Aquel floreciente negocio iniciado por la
Sociedad Varsovia de Trauman a comienzos del siglo XX y que tenía al comercio
sexual como ingrediente esencial, iba a sufrir otros sobresaltos además de la
escisión de rusos y rumanos. En 1927, la ya mencionada sociedad israelita
encargada de la protección de las muchachas de ese origen, presidida para
entonces por Selig Ganopol y creada para amparar a las jóvenes en peligro de
caer en las redes prostibularias, deja oir su indignada voz de protesta acerca
de las actividades de la cofradía de rufianes comandada primeramente por el ex
anarquista Trauman (definitivamente olvidado a esa altura de un pasado que lo
vinculara a Plejanov y a otros teóricos semejantes), por Luis Migdal luego y
por Simón Brutkevich entonces.
La
denuncia de Ganopol motoriza una investigación oficial que no pasa de una
ficción: los sólidos contactos de Trauman diluyen las inspecciones y
allanamientos previstos (de los que por otra parte recibe avisos anticipados de
los propios funcionarios comisionados para llevarlos a
cabo) y la sociedad de tratantes sigue teniendo, por lo menos por algunos
años, la impunidad habitual.
Sin embargo, algunas de las voces condenatorias
del mundo prostibulario venían incluso de antes. En 1913, por ejemplo, la misma
organización judía
describía en una publicación el escarnio a que eran sometidas las jóvenes
mujeres en los "quilombos" argentinos: Las muchachas laminan entre la multitud de hombres, en distintos grados de desnudez.
Si se tiene en cuenta que en uno de esos locales caben entre
50 y 150 hombres puede imaginarse cuántas veces por noche las muchachas tienen que someterse a
ese contacto inmoral.
Poco antes, en 1911, el denominado "Comité
Argentino de Moralidad Pública", que propulsaba la lucha contra la trata de
blancas, denunciaba a través de su revista Luz y Sombras, dirigida por Joaquín
Fontenla, la condición de sometimiento de miles de mujeres que ejercían el
comercio sexual en la Argentina bajo el férreo control de las organizaciones de
rufianes.
También
en 1927,1a protesta por la existencia de la Varsovia procede de alguien mucho
más representativo en lo institucional, el ministro de la República de Polonia
en la Argentina, Ladislao Mazurckiewicz, quien el 30 de agosto aprovecha una
conferencia para señalar a
las autoridades el desprestigio que significaba para su país el hecho de que
semejante organización delictiva llevara el nombre de la capital polaca...
La
reacción de Trauman y sus socios no se demoró: la Varsovia solicitó
autorización para el cambio de denominación de la misma por la de "Zwi
Migdal", nombre con el que enfrentaría el ocaso di I negocio prostibulario
en el país después de 1930, y con el que seria conocida como símbolo de poder
económico y de influencia en los más altos niveles oficiales, desde los
despachos ministeriales o el Congreso a la justicia y desde la policía a las
autoridades de inmigración. Dos años después, en agosto de 1929, el gobierno
bonaerense (debe recordarse que la
organización tenía su sede administrativa de Avellaneda) autorizó formalmente
un cambio que ya se había producido en los hechos.
El
Migdal que daría nombre a la nueva sociedad era Luis Migdal quien
como se señalara la presidiera en uno de sus períodos, y a quien Jozami sindica
como el jefe indiscutido de la Sociedad Varsovia, a quien se
debió que la sociedad quedara en manos de todos
los individuos que buscando amparo no veían otra finalidad que explotar
víctimas incautas; fue grana: a u visión comercial, podría decirse, el primero
que planteó la internacional de trantantes de blancas. Un
mérito por cierto dudoso que otros asignan en exclusividad al ex
ácrata Trauman.
No es menos difundida
la opinión de que "zwi migdal" no se sino la definición en iddish de "gran fuerza",
calificativo que
cabía
perfectamente también a aquella aceitada organización de tratantes de blancas. El mismo
Jozami, en su novela ¡Vendida!, título que se vincula con los remates
de mujeres, lo retrata como una persona carácter excepcional; su rostro, de una palidez aristocrática delataba al
hombre de rasgos suaves pero enérgicos. Migdal, cuyo espíritu se agrandaba
frente a las dificultades, era ya en aquel tiempo el jefe indiscutido dentro
del ambiente corrompido de la Sociedad Varsovia y su palabra era escuchada y
obedecida.
La
Varsovia, como luego la Zwi Migdal, era esencialmente "la sociedad de los
polacos" y no por ser reiterada su mención cuando se habla de prostitución
en el país deben omitirse las páginas que el francés Albert Londres dedicara a
la trata de blancas, en forma contemporánea con el apogeo de la misma, en las
que a despecho de una prosa a veces hiperbólica se denuncia la actividad de
esas asociaciones disimuladas bajo fachadas de respetabilidad.
En El camino de Buenos
Aires, escrito en 1927, el periodista nacido en Vichy en
1884, apuntaba: No hay un solo polaco en Buenos Aires que no
tenga cinco o seis mujeres. O siete u ocho. Oficialmente, se dicen comerciantes
de pieles. La piel, es verdad, es también pellejo, pellejos humanos son sus
negocios; como comerciantes, desembarcan en Varsovia. En Varsovia, en Cracovia,
en Lodz, algunas viejas que ellos pagan todo el año, no tienen otra profesión
que señalarles la buena mercancía: "Esta casa no vale nada: las hijas no
tienen buena salud. Desconfiad de esta familia: los padres tienen la intención
de pedir caro. Pero allí y allí y más allá encontrarás lo que te conviene.
Llévate a la menor, la mayor es perezosa. Te la vigilé como si fuese una fruta
en el árbol: solamente hay que recogerla..."
Horacio Vázquez Rial
indica que en su visita a la Argentina Londres no se introdujo demasiado en los
laberintos de la Varsovia y la Zwi Migdal, conviviendo en cambio con los
rufianes franceses y sus mujeres: Iba a comer con ellas,
a veces en las mismas casas en que las damas recibían a sus clientes; no en los
grandes burdeles sino en las casas en que atiende una sola mujer. Son las
francesas las más caras: los hombres pagan i meo pesos por unos minutos en su
compañía. Bordeando la condición paria islán las putas criollas: un peso. Las de clase simplemente inferior, la
gran mayoría, las populares, las razonables, son las polacas: dos pesos. Albert
Londres menta sus historias: la seducción o la compra o la boda amañada. Es el
sexo ni
la era industrial, lo que Barthes incluye en la sodomización en serie
del discurso de Sade.
Londres describiría en su libro, ya constituido
en un clásico, la existencia de una red prostibularia francesa,"Le
Milieu", que operaba desde
la
ciudad-puerto de Marsella: formada por un grupo de
hombres que negocia con mujeres en forma bastante abierta: es una corporación.
Más aún ¡es un Estado! Trabajan con mujeres que, por alguna razón, están desesperadas.
Las mandan vía Santander, Bilbao, La Carogne, Vigo y Lisboa. Ese es "el
camino de Buenos Aires". Guy destaca empero que a pesar de los informes de Londres, o más precisamente por sus
tendencias chauvinistas y tolerantes, el papel de los franceses en la trata de
blancas rara vez fue tan condenado como el de los traficantes judíos.
La propia Sociedad de
las Naciones publicaría un informe, en 1909, en el que se señalaba que las investigaciones en el submundo de París mostraron un constante ir
y venir de sosteneurs en busca de mujeres a quienes resultaba ventajoso llevar al
extranjero para ejercer la prostitución. Muy a menudo se procuran mujeres que
ya son prostitutas y mayores de edad y que dan su beneplácito, pero algunas
veces consiguen menores y mujeres inexpertas. Están en contacto con
traficantes en muchos otros países como Polonia, Egipto y la Argentina, y
actúan como intermediarios y agentes para asistir y facilitar este tráfico
internacional.
Londres, al entrevistarse con los rufianes
franceses de Buenos Aires, da a éstos la oportunidad de mostrarse como
comprensivos guardianes de sus pupilas, evitándoles las tentaciones de vicios
diversos y protegiéndolas de un modo mucho más humanitarios que los tratantes
de origen judío: Tenemos que ser administradores, instructores, expertos en higiene y
sostenes, testimonian
ante su compatriota, impidiendo que las mujeres Caigan en el vicio. ¿Qué hacen sin nosotros? Fuman,
beben, bailan, toman cocaína, flirtean y hasta tienen asuntos entre sí. El
mismo Goldar insiste así mismo en la diferenciación entre los rufianes
franceses y sus colegas criollos y polacos:
Los franceses no sólo comerciaban entre ellos; constituían un nucleamiento profesional prestigiado. Algo liberales por herencia
cultural, no tenían la brutal rigidez autocrática de los polacos ni el
anarquismo doméstico de los criollos.
No
excluiría el periodista y escritor a Rosario de su mención
como
centro prostibulario en la Argentina. En su libro, Londres con
signa
un viaje a la ciudad acompañando a uno de los tantos rufianes franceses
con
negocios en Buenos Aires, Robert Le Bleu, y su visita .a
un prostíbulo rosarino que no es difícil identificar
como el Madaim Safo, si se tiene en cuenta que era el único (o por lo menos el
que mayor proporción de pupilas de esa nacionalidad contaba entre sus Mujeres) que
se preciaba de su "mercadería" francesa: Abrimos la punid ¡Cuan dulce es, estando lejos de
casa, encontrar una pequeña patria. Ahí dentro todo el mundo hablaba francés, escribe,
para agregar un dato no menor, que abona la leyenda de una madame Safo: La patrona era de Montmartre. Londres
es también meticuloso al señalar que en el plantel se contaban muchachas
provenientes de la Bretaña, la Alsacia francesa, París, Niza y Compiégne.
El libro de Londres,
más allá de sus buenas intenciones, resultó una versión parcial de la
explotación prostibularia y su énfasis en las actividades de tratantes y
prostitutas de origen judío, y la omisión de que buena parte de ambas
actividades eran ejercidas por rufianes y pupilas criollas serían comunes a
otros libros posteriores, como el mencionado de Alsogaray y los de Victorio
Luis Bessero, Los tratantes de blancas en Buenos Aires, y
Ernesto M. Pareja, La prostitución en
Buenos Aires, que, como señala Guy, se concentraban en la prostitución judía porque el antisemitismo
surgía con facilidad en la Argentina católica y crecientemente nacionalista.
Mientras se criticaba a los inmigrantes judíos, se defendía de manera implícita
la moral de los nativos, aun cuando los rufianes, madamas y prostitutas
locales, durante mucho tiempo, hubieran sido parte de la prostitución tanto
autorizada como clandestina. Más allá de los motivos personales, estos libros
reforzaban un estereotipo del tratante de blancas y de la prostituta como
típicamente judíos...
Pese a lo compartible de la opinión de Guy
aludiendo a la parcialidad del escritor francés en este tema, el hoy
injustamente olvidado Albert Londres fue uno de los más notables reporteros de
la primera mitad del siglo XX: enviado especial a la Primera Guerra Mundial después
de la batalla del Marne; investigador de las injusticias y condiciones de vida
de los confinados en el penal de la Isla del Diablo, en Cayena, y de los
encarcelados en las colonias penitenciarias de Beribi, en el norte africano;
testigo y buceador del apogeo de la "mala vida" en la Argentina;
denunciante de la situación de las aldeas de los judíos salvajes en Rumania y Bulgaria y
del tráfico de negros en África y el Caribe poco tiempo después.
Fue asimismo visitante de la China en 1925 y
1932, en el inicio de la guerra chino-japonesa, cuando se vincula con el
ejército revolucionario y conoce y dialoga con un dirigente llamado Mao
Zedong, luego conocido como Mao Tse Tung. Es precisamente al regreso de su
aventura china cuando muere en forma trágica en el incendio y posterior
hundimiento del paquebote "Georges Phillipar", en la noche del 15 de
mayo de 1932.
El buque se incendió. Los pasajeros tenían esperanza, la tierra no
estaba lejos; con prisa buscaron asiento en los botes y Londres encontró lugar
en uno de ellos. De pronto, recordó sus sagradas posesiones, sus papeles:
habían quedado en el camarote, en el barco que se hundía. El periodista se echó
al agua. Nunca más lo volvieron a ver. Con él, debe de haberse perdido un libro
intenso, como todos los demás, pleno de contrastes, inclusive algo tremendista.
Ese era su estilo. Sus críticos, envidiosos quizás, acuñaron el término londrismo para referirse a él. Lo de londrista tiene algo de violento, mucho de veraz, un toque
de ingenuo asombro ante las cosas de la vida, cierta pompa retórica y una
filosofa, suma de sentido común y moral vulgar, llamada a ganar público, una
enorme fe en el trabajo periodístico como factor de reforma de la sociedad y de
la historia.
(Gustavo González Toro:
"El camino de Buenos Aires", en revista Co&Co, Barcelona, septiembre de 1993)
Lo cierto es que los
polacos de la Varsovia y de la Zwi habían conseguido, entre 1910 y 1930,
regentear cientos de prostíbulos en la Capital Federal, la provincia de Buenos
Aires y el interior del país. Jozami enumera, con alguna exageración en el caso
rosarino: En Bahía Blanca gobernaba Kloter Leille, dueño de alrededor de 20 establecimientos
diseminados por las poblaciones de fuárez, González Catán, Tres Arroyos y
Olavarría. En Rosario, en el barrio de Súnchales, había 80 prostíbulos de polacos.
La zona de Ensenada era el terror para las mujeres. En su calle principal, la
calle Industria, poco iluminada, abren sus puertas "Le chat noir", "Le lion d'or", "Au
bon ami", etc. La
calle Industria es el centro de un pequeño mundo; tiene peregrinos que vienen
de Buenos Aires sin contar con el prestigio que ha adquirido en el extranjero.
Hacia
los años del Centenario, los polacos eran propietarios de muchos prostíbulos en el país, incluidos los que
regenteaban en Rosario, y habían copado prácticamente el porteño barrio de la
Boca . En los cafetines, consigna Jozami en su novela citada, las polacas hacían la pareja para el baile, ocupaban los burdeles de
dos pesos y la semioscuridad de los palcos del cinematógrafo donde se daban películas pornográficas.
No
hay dudas acerca de que tanto Rubinstein como otros miembros de la Asquenasum y
la Migdal fueron también dueños di "quilombos" rosarinos entre 1920 y
1930 o tenían a muchas de SUI
pupilas trabajando en algunos de los establecimientos de la sociedad rufianesca o los controlaban a través de
testaferros también de origen
judío. La imposibilidad de constatarlo, a tantos años de distancia, no radica
solamente en la ausencia de documentación sobre el particular sino también en el hecho de que muchos
de ellos delegaban el manejo
de esos negocios a una madama, que pasaba a ser vista como dueña, como
ocurriera en el caso del legendario "Madame Safo".
Lo cierto es que los
rufianes polacos, los "caftens",y la prostitución denominada polaca, que era procedente de Polonia, Lituania, Rumania u otras tierras del
Oriente europeo, era la más ínfima, la más baja, la más ruin,, si es posible
aplicar ese adjetivo a un ser humano. Además, los proxenetas polacos fueron
los últimos en llegar, luego que en los Estados Unidos fue abolida la
prostitución. Aquí, para competir, tuvieron que recurrir a los precios más
bajos. De otra manera, nada podían con los criollos y, menos, con los franceses, importadores de mercadería fina,
a la que cuidaban y presentaban con lujo, afirma
Suárez Dañero.
Toda la repelencia se vuelca sobre el caften, al cual, séalo o no, se
le asigna la nacionalidad polaca. Constituían tribu aparte. Los separaba hasta
el origen. En el proxenetismo, durante años, se hizo racismo. No isposible
desconocer el hecho; incurrieron en él todos: los cafishios criollos y los macrós franceses. Rivales entre sí, uníanse
para arremeter contra el repelente caften. Lo cierto es que detrás de esa
rivalidad, existían motivos esencialmente mercantiles. Cuestión de precios.
Hacían trabajar a sus mujeres por una miseria, a veces por uno o dos pesos.
Arruinaban la industria y las arruinaban a ellas. La ordenanza municipal
porteña de 1909, que implantó las famosas casitas, los prostíbulos
individuales, fe la cace les abrió el mercado. Afortunadamente, por contados
años.
(E. M. Suárez Dañero:Eleafishio, Colección Hoy Días, Bueno
Fuente: extraído de libro rosario del
900 a la “década infame” tomo VI editado 2005 por la Editorial homo
Sapiens Ediciones