viernes, 28 de agosto de 2015

Historia de un inmigrante libanes: Vida de Jorge Cura



Nuestro trabajo es una breve síntesis, parte de un proyecto de investigación más amplio. El mismo pretende reflejar a través de un ensayo biográfico, la construcción identitaria de la ciudad y las causas de su perfil progresista.
Jorge Cura, como tantos otros inmigrantes árabes, llegó a la Argentina y a la ciudad de Rosario buscando libertad y progreso. Forjó junto a su hermano José un impor­tante grupo comercial dedicado al acero, participó políticamente como concejal, cultivó la amistad, desarrolló la cultura local, colaboró junto a sus connacionales para obtener el Consulado Libanes en la ciudad de Rosario y se solidarizó silenciosamente con todo aquél que lo necesitara, especialmente familias de trabajadores de sus empresas o simplemente aquellos que se acercaran a su persona.
"Los hijos de la montaña"
Los hijos de la Montaña, como llaman a su Líbano amado, conocen la lucha por la libertad desde tempranas épocas de su historia. El Líbano es una región atravesada por Oriente y Occidente, los Montes lo cruzan y delimitan, frente al imponente Mar Mediterráneo Oriental. Perla de Oriente, bien amada por sus hijos y codiciada por los extranjeros. Al nacer Jorge, su país pertenecía al Imperio Otomano, estado multinacional dentro del cual convivieron durante quinientos años turcos, griegos, eslavos, árabes, armenios y otras minorías. Mientras la corte otomana será recordada como foco artístico hasta nuestros días, su esplendor contrastó con el despotismo de los sultanes. Para principios del siglo XX ya había comenzado la lenta disolución del imperio de la "Sublime Puerta". Los movimientos nacionalistas iniciaban una situación de guerra y conflicto, haciendo de la zona un lugar de expulsión. La persecución étnica y religiosa fue la causa principal de que miles de hombres y mujeres huyeran en busca de un destino más promisorio. Contrastando esta realidad, la Argentina era un país próspero que ofrecía a los recién llegados trabajo, libertad de culto y un porvenir para sus hijos.
La infancia y su familia
Jorge Cura nació en el Líbano el 4 de Agosto de 1898 en el poblado de Net, donde fue bautizado bajo el rito católico maronita. Ingresó a la República Argentina junto a sus padres asentándose en la ciudad de Rosario a los 4 años. Del matrimo­nio Cura nació el 27 de Marzo de 1902 José Carlos, en la ciudad de Rosario, quien fuera inseparable compañero de ruta de Jorge. En Enero de 1904, murió en Rosario su padre, Jorge Carlos Cura, agricultor-campesino libanes oriundo de Net, a los 33 años, a las vísperas del nacimiento de la tercera hija del matrimonio, Rosa Cura. Su madre, Teresa Bouchacour Saade, joven libanesa de Ejden, llegó al país junto a su esposo a los catorce años de edad. Jorge tenía casi 5 años cuando junto a su hermano iniciaron el camino del trabajo y el progreso. Vivían en una casa de inquilinato en calle Italia 975.
Trabajó como lustrabotas para colaborar con su madre, quien realizaba tareas de lavandera y planchadora. Doña Teresa no hablaba el idioma castellano, fue aprendiéndolo paulatinamente. Falleció por los años 60 en la ciudad de Rosario.
Los árabes eran mal vistos social-mente puesto que no comprendían su lengua, ni sus modos culturales eran catalogados como gritones, peleadores, "conventilleros". Esta dura realidad llena de prejuicios perduró desde la llegada de los primeros grupos a fines del siglo pasado hasta mediados del siglo XX.
Durante los años iniciales a su asentamiento en la ciudad, la familia Cura redobló esfuerzos, en especial Doña Teresa. La mujer, robusta y alta de tez morena que describen como honesta y luchadora, impo­nente en su presencia y carácter "Tenía un pariente en Buenos Aires". Recibió la ayuda y protec­ción de Don Carlos Veroni y su hermana Adela Veroni quienes brindaron los primeros conocimien­tos de idioma castellano a la joven Teresa, y educación a los hermanos Cura. Teresa transmitiría a su primogénito, Jorge su amor por su tierra natal. Apoyó a sus hijos varones en colaboración con su hija menor Rosa emprendiendo claramente una idea de empresa conjunta. Cuando ya sus hijos varones estaban asentados, acostumbraban reunirse todos a comer comida árabe una vez por mes, "era una fiesta" recuerda María del Carmen Cura, nieta de Doña Teresa y quien la acompañó al Líbano junto con su primo "el negro" en agosto de 1951.
De lustrabotas a empresario
La dura infancia del niño lustrabotas no aplacó sus aspiraciones de superación. Nos asombra encontrar tanto en los testimonios orales y escritos alusiones a sus cualidades referidas a poseer visión y veta comercial, puesto que es meritorio destacar que el niño Cura solo asistió hasta el 3o grado de la escuela primaria en el Colegio San José de La Orden Salesiana de Don Bosco. Jorge pasó una temporada en la localidad de Canals, provincia de Córdoba, donde se desempeñó en un negocio de Ramos Generales de la firma Aramburu. conocido del Señor Veroni.
En 1921 contrajo matrimo­nio con Enriqueta Colombo. descendiente de italianos. Doña Enriqueta fue hija de Cayetano Colombo y Ana Piersione de Colombo. oriundos de Canals.
Del matrimonio nacieron Teresa. Carlos Cayetano, Mario Raúl, Ana Nélida, María del Carmen, Jorge Enrique. Doña Enriqueta Colombo de Cura falleció en 1973.
Entre 1920 y 1922 Jorge y José inician la actividad comercial en Artículos Rurales hasta constituir Cura Hnos y llegar a ser grandes empresarios del Acero.
En 1932-1934 integró el Concejo Deliberante de la ciudad de Rosario, por el Partido Demócrata Progresista.
Jorge Cura apoyó y fomentó las actividades culturales de la ciudad, actuó como mecenas de artistas como Julio Vanzo quien fuera amigo personal de nuestro biografiado. Como hijo del Líbano, participó de! crecimiento de la Sociedad Libane­sa de Rosario, y llegó a lograr el Consulado Honorífico el 16 de diciembre de 1951. La noche del mismo 16 de diciem­bre, falleció de un ataque cardíaco en el Sanatorio Americano de la ciudad que lo albergó desde su llegada en 1898.
Jorge Cura como muchos otros inmigrantes, llegados a nuestro país, brindó con humildad y tesón toda su vida. Decía al respecto "la vida es una canción que merece ser vivida".
* Profesora.
' La inmigración de Medio Oriente en la Argentina, por Gustavo Dalmazo y Héctor Francisco. Todo es historia N" 412. página 20. Noviembre 2001. Para ampliar el tema ver "La inmigración árabe en la Argentina" de Tasso. Alberto en Todo es Historia N" 282. 1990.
"Entrevista Elida Lulo, marzo 2005
'Entrevista Mana del Carmen, Abril2005. ampliar texto Fernando Devoto sobre redes familiares e información
Fuente: extraído de la Revista “Rosario y su historia” Fascículo N• 35 de Octubre de 2005

jueves, 27 de agosto de 2015

LOS DOCTORES FERNANDO Y SEBASTIÁN ALONSO (1894-1925) - (1904-1973)



SOBRINO, SOBRINOS NIETOS Y SOBRINO BISNIETO DE AMBOS SIGUIERON SUS HUELLAS

Por Sebastián Alonso

Los hermanos Fernando y Se­bastián Alonso eran hijos del cántabro Sebastián Alonso y de María Tinto, italiana. Alonso se dedicó al fraccionamiento y embote­llamiento de vinos, asociado a su sue­gro Lorenzo Tinto, en la razón social "Tinto y Alonso", con depósitos en la calle Moreno 434/452. Importaban vinos de Italia, especialmente barbera y moscato de Canelli y embotellaban y distribuían vinos producidos por la familia Tinto en San Juan. Tuvieron dos hermanos, Claudio Alonso, casa­do con Alcira Argumedo Fraire y Luis Alonso, fallecido niño. Fernando Alonso nació en Rosario el 2 de noviembre de 1894. Como sus her­manos, fue educado en el "Colegio San Luis Gonzaga" de Santa Fe 1532, (diri­gido por los profesores el doctor Salva­dor Cabral y Leandro Cachero) y lue­go estudió en el Colegio Nacional, de donde egresó en 1912. Fue practicante menor interno del Hospital de Clínicas de Buenos Aires en 1918 y practicante mayor interno en 1919. Graduado de médico cirujano en la Universidad de Medicina de Buenos Aires en 1920, fue premiado con Diploma de Honor en 1921. Fue compañero de estudios, tanto en la secundaria como en la fa­cultad, de los doctores Pedro Ivancich y Enrique Vicens. De regreso a Rosa­rio, fue jefe del consultorio de Cirugía de Hombres y Niños del Hospital Es­pañol y agregado al servicio del doc­tor Artemio Zeno. Fue jefe de trabajos prácticos de la cátedra de Anatomía Patológica de Facultad de Medicina. Tenía su consultorio y su residencia en Paraguay 634. Publicó varios trabajos científicos, entre ellos: "Posiciones be­néficas en el tratamiento de la parálisis de los miembros", "Miositis sifilítica del esterno cleido mastoideo", "Shock del plexo braquial" y "Parálisis de Volkman, tratamiento no operatorio".
Durante el año 1923, realizó estudios en hospitales de Bologna y París. Se casó con Sara García, hija de Angel García y Rosa Zanchi, matrimonio que duró solo un mes y medio, ya que Fernando Alonso falleció a los 30 años de una pielonefritis aguda a raíz de la infección de un grano en el cuello el 23 de mayo de 1925, (a los pocos días de regresar de su viaje de bodas en Río de Janeiro) truncándose así su promete­dora carrera. Sus restos descansan en el panteón de la familia de Ángel Gar­cía en el Cementerio El Salvador. Su viuda, años más tarde, contrajo matri­monio con el doctor Eugenio Travella. Su hermano Sebastián Alonso, nació el 30 de agosto de 1904. Cursó sus es­tudios secundarios en el Colegio Na­cional, de donde egresó en 1922. Fue médico cirujano graduado en la Uni­versidad de Buenos Aires. Hizo su resi­dencia en el Hospital de Clínicas de esa ciudad. Fue médico adjunto del pabe­llón de Cirugía de Hombres "Rodríguez Llames" del Hospital Español. Integró el primer grupo de graduados de médi­cos legistas de la Facultad de Medicina de Rosario en 1939. Fue fundador y te­sorero del Círculo de Médicos Legistas de Rosario en 1940 e integró, varias ve­ces, la comisión directiva de la Socie­dad de Medicina del Hospital Español. Residió algunos años en Río Cuarto, provincia de Córdoba, donde fue fun­dador y presidente del Colegio Médico y jefe del Servicio de Cirugía General de Mujeres del Hospital Central. Fue presidente de la Sociedad de Cirugía de Río Cuarto. También fue cirujano del "Sanatorio Grinspan" de esa ciudad. Escribió numerosos artículos, como "Malformación asimétrica doble", en la Revista Médica Latino-Americana, en 1939: "Interpretación médico legal de las fracturas de las apófisis costiformes lumbrares” y ”Divertículo de esófago” en 1943; "La enfermedad paratraumática”,  en 1946: "Infarto epiploico por  torsión", en la Revista del Colegio Médico Regional de Río Cuarto, en 1951, entre otros. Una sala de ese hospital del Río Cuarto lleva su nombre. En Rosario, Uno su residencia en Paraguay 646 y, en Río Cuarto, en Deán Funes 220 donde además tenía su consultorio.
Fue un destacado golfista y un torneo de ese deporte lleva su nombre en el "Golf Club de Río Cuarto". Se casó con  María Olga Argumedo Fraire. hija de Amador Segundo Argumedo y Alcira Fraire (hermana del médico pediatra Amador R Argumedo), y fueron padres de Fernando Alberto Alonso. Contrajo segundas nupcias con Elba Tombolini, sin hijos. El doctor Sebastián Alonso falleció en Rosario el 4 de mayo de 1973 y sus restos descansan en el pan­teón de la familia Alonso Argumedo.
Sobrino de estos hermanos médicos fue el doctor Claudio Alberto Alonso (gi­necólogo y citólogo). a su vez padre de los médicos Claudio Marcelo y Eduar­do Alberto Alonso y abuelo del joven médico Martín Sebastián Rodenas.
Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia y Región” Fascículo Nº 142 de Junio/ 2015

miércoles, 26 de agosto de 2015

UN ROSARINO, MÉDICO VOLUNTARIO EN LA GUERRA DEL CHACO



Por Gabriela Dalla-CorteCaballero

En el año 1926, Modesto Guggiari fue designado Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario del Paraguay, con la tarea de gestionar unas novedosas relaciones diplomáticas con los tres paí­ses andinos en disputa: Perú, Bolivia y Chile. Junto a esta designación, circuló una llamativa información proveniente del Paraguay, en la que se mencionó la presencia de la secta reli­giosa de los menonitas procedente de Canadá, con la cual desde hacía años los propietarios de esas tierras, en particu­lar los descendientes del español Carlos Casado del Alisal, estaban gestionando la compra-venta de terrenos chaqueño Así lo demuestra la documentación histórica conservada en el Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile que analizamos en este texto'1.

Esta información llegó incluso al go­bierno chileno, este último interesado en saber cuál sería la respuesta del ejército boliviano ante las acciones paraguayas gestionadas en el Chaco Boreal'2'. De acuerdo a las cartas envia­das a La Moneda por Ricardo Ahumada Anguita, el Encargado de Negocios chi­leno en Paraguay, los terrenos chaqueños estaban en proceso de adquisición en manos de los menonitas provenien­tes de Canadá. En su informe titulado "Condiciones económicas y financieras del Paraguay", sostuvo que las familias menonitas querían formar "un verdade­ro estado en el país, pero diversas difi­cultades han impedido, hasta ahora, la venta a estos colonos"'3'. Sin embargo, el mapa que incluimos nos muestra la presencia menonita en el Chaco Para­guayo hasta la actualidad.

Ante esta situación, y a sabiendas de una futura Guerra del Chaco entre el ejército paraguayo y el ejército boli­viano, el Ministerio de Relaciones Ex­teriores de Chile comunicó a su delega­do en Asunción acerca del proyecto de otorgar becas de estudio a los oficiales paraguayos para formarse en los esta­blecimientos militares chilenos. En ese preciso momento, el gobierno paraguayo controlado por el Partido Liberal había contratado una Misión Militar france­sa para reorganizar a su Ejército, datos que llegaron al Ministerio de Guerra de Chile.'4' Cabe señalar que este oficio or­dinario enviado desde Paraguay se firmó dos con un grado superior al que tenían en el ejército francés. Para utilizar los servicios del personal, se había crea­do también un Centro de Perfecciona­miento Militar. Este centro fue ideado para que funcionara en la Escuela Mi­litar de Asunción del Paraguay, bajo la dependencia administrativa y discipli­naria de la dirección. La confección de los planes de estudio, programas, estudios prácticos, quedaron bajo la di­rección inmediata del Jefe de la Misión Militar francesa, la cual debía someter al Supremo Gobierno todas las propo­siciones referentes al funcionamiento del Centro. En el informe que circuló por Paraguay, también consta que el curso que se debía implementar entre los estudiantes paraguayos debía durar tres meses. En el caso de los oficiales y de los jefes de guerra y administración, de Mayor a Teniente 2°, el curso debía ser obligatorio. El Plan de Estudios para este primer curso se debía aplicar a quince alumnos durante el primer año de enseñanza, abarcando genera­lidades y nociones de Historia Militar, reglamentos de infantería, caballería, artillería, ingenieros y administración, excursiones tácticas, juego de guerra, y servicio de aviación. Ante esta situa­ción, el gobierno chileno decidió am­pliar el servicio telegráfico de propa­ganda hasta la ciudad de Asunción, con el objetivo de afianzar los comentarios más bien favorables a Chile. Esta am­pliación también debía servir a la colo­nia chilena asentada en Asunción para que estuviese al tanto de los principa­les acontecimientos que ocurrían en su país de origen, sin tener que depender, en los hechos, de la información con­centrada por el gobierno argentino.'6'

En los hechos, Paraguay se nutrió menonitas, franceses y militares rusos que se habían incorporado a diverso> ámbitos del ejército paraguayo. El per­sonaje más destacado fue Juan Belaieff. miembro de la infantería rusa que en sl país de origen recibió la condecoración de San Jorge. En la República del Para­guay, este ruso se convirtió en asesor de artillería del Estado Mayor, y en Jefe de los Departamentos de Operaciones, Or­ganizaciones e Informaciones. Después de la Guerra del Chaco, fue nombrado: Ciudadano Honorario de Paraguay. En el año 1936, el gobierno paraguayo creó el Patronato Nacional de los Indígenas, el organismo que al año siguiente quedó bajo la dirección de Belaieff. Fue Belaieff quien se encargó de elaborar el mapa central sobre la población indígena.

Ahora bien: la integración de este ruso  al ejército paraguayo fue acompañada por un elevado número de militares rusos que se exiliaron en Paraguay. Es más que llamativo el oficio confidencial que llegó a La Moneda de Chile, junto a la enorme lista de soldados rusos de origen lituano que acompañaron preci­samente a Belaieff, y que participaron en la guerra contra Bolivia. De acuerdo a los documentos que se conservan en el Archivo del Ministerio de Relacio­nes Exteriores de Chile, la responsable de enviar una enorme cantidad de rusos a Paraguay era la Liga de las Naciones. El jefe de este grupo era el General Wrangel. Por entonces esos rusos es­taban refugiados en el sur de Europa, para trasladarse a Paraguay ya que el gobierno paraguayo había ofrecido fa­cilidades, pero siempre que se hiciese una "selección de los elementos, para evitar la entrada de personas indeseables"(7). Incluimos la lista de rasos que desembarcaron en Paraguay poco antes de la Guerra del Chaco. Cabe señalar que entre los años 1933 y 1934, sus fa­milias se establecieron en las Colonias Pilar y Encarnación, asi como en la Co­lonia Independencia.

En noviembre de 1932 el médico rosarino Carlos de Sanctis se trasladó a Asunción del Paraguay para incorpo­rarse al Cuerpo de Sanidad paraguayo(8). La Guerra del Chaco todavía no se había declarado formalmente, pero para Carlos de Sanctis estaba claro que ese conflicto ya había ido tomando forma en los años previos, en especial a partir del fin de la Primera Guerra Mundial. Gracias a su condición de "periodista corresponsal" del periódico rosarino "La Capital", prensa hoy día vigente, el Poder Ejecutivo paraguayo le permitió a Carlos de Sanctis fotogra­fiar su entrada a la ciudad de Asunción, el viaje que hicieron por el río Paraguay Para eíltrar al Chaco Paraguayo por el Puerto Casado (así llamado por el espa­ñol Carlos Casado del Alisal), así como el traslado del ejército hacia la zona del Fortín Arze que era dirigido por el Co­ronel Carlos José Fernández.9

Bajo el alero de lino de los ranchos del Fortín Arze, el rosarino Carlos de Sanctis se hizo fotografiar con el uni­forme militar paraguayo en diciembre de 1932. Aparecen a ambos lados los siguientes personajes: el Teniente Ro­berto A. da Ponte, jefe del Segundo Grupo de Aviación en Arce; el ruso Juan Belaieff, por entonces General de División del Ejército Paraguayo; el médico paraguayo Perazzo, quien ha­bía quedado a cargo de la Sanidad Mi­litar; y el joven estudiante de medicina, el paraguayo Rodríguez. Así consta en su colección llamada "Horrorosa visión de la guerra. Mi campaña en el Chaco, álbum de fotografías explica­das (1932-1933)".

La fotografía que se reproduce en esta página en la que figura el ruso Belaie­ff es parte del Álbum Fotográfico de Carlos de Sanctis, conservado en la Bi­blioteca-Archivo del Museo Histórico Provincial "Julio Marc", Rosario, Re­pública Argentina. El título de este ál­bum no es otro que: "Horrorosa visión de la guerra. Mi campaña en el Chaco, álbum de fotografías explicadas (19321933)". El mencionado Museo guarda también todos los recursos personales utilizados por el médico de Sanctis du­rante la guerra, en particular la vesti­menta que le sirvió para atender a los soldados paraguayos heridos durante el conflicto bélico contra Bolivia. Esa vestimenta se encuentra cubierta por sangre paraguaya, pero también por sangre boliviana, y es acompañada por una serie de objetos que el rosarino encontró junto a los soldados falleci­dos. Estos objetos son conservados por la Biblioteca-Archivo del Museo His­tórico Provincial "Julio Marc". Este tema histórico que presentamos a los lectores y a las lectoras, tiene vigencia hoy día: en el año 2010, la presidenta argentina Cristina Fernández intervino en la firma del Tratado de Paz definiti­vo entre Bolivia y Paraguay. Los presi­dentes Evo Morales y Fernando Lugo sellaron "La paz de la eterna guerra del Chaco.
Datos.

1  Ficha 1.051 A, Sección Diplomática O.C. 3, 30 de junio de 1926.

2  Gabriela Dalla-Corte Caballero, "Empresas y tierras de Carlos Casado en el Chaco Paraguayo. Historias, negocios y guerras (18( Asunción, Editorial Intercontinental.

3 Ficha 1.533, Yol 1.043, Asunción a Sanas de Chile, 18 de enero de 1926 y 2 de abril ..

4 Ficha 1.051 A, O.C. 1, Santiago de Ori* Asunción, 15 de marzo de 1926.

5 Juan de Uriquidi y Vega, "La cuestión de   Pacifico, frutos de la legítima reivindicación ningún caso de la conquista", Revista “ El Orden", Asunción, 10 de julio de 1925.

6 Ficha 1.533, Vol. 1.043 (LetraA), 0.0. Asunción a Santiago de Chile, 2 de agosto de 1925

7 Ficha 1.533, Vol. 1.043 (Letra A), de febrero de 1925 al 18 de septiembre de 1923 (acceso abierto). O.O. de la LChP al Ministerio. Relaciones Exteriores de Chile. O.O. 1, Ricardo Ahumada Anguita, Encargado de Negocios de Chile en Paraguay, "Condiciones económicas  financieras del Paraguay", al Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, 18 de enero de de 1926.

8 Gabriela Dalla-Corte Caballero, "La Guerra del Chaco. Ciudadanía, Estado y Nación en el siglo XX. La crónica fotográfica de Carlos de Sanctis" (Rosario, Prohistoria Ediciones TEIAA: 2010; reedición Asunción del Paraguay : Editorial Intercontinental, 2010).

9 Carlos José Fernández (Coronel S. R.) “La guerra del Chaco", vol. I: Boquerón (Buenos Aires: Talleres de Impresora Oeste, 1956); vol. Saavedra (Buenos Aires; Talleres de Impresora Oeste, 1956); vol. III: Zenteno-Gondra, del 15 de abril al 11 de diciembre de 1933 (Buenos A re Talleres Gráficos Lumen, 1962).
Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia y Región” Fascículo Nº 132 de Agosto/ 2014

martes, 25 de agosto de 2015

DE COMO CENTRAL ESTUVO A PUNTO DE DESAPARECER



Ya vimos cómo las autori­dades del Ferrocarril Central Argentino había demandado el desalojo del terreno que ocupaba Rosario Central. No fue eso producto de la casualidad. Ocurría que el estatuto vigen­te desde 1917 era asiduamen­te violado al permitirse el in­greso de socios que no perte­necían al ferrocarril. Esta fran­quicia no eja bien vista por los adustos y rigurosos funcio­narios de la empresa que pen­saron una jugada poco digna para recuperar el control de una entidad a la que habían dado impulso inicial y que ya habían perdido totalmente: de­salojando el terreno que ocu­paban, no tendrían adonde ir y aceptarían las condiciones propuestas.  Don Federico J. Flynn fue encomendado a en­trevistarse con funcionarios de la empresa. Informó, bastante desconsolado, en la asamblea del 1 de agosto de 1925, que las autoridades del ferrocarril suprimirían toda ayuda al club, con lo que éste sería práctica­mente disuelto, proponiendo los ingleses formar otra insti­tución siempre bajo el control de la empresa. Como única concesión, prometieron estu­diar la posibilidad de que si­guiera llamándose Rosario Central. El informe enardeció los ánimos. Ignacio Rota, otro­ra gran jugador, fue ovaciona­do cuando dijo que antes de eso prefería que Rosario Cen­tral desapareciese, como ha­bía acontecido con el glorioso Alumni. Flynn pidió prudencia y tiempo. La empresa ferrovia­ria amenazó con llevar la se­de de la nueva entidad a la vecina Pérez, donde se halla­ban sus talleres. El 7 de se­tiembre de 1925, Flynn infor­mó a otra asamblea haber re­cibido una nota de la empresa, en papel con membrete de un nuevo club denominado "De­portivo Central Argentino". In­vitaban a Rosario Central a in­gresar con su patrimonio y sus asociados a la nueva entidad, a la que también permitiría in­corporar a aquellas personas que no pertenecían al ferroca­rril, pero sin derecho a voz ni voto en las asambleas. Los áni­mos estaban enardecidos, aun­que la cortesía y la buena edu­cación no se perdieron. Decidieron contestar —en el me­jor estilo— rechazando el ofre­cimiento. Y un socio, el señor Scarpa, dio el golpe decisivo para cortar los lazos que ama­rraban al club a su tronco de nacimiento: propuso un aplauso para Rosario Central "que —señaló— desde este mismo instante queda libre para siempre de extrañas tutelas". ¡Los asambleístas se pusieron de pie, como deslumbrados por la trascendencia  del  paso comisión a que se ha hecho referencia, a tra­vés de cuya gestión el Ho­norable  Concejo Deliberante aprobaba la cesión de los te­rrenos de "B. Avellaneda, Ca­lle 31, Avda. Central y el Río Paraná".

Central ya tenía casa pro­pia, aunque la cesión fuera precaria. Dos años después, el 25 de noviembre de 1927, el entonces intendente de Rosa­rio, don Isaías R. Coronado, firmó el decreto municipal nú­mero 277, mediante el cual se prorrogó la concesión de los terrenos por veinte años más. Con esa disposición, ya el club se abocó de lleno a una etapa de ejecución de obras que. ce­los vaivenes lógicos de cade momento, no ha cesado hasta el día de hoy.

Esa incansable actividad de aquellos días culminaría el 1de marzo de 1926. La libera­ción de la tutela ferroviaria permitió encarar la propia au­tonomía, tal cerno lo había re­clamado el asociado Sparpa en la asamblea comentada. Y esa tan ansiada autonomía llegó en la fecha indicada, al otor­gar el gobernador de la provin­cia, doctor Aldao, la persone­ría jurídica peticionada por la institución. Allí "nació" otra vez Rosario Central y su im­pulso no conocería jamás de pausas ni detenciones. Flynn, Monserrat, Boerio, Vesco, en­tre otros y en distintas etapas, fueron recogiendo la posta que les dejaron los pioneros para conformar este modelo de ins­titución que es Rosario Cen­tral, cuya grandeza —eso aspi­ramos en este trabajo— pue­da quizás ser calibrada y valo­rada en su exacta dimensión a través del  conocimiento que intentamos llevar mediante es­tas   publicaciones, especial­mente a sus jóvenes seguido­res.

Fuente: Bibliografía de Historia de Rosario Central de autor Andrés Bossio---

lunes, 24 de agosto de 2015

¡¡CUIDEN AL PEQUEÑIN" ...!! ANECDOTARIO



Para llegar al campeonato de 1928 Central tuvo que pasar el escollo tan reiterado como difícil que representaba Newell's Oíd Boys, con quien llegaron igualadas al término del torneo. Cen­tral había ganado 5 a 0 el primer partido y perdido 2 a 0 la revancha. El "bueno" se jugó en cancha de Newell's con tanto pú­blico que se recaudaron $ 4.020,38. Los rojinegros fueron esa tarde un aluvión. Una y otra vez la valla centralista estuvo a pun­te de caer. Hasta que en un avance aislado cometieron una taita contra el equipo auriazul. El tiro libre lo tomó a su cargo José Podestá, con tanta potencia y precisión que se convirtió en gol. Fue el único del partido, el que le dio el campeonato a Central. Desde ese mismo momento, "el botín de Podestá" quedó con­vertido en leyenda. Es que apenas finalizado el encuentro le fue literalmente arrancado a Podestá de su pie derecho. Como un verdadero trofeo de guerra, pero tratado con un cariño que más lo asemejaba a una imagen religiosa, el "botín de Podestá" fue pa­seado en bullanguera procesión por las calles de la ciudad. El festejo tumultuoso, simpático y fervoroso, se transformó en re yerta cuando los triunfadores acertaron a pasar frente al café del "alemán" Celli. La barra rionegra, menos numerosa oero igual de fervorosa y leal a su divisa, no pudo quedar callada ante la provocación "canalla". Es pocos instantes, hubo en la calle una batalla. Alguien —¡vaya a saberse quién!— se escabulló de la misma con el trofeo conquistado horas antes. Y no hace mucho tiempo atrás, »n una exposición deportiva celebrada en una gale­ría céntrica de la ciudad, pudimos apreciar aquel famoso "botín de Podestá", que fue un ingrediente más para ahondar las dife­rencias entre "leprosos" y canallas
Fuente: Bibliografía de Historia de Rosario Central de autor Andrés Bossio---

viernes, 21 de agosto de 2015

EL BOTIN DE PODESTA



Se presentó en 1926 el Real Deportivo Español en cancha de Newell's jugando contra un combinado local. La atracción ma­yúscula era la presencia del "Divino" Zamora, el arquero de lar­ga fama. Apenas empezado el partido, los nuestros empezaron a hacer diabluras. Los gigantes zagueros españoles quedaban una y otra vez desairados ante un concierto de amagues, moños y gam­betas que los sumieron en el desconcierto. Los gritos del "Divino" Zamora se escuchaban en todo el estadio: "Cuiden al pequeñín... cuiden al pequeñín". Naturalmente, el pequeñín, pintoresco, can­chero, dribleador, no era otro que Antonio Miguel, convertido ese día en la figura cumbre de un espectáculo que tuvo varias estre­llas de lujo. Los aficionados que se habían colocado detrás del arco de Zamora, escucharon la azorada respuesta de un defen­sor español al clamor de su arquero: "Pues mira —le respondió— que si cuido al pequeñín se me cuela el "Negro". El Negro no era otro que Gabino Sosa. Aquel día de 1926, Rosario ganó 3 a 0 con dos goles de Antonio Miguel y uno de Sosa. La delantera formó con Peruch, Humberto Libonatti, Gabino, Miguel y García...

Fuente: Bibliografía de Historia de Rosario Central de autor Andrés Bossio


lunes, 17 de agosto de 2015

EL BOTÍN DE PODESTÁ



   El que gane se clasificará campeón. Central busca el gol. 42 minutos del primer tiempo. Tiro libre sobre el arco de Newell's. Corre José Podestá y saca un remate rasante y cruzado. El arquero Vogler resbala, pierde equilibrio. La pelota pasa sobre su cuerpo. Gol... y delirio en la hinchada centralista.

   En el segundo tiempo Central se defiende, los rojinegros atacan pero no pueden. Pitada final del arbitro José Galli. En cancha de Newell's, Rosario Central es cam­peón del torneo 1928.

Y el símbolo del festejo será el botín de Podestá.

Los hinchas ingresaron a la cancha, llevaron en andas a los campeones, los juga­dores finalmente se fueron a los vestuarios y a un grupo de simpatizantes se les ocu­rrió la idea. Lograron entrar al camarín centralista y se apoderaron del botín derecho con el que el centrodelantero había marcado el gol que valía un campeonato. Improvi­saron un palo como asta, colocaron el botín en la punta y salieron en marcha desde el Parque Independencia.

Tomaron la avenida Pellegrini, en el camino otros hinchas se sumaban a la carava­na, mientras se multiplicaba la exteriorización del júbilo con cánticos dedicados a los newellistas. Los que lideraban el grupo teman claro ya el destino final: al llegar a calle Mitre desviaron hacia el centro, y la columna se dirigió hacia el café de Celli -frente al teatro Olimpo-, lugar de encuentro de simpatizantes y jugadores de Newell's.

Cuando la caravana llegó recibió piedras y otros proyectiles. Y comenzó una pelea que se extendió a distintas calles céntricas de la ciudad. Fue una gresca callejera muy dura.

Pese a todo, la hinchada "canalla" logró salvar el símbolo de esa tarde calurosa de diciembre, lo que había permitido ganar un nuevo campeonato: el botín de Podestá.

Fuente: Extraído del Libro “ de Rosario y de Central.” Autor Jorge Brisaboa. Editorial Homo Sapiens . Impreso de noviembre 1996

viernes, 14 de agosto de 2015

La cancha: liberación o dependencia



    7 de octubre de 1925. Se celebra el segundo centenario de Rosario, del poblado nacido como Pago de los Arroyos. Como parte de los festejos, las autoridades del Ferrocarril Central Argentino colocan la piedra fundamental de la nueva Estación Rosario. Lo que se había comprometido a realizar en 1908, sin cumplirlo y aprove­chando como pretexto la guerra de 1914-1918, se dispone ahora a ejecutarlo.
En verdad, a los ingleses les surgen los apuros porque necesitan defenderse de la competencia francesa que ya posee algunas líneas ferroviarias, controla negocios de exportación y explota el puerto de Rosario.
El Central Argentino pretende, con esta obra, presionar para obtener la cesión de más terrenos sobre la ribera rosarina. Se trata, en forma casi encubierta, de concretar otro de los negocios que vienen a caballo de la red ferroviaria: el de la tierra. Un año después, en 1926, los concejales dirán no al pedido y postergarán por un tiempo el proyecto. Aunque los ingleses no claudicarán en el intento.
El problema de las tierras genera una confrontación entre la empresa británica y las autoridades municipales, que cuentan con el aval de los vecinos de la ciudad. Como se ha venido dando -en otra medida, claro está- con los dirigentes de Rosario Central por los espacios verdes cedidos para la cancha de fútbol.
Es más, hasta el 7 de setiembre de 1925 lo único que ata a Central con el ferroca­rril es el terreno cedido para el campo de juego. Y los socios del club, cansados de las presiones y de estar mudándose periódicamente, resuelven en una asamblea extraor­dinaria liberar e independizar a Rosario Central de los ingleses.
Es que, desde el nacimiento en 1889 cuando los funcionarios Lucas y Russell concedieron el permiso para que el "field" del club se instalara dentro de la empresa entre los portones 3 y 4, se había tenido que peregrinar de un lugar a otro.
El primer disgusto se produjo en 1894: la empresa solicitó que le devolvieran ese predio porque lo necesitaba. En poco tiempo hubo que desalojar el sido e irse con los arcos a otra parte. Un filantrópico británico, H. Ollendorf, cedió una propiedad que tenía en barrio Talleres en la avenida Alberdi y Jorge Harding. Pero el loteo de la zona, años después, volvió a dejar sin cancha al club.
Hasta que se llegó a la Villa Sanguinetti tras intensas gestiones con el Ferrocarril. En "Memorias de Rosario" el historiador Wladimir Mikielievich la describe así:
"La cancha, allí instalada en 1902, con alrededor de 15.000 metros cuadrados, de los que unos 5.000 pertenecían al ferrocarril y el resto a los sucesores de Bernardo SanguinetÜ, lindaba por el norte con numerosas vías; por el este cerraba la calle Catamarca a unos cien metros al oeste de la calle Constitución; por el sur ocurría lo mismo con la calle Castellanos, cortada por la cancha cien metros al norte de la calle Tucumán y la continuación de la calle Catamarca seguía cerca de veinte metros antes de llegar a la calle Alsina".
Conocida como "la cancha del cruce Alberdi" o "la cancha de Talleres", se llegaba viajando en el tranvía 5. Cerca de la calle Alsina y al sur de la cancha se levantaba una casa de dos plantas: la Villa Sanguinetti, nombre de sus propietarios.
Cuenta Mikielievich que los días de "partidos promocionados como importante», colocábase alrededor del tejido de alambre, por la parte interior, una ancha faja con­feccionada con bolsas de arpilleras para impedir presenciar los partidos sin abonar entrada, precaución poco efectiva para los más audaces que, encaramados sobre los techos de vagones de carga, casi permanentemente estacionados sóbrelas vías férreas existentes casi tocando el sector norte del campo de juego, burlaban impedimentos visuales".
En ese campo de juego brillaron las figuras de la época de oro de Rosario Central: Zenón Díaz, los hermanos Hayes, Danny Oreen, Vázquez, Serapio Acosta, Rota. Perazzo. Debutaron los hermanos Blanco y los Flynn. Y muchos más.
Con la euforia que el equipo despertaba se construyó una tribuna de veinticinco metros, con tablones pintados de verde, y con un cartel en la escalera de acceso: "Para socios solamente".
En 1918 el Ferrocarril reclamó los terrenos. La convivencia entre los dirigentes del club y las autoridades de la empresa no era de la mejor. Y éstos siempre priorizaban los negocios al espíritu deportivo.
Lo cierto es que, de buenas a primera, Rosario Central debió buscar otro terreno. Los directivos retomaron el diálogo con los funcionarios del Central Argentino y consiguieron un predio cercano situado, en la descripción de Mikielievich, "al co­mienzo de la calle Iriondo, contra la calle Facundo de Zuviría, hoy Central Argentino, lindando con los viejos terrenos de esa empresa que, frente al comienzo de la calle Humberto Io, siguen teniendo acceso por el Portón n° 1".
Todo fue de golpe. La Liga Rosarina, al enterarse, emplazó a Rosario Central para poner el "field" en condiciones en 48 horas, de lo contrario el equipo debería jugar contra Argentino en cancha de éste. Y en 48 horas hubo que mudarse. Dirigentes, jugadores e hinchas empleados del ferrocarril trabajaron sin tregua durante dos días: se alisó el terreno, se lo demarcó pintándose las líneas, se colocaron los arcos y se trasladó el alambrado de la vieja cancha.
Pese al esfuerzo, los jugadores tuvieron resto para enfrentar a Argentino. Perdían 1 a 0 y Zenón Díaz empató de penal. El partido terminó 1 a 1.
La convivencia en el fútbol rosarino volvió a complicarse. En 1920 Central se retiró por segunda vez de la Liga, y junto a Gimnasia. Nacional, Sparta y Santa Fe constituyó la Asociación Amateur. En 1922 se reintegró a la Liga, y en el año poste­rior obtuvo invicto el título de campeón.
Pero las relaciones de los ingleses con la comunidad rosarina y con Central conti­nuaban mal. Ya era presidente Federico Flynn -había asumido en 1918-, y notaba las diferencias. Periódicamente el Ferrocarril insistía en recuperar los predios que cedía en parte por cuestiones comerciales y en parte -según decían los centralistas- porque sus autoridades no habían asimilado nunca que el club se acriollara y permitiera que ingresaran socios que no fueran empleados de la empresa.

Fuente: Extraído del Libro “ de Rosario y de Central.” Autor Jorge Brisaboa.Editorial Homo Sapiens . Impreso de noviembre 1996

jueves, 13 de agosto de 2015

CANALLAS Y LEPROSOS



Según algunos, el recíproco 'insulto" que vociferan las hin­chadas de Newell's y Rosario Cen­tral empezó hace muchos años en ocasión de un cotejo que debí­an disputar a beneficio del Pa­tronato de Leprosos. Central no quiso jugar aquel partido y sus rivales estigmatizaron la negati­va con el terrible insulto: "/Cana­llas/". Los centralistas se mofa­ron de sus antagonistas y les en­dilgaron el contra-insulto: "¡Le­prosos!".
Otros atribuyen el mutuo cali­ficativo a un lío descomunal re­gistrado en un partido jugado al­rededor de 1925, cuando ambas hinchadas se trenzaron en una lucha feroz. Por su parte, Héctor Nicolás Zinni, escritor rosarino, dice en su libro 'El Rosario de Sa­tanás", que el apodo de "cana­llas" nació en un café de la aveni­da Alberdi, cuando un parroquiano se refirió en esos términos a los hinchas centralistas que ha­bían generado un incidente en ocasión de jugar el equipo contra el desaparecido Aprendices Ro­sarinos. La versión que suminis­tra el escritor fue tomada de su padre, Nicolás Zinni, también po­eta y escritor.
Algunos memoriosos, a su vez, han querido convencerme que la calificación de "canallas" fue ga­nada en buena ley por la hincha­da auriazul cuando, tras un dis­cutido gol de Belgrano en la vie­ja cancha de Rueda e Italia, ca­si incendian el modesto estadio.
Por último, una versión reco­gida por el descendiente de una antigua y acreditada familia ro­sarina, ñulista, asegura que la cosa viene de mucho más lejos, casi desde los orígenes mismos del fútbol de la ciudad, cuando existía el viejo Colegio Newell, cuna de la institución que tomó el nombre del fundador, en la calle Entre Ríos al 100. Según este testimonio, los baldíos que circundaban la actual estación Rosario Central eran escenarios de picados en los que tomaba parte la muchachada del barrio, en su mayoría hijos de obreros ferroviarios. Antes y después de cada picado debían pasar por el Colegio Newell, que estaba res­guardado por altos muros. La gritería decía que también allí florecía la pasión por el fútbol. Los que pasaban por la calle co­menzaron un día a trepar las pa­redes que preservaban el  ámbito interno del colegio de las mira­das ajenas. Vaya a saber en la imaginación de quién nació la idea de que aquel recinto pare­cía un leprosario, apartado co­mo estaba de la curiosidad de los viandantes. Y la "cargada" juvenil y espontánea no tardó en llegar. '¿Leprosos!", gritaban des­de afuera. Y los de adentro, ofen­didos, tampoco tardaron en res­ponder: ~,-Canallas!".
Como todo lo que nace espon­táneo y naturalmente, producto de una pasión popular, es difícil concluir sobre la verosimilitud de cada una de estas versiones. En todos los casos, algo es segu­ro: nadie pensó jamás que esta­ba inventando un adjetivo -de uno y otro lado- que se incorpo­raría definitivamente a la histo­ria de ambos clubes. Pero quizás debamos concluir en que una aproximación a la "real reali­dad" (como decía Ortega y Gasset) imponga la necesidad de en­hebrar cada una de las versio­nes narradas (y tal vez alguna otra que desconocemos). Es de­cir, es posible que estas distin­tas versiones, lejos de contrade­cirse, bien podrían complemen­tarse. Lo real y concreto es que algo que nació como un terrible insulto (esa era la intención ori­ginal) es hoy canto de orgullo en las enfervorizadas gargantas de "canallas" y "leprosos" de todas las edades y cualquier condi­ción social.

"La historia de Rosario Central", por Andrés Bossio - Edición RRM, 1985.

Fuente Extraído de la Revista Historia de aquí a la vuelta. Fascículo Nº 2 Autor Andrés Bossio  de Abril 1991.