martes, 20 de septiembre de 2011

CURAR Y ENSEÑAR – Clemente Álvarez


Por Marcelo Castaños

Su nombre está unido al desarrollo de salud pública en la ciudad. Fue un gran protagonista de la vida científica de su tiempo


Lúcido, metódico, modesto, a veces parco para la palabra, muy estudioso pero sobre todo generoso en la entrega de conocimientos.
Así se recuerda a Clemente Álvarez,  cuyo nombre está asociado definitivamente a la salud pública tanto para quienes conocen su historia como para los que no, porque lo perpetúa el centro de asistencia médica más emblemático de la ciudad.

Clemente Álvarez fue médico, formador de profesionales, fundador de instituciones
y publicaciones, miembro de asociaciones y academias médicas, y protagonista excluyente de la vida científica de su tiempo.
Llegó al país de España con sus padres Serafín y Felipa. En ese momento era el
único hijo del matrimonio, que después tuvo seis más: Luis, Domingo, Juan (presente en este libro), Estela, Julio y Eva.
La casa de Serafín, un abogado amante del periodismo y Ia enseñanza, fue un lugar de discusiones y proyectos, tal cual lo relata Susana (hija de Clemente) en una nota publicada por La Capital en 1997.
Clemente estudió medicina en Buenos Aires y se recibió a los 21 años, Se perfec-
cionó en Alemania y vino a Rosario, donde inició una canera memorable, En 1901
fundó la Liga Argentina contra la Tuberculosis, después fue cofundador del Círculo Médico de Rosario, fundador de la Revista Médica, titular de las cátedras de Patología y Clínica Médica, y miembro de los órganos de gobierno de la Facultad de Ciencias Médicas y de la Universidad Nacional delLitoral. Entre el 30 y el 44, ya consolidado entre los más prestigiosos, cosechó cargos que le dieron todavía más jerarquía, como el de miembro honorario de la Academía
Nacional de Medicina y de la Asociación Médica Argentina,
Se casó con Josefa Fontanarrosa y tuvo ocho hijos: Olga, Adela, Clotilde, Susana,
Celia, Elena, Josefa y Clemente.
Sus hijos siempre Io recordarían como un hombre muy abocado a su carrera, que
todas las mañanas dejaba la casa para ir al hospital, atender pacientes y dar clases,
que solía llegar tarde a almorzar pero al que siempre se esperaba porque era el momento del encuentro familiar, Se recostaba a dormir, atendía el consultorio tras la siesta y después del té (que tomaba con su madre)  hacía sus visitas a domicilio. Era metódico en su vida profesional y familiar.
Preocupado y dedicado a la investigación científica, intervino en debates filosóficos
epistemológicos y académicos, como los que protagonizó con aquellos que ensalzaban la formación universal en detrimento de la especialización o en su cerrada oposición  a que se eliminaran las tesis doctorales.
En 1945 dejó las cátedras en Ciencias Médicas, en desacuerdo con las tendencias
políticas que se imponían. Tres años después, murió.
Tras su partida vinieron uno tras otro los reconocimientos, que probablemente hubiese rechazado en vida. En 1949 se formó una comisión popular para homenajearlo y se dispuso que el Hospital Rosario llevara su nombre. Hoy, cuando está por inaugurarse el Nuevo Hospital de Emergencias Clemente Álvarez, la figura del médico maestro se vuelve más actual que nunca.

Fuente:  Publicado el artículo en la Revista de diario “La Capital de 140 años.