Por entonces, Rosario ya tenía un perfil nítidamente cosmopolita y no pocos motivos de orgullo de su impresionante crecimiento y desarrollo. Entre ellos se contaba, en primer lugar, la instalación de la Compañía General de Tranvías Eléctricos Tranvías Eléctricos – la que también era la concesionaria del servicio de alumbrado y suministro de fuerza motriz en todo el municipio y con extensión a Alberdi y San Lorenzo-; la usina de las aguas corrientes rosarina; la imponente Refinería de Azúcar -fundada ya en 1888-, y la construcción de un puerto digno de la importancia de la "segunda ciudad" de la República. Gracias a esto último, la oscura aldea de 1852, con 3.000 habitantes, era para 1910 un emporio de comercio y una ciudad populosa. De la época en que débiles barquillas recorrían sus costas se pasó en pocos años a buques de todas las banderas que descargaban en sus muelles, y hasta había frecuente necesidad de ensanchar sus instalaciones para dar acceso a la enorme masa de mercaderías que entraban por él.
Fuente: Articulo Publicado en el suplemento de diario La Capital “Rosario en el Bicentenario del martes 25 de mayo de 2010.