Por Lorena Ratner*
En algunas ocasiones, las imágenes nos dicen más de lo que muestran. La fotografía resulta así, un recurso valioso a la hora de contar historias. Consideramos que los medios visuales son excepcionales a la hora de preservar el patrimonio intangible, el cual día a día va cambiando y renovándose, y en este marco, el análisis exhaustivo de las imágenes nos puede dar cuenta de los procesos de cambio ocurridos muchos años atrás. Si bien existe una opinión generalizada acerca de que el valor de una imagen fotográfica se encuentra solamente en su valor como documento, antropológicamente consideramos a la imagen como una representación, que por supuesto tiene un valor documental, pero no es el único. Así una imagen puede convertirse en un mensaje articulado en el pasado, cuyo lenguaje polisémico es necesario descifrar. En este contexto, pretendemos abordar la imagen como una construcción que expresa y comunica. En la misma intervienen procesos de percepción, selección, registro, interpretación y resignificación. A pesar de lo que a menudo se cree, la fotografía no es siempre una copia fiel de la realidad, sino que es una representación ¿cónica que se encuentra codificada y que sirve como vestigio y testimonio de la práctica social. Para aproximarnos a un estudio meticuloso sobre la imagen, resulta básico estudiar la relación entre imagen y cultura, sobre todo, los códigos sociales y culturales de la sociedad que produjo la imagen, por eso es preciso acudir a la iconografía. La misma nos permite acceder a las formas, al detalle. La descripción iconográfica, se centra sobre todo en los objetos, donde encontramos los significados convencionales, hasta llegar a la interpretación iconológica, que se ocupa de buscar significados intrínsecos. Sólo con este último nivel de interpretación podemos llegar a construir la documentación necesaria en función de rescatar los procesos socio-culturales pasados que conforman la particular identidad de nuestra región
Los primeros antecedentes de la realización de fotografías se remontan al año 1826, cuando el francés Nicéphore Niepce comenzó a experimentar con diversos materiales logrando fijar una imagen sobre una plancha pulimentada de plata, requiriendo ocho horas de exposición para obtener los resultados. Esta imagen titulada "La mesa puesta" es considerada como la primera fotografía de la historia. Ante la dificultad técnica de esperar tantas horas para obtener la imagen, el socio de Niepce, Daguerre, decidió cambiar el elemento sensible y utilizar yoduro de plata. El proceso se fue perfeccionando a través de los años, dando lugar al daguerrotipo, abriendo el camino así, a la fotografía comercial. Mientras tanto, paralelamente en Inglaterra, y sin conocimiento de los avances producidos por Niepce y Daguerre, Hen-ry William Fox Talbot, inventaba otro sistema de fotografía. Este inglés es considerado como el iniciador del revelador alcalino, que luego aplicó a otro descubrimiento propio: el papel fotográfico al cloruro de plata, el cual usó como negativo intermedio para llegar a un positivo final. Este proceso se denominó luego "Calotipo" (Gómez, J. 1986).
En nuestro país la técnica del daguerrotipo arribó a Buenos Aires en la década del 40. Sin embargo, los registros más tempranos sobre estas actividades en Rosario se fechan en los años 50, hacia fines del período del daguerrotipo, que sería desplazado luego por el procedimiento inventado por Frederick Scott Archer, el negativo de vidrio al colodión húmedo y su copia positiva en papel albuminado (Ferrari R., 2000).
A partir de ese momento se instalan en Rosario varios fotógrafos, de los cuales lamentablemente no quedan vestigios de su trabajo en la ciudad. Ya para la década del 60 comienzan a aparecer los álbumes de vistas que conforman el primer período de registro fotográfico con el que cuenta Rosario. La aparición de la fotografía en nuestra ciudad coincide con un período a partir del cual comienzan a definirse cuestiones fundamentales tanto para el futuro del país como para el futuro de Rosario. Según el censo levantado en el año 1858, del total de la provincia de Santa Fe, el 47% (19.239) de habitantes se concentraba en las ciudades de Santa Fe y Rosario y en los pueblos de San Jerónimo, San Lorenzo, San José y Villa Constitución. El 51% restante se hallaba esparcido en los establecimientos de campo representando a la población rural. De los cuatro departamentos en que se dividía la provincia, el de Rosario era el que concentraba la mayor cantidad de población: el 55%. Las memorias y crónicas de la época dejan ver la evolución provincial, pero sobretodo haciendo especial hincapié, en la ciudad de Rosario:
En nuestro país la técnica del daguerrotipo arribó a Buenos Aires en la década del 40, Sin embargo, los registros más tempranos sobre estas actividades en Rosario se fechan en los años 50.
"El Rosario, que hace dos años era una miserable ranchería, es hoy un pueblo de importancia en que todo reluce con un aire de frescura como si hubiera sido hecho ayer, y tiene en efecto, un próximo y vasto porvenir desde que por la segregación de Buenos Aires ha venido a ser el principal puerto de la Confederación. El Rosario es como uno de esos lozanos retoños que brotan por entre la corteza podrida de un viejo tronco cuando el vigor de la savia ha tocado sus yertas raíces; es una ciudad que el soplo de libertad ha improvisado en unas cuantas horas, y en todas direcciones se veían muestras de una creciente prosperidad" . (Vicuña Mac-kenna, 1856).
Recordemos, asimismo, que en el año 1852 Rosario pasa a ser ciudad y deja atrás su pasado de "ilustre y fiel villa". En 1853 se dicta la Constitución Nacional. En 1863 comienzan en Rosario las primeras obras del FFCA, lo cual cambiaría para siempre la forma de transporte de las personas y las mercancías, lo que provocara otros cambios derivados de este avance, mientras que la apertura a la libre navegación de los ríos posicionara al Puerto de Rosario como uno de los más importantes del país. Tampoco debemos dejar de resaltar la participación de Rosario como sitio estratégico durante la Guerra con el Paraguay.
Estos y otros acontecimientos aparecen reflejados en las primeras imágenes de Rosario. Por eso creemos imprescindible un abordaje analítico de las mismas el cual aportará más información y nuevas perspectivas para futuros investigadores interesados en el tema.
Del conjunto de imágenes que existen dentro del periodo referido, se destaca una de ellas por reflejar un espacio sumamente representativo para la ciudad. Se trata de, hasta el momento, la foto más antigua de Rosario, la cual hace referencia a la plaza 25 de Mayo, y está fechada en el año 1862. Esta imagen, además de ser la primera imagen con una vista de la ciudad, es riquísima en su contenido, tanto por sus elementos descriptivos como conmutativos y simbólicos.
El autor de esta fotografía, Desiderio Aguiar, nació en San Juan en 1832 y murió en 1896. Estudió pintura en Estados Unidos e hizo daguerrotipos en New York con Mathew Brady (1823-1896). Tenía un estudio llamado "La Galería argentina", tanto en Rosario como en San Juan, el cual llevaba como logotipo el escudo nacional argentino.
Según los diarios de la época, estaba establecido en Rosario en calle Puerto n° 91 y 93. En 1859 recorre con su cámara la campaña bonaerense. En Chascomús y Dolores aún se conservan algunos de sus ambrotipos. En marzo de 1861, fecha del terremoto de Mendoza, se traslada al lugar y documenta todo el acontecimiento con su cámara.
También fotografió los hechos de Rinconada, como a jefes y oficiales de la guardia nacional constituida por la tropa de Mitre. Su muestra "Panorama del terremoto de Mendoza" es exhibida en el Café Republicano de la calle Victoria 08 en Buenos Aires, y también la lleva a París, Montevideo, Río de Janeiro y Londres. Hay un "mosaico" compuesto por él. en 1860. con más de doscientas personalidades de la sociedad sanjuanina. entre las cuales se encuentran las hermanas de Sarmiento. Desiderio Aginares considerado como uno de los pioneros en la fotografía argentina.
El primer elemento de análisis en esta imagen es la plaza en su conjunto. Tanto La plaza 25 de Mayo como la mayoría de las plazas fueron en un principio simplemente extensiones dejadas libre por el irregular crecimiento de la propiedad. A estas extensiones se las llamaba "huecos". Los primeros documentos hacen referencia al lugar como "plazoleta", es decir, como recinto publico. Recién en 1814, Gervasio Posadas fijó los límites y la forma de la plaza en su plan de urbanización de Rosario. En cuanto a su denominación, hasta 1854 la plaza era llamada "plaza principal", "plaza mayor" o "plaza publica". A partir de junio de ese año el diario "La Confederación" se refiere a la plaza llamándola "Plaza 25 de Mayo". Se presume que a raíz de los festejos rendidos por los vecinos el 25 de mayo en la plaza, la misma pasó a denominarse "Plaza 25 de Mayo".
El aspecto de la plaza durante el siglo XIX era muy diferente al que vemos hoy en día. Por ejemplo, en 1847 se iluminaba el predio con aceite de potro. A partir del año 1864 se obligó al concesionario que aumentara su número y utilizara kerosén, además de adicionar reflectores a las farolas. La iluminación de la plaza pasó por las velas, por las lámparas de reverbero, y finalmente por las farolas de gas, hasta el año 1889 en el cual se comienzan a utilizar los focos eléctricos. (Nardie-11o. V. 2002).
Hacia el fondo de la imagen resalta la imponente Catedral Basílica Nuestra Señora del Rosario, levantada como una humilde capilla en 1730 por el Capitán Domingo Gómez Recio. En 1741, por venta fraccionada de una parte del área de los Gómez Recio, el Capitán Santiago Montenegro adquiere una lonja donde se encontraba la capilla y comienza la reedificación de la capilla parroquial. Las obras se concluyen en 1752 año en que la misma es inaugura-Desde esos años el paraje es conocido como "Capilla del Rosario de los Arroyos". Ya entrado el siglo XIX, en 1819. el poblado de Rosario es incendiado por las tropas de Buenos Aires mandadas por Juan Ramón Balcarce, salvándose del incendio la capilla. En 1834 se comienza a edificar el primer templo, en el mismo lugar de la capilla, proyectado y construido por el arquitecto norteamericano Timoteo Guillón. Unos años mas tarde se construye el crucero y la cúpula y se le colocan las columnas interiores. Además de ser el sitio de reunión para los fieles, la iglesia funcionaba como el recinto del último descanso. Durante los primeros tiempos de la villa, el terreno que rodeaba la iglesia hacía de camposanto. En ocasiones la inhumación se realizaba dentro de la misma iglesia, como puede inferirse de algunas partidas de defunción y de las lápidas que existían en el antiguo templo, como también por los restos humanos descubiertos en 1882 durante las obras de ensanche (Cignoli, E, 1956). Esto fue así hasu que se utilizaron como cementerio los terrenos que más tarde se dedicarían a las obras del FCCA, y ya en el año 1856 en el que se inauguró el actual cementerio El Salvador, dejándose de usar la iglesia como el lugar de entierro. En esta vista de la plaza, es posible observar el reloj, ubicado en una de la torres. Para construirlo, en el año 1855 se contrató al herrero Juan Barbagela ta. El artesano se comprometió en entregar en el plazo de nueve meses "un reloj que con 32 horas de cuerda tocara las horas y medias" con 45 pulgada de ancho y 54 de alto. Tras el pedido de una prórroga, en enero de 1858, fue instalado el reloj en la torre sur de Iglesia Catedral, pero el mismo no funcionaba nunca de forma correcta. Pese motivo, se reunió un grupo de vecinos para resolver el problema. Pese al solícito control del joyero Struzzi que lo cuidaba a cambio de un sueldo la población tuvo que sufrir todas las variantes, por lo que, en vez de unificar sus relojes con el colocado en Iglesia, había momentos en que nadie sabia cuál era la hora exacta. Cansados de controlar una máquina sin resultados, la misma quedó sin funcionar hasta que en 1880 el señor Lázaro Costa solicitud del vecindario que decide repararlo, compra una máquina en Italia para tal fin. El resultado fue desastroso, ya que el reloj marcaba horas insólitas. Se decidió no tocarlo más y el párroco Idelfonso García resolvió bajarlo. En 1891 la Municipalidad adopta como hora oficial la del Meridiano de Córdoba lo cual es avalado en 1892 con fuerza de ley, por la legislatura de Santa Fe.
Otro elemento que se destaca hacia frente es el Monumento a la Constitución de 1853. En 1855 cuando la plaza era aún una simple extensión rodead; de palos verdes, se coloca en su centro la piedra fundamental del que luego sería el único monumento a la Constitución del 53 que se levantaría en el país. En aquel momento era intendenta Nicasio Oroño, autor de la iniciativa ,siendo autor y director técnico de la obra el arquitecto Demetrio Isola. un periódico de la época, "La Confederación" de 18 de septiembre de 1855, si lo describe de la siguiente manera: "El una sencilla columna cuyas proporciones elegantes hacen su mayor belleza Sobre ella están de pie el genio de q justicia y su base rodeada de 4 colum- natas sustentando unos vasos de mármol. La rodea una verja de fierro". Un- merosos viajeros y cronistas, al visitar Rosario, plasmaban en sus escritos su visión de la plaza principal. Acerca del monumento Hutchinson comenta en su libro: "La plaza que tenemos delante es espaciosa, plantada con dobles calles de árboles de paraíso, y en su centro una columna de la Libertad, en cuya base tiene inscripciones pintadas. En el lado que mira a la Matriz, y mirando aguas abajo, está la figura de una media cara, como un sol naciente, inscrita por "El 25 de Mayo de 1810". Al lado opuesto mirando al norte, tiene la inscripción "9 de Julio de 1816". el día en que la declaración de la independencia fue firmada por los Representantes de las provincias, reunidos en solemne Congreso en Tucumán; y en cada uno de los otros lados las inscripciones "30 de agosto de 1856. jura de la Constitución Provincial" y "12 de febrero de 1860, instalación de la Municipalidad". La columna está cercada por barandas de fierro, en cada esquina de la cual, hay una estatua de yeso sobre un pequeño pilar que se levanta como ocho pies del suelo. El aspecto del cuadro de esta plaza es muy agradable en un brillante día de sol, o una noche clara de luna - y muy especialmente en la última, cuando una de las bandas militares tocan la música". (Hutchinson, T. 1866).
La columna fue inaugurada el 25 de mayo de 1856. Poco tiempo después fueron sustituidos los vasos por estatuas hechas en tierra romana revestidas de yeso y representando las estaciones. Se le rodeó con una verja y bancos adosados a ella. Lo blando del material empleado hizo que no resistiera mucho tiempo la acción destructiva de la atmósfera. El monumento fue destruyéndose poco a poco y ya derruida la pirámide, estando en peligro su estabilidad, por decreto del
1 de abril de 1879 la Municipalidad dispone: "que se proceda a demoler los restos de la pirámide de la plaza 25 de Mayo". Luego se pide al escultor Alejandro Biggi que presente un proyecto para la construcción de un nuevo monumento. El mismo fue aceptado en 1881 y el monumento se inauguró en 1883. Consistía en una columna de mármol de Carrara sobre una base escalonada, sosteniendo la estatua de la libertad con el águila rompiendo las cadenas a sus pies, en el pedestal, hacia los cuatro costados se alzarían las estatuas de San Martín, Belgrano, Moreno y Rivadavia.
Hacia la derecha puede verse el primer edificio que tuvo la Jefatura Política o Comandancia, el cual data aproximadamente del año 1842, y ya tenía en aquella época una pieza de altos en la esquina de Córdoba y Buenos Aires, convirtiéndose por aquel entonces la segunda casa de altos que existía en Rosario. Su constructor fue Mateo Fernández.
A la izquierda de la Iglesia, se encuentra el que fuera el primer edificio de la Municipalidad que funcionó en una casa ubicada en el lugar del actual Palacio Municipal. Este último se comenzó a construir recién en 1891 y se terminó en 1896, siendo su constructor Gaetano Rezzara. Con respecto al perímetro de la plaza, las crónicas se refieren a la existencia de un primer cerco constituido por una fila de palos verdes que fueron sustituidos por paraísos en el año 1857. Estos paraísos son los que observamos en la fotografía. Entre 1901 y 1902 se cambiaron por ejemplares de plátanos blancos. Este retrato de la plaza 25 de Mayo la define como núcleo fundamental a partir del cual se constituye la villa y luego se va expandiendo la construcción de la ciudad hacia los distintos márgenes. Desde un principio se perfiló como centro único de diversas actividades y de todos los sectores sociales. Como podemos observar en la imagen, la plaza aparece colmada de personas. Así, la plaza, aún sin serlo, es decir, cuando sólo era un "hueco" vacío, ya funcionaba como punto de reunión a la salida de la capilla para las familias que acudían a la misa. Asimismo fue el centro de las actividades comerciales de la zona. Caracterizaban a la plaza, las kermeses que se realizaban comúnmente durante el mes de diciembre, durante los días cálidos. Otra actividad común era la de las retretas militares, acompañadas por la banda militar primero, y la de la policía después. No debemos olvidar que la plaza fue también desde sus inicios, escenario de actos patrióticos y de revoluciones ideológicas y políticas.
Podemos concluir entonces, que la Plaza 25 de Mayo de mediados del siglo XIX se encuentra definida como un centro aglutinador, encerrando un entramado de relaciones entre los distintos actores sociales, en donde convivían y aún conviven, tanto las cuestiones religiosas, económicas y sociales como también las cuestiones políticas. Esta descripción profunda y detallada de esta paradigmática imagen, nos demuestra que es posible realizar una reconstrucción de la historia social a partir de la fotografía. Si bien el campo del análisis de la imagen de encuentra bastante desarrollado en otros países, en el nuestro aún se encuentra reservado a aquellos que se encargan exclusivamente del estudio de la historia de la fotografía. Sin embargo creemos que este recurso puede resultar una fuente inagotable de información tanto para historiadores como para otros profesionales dedicados a las ciencias sociales.
* Lic. en Antropología. Escuela Superior de Museología. Secretaría de Cultura y Educación. Municipalidad de Rosario
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Fuente: Artículo publicado en la Revista “Rosario, su Historia y Región. Fascículo Nº 90 de octubre 2010