Por Héctor Nicolás Zinni
Las apretadas filas de público que desde las primeras horas de la mañana del 31 de agosto, bordean las calles a recorrer por el primer magistrado, al llegar a la altura de las calles Córdoba y Moreno se desbordan por la plaza San Martín y por la plazoleta del edificio de los Tribunales prolongándose por la primera de dichas arterias hacia el Oeste hasta el bulevar Oroño, Y al este hasta Dorrego. Cuando el coche presidencial está a la vista de la muchedumbre estacionada en las adyacencias del local de la Confederación General del Trabajo, parte de la misma un clamoroso y repetido "iViva Perón!", que es acompañado, a guisa de saludo, con el agitar de millares y millares de pañuelos blancos.
Las fuerzas policiales y los dirigentes gremiales que tienen a su cargo cuidar el orden, deben realizar ingentes esfuerzos para evitar que el público, en su entusiasmo y en su afán por acercarse al general Peron, rompa los cordones establecidos. -No obstante, cuando el presidente desciende del coche frente al nuevo local de la CGT, el entusiasmo de la multitud toma caracteres impresionantes, y a las voces de "¡Viva Perón!" proferidas por millares de personas, se suman ahora lasde " ¡La vida por Perón!". Los cordones policiales de Córdoba y Balcarce no pueden resistir el empuje de la muchedumbre, quien los rompa y se desplaza hasta llegar a las mismas puertas de la central obrera, en momentos en que el presidente de la República logra penetrar en él.
Ya en el interior del edificio, Perón, acompañado por Vuletich, Sinay y los miembros del secretariado Ramón del C. Moreno, Marcos Méndez, Güerino Paganelli y Roberto Albarracín, recorre las dependencias de la casa, firma el libro de honor en la sala Evita y recibe una medalla que, en nombre de los gremios confederados le entrega Sinay. Luego, sube a la planta alta del edificio y aparece en los balcones, motivando su presencia nuevas y entusiastas muestras de adhesión que el presidente, sonriendo, retribuye con su habitual saludo. Del balcón penden hasta la calle dieciocho cintas, con colores argentinos, que simbolizan otras tantas entidades gremiales. Provisto de una tijera, Perón corta las cintas declarando simbólicamente inaugurados los locales propios de dichas agrupaciones obreras. Momentos después, y en medio del delirio popular, Perón se retira de los balcones y regresa a la planta baja para recibir el saludo de los secretarios gremiales, que, previamente, y por orden alfabético de sus respectivas organizaciones, se hallaban formados en uno de los patios de la casa. Así desfilan frente a Perón, quien los abraza y estrecha la mano en forma individual. El presidente sale a ¡acalle. Grandes esfuerzos para contener el entusiasmo de hombres y mujeres que pretenden acercarse al general, a quien no dejan avanzar hasta su auto. Perón, sonriente, estrecha la mano de quienes, con más suerte que otros, logran acercarse a él. Poco a poco se acerca al automóvil y se ubica e interior. Parte el coche rumbo a la Jefatura de Policía, entrando por portón del cuartel de Bomberos, sobre la calle San Lorenzo en donde también se encuentra una gran cantidad de público que saluda su Paso con sostenidos aplausos y vivas.
En compañía del gobernador y demás autoridades, Perón se traslada hasta el Salón Blanco y sale a uno de los balcones. La muchedumbre que calma la plaza San Martín y sus adyacencias, estalla en vítores insistentes y, mientras aplauden hombres, mujeres y niños, se anuncia que va a dirigirles la palabra el presidente de la República. El nombre de Perón es aclamado por varios minutos, y se escuchan los acordes del Himno Nacional ejecutados por la banda de policía y coreados por el público, al igual que la marcha partidaria 'Los muchachos peronistas" Habla, en primer término, Eduardo Vuletich, quien dice, entre otras cosas: "Les dejo, compañeros, la promesa sincera de la central obrera de que estaremos siempre, mientras nuestras energías nos lo permitan, al servicio incondicional del único líder del país, que es el general Perón. Para él, compañeros, son todos nuestros afanes.....
Luego, habla Perón.
"Compañeras y compañeros rosarinos: En primer término agradezco ese recuerdo para Evita; ella tuvo siempre para Rosario un lugar dilecto en su corazón. Yo no podía pasar por Rosario sin saludar y visitara mis queridos trabajadores, máxime en el momento en que la Confederación General del Trabajo inauguraba su local social en esta ciudad. Instalar una delegación de la Confederación General del Trabajo es colocar en cualquier parte un jalón más para las reivindicaciones del pueblo trabajador. Yo sé, compañeros, como trabaja la Confederación, yo sé que es un organismo al servicio de los trabajadores, que se desvive con abnegación y con sacrificios todos los días en defensa de nuestra comunidad trabajadora. Por eso, al declarar inaugurada la delegación de la Confederación General del Trabajo en Rosario, yo les pido a todos los trabajadores que la cuiden y la apoyen. Un movimiento trabajador es solamente organizado y es solamente fuerte y eficaz para la defensa de sus intereses profesionales, cuando está unificado en una gran central obrera.
Las organizaciones de trabajadores van constituyendo en la República la inmensa red, que forma la espina dorsal de su trabajo. Por eso, compañeros, estas organizaciones, cada día animadas de un mayor perfeccionamiento, de una mayor responsabilidad, de un trabajo más efectivo y real en la defensa de los intereses de los trabajadores, constituye la organización básica del pueblo argentino. Por esa razón, compañeros, vamos d iariamente progresando en las organizaciones, cuantitativamente, y en sus dirigentes, cualitativamente. Las organizaciones obreras no valen tanto por el número de adherentes como por la clase, la capacidad y la honradez de los dirigentes que poseen. Y de todos los progresos que voy observando en estas organizaciones, la que avanza con mayor ritmo, con una seguridad más firme, es, precisamente, la capacitación de los dirigentes sindicales.
La existencia de numerosas escuelas sindicales a lo largo de todo el país será una verdadera bendición para nuestros trabajadores. No solamente tendrán hombres capaces y honrados para encuadrar y dirigir las organizaciones, sino que la cultura social del pueblo se irá elevando paulatinamente hasta constituir una masa culta, definitivamente culta en los humildes de la Patria.
Por eso, compañeros, no es suficiente organizarse, es menester dentro de las organizaciones trabajar todos los días para perfeccionarlas y ampliarlas hasta su limite máximo. Voy viendo a lo largo de toda la República como surgen los sindicatos de los compañeros trabajadores y como estos sindicatos, al contrario de toda otra organización, trabajan por la aglutinación del pueblo para desarrollar la solidaridad humana entre los humildes de la Patria, para que los que tenemos la fortuna inmensa de ser humildes de corazón no descendamos jamás de esa humildad que es la más grande de nuestras fuerzas. Esa, compañeros, esa humildad es nuestra fuerza. Dios nos libre el día en que la soberbia pudiera llegar a nosotros, y eso, compañeros, yo sé que no hace llegar. Tienen esa humildad que hace buenos a los hombres, que los hace solidarios, que los hace animados de esa fortaleza inmensa que es la verdadera humildad de corazón.
Yo quisiera, compañeros, que todos mis hermanos los argentinos se sientan hombres humildes y de trabajo ¡Cuánto bien para la República acarrearíz nos a lo largo de los tiempos si ninguno abandonara su puesto de trabajo¡ Cuando hemos dicho que la suprema dignidad que propugnamos es el trabajo, hemos querido significar que para nosotros no existe ninguna otra dignidad que pueda igualarla; las demás dignidades las dan los hombres; esta dignidad la da Dios, de acuerdo como cada uno se pronuncie.
Yo he dicho, compañeros, que el año 1954 debe ser el año de la solidaridad nacional. Cuando he dicho eso he querido significar que todos, ya sea colectiva como individualmente, o sea a través de las organizaciones o a través de nuestros actos individuales, trabajemos porque los argentinos se unan en la tarea común de hacer la felicidad del pueblo y de labrar la grandeza de la Nación. Por eso, compañeros, la consigna de estos tiempos ha de ser para nosotros olvidar agravios, perdonar a nuestros propios enemigos y dedicarnos con todo el corazón a hacer de esta comunidad argentina, una comunidad modelo por su solidaridad, por su humildad y por su bondad. Que todas nuestras organizaciones, interpretando la consigna de la hora, se dediquen a ello, es todo cuanto les pido.
Y compañeros, yo no quiero abandonar Rosario sin dejarles el eterno recuerdo que guardo a esta tierra maravillosa. No olvidaré nunca que aquí recibí el bautismo cuando los trabajadores rosarinos me hicieron el más insigne de los honores al declararme el Primer Trabajador Argentino. Y yo, compañeros, jamás he aspirado a mayor honor y a mayor dignidad que la de ser un modesto y humilde trabajador de mi Patria. Por eso guardo siempre un lugar de privilegio para los compañeros rosarinos que me han hecho el honor de decirme cuánto yo ambicionaba. Por eso, compañeros, como debo seguir viaje. . (en ese momento se oyen insistentes voces solicitando una permanencia más prolongada del presidenta en nuestra ciudad) . . .¡Ojalá pudiera quedarme !, pero me están esperando muchas cosas allá en Buenos Aires.
Compañeros, yo les prometo que pronto voy a hacer una visita más larga a Rosario, voy a venir para inaugurar el Monumento a la Bandera con ustedes, y antes voy a venir por la Fundación, para inaugurarle sus casas. Y ahora, compañeros, les agradezco profundamente la amabilidad que han tenido de llegar hasta acá, pero como solamente faltan 10 minutos para el tren, me despido de ustedes, hasta pronto, dejándoles un abrazo fuerte sobre mi corazón".1
Cuando el general Perón abandona -a el edificio de la Jefatura, vuelven a repetirse las manifestaciones de entusiasmo de los millares de personas ubicadas en las adyacencias. Estas demostraciones se van renovando en todo el trayecto de regreso a la estación, así como cuando el jefe de Estado desciende del vehículo juntamente con el gobernador y demás acompañantes.
"—Perón estaba allí, en,, la explanada de la estación Rosario Norte, saludando como siempre lo hacía él a la gente, con los brazos en alto, cuando vio a dos viejitos, que empujando a los policías que hacían cordón, hacían fuerza por aceréarsele. Perón, vivo como era, les hizo señas a la policía para que los dejaran pasar. Corrieron los viejitos y Perón los abrazó. Eran los padres de un muchacho que estaba preso por asesinato, pero todavía estaba en la cárcel de la calle Riccheri porque la causa no estaba terminado creo. El caso había sido famoso en esos días.
—,Y, qué pasó?
—La viejita le dio una carta a Perón, y éste se la guardó en el bolsillo. Después, los mandó de vuelta a su casa en el propio coche en que él había venido.
—Y la gente?
.—La gente? Gritaban todos como locos. Si hasta entonces había gritado, ahora era algo imposible de describir. Se sacaban los sacos y los tiraban al aire. . . una cosa nunca vista.
—Se supo qué pasó con el preso?
—Al poco tiempo, salió en libertad".2
Ya en el interior de la estación, en la que es esperado por las demás autoridades que se han anticipado a regresar,-el visitante debe retribuir las múltiples demostraciones de simpatía, evidenciándose una vez más su impresión por la cordial acogida dispensada. Instantes después, Perón asciende al vagón presidencial, seguido por el gobernador Cárcamo, el intendente municipal Brites, el cardenal Caggiano y otras personalidades, quienes departen brevemente con el presidente de la República.
A las 13,15 el convoy inicia la marcha y se va alejando de la estación entre los vítores de la concurrencia, los acordes de una marcha que ejecuta la banda de la repartición policial y el agitar de pañuelos de los asistentes. Cuando el tren cubre los últimos tramos de la estación, puede verse todavía al general Perón, saludando, con su habitual gesto de cordialidad a las autoridades y al pueblo que tan calurosarmente lo había acogido momentos antes.
A las 16.05, con casi una hora de retraso, el tren presidencial pasa por la localidad de Río Tala. El convoy debe avanzar a marcha lenta ya que —como ha venido sucediendo desde que salió de Santiago del Estero— en ambos lados del terraplén ferroviario se encuentra estacionado un público numeroso que aguarda su paso para exteriorizar su simpatía por el jefe de Estado. En la estación local, el presidente saluda a la población allí reunida asomándose a una de las ventanillas del coche, mientras, el tren, a paso de hombre, sigue viaje en demanda de Baradero, la primera estación en la ruta a Buenos Aires.
El andén número 1 de la estación Presidente Perón (ex Retiro) está completamente cubierto por una entusiasta muchedumbre que portando cartelones y con estribillos en los labios aclaman el nombre del primer mandatario argentino. Los cordones policiales son prácticamente cortados cuando, a las 19.20, hace su entrada a la estación el tren presidencial. Mujeres, hombres y niños, se han dado cita en el lugar para tributar un multitudinario recibimiento al presidente argentino que ha cumplido otra etapa de su gestión de gobierno que los acontecimientos llevarán a un final no esperado por muchos, y vaticinado por otros. Mientras el fascismo europeo ha pasado a mejor vida, el argentino, que es nada más que un reflejo de aquel, irá eclipsándose por puro determinismo histórico.
En Rosario, donde todas las actividades habían cesado entre las 6 y a las 18 —con excepción de los servicios públicos imprescindibles, de acuerdo con lo dispuesto por la delegación regional de la Confederación General de Trabajo en homenaje al presidente de la República —vuelven a reanudarse lentamente. La ciudad recupera su ritmo normal. La visita presidencial ha pasado. Como un sueño.
NOTAS
1 Perón no volverá a Rosario. El Monumento a la Bandera será inaugurado el 20 de junio de 1957 por el presidente provisional, general Pedro Eugenio Aramburu.
2 Testimonio de Domingo Angirama. 12.7.1 962.
Fuente: Extraído del Libro “ El Rosario de Satanas Tomo II . Editorial Fundación Ross.