A todos ellos se agregarían los recreos, otros ámbitos de emetenimiento
para los rosarinos de comienzos de siglo y años postenores. en
los que "dar cine" se convertía en una buena inversión para la temporada
veraniega. Se iba a ver cine entonces al Recreo de los Baños del Saladillo, donde también se
combatía la canícula con un chapuzón: el Recreo Echesortu, cuyo emplazamiento coincidiría, en el tiempo, con el del Cine Echesortu, una gran sala destinada hoy a otros usos; el Recreo Arroyito, lindante con el puente que salvaba el arroyo Ludueña, en lo que muchos
calificaban como los extramuros del Rosario; el Recreo La Floresta,
en Maipú al 1800, cuyo
nombre hacía poética alusión a su enclave, en medio de una nutrida arboleda;
el Recreo Edén Argentino,
en San Martín entre
Montevideo y Avda. Pellegrini, o el Pabellón Argentino de Córdoba y Paraguay.
Podría añadirse a la
lista el Recreo de la Montañita del Parque
Independencia, al que en 1910 se conocía también como Confitería del Parque .
Su existencia fue larga y en 1921 La Capital lo
publicitaba aún como "biógrafo al aire libre, el mejor y más antiguo de la
ciudad..." Es en esa primera década del siglo y mucho más a partir de
1910 cuando comienzan a ser instaladas las llamadas ya salas cinematográficas a secas, algunas de las cuales perdurarían hasta no hace muchos años
mientras otras pasaban a convertirse en gimnasios, supermercados, confiterías
bailables o templos evangelistas, todo por el mismo precio...
Contemporáneos
de ellas eran aquellos locales que proyectaban también cine como un agregado a
su quehacer cotidiano.
Era el caso del Cinema Colón, en San Martín Cuello.
Al Belgrano se agregaban el Biógrafo El Águila, en Avda. Pellegrini
1480; el 1845, y el Café Belgrano. en San Martín 1095.
al que sucederá el cine del mismo
nombre.
San Martín era por
entonces, además de la calle del Mercado -primero
Sud y después Central-
y de los bancos y casas de cambio, una especie de calle Lavalle porteña,
donde abundaban los cines y en el Café Belgrano. poco antes de su cierre, se
estrenaría en 1912 una de las primeras películas
argentinas: la epopeya del gaucho Juan Cinematógrafo La Plata,
cuyo nombre respondía a
la calle donde estaba ubicado -luego nominada Ovidio Lagos- y que se llamaría Edison primero
y Cine Gardel después...
Se mezclaban todavía
entre 1910 y 1920, como lugares donde se proyectaban filmes, el Edén Park, de
Avda. Pellegrini al 1200; el Cine Mitre en Jujuy y Pichincha
donde se percibían aromas prostibularios, o el Pabellón de las Rosas, en las proximidades del Parque Independencia. A e se sumarían año a
año, cuando no mes a mes, algunos con nombres que aún despiertan cierta
resonancia memoriosa. Son los casos del Edén, en
Salta 1740; La Estrella,
en Jujuy y Bvard. Oroñó, también llamado después Modelo; el Ideal, de
San Martín entre Zeballos y Montevideo; el Pampero, en
Güemes 2344, que también sufriría mudanzas en su nomenclatura, ya que se llamó
sucesivamente El Favorito, hacia 1918, y luego Libertad, en
homenaje a Libertad Lamarque. en los años de sus
primeros triunfos, anteriores a 1930.
Hacia 1920 los rosarinos ya podían decirse unos a otros Voy al cine o ¿Vamos al cine?, sabiendo que estaban hablando de ir a un lugar específicamente
preparado para recibir espectadores en condiciones de comodidad e higiene más
o menos gratificantes según los locales. Esos cines de finales de la primera
década y sobre todo de finales de la segunda, albergaban asimismo a las
primeras generaciones de cinéfilos rosarinos, quienes
generarían después instituciones como los cine-clubes o cine-arte.
El Palace Theatre. uno de esos recintos, en Córdoba al 1300, publicitaba en los años de la II Guerra
Mundial, junto a las películas sobre el conflicto bélico, atractivos como
"Los misterios del Circo Real", en 10 episodios, o "La mujer
joya", en 25 entregas, interminables sagas fílmicas que mantenían en vilo
a la audiencia durante días y días. Otro tanto hacía el Smart. en
Rioja 960. conocido luego como Social Theatre. en el mismo predio que
ocuparía años después el Cine Astral.
En esos años, la ciudad
tenía sus estrellas predilectas, desde las norteamericanas Pearl White, perseguida por la famosa "mano que aprieta", a Mary Pickford, Theda Bara, Clara Bow, Lilian Harvey, Constance
Talmadge. Dororthy Green Gloria Swanson; la danesa Asta Nielsen y muchas otras.
Los fervores de la platea femenina, en cambio, se dirigían a dos
galanes paradigmáticos de los primeros treinta años del
cine: Douglas Fairbanks, por un lado, y el italiano Rodolfo Valentino. No menos célebres serían
otros "amantes latinos" como Ramón Novarro o Ricardo Cortez, aunque nadie
destronaría del corazón de chicos y adolescentes a los héroes del entonces
incipiente "werstern": William Farnun, William
Hart, Tom Mix.
Fuente: Extraído de la Colección “Vida
Cotidiana de 1900-1930 del Autor Rafael Ielpi del fascículo N• 11