Las manifestaciones de actividades manufactureras pueden rastrearse hasta el período colonial, cuando Rosario era poco más que una pequeña población de carácter rural, ubicada en una zona eminentemente ganadera.
Las primeras actividades artesanales orientadas a la transformación de los recursos naturales de la zona, probablemente para el abastecimiento de la propia población.
Aunque se menciona la existencia de saladeros y curtiembres en el Pago de los Arroyos, la primera noticia de una actividad “manifactura” en la Villa del Rosario, indica que Santiago de Montenegro, radicado en 1724 era propietario de una atahona.
Este primitivo molino puede considerarse el precursor de la industria molinera, que tuvo y tiene un papel tan destacado en Rosario.
Hasta que la expansión agrícola revolucionó la región., la molienda nunca superó este primitivo nivel, ya que existen menciones de instrumentos de este tipo y de sus propietarios en censos y relatos de la primera mitad del siglo XIX.
La aparición de una industria de la alimentación de tipo febril tiene su origen en las décadas de 1850 y 1860, cuando comenzó la colonización agrícola de la pampa húmeda y Rosario se transformó en puerto de ultramar y cabecera de los ferrocarriles que extendían sus líneas hacia el interior del país.
Estos acontecimientos transformaron la ciudad. Su expansión, que inicialmente se trató de dormitar por razones políticas como alternativa frente a Buenos Aires, muy pronto adquirió una dinámica propia. La afluencia inmigratoria, el crecimiento económico de la zona agrícola adyacente y la radicación de inversiones en el sistema de trasporte centralizado en Rosario, determinaron que la ciudad se convirtiera en el principal núcleo comercial y de servicios de una amplia región muy dinámica.
A fines de la década de 1850 se observa un cambio cualitativo en la actividad molinera, ya que se establecen varios molinos hidráulicos y a vapor.
Veinte años después, es decir, hacia la finalización de la década de 1870, este cambio adquiere una nueva dimensión cuando la exportación de harina hacia Brasil e Inglaterra se inició casi simultáneamente con la exportación de mmaíz y trigo. El 19 de febrero de 1878 el diario “ El Independiente”, de Rosario al informar sobre el primer embarque importante argentino a Europa decía:
“El vapor Archimedes lleva para Inglaterra una partida de trigo cosechado en las colonias de la provincia. Están igualmente cargando varios buques de ultramar fuertes cantidades de ese importante cereal, para ser también exportado a los mercados de Inglaterra. Ya nuestras harinas se han hecho conocer en los centros comerciales de Río de Janeiro, Londres y Liverpool; hoy le toca al trigo”.
En 1859, Urquiza instaló en Rosario un importante saladero, origen de la industria de la carne. Sin embargo esta rama perdió importancia en el período en que se desarrollaban las nuevas tecnologías de congelamiento para el transporte del producto.
La actividad frigorífica sólo apareció en 1924, con la instalación de la planta de la de la empresa Swift de La Plata, en la confluencia del Arroyo Saladillo con el Río Paraná.
Si bien el establecimiento está ubicado fuera de los límites del municipio, tuvo una gran importancia para la ciudad por cuanto transformó el área adyacente, donde luego se instalaron otros frigorífico. El alto empleo de mano de obrar que tiene este tipo de actividad fomentó la formación de uno de los barrios más importantes de la ciudad.
Otra de las industrias que contribuyó a la formación de un barrio, e incluso le dio su nombre, fue la de refinación de azúcar. La actividad se inició en 1889 cuando se instaló la planta de Refinería Argentina de Azúcar. Este establecimiento, cesó su actividades en 1930 sus instalaciones quedaron desocupadas hasta 1953, cuando comenzó a funcionar allí la Maltería Argentina, que produce insumos para la industria cervecera.
Esta última actividad, actualmente inexistentes, comenzó en la ciudad en 1855, cuando se instaló la primera de varias pequeñas plantas cerveceras operadas por inmigrantes, hacia fines de siglo se fundó la empresa Schlau, que tanta importancia llegó a tener en la ciudad hasta hacer una década.
Otra línea de desarrollo de la transformación de los recursos naturales fue orientada a la construcción de los recursos naturales que acompañó el avance de la expansión urbana.
La calidad de las arcillas de la barranca del río, determinó la aparición de la alfarería, que ya en 1811 se orientaba a la producción de baldosas y piezas de loza.
Hacia mediados del siglo, la forma de construcción prevaleciente en la ciudad, requirió la producción de ladrillos. Esta actividad se inició mediante el primitivo procedimiento de quemado de hornos, que aún se utiliza.
El vertiginoso crecimiento de la ciudad demandó, en los años siguientes, la instalación de fábricas a vapor, que no alcanzaban a abastecer el crecimiento demanda de esos años.
La rama se fue diversificando con la aparición, en la década de 1880 de fábrica de cerámicas y baldosas que con el tiempo permitiría el autoabastecimiento de esta producción. Una de esas fábricas fue adquirida, en 1907, por la razón “ Cerámica Alberdi SA”, y continúa operando hasta el presente
Otra industria típicamente extractiva es la de los aserraderos de los cuáles ya el Censo de 1815 da cuenta de la existencia de dos, conjuntamente con 12 carpinteros.
Hacía mediados del siglo esta actividad procesada maderas provenientes del nordeste, que llegaban hasta aquí por el río Paraná, en jangadas. En 1888 se constata el funcionamiento de tres aserraderos, uno de los cuales perteneciente a la firma Leunda y Lehaman se ubicaba en la esquina de las calles San Lorenzo y Dorrego.
A fines del siglo pasado, esta industria se expande notablemente instalándose en la calle Libertad 452 ( hoy Sarmiento), la empresa Tstoni, Chiesa y Cía cuya producción de cajas y cajones eran utilizada para el embalaje de sus cigarros y cigarrillos y que ocupaban más de 200 personas.
El incremento de la actividad portuaria de Rosario, de nacimiento a otro tipo de actividad industrial: la dedicada a la reparación de la embarcaciones.
Así es como en 1876 había 7 carpinterías navales y astilleros, destinados a suplir sólo la demanda local. A fines del siglo pasado el astillero “Santafecino” ubicado en Bajo ( hoy Av. Belgrano) construía barcos de pqueño y gran porte.
La demanda de materiales de construcción originada en la expansión urbana estuvo en los orígenes de la rama industrial que con el tiempo se convirtió en la más característica de la ciudad: la metalmecánica. En efecto, el tipo edificio prevaleciente requería de estructuras metálicas, así como de numerosas molduras, rejas, barandas, balcones, columnas, etc.
Pero la actividad industrial metalmecánica no se limita únicamente a elaborar los elementos que exigía la construcción ya que se inicia la producción de otros bienes metálicos, incluso algunos tan importantes como máquina de vapor construidas en el taller “La Fundición de Rosario” de Don Rodrigo Ross, a partir de 1867.
Waldimir C. Mikielievich señala que en 1815 “ aparecen las primeras manifestaciones en metalurgia con dos talleres de modestas dimensiones provistos de fraguas, dirigido uno de ellos por el herrero Félix Acevedo, rosarino nacido en 1791. Precursor de la poderosa industria metalúrgica, cuyo máximo exponente Acindar tuvo vida por iniciativa de otro Acevedo, el ingeniero Arturo Acevedo, que también llevó a un plano de asombrosa magnitud hasta parangonarse con las más importantes del continente.”.
Durante casi todo el siglo XIX la metalurgia en Rosario se desarrollaba casi exclusivamente en pequeños establecimientos, con maquinarias manuales, a las que recién al finalizar la centuria se les sumaron equipos a vapor.
Los primeros productos que fabricaban estuvieron orientados básicamente hacia la construcción, y al avanzar en su producción se hicieron artículos destinados al campo: molinos impulsados a viento, agua, vapor, calderas, tranqueras, bebederos, etc.
En los primeros años de la década de 1890 comienza la producción de máquinas eléctricas, en un taller de fundición y herrería mecánica instalado en calle Salta por un industrial suizo, Santiago Righetti, que empleaba a 150 operarios.
Como estas actividades requerían de mano de obra calificada, se la buscaba entre la población extranjera proveniente de la gran afluencia inmigratoria que llegaba a esta ciudad. Muchos de los inmigrantes tenían experiencia laboral en el sector industrial por haberse desempeñado en talleres de distintos países de Europa.
A raíz de la gran expansión agrícola y del inicio de la exportación cerealera, las bolsas de arpillera se convirtieron en un elemento complementario indispensable. En la década de 1880 se instala en Rosario, la primera fábrica a vapor de bolsas, cuya producción estaba destinada al embalaje de cereales, harinas, azúcar, lanas y minerales. Así nace la industria textil que, inicialmente , trabaja con telas importadas, limitándose a cortar y coser de bolsas. Es interesante destacar que este tipo de industrias permite ocupar gran cantidad de mano de obra femenina.
Fuente: Bibliografía publicada en la Revista “Rosario Historia de aquí a la Vuelta “ Fascículo N• 5
Autores: Alicia Castagna, José Luis Pellegrini, María Lidia Woelflin Ediciones De aquí a la Vuelta 11 de octubre de 1990