Escudo de la ciudad

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El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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martes, 12 de octubre de 2021

Subcampeón y la Copa Libertadores

 



Por Jorge Brisaboa

Se viene Central.

Está a un partido del campeonato. Contra Boca, al todo o nada, en cancha de River. La campaña de 1970 es la mejor de todo su historial. Con picos, como el de aquella noche en Avellaneda contra Independiente, ganándole 5 a 3 con cuatro goles del "Chango" Gramajo, casualmente tres noches después de otro contundente triunfo ante Newell's por 3 a 1, con un golazo del "Chango" y dos de Poy.

Raro año el 70. Lo empezó como técnico Enrique Omar Sívori, intentando imponerun sistema táctico a la italiana, disciplinado en la marca, con un líbero, Pascuttini, y tres marcadores con persecución individual sobre el atacante rival en turno: González, Fanesi o Mesiano y Carrascosa. Habían traído a tres jugadores de Colón, dos volantes —Colman y "Palito" Correa— y un puntero: Balbuena. También estaban en el medio, para turnarse, Landucci y Bustos. Y arriba, Gramajo, Castronovo, Zavagno. Poy debía conformarse con el banco, "Hijitus" Gómez era descartado, y a Griguol le hacían pensar en el retiro.

Central jugaba contenido, cada uno tenía una función para cumplir y no le resultaba fácil.

Llegó el Mundial de México, en junio, y Sívori viajó al país azteca para ver en vivo lo que fue un paseo del "jogo bonito" del Brasil de Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelinho. Al regresar ya no era más el técnico de Central. Los dirigentes habían decidido reemplazarlo por Angel Tulio Zof, aquel half izquierdo de los años cincuenta.

Zof paró el equipo de otra forma: 4-3-3. Desaparecieron las persecuciones y el equipo se mostró más suelto, atrevido, y con un objetivo: atacar. Poy volvió a ser el 9, no de punta sino eje del equipo, estratega; y Gómez, con su zurda delicada, el 10. Ambos cruzaban pelotas, una y otra vez. Para la derecha, donde un chiquito veloz - Ramoncito Bóveda— llegaba al fondo y sacaba el centro por más que su cuerpo estuviera de frente a la raya de arco. Y para la izquierda, donde Gramajo se hacía cada vez más incontrolable e incontenible.

Entonces Central fue un festival de fútbol ofensivo. En Rosario ganó los once partidos que disputó. De visitante dividió empates, derrotas y victorias, pero esa noche de viernes contra Independiente y para la televisión fue espectacular.

"El Gráfico" escribió: "Rosario Central hizo saber el viernes que ha vuelto a la mentalidad positiva, vivaz, creadora de la vieja escuela rosarina". Y en negritas y mayúsculas subrayó: "LO QUE IMPORTA ES LA FORMA EN QUE EL EQUIPO SE PLANTO EN LA CANCHA Y COPO LA SITUACION, DISPUESTO A DEVOLVER ATAQUE POR ATAQUE Y GOL POR GOL".

Ese partido fue el símbolo del Central del 70 de Angel Zof. Y el de Roberto Gramajo, que convirtió cuatro goles y en el último se metió caminando con la pelota hasta la red después de levantarla sobre la cabeza de Santoro.

El periodista Juvenal, en "Sport", el suplemento mensual de "El Gráfico", tituló: "Fuimos para ver a Yazalde y vimos a Gramajo". Y lo describió: "Sucedió que lo de Gramajo no fue muy bueno. Ni siquiera podemos calificarlo de sobresaliente. Simplemente fue UNA BARBARIDAD. Junte usted el desborde del Lobo Fischer, la sutileza de Verón, la potencia de Pinino Más, agréguele una pizca de extracto de Pelé, súmele cuatro goles, una apilada sensacional culminada con un tiro en el palo y otras dos, tapadas angustiosamente por Santoro, agítelo bien y tendrá un cocktail de todo lo que fue Gramajo el viernes por la noche. Beba un trago y se emborrachará como nos emborrachamos todos —defensa de Independiente incluida— en Avellaneda".

En verdad la borrachera, para los centralistas, duraba desde hacía tres días. Porque había vencido a Newell's en Arroyito por 3 a 1. Y Gramajo, que ya estaba de liga, le había servido un gol a Poy luego de una apilada, y con un toque de izquierda culminaba un desborde por derecha de Bóveda. La revista rosarina "Deporte 70" titulaba: "Una máquina auriazul arrollando al rojinegro". Y puntualizaba: "¡ Sensacional triunfo de Rosario Central. Hacía mucho tiempo que no veíamos a un equipo jugar con tal vocación ofensiva!". Y sobre Gramajo decía: "Su labor frente a Newell's debe calificarse con los más elogiosos adjetivos, una tarea impecable, estupenda, formidable, extraordinaria, nunca vista...". Claro, la noche del 29 de setiembre en Rosario era el anticipo de lo que ocurriría en Avellaneda la noche del 2 de octubre.

Y la borrachera se repetiría en la segunda rueda, ganándole otra vez a Newell's, pero esta vez en el Parque Independencia, por 4 a 1. El "Pato" Colman sería la figura, pero Gramajo sacaría el carbónico del gol a Santoro, eludiría a Fenoy, se metería adentro del arco con la pelota, la tomaría en sus manos, y se iría en busca de la gloria. Tres goles logró esa tarde el "Chango". Y el restante, el 'Porra" Bustos. Después de ese triunfo, no quedaban dudas: Central iba en camino del campeonato.

Siguieron las victorias, pero las tres últimas fueron decisivas. Y en las tres el desnivel lo marcó Aldo Poy: "Me acuerdo que hice goles que definieron esos partidos". Contra Boca "íbamos 1 a 1, quedaban cinco minutos e hice dos en el arco de Regatas, en el último el alambrado se vino abajo". Después, miles de "canallas" viajaron a San Juan para asistir, en la ciudad del sol y del vino, a un agónico triunfo de 2 a 1 con goles de Poy. Y en la última fecha, tras ir ganando tres a cero se debió soportar un increíble empate en tres de los jujefios de Gimnasia hasta que Aldo puso el 4-3 ("Pensar que cuando Jujuy hizo el primer gol la hinchada de Central aplaudió", recuerda). El gol de Poy valió ganar la zona y quedar a dos partidos del primer título grande en la AFA.

La semifinal fue en cancha de Newell's contra la tercera de Gimnasia y Esgrima de La Plata, pues los profesionales vivían un conflicto. El pase a la final fue cómodo: 3 a 0. Y sirvió de pasaporte, por primera vez, a la Copa Libertadores.

Hasta que llegó el día: 23 de diciembre. Cancha de River contra Boca.

Ahí van los de Central. Quiroga al arco, en el fondo González, Fanesi, Mesiano y Carrascosa; en el medio Bustos, Landucci y Gómez; y adelante Bóveda, Poy y Gramajo. Ahí van los de Boca. Es el Boca presidido por Alberto J. Armando, con su poder y sus influencias afuera de la cancha, y adentro es el de Roma; Suñé, Meléndez, Nicolau y Marzolini; Palacios, Madurga y Rojas —sí, Rojitas—; Coch, Curioni y Pianetti.

Boca mete miedo. Marzolini que lo levanta a Bóveda, Nicolau que va fuerte contra Poy, Suñé que se olvida de la pelota y le apunta a las piernas de Gramajo. Y Rojitas que le habla al árbitro Angel Coerezza. Y Landucci que recibe un rechazo de Roma, derechazo y gol. 1 a O, y al entretiempo.

En el apriete de la segunda etapa vale todo. Boca va, busca, pero Central está bien parado, achica espacios, pelea cada pelota, cuando la recupera la pone contra el piso, toca corto en el medio y apuesta a las corridas de Bóveda y Gramajo. Hasta que Zof los cambia: Colman por Bóveda, Balbuena por Gramajo.

El "Chango", que se había perdido un gol ante Roma y no había jugado bien, desaparece por el túnel. Justamente en la final de su mejor año. No lo puede creer, se vuelve loco. Llega al vestuario, descalzo le mete un zurdazo a una mesa llena de botellas, se lastima: "Lo que más me desesperaba era que si Central salía campeón no iba a poder dar la vuelta olímpica, era el partido más esperado de mi vida y me sacan de la cancha".

Y Boca no puede. Pero la presión crece desde afuera. Sus hinchas comienzan a ingresar al campo de juego, el linesman se lo advierte a Coerezza. Son cientos, Coerezza intenta echarlos pero fracasa, y decide que el partido siga así. Empata Rojitas faltando diez minutos y se va al alargue. Los hinchas de Boca siguen entrando, bordean la cancha, Ya son miles. Es un aluvión. Coerezza hace seguir. Miles de boquenses sobre el césped buscan el gol. Los jugadores con la pelota, los hinchas pegados a la raya de cal con su presión. Los once de Central piensan ya si podrán salir vivos. Gol de Coch. Boca 2, Central 1. Coerezza pita, final.

¡Coerezza...!

Fuente: Artículo Publicado en el libro “ De Rosario y de Central , Autor: Jorge Brisaboa Impreso en Noviembre 1996 por la Editorial Homo Sapiens.