Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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miércoles, 16 de marzo de 2016

EL DANDY ROSARINO



Estamos en pleno gobierno alvearista: "Alguna vez lo afirmé —dirá muchos años mas tarde Ernesto Sanmartino—: Irigoyen representó la iz­quierda revolucionaria del radicalismo, más instintiva y popularista que doctrinaria. Alvear, después del romanticismo insurgente de su juventud, representaba el legalismo ortodoxo de los constituyentes, era el gober­nante del sentido común y del orden basado en la justicia y la ley . . ." ".. . Alvear, a diferencia de su predecesor y de otros presidentes posterio­res que no tenían los méritos de éste, constituyó su gabinete con figuras de alta jerarquía intelectual y cívica. Eran ministros presidenciales. Po­dían hablar al primer magistrado desde un nivel de igualdad. No hacían antesalas para ver al presidente. No recibían órdenes, ni las hubieran aca­tado. Discutían en el ámbito superior los problemas de Estado, y a veces imponían la solución que sustentaban, con la aprobación del jefe del Eje­cutivo. La Casa Rosada no tenía validos, ni eminencia gris. El nepotismo era tan abominable como en la época de Sarmiento. La escrupulosidad administrativa era práctica común. En una oportunidad en que habían si­do excedidos por inadvertencia los gastos autorizados por una partida —la destinada a agasajar a un príncipe extranjero— el presidente repuso si­lenciosamente, de su propio peculio, la cifra respectiva.
"Pocos desarrollaron una gestión social con sentido popular más tras­cendente y con menos alarde publicitario que la que cumplió en el perío­do 1922—1928. Ley represiva de monopolios; régimen de trabajo de mu­jeres y menores; derechos civiles de la mujer; leyes de jubilaciones para diversos sectores laborales; pago de salarios en moneda nacional; declara­ción del 1° de mayo como fiesta nacional del trabajo, etcétera. 1
"En materia de economía y finanzas, el país gozó de amplio crédito exterior. Desde 1924 a 1927, los presupuestos se cerraron con cuantioso superávit. El respaldo oro de nuestra moneda permitía su cotización favo­rable en los principales mercados del mundo y ocupábamos el quinto lu­gar entre los países con mayor tenencia de metal áureo. No se retiraba oro de la Caja de Conversión, cuya apertura fue decretada en el ministe­rio del doctor Víctor Molina.
"Exportamos 17 millones de toneladas de trigo en el mismo lapso en que los Estados Unidos exportaron 20, Canadá 21 y Australia 11. Fuimos los mayores exportadores de maíz del mundo, alcanzando hasta el 90 por ciento del volumen de exportación mundial y en el lino marcamos el tope del 70 por ciento de la cifra de esa misma exportación . ..". "Alvear go­bernó sin estado de sitio ni declamaciones demagógicas, sin arrestos agre­sivos para nadie, con prosa y estilo de estadista y con profundo respeto a la Constitución. Su lealtad al federalismo lo llevó a desprenderse de la colaboración de ministros eminentes, pero que no compartían ese culto con la misma devoción y propiciaban intervenciones que hubieran sido útiles para el predominio de fuerzas políticas adictas ...". "En el orden cultu­ral, Alvear fomentó la literatura, las artes y la música con las más diversas iniciativas y estímulos. Sabía que un pueblo sin acervo cultural no podía aspirar a la jerarquía de un pueblo civilizado . . .". "Fue admirador y ami­go de artistas, escritores y poetas. Había conocido y escuchado en Euro­pa a los grandes artistas de la época: Poincaré, Clemenceau, Briand, Jau-rés, Nitti, Orlando, y comprobó a través de esos ejemplos y de sus propias convicciones que un verdadero estadista debe tener amplia cultura y fina sensibilidad para la poesía y el arte. Su dignísima esposa, Regina Paccini, lo secundó admirablemente en esa tarea de alta docencia. Alvear propuso sin éxito por motivos circunstanciales, para el arzobispado de Buenos Ai­res, vacante por la muerte del arzobispo Espinosa, a una figura cumbre de la Iglesia Argentina, monseñor Miguel de Andrea, obispo de Temnos, cu­yo lema era: "A la paz por la justicia y la Constitución".2
Por aquellos años 20 Rosario conserva ciertos vestigios y prácticas de aldea, de aldea grande, con su chata edificación, sus calles centrales empe­dradas y sus costumbres que le venían de antiguo. La descripción propor­cionada por un testigo de aquella época, Rafael Viñas París, no puede ser mas exacta: "Lo primero que nos llamó la atención al momento de nues­tra llegada —dice— fue la elevada cantidad de sórdidos comercios estable­cidos en los alrededores de la estación ferroviaria que acabábamos de pi­sar. Varias líneas de tranvías circulaban en sus adyacencias y los coches de plaza tirados por uno o dos caballos constituían, entonces, los medios de transporte comunes y de uso frecuente.
"Trasladados al centro de Rosario, en el lugar donde funcionaba el Mercado Central -calles San Martín, San Luis y San Juan—, comproba­mos pronto el movimiento comercial característico de una gran ciudad y cuya potencia económica no tardaríamos en conocer mejor. Ansiosos de conocerlo todo, en las horas libres que nos dejaban nuestras ocupaciones, nos dedicábamos a visitar diversos lugares que enseguida describiremos. El centro de arranque de nuestro vagabundeo de curiosos, la plaza 25 de Mayo, nos llevó como de la mano hacia distintos y atrayentes puntos dig­nos de ser visitados. En la esquina donde hoy se levanta el palacio de Co­rreos y Telecomunicaciones había un vetusto edificio que servía de cuar­tel, formando el vecindario casonas viejas e inquilinatos para gente de modesta condición. En la citada plaza escuchábamos alegres retretas a cargo de la banda de Policía.
"Siguiendo la calle Córdoba hacia el río, se veía una explanada cubier­ta de fragmentos de una obra esculpida por Lola Mora, parte y testimo­nio de lo que iba a ser el Monumento a la Bandera, lo que no se concretó, y esos fragmentos terminaron por ser diseminados en varios paseos públi­cos. A la derecha de esa explanada, unas barrancas polvorientas servían de campo de adiestramiento de soldados del Regimiento II de Infantería.
Como contraste agradable, el Paraná nos mostraba su cinta plana  apacible, con un fondo de verde  subido constituido por las islas fronteras. Era una época de gran actividad por excelencia, de manera que siempre se veían buques de las distintas procedencias, descargando y cargando. Realmente el puerto Rosario acusaba entonces un movimiento febril y era de ver a los marineros que bajaban a la ciudad para tomar, casi siempre una copa de más y terminar a trompada limpia, muchas veces, con los agentes de policía. Esas peleas eran muy pintorescas y nunca pasaba nada en serio.
"Dejando el puerto para encaminarnos "hacia el centro”   era una delicia entrar en la confitería "La Perla", lugar predilecto de damas encopetadas, a las que el violinista Zito envolvía con sus dulces melodías y con turbaba con su mirada de fuego y su melena de león. En San Martín y Córdoba, se encontraba uno en el corazón mismo de la ciudad. Las damas lucían lo mejor de sus galas y los caballeros se retorcían el bigote con aire de conquistadores. Todo parecía delicioso. Todo era respetuoso. No había sonado aún la hora de la truculencia callejera que hoy lo amenaza io­do, ni la vulgaridad que también parece invadirlo todo.
"Como una prueba de exquisito buen gusto, deslumbrante y el bellobar Cifré, en Santa Fe y Sarmiento, habría de ser el heredero del prestigio adquirido por el viejo Cifré, de más modestas líneas, pero de   señalada categoría social. Asimismo Rosario se preció siempre de ser lugar con buenas casas de comida. En aquellos lejanos tiempos eran de renombre, entre
otras, el "Continental", el "Parodi" (algo alejado del centro), el Nacional", el restorán del teatro La Comedia, hacia el oeste y en zona prohibida" para la gente honesta, "La Carmelita".3
Y así casi sin darnos cuenta, estamos de vuelta en aquel característico barrio donde anidan desde bares, cafetines, tiendas, boliches y tugurios de difícil clasificación, hasta prostíbulos oficiales o no, donde se enseñorean personajes con código propio y especial como que allí  hay guapos,. caftens, ladrones, políticos, madamas, pupilas, yirantas y chistado , mezclados con obreros, empleados, policías, comerciantes vendedores ambulantes, músicos, chacareros, niños bien y gente de abordo. Un hombrecillo pintoresco que deambula por esos lares es El Pibe Montenegro, mas conocido por Temporelli El Cantor.
"-A mi me conocen como Temporelli El Cantor porque yo le había saca­do un verso a un tal Temporelli, un muchacho del que me hice amigo y  con el que siempre andábamos juntos. El verso decía así: “Tiene la Na- turaleza / cosas lindas, ¡la gran siete!: / el tango su firulete / y el truco su hermosa flor / el pingo es escarceador / la mariposa es liviana/ ¡ y chinches tiene la cama / de Temporelli el cantor!". Y me quedó Temporelli a mi. Yo no era, pero me quedó Temporelli El Cantor por esos versos que le hice al verdadero Temporelli. Cuando la gente me veía, decía “ ¡Mirá…! ¡allá viene Temporelli El Cantor! ..." De yapa yo cantaba en los asados que se hacían en Rosario Norte . . . así que figúrese.

— ¿Dónde sabrá cantar mas seguido?
—En la fonda E1 Paraíso.
—Usted... ¿es rosarino?
-No. Yo soy bahiense ... Fui al colegio allá, ¿sabe con quién?. Con Car­los Di Sarli. Vivíamos enfrente uno del otro y eran compadres mi padre y el de Carlos Di Sarli. En año 11 estábamos en tercer grado.. . él me lle­vaba unos ocho meses. Mi padre era medio riguroso, pero yo salí rebelde. Me expulsaban de todas las escuelas, en la de Don Bosco me hacían hin­car de rodillas sobre maíz. Así que un día agarré y me tomé el raje yéndo­me por el campo de caballerizo hasta que me agarraba la policía y me de­volvía a mi casa porque mi vieja me hacía la denuncia. Entonces me lleva­ban . . . hasta que al último ya me hice grande y me fui del todo. Y se­guí . . . ¡ y caminé tanto! ... Me conozco casi toda la República Argenti­na".4
Temporelli, no olvida a su Bahía Blanca, donde allá por los años de su lejana juventud
"—Supe tener un amigo de nombre Sergio Julián Fernández, bailarín con corte. Era un negro alto, nacido en Buenos Aires, el padre no se si era de la policía. Este Fernández era medio boxeador y actuó en una cinta que se llamó "En buena ley", además era medio fiocatelli. Un buen día desa­pareció de Bahía, y yo averigüé que se había ido al Uruguay y allí lo ma­taron. Otro amigo que recuerdo mucho era el payador Correa, que era uruguayo y una vez formó un conjunto que se llamaba "Los gauchos blancos". También Correa cruzó el charco un día y nunca mas lo volví a ver.
¿Había prostíbulos en Bahía por aquella época?
—Siii . . ., después le sacaron los nombres y los numeraron: número uno, número dos y número cinco ... en fila india estaban. Enfrente de esos es­taba el tres y el cuatro.
¿En que zona se encontraban?
—A una cuadra del ferrocarril que iba desde acá hasta allá. En Bahía ha­bía Mafia también . . . recuerdo que roncaban Esteban Melgarejo, Lastreto, el Tato Fiorini y había otro que era hijo de un pescador cuyo nombre no me acuerdo, a ese lo mataron en Punta Alta. Parece que fue allí a pin­charse una mina y el tipo de ahí tenía el dato pasado y lo mató de un ti­ro".
Plinio Montenegro, que así se llama verdaderamente nuestro persona­je, posee un rico recopilario poético propio y ajeno. Al referirse a una cu­riosa poesía "escrita por un amigo", testimonia:
"Yo vine a Rosario por primera vez en 1920. Un amigo de aquellos años cuyo nombre no me acuerdo, pero que supe encontrar en Buenos Aires con una pierna cortada, hizo estos versos que me quedaron grabados en la cabeza. Se trata de un tipo que era chauffeur y se había enamorado, pero no sabía como explicarle a la mina que el ya tenía los puntos he­chos. Un día, llevándola en el auto le dice lo siguiente:

Vieja, vas a disculparme
que te cante en esta forma
 mas, que querés, esta norma
 nunca la podré olvidar
cansado va de luchar
con el maldito automóvil
 mi placer se queda inmóvil
 y va a correrse una fija:
¡ Atención que doy manija
y verán cual es el móvil ¡
Voy a poner la primera
al saber, si no me ofusco
 y si el arranque no es brusco,
segunda, después tercera;
y aunque la cuarta requiera
algo de velocidad
con la mayor suavidad
y sin andar tironeando
mi placer se va embriayando
cantando con claridad.
Vieja, esta acelerada
de un 90 voiturette
que como bala arremete
y por nadie es alcanzada
deja flor de patinada
en el asfalto mojao
luce regio tapizao
de una cambusa de cine
y yo pobre chauferine
tengo el motor engranao.
Vos, acero bien templao
para perno de pistón
yo cámara de explosión
y vos la voz de comando
con un bajel que es más blando
que embriaye de faetón.
Por fin mi vieja verás
el móvil de mi canción
y en llegando la ocasión
juntémonos en pareja
dejemos atrás la queja
y entremos a acelerar
nadie nos podrá alcanzar
porque el motor de mi amor
tiene buen carburador
que nunca sabe fallar . .."
Temporelli, que también gusta borronear papeles con versos nacidos de lo más íntimo de su alma, canta a Rosario a su manera en este poema de pu­ra esencia popular escrito hacia 1924:
"Soy el dandy rosarino
  y decirlo aquí me pluga
  escabiador.. . pura uva
  con igual predilección
  cuántas veces en curdela
  jactándome de poeta
            canté a mi china coqueta
              la presente alocución.
El bulín ya está formado
y sólo tengo una pena
de no tenerte | mi nena
pegadita al corazón:
batime si estás conforme
de este programa sencillo
si no yo un contramoquillo
te pondré como inyección.
Sos una mina polenta
de mirada arrobadora
sos destello de la aurora
con su sueño abrasador
y yo el más degenerado
lleno de oprobio y cinismo
por culpa del alcoholismo
es mi desdicha el factor.
Ya no hay café ni boliche
que yo no haya analizado
todo el alcohol ha probado
mi químico paladar,
en él encuentro la calma
que tanto he apetecido
vivo siempre empedernido
por no ponerme a llorar.
Soy el dandy rosarino
que siempre la va de escabio
sin lamentar el agravio
que el vil vulgo que clavó
la yiro siempre en curdela
por las calles de Rosario
yo soy el dandy, muchachos,
que tantas vueltas pagó.

Es que, en Rosario por ese entonces abundan las borracherías. Veamos sino el siguiente testimonio:
"En las Provincias es posible señalar otros factores de criminalidad. En Santa Fe, a la vagancia y al consumo de alcohol se les atribuye ese carác­ter. Las cuestiones relacionadas con el alcoholismo decidieron a la última Intervención Nacional en Jujuy a dictar un decreto limitando las horas en que podrían expenderse las bebidas alcohólicas. Estos y otros anteceden­tes explican el deseo de que se procedan a estudiar con criterio científico las medidas adecuadas para contener el desenvolvimiento de la delincuen­cia. Y cabe apuntar igualmente la conveniencia de no olvidar que algunas de las reformas han de tener el mismo objetivo inmediato en todo el país; pues es notorio que un gran número de los establecimientos carcelarios no sólo no cumplen, debido a sus deficiencias, la misión de contribuir a que desaparezca la reincidencia, sino que se les cita I como un medio pro­picio para fomentarla".5
Abandonando momentáneamente a Temporelli y ya que estamos abordando nuevamente el tema de las cárceles, no está demás tomar conocimiento sobre lo que ha pasado con el
"Segundo Censo Carcelario
"Acaba de levantarse en los establecimientos penales del país el segundo censo carcelario, obra que efüina evidente necesidad, puesto que ella nos dará a conocer interesantes datos de las personas que sufren condenas cri­minales.
Previo al acto, varias comisiones metropolitanas han visitado las principa­les cárceles de la república, preparando fichas y demás documentos que han servido para el objeto.
Estas comisiones han constatado el régimen penal, la vida de los recluí-dos, existencia poco envidiable que llevan los hombres que cumplen pe­nas dentro de los establecimientos que llevan el nombre de cárceles y que no son mas que casas de torturas físicas y morales, donde no se cumplen ni los más elementales preceptos de la legislación penal. Esas visitas han servido de amarga lección para las personas que han traspuesto las mohosas rejas de seguridad de los penales argentinos, cuyos lú­gubres aspectos tienen todas las semejanzas de los viejos presidios, de sór­didos recuerdos. Las cárceles nuestras se caracterizan por ese matiz som­brío de las prisiones de antaño, donde las nuevas orientaciones de la cien­cia penal, no han podido entrar hasta las celdas húmedas y oscuras, a sa­near el ambiente con el hispo de la modernización que ha transformado el método brutal convirtiendo los establecimientos penales en colonias labo­riosas, y en casas de salud moral.
Todavía impera el sordo odio del preso hacia el guardia que le vigila hasta el sueño; todavía el presidiario conserva el hábito primitivo de los hoscos encadenados que sólo obedecen a la acción ejecutiva del garrote del carce­lero. Y más aún: la ociosidad, hace de la vida del preso, una carga para el Estado, aparte de ser un enemigo irreconciliable de la Sociedad. Cárceles hay, en nuestro país —dolorosa confesión—, que sólo sirven sus muros de vallas de contención a las malas pasiones y a los vicios funestos de sus moradores.
Dentro es una especie de jaula que encierra lobos, en vez de hombres. La acción regeneradora de los guardianes es nula. Falseando el régimen, la disciplina reparadora ha tenido que caer, venciendo la débil voluntad de aquellos empeñosos que llevarán sus energías hasta imponer algún respeto en medio de la terca resistencia al cambio de vida.
Esto lo han constatado los miembros de las comisiones designadas para correr con los trabajos del censo. No es una versión antojadiza el cuadro que pintamos, es una verdad inconclusa, que asombrará a los espíritus crédulos que llevados de que el progreso se ha extendido por todas las re­giones de nuestro territorio, abarcándolo todo, nada nos queda por con­quistar, viviendo satisfechos de nuestra suerte.
En cuanto penetramos a observar ciertos aspectos de aquellas cosas que nos parece que están colocadas en su verdadero sitio, es cuando nos da­mos cuenta de la equivocación en que vivimos. Nos queda por hacer mu­cho, y no nos jactemos de haber hecho mucho, porque nos exponemos a chascos dolorosos".6
Como se ve, poco es lo que se avanza en materia carcelaria. Temporelli que ha conocido algún establecimiento carcelario por dentro "aunque muy de paso", prefiere no abrir juicio sobre el estado de cosas imperante. En cambio, se muestra sumamente locuaz cuando de versificación se trata y a cada pregunta suele contestar con frases verseadas como esta: "¿Qué es una pena sin llanto, qué es el ruiseñor sin canto y sin aroma una flor?". O, a veces, con estrofas completas: "Pobre ave que su nido / en la noche llevó el viento / cuan amargo es su lamento / como triste su gemido / fa­tal esa suerte ha sido / mas cuando vuelva a anidar / de todo se va a olvi­dar / y así en un solo contento / no habrá lugar a lamento / ni tendrá por­qué llorar. .."
"—Cuando Irigoyen intervino la provincia de Buenos Aires, yo que era y soy conservador hice una improvisación, escribí unos versos. . . -¿Dónde se encontraba usted? -Yo estaba en Bahía en ese tiempo. -El gobernador, ¿era Cantilo?.
-Claro. Cantilo era el gobernador intervenido. Entonces yo escribí esto: "Desde la provincia buena / yo les mando un saludón / a todos estos cor­sarios / que hoy aguanta la Nación. / El grito de " ¡Intervención!" / repica de pecho en pecho / y el Peludo en sus derechos / dice que ya se la man­da/a Cantilo que demanda / terminar con el rasguido / porque nunca hu­biera creído / haberse venido en banda . . ." —Muy bien, ¿ahí termina?.
—No. Escuche: "De este humilde conserveta / lleguen los nobles saludos / a pelados y peludos / que pueblan este planeta. A Cantilo le dedico / lo que mi mente desgarra / falta cuerda a mi guitarra / para cantarle mejor / vibra en mi mano el acero / flotan al aire, serenos . . ." Mas o menos así, y el final era este: "Noble Cantilo, tu sueño / podes dormir en la fosa / con tu figura gloriosa / y al grito de " ¡Intervención!" / saludo al pueblo ar­gentino / con todo mi corazón", ¿qué le parece? —Que tiene buena memoria para su edad ... — ¿Cuántos años me da? -¿. . . Setenta?.
—Agregúele tres. Ando bien, aunque a veces me agarra un poco de arte­rieesclerosis en el balero".7
NOTAS
1    "Una anécdota de Manuel Caries ilustra acerca de la confluencia de adhesiones y simpatías en la persona del segundo de los presidentes de origen radical. Re­fiere el fundador de la Liga Patriótica Argentina que en el curso de sus andan­zas por Buenos Aires conoció en algunos de sus barrios suburbanos a un paya­dor, quien lo hizo portador del siguiente mensaje: "Dígale al Presidente que si Marcelo lo llaman los ricos del "fauburg", es también Marcelo en el corazón doliente del arrabal". Tales palabras traducen, en su candor expresivo, la seña­lada convergencia en tomo de Alvear de estamentos sociales a menudo enfren­tados en otros períodos del proceso histórico argentino. Martín Alberto Noel. Alvear el ejemplo de una presidencia liberal. La Nación. 21.3.1976.
2    Ernesto Sanmartino. El Gran Olvidado. La Prensa. 20.3.1976. "
3    Rafael Viñas París. ¿Conoció a Rosario hace más de cincuenta años? En revista El Bancario. No 19. Pág. 22. Rosario. 4.9.75.
Plinio Montenegro (a) El Pibe Montenegro. Entrevista realizada en su domicilio el 2.1.1976
4     Cuadro de texto:
 Revista de la Caja de Socorros de la Policía. Año III (Ira. Epoca). No 58. Pág. 3. Rosario. 15.5.1924.
5     Revista de la Caja de Socorros de la Policía, id.id. Págs. 15 y 17.
6     I'linio Montenegro, id.id.


Fuente; Extraído de Libro “El Rosario de Satanas” Autor Héctor Nicolás Zinni. Tomo I Editorial Fundación Ross. 3ra. Edición 2000.