gladys Onega y Rosa Boldori, gente del grupo vinculado al crítico y entonces decano de la Facultad de Filosofía y Letras, Adolfo Prieto.
Si bien aquellas revistas fueron siempre minoritarias, tampoco "Setecientosmonos" se proponía ser distinta. Vendía 30, 40, 50 ejemplares: la gente de la bohemia rosarina era muy restringida en esa época, puntualiza D´Anna. En la década del 60, y en las siguientes, el panorama casi no registró variantes y no era posible imaginar una revista literaria con una redacción estable. Los creativos debatían las características y contenido de sus productos en algunos de los bares del centro de Rosario, convertidos en los ámbitos elegidos para definir y concretar cada número o entrega.
D´Anna recuerda: En el inicio de los 60 todavía no estaba el Iberia, un bar más tarde emblemático frente a Filosofía y Letras; en esos años el bar por definición era el Laurak Bat, de Santa Fe y Entre Ríos, que era de estudiantes y donde después de dictar clases solían ir a tomar café David Viñas, Noé Jitrik o Angel Rama, que eran profesores regulares o invitados hasta el golpe de Onganía. El otro bar concurrido era el Provincia, en Santa Fe al 1200: ésas eran las redacciones informales de las revistas. Después, el lugar de reunión pasó a ser el Savoy.
Fuente: Extraído de la colección de Vida Cotidiana de 1930-1960. Editado por el diario “La Capital