Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

Vistas de página en total

miércoles, 18 de agosto de 2021

"La batalla de Rosario"

 




Por Rafael Ielpi


De ese modo llamaría la revista "Boom", en junio de 1969, a los sucesos que, en mayo de ese año, conmoverían a la ciudad con una sucesión de enfrentamientos entre estudiantes, obreros y ciudadanos con la policía y el saldo de dos jóvenes abatidos por una irracional represión: el estudiante Adolfo Bello y el obrero Luis Norberto Blanco.

Otra vez sería la protesta estudiantil la que desataría en Rosario, como en otras ciudades, una solidaridad generalizada en la que se unían las reivindicaciones que los jóvenes exigían para la Universidad, el disconformismo creciente hacia un gobierno sin sustento popular y la acción de los sindicatos combativos, en especial desde Córdoba.

El detonante, esta vez, sería Corrientes, donde las quejas de los universitarios por el aumento desmedido que se pretendía imponer en el comedor universitario se fueron intensificando a comienzos de mayo ante la tozudez y soberbia del rector Carlos Walker. El 15, finalmente, la policía mata de un balazo, en uno de los tantos enfrentamientos, al estudiante Juan José Cabral y su muerte desata, sobre todo el 16 y 17 de mayo, jornadas sangrientas en Rosario.

El 16, la agitación estudiantil es evidente, con manifestaciones de repudio, tensión en las escaramuzas con la policía, y la difusión de la suspensión de las clases hasta el lunes 19, medida que según Cantini estaba destinada a exhortar a todos los que participan de la vida universitaria a agotar las vías de solución pacífica para que nunca más haya que lamentar desgracias como las que en este momento pesan sobre la Universidad Nacional del Nordeste. El sábado 17, húmedo y caluroso, el centro de la ciudad es escenario de una serie de actos relámpago, en los que los estudiantes arrojan volantes y se desplazan a los gritos de ¡Asesinos!, ¡Asesinos!, contra los uniformados. Paralelamente una enfervorizada asamblea en el Comedor Universitario de Corrientes al 700 finaliza con los universitarios en la calle, enfrentados a una policía que no tiene empacho en desenfundar prontamente sus armas.

La revista "Boom", en una exhaustiva cobertura, narra esos momentos que culminarían trágicamente: Un grupo perseguido por algunos policías que han llegado para reforzar a sus escasos pares, corre por Corrientes hacia el sur y dobla por Córdoba. En ese grupo está Adolfo Ramón Bello, un estudiante de Ciencias Económicas. La desesperación se apodera de todo el mundo, estudiantes y ocasionales transeúntes. Desde Entre Ríos, por Córdoba, aparecen más efectivos policiales en un coche, abriendo fuego desde las puertas traseras. El grupo que huye se detiene e intenta volver sobre sus pasos pero está rodeado.

Bello y sus compañeros -prosigue la crónica-, junto con numerosos hombres y mujeres se dirigen hacia el interior de la galería Melipal, que tiene una sola boca de entrada y salida. Varios agentes cierran esa única escapatoria mientras otros, entre los que se encuentra el oficial inspector Juan Agustín Lezcano, recorren la galería acorralando a la gente en su parte final y descargando sus garrotes sobre todo lo que se encuentra a mano. En medio de esa confusión de insultos, gritos y llantos, suena un tiro y aumentan los alaridos: en el suelo, a un costado de la puerta que da acceso a la escalera que conduce a los pisos superiores, con la cara bañada en sangre, yace un joven. Viste pantalón vaquero y camisa clara: es Adolfo Ramón Bello.

Su matador, el mencionado Lezcano, sería justificado en un burdo comunicado de la Jefatura de Policía rosarina el 18 de mayo, que contribuiría a aumentar la indignación general. Mientras tanto, internado en la Asistencia Pública, Bello era operado por el doctor Alfredo Yáñez en un infructuoso intento por salvar su vida, que se extinguiría a las 19.30. Rodeando el edificio, esperaban estudiantes y público a los que un impresionante operativo policial obligó a circular primero y a retirarse después. Rosario asistía a una ola de irritación popular que amenazaba con desbordarse en cualquier momento.

Ese clima se palparía en los días siguientes, sobre todo después de las declaraciones del ministro del Interior Guillermo Borda quien anuncia al país: Todo lo que altere la vida de las aulas será enérgicamente reprimido. No es posible confundir inquietudes con violencia. Es ésta la que debe extfrparse de la Universidad, porque ya se sabe que, desgraciadamente, la violencia engendra violencia.

Al paro anunciado por la CGT rosarina para el 23 de mayo se agregaría el llamado a una "Marcha del silencio", a la que adhirieron entidades profesionales de todas las ramas, gremiales, estudiantiles, vecinales, católicas, de profesores, de industriales y comerciantes, para el miércoles 21. El 20 de mayo, la policía desaparece de las calles de la ciudad y pueden realizarse sin incidentes una concentración de estudiantes secundarios, varias colectas en el centro de la ciudad, un homenaje a Bello en la galería "Melipal" y dos ollas populares en reemplazo del comedor universitario clausurado por orden del rectorado. Muy distintos serían los hechos del día siguiente.

Cerca de las 6 de la tarde, hora de la convocatoria, más de 2.000 personas se agrupaban en la esquina de Córdoba y Maipú, colmando incluso las escalinatas del edificio del Jockey Club, mientras seguía engrosándose la columna. Un impresionante operativo policial ocupaba mientras tanto la esquina de Córdoba y Laprida, señalada como punto de concentración por los organizadores. La multitud, en sus estribaciones finales, alcanzaba casi la calle Corrientes, cinco cuadras más hacia el oeste. A las 18 en punto, un silencio total señaló el inicio del acto, cortado apenas por algunos gritos hostiles a la policía, prontamente reprimidos por los propios manifestantes.

Sin previo aviso, la policía lanza cuatro bombas de gases lacrimógenos que provocan las primeras reacciones de protesta. Pese a ello, la concentración se mantiene en silencio, muchos de sus integrantes sentados en la calle, hasta que se renuevan las bombas indiscriminadamente y se produce el desbande, la ira y la confusión de la gente. La columna retrocede hasta calle San Martín y a partir de ese momento se suceden agrupamientos en casi todas las esquinas céntricas, mientras se reiteran los ataques policiales y los insultos de los agredidos. Desde las ventanas de casas y edificios comienzan a arrojarse papeles encendidos, maderas, trapos, para alimentar las hogueras que simbolizaban la protesta ciudadana generalizada.

La policía es impotente para contener todos los focos e incluso los bomberos convocados con sus autobombas son obligados a retirarse casi en desbande por la gente. A las 9 y media de la noche la policía desaparece prácticamente de las calles de Rosario: en ese momento de la jornada, eran las 10 de la noche del miércoles, puntualizaba "Boom", la segunda ciudad de la Argentina estaba prácticamente tomada. Pero faltaba aún lo que la revista define como el último y sangriento acto de la jornada.

Cerca de las 21.30 un grupo de manifestantes intenta la toma de a radio LT8, en Córdoba entre Italia y Dorrego, mientras otro trata de organizar una marcha hacia la cercana Jefatura de Policía, que no se concreta. Alertada la policía, las columnas son detenidas antes de llegar a la última arteria citada, donde comienzan a escucharse los numerosos disparos policiales y el estruendo de las bombas de gases. Alcanzado por el tiroteo, cae un joven de aspecto aniñado, que es llevado prontamente al cercano Sanatorio Palace, en cuyo ingreso los agentes vuelven a agredir a quienes transportan el cuerpo ya exánime, incluyendo al médico Aníbal Reinaldo.

Ya en el interior, se constata la existencia de varios heridos por las balas policiales, inclusive uno de sus propios miembros, y de un muerto: el obrero metalúrgico Luis Norberto Blanco, de 15 años. Recién después de su muerte, mucho después incluso que uno de los sacerdotes disidentes de Rosario, el padre Rogelio Parenti, le administrara póstumamente los sacramentos, la ciudad pudo tomar conciencia de que el saldo había sido esta vez incalculable. Habían matado prácticamente a un niño, sentencia "Boom".

El 22, Rosario había perdido su perfil habitual para convertirse en "zona de emergencia" bajo el control militar del II Cuerpo de Ejército, cuyo comandante Roberto Aníbal Fonseca quedó a cargo de la seguridad y el orden de la ciudad. La policía local, desplazada por su desprestigio a tareas de vigilancia en instituciones, es reemplazada por la Gendarmería Nacional y la Policía Federal, que esa misma tarde reprimiría violentamente algunos conatos de agrupamientos en el centro, protagonizando asimismo un intenso tiroteo con presuntos francotiradores apostados en Córdoba y Mitre, en los techos del edificio del Banco de Boston. A las 10 de la noche, la ciudad estaba vacía y controlada por los uniformados mientras más de un centenar de personas era detenido. El paro general decretado para el 23 de mayo contribuye a mostrar la protesta general contra la violencia del régimen pero también a extinguir los enfrentamientos violentos, situación que se consolidaría el sábado 24, cuando el "Rosariazo" comenzaba a ser historia.

Fuente: de la Colección “Vida Cotidiana de 1960-2000 del Autor Rafael Ielpi