No fue esa la única apelación del obispo rosarino a las llamadas fuerzas del orden'. Pocos días después, el domingo 2 de febrero, el nuevo sustituto parroquial, padre Parenti y Ferrari, integrantes del grupo renunciante, impidieron la acción policial contra la feligresía: lo que no pudieron evita± fue ser introducidos, ellos mismos, en los vehículos del Comando Radioeléctrico. Los habitantes del barrio, no obstante, no pretendían extraordinarias conquistas: "Fueron a impedir que el padre Novelo celebrara misa —explicó a BOOM uno de los sacerdotes renunciantes— porque no tiene sentido una misa separada de la misa del barrio, como no tiene sentido un sacerdote que celebre la misa y no se integre a la comunidad". La atinada intervención de los padres Ferrari y Parenti tuvo, en cambio, un previsible premio por parte del obispo: al día siguiente, mediante una carta llevada personalmente por tres empleados del Obispado, recibieron la gravísima pena de suspensión total del ministerio sacerdotal. La medida, que contradice el código del derecho canónico y el necesario amor cristiano, olvidó que no existía delito grave ni previa amonestación ,de acuerdo al mismo derecho.
Esos hechos constituyeron, por otro lado, los desencadenantes de la crisis.
El mismo documento de renuncia colectiva alude directamente a los hechos protagonizados por los sacerdotes en barrio Godoy: “Mientras usted dice «querer entrar en un contacto a nivel más personal» con sus queridos sacerdotes, auscultar sus necesidades espirituales, sus inquietudes pastorales... acontece que, sin previa amonestación, sin concretar la figura jurídica del delito, habiendo tomado estado público antes de notificarse al interesado y deteriorándose la fama del mismo por comunicación desde la Curia a diversas instituciones, sin otorgar el derecho a la legítima defensa, negándose e escuchar sus motivos, usted censura con gravísima suspensión total a dos sacerdotes, interpretando como grave delito lo que, en reflexión común, los sacerdotes habíamos considerado exigencia pastoral que obligaba en conciencia y de la que —por tanto—somos todos solidariamente responsables". Esa misma exigencia pastoral, asumida por los sacerdotes rosarinos, es la que los lleva a alcanzar las más claras instancias del documento: "Porque de inmediatos y necesarios colaboradores nos vemos instrumentados en cómplices de una situación de injusticia y pecado que constituye un triste y escanda-[oso testimonio para la comunidad de la Iglesia y de los hombres.. ',que acercan al texto e los similares de muchos de sus compañeros renovadores del continente.
La respuesta del arzobispo no se demoró esta vez. El día 18 de marzo, las publicaciones de Rosario se hacían eco de la exhortación dada a conocer por monseñor Bolatti, constando a los renunciantes 'a reflexionar serenamente sobre esta decisión", reiterando su deseo, no justificado en los hechos, como se ha visto, de dialogar con sus sacerdotes, aunque dejando claro que siempre qué el mismo "se realice dentro del marco de n auténtico diálogo en la verdad y en la caridad". No es explicable, de todos modos, .a última acepción de "auténtico diálogo" para el obispo, si se tienen en cuenta que las presentaciones personales o escritas de sus sacerdotes trataban sin excepción de problemas íntimamente relacionados con la marcha de sus ministerios, desnaturalizados en su función pastoral por la rígida estructura de una Iglesia alejada de sus destinatarios naturales. Paradójicamente, ese mismo día, el ex obispo de Rosario y ahora primado de .a Argentina, Antonio Caggiano, recibía en Buenos Aires las salutaciones de rigor por los 34 años de su consagración episcopal. Monseñor Bolatti, mientras tanto, viajaba al día siguiente de su exhortación al diálogo a la ciudad de Rafaela: allí, seria un espectador nás entre otros de la jerarquía eclesiástica y del gobierno provincial a la consagración e1 nuevo obispo de la diócesis de Rafaela, monseñor Antonio Brasca.
Los habitantes del barrio, no obstante, io pretendían extraordinarias conquistas: 'Fueron a impedir que el padre Novello celebra-'a misa —explicó a BOOM uno de los sacerdotes renunciantes— porque no tiene sentido una misa separada de la misa del barrio, como no ¡ene sentido un sacerdote que celebre la misa y no se integre a la comunidad".
La contestación de los ya treinta renunciantes al llamado pacífico y conciliador del obispo fue inmediata. El 20 de marzo un nuevo documento, con apelaciones claras a los postulados de la Última Conferencia Episcopal de Medellín, ratificaba la actitud asumida por el clero renovador. Los articulados del documento dejaban claros los alcances de la renuncia masiva (No es un enfrentamiento personal entre el obispo y un grupo de Sacerdotes... No tiene por finalidad mejorar nuestra situación económica y pretender cargos más importantes... No tiene nada que ver con el problema del celibato sacerdotal: un don de Dios... No renunciamos al sacerdocio sino a los cargos ministeriales dentro de esta diócesis, mientras dure esta situación", manifestaban) y las medidas propugnadas por el grupo para encauzar a la iglesia rosarina ("Queremos que el obispo no resuelva sólo los problemas de la diócesis... Queremos obedecer pero no podemos obedecer a una autoridad cuando ha dejado de ser «el principio y fundamento visible de unidad en su propia Iglesia» (23-1)... Queremos ver a la Iglesia como <da humilde servidora de todos los hombres», queremos verla libre de ataduras temporales, de convivencias indebidas y de prestigio ambiguo"). La firmeza de la actitud rebelde no dejaba de lado, empero, la posibilidad de parlamentar: "Seguimos creyendo en el diálógo —afirmaba el segundo documento—. La amistad es el clima del diálogo, nos dice Paulo VI. Estamos dispuestos a realizar un serio esfuerzo por restablecer esa fraternidad sacramental de que nos habla el Concilio".
La actitud posterior del obispo rosarino parecía indicar su impermeabilidad constante a todo tipo de entendimiento: por medio de cartas individuales a cada uno de los renunciantes, solicitó la ratificación o rectificación de las mismas, procedimiento adecuado para aceptar o rechazar aquellas que más conviniesen a la presunta tranquilidad de su diócesis, a la vez que preguntaba a sus sacerdotes si aceptarían cargos fuera de su jurisdicción obispal. La contestación a las cartas del obispo Bolatti, fechadas el 18 de marzo, concitó el 21 del mismo mes un sentimiento general por la convicción en quienes respondían tan concretamente: los treinta sacerdotes ratificaron colectivamente su decisión de no ejercer cargos en la diócesis rosarina y de dialogar "en la verdad y en la caridad". El mismo día, el padre Francisco Parenti era relevado de la presidencia de su mesa de exámenes de Teología 1, en la Facultad Católica de Derecho por indicación del arzobispo. Esa insólita derivación hizo estallar nuevas adhesiones: el Movimiento Social de Inspiración Cristiana de la misma facultad manifestó mediante un comunicado su adhesión al movimiento renovador de la Iglesia rosarina, condenando la incapacidad de dialogo del obispo y repudiando la medida contra el padre Parenti. Declaraban una sola inquietud, similar a la que anima a todo el movimiento antitradicional americano: "Construir una Iglesia renovadora, Iglesia de los pobres, evitando que se consolide como un cuerpo anémico y envejecido".
Con mucha más mesura pero no menos intencionalidad, la Asociación de los jóvenes de la Acción Católica de la Catedral dirigió el 22 de marzo una nota al obispo, deplorando la situación planteada, adhiriendo 'a los objetivos pastorales expuestos por sacerdotes renunciantes" y exhortando (esta vez la feligresía al arzobispo) a la reflexión y reanudación del diálogo con los miembros eclesiásticos de su diócesis.
La división comenzó, sin embargo, a ganar otros sectores: el Centro de Estudiantes de Derecho de la Universidad Católica Argentina desmintió, un día después, a sus compañeros del Movimiento Social, al negarles representatividad y alegando que no se había negado al padre Parenti la presidencia del examen de Teología 1: admitían, no obstante, que el examen "sufrió una leve suspensión", que seria cancelada en pocos días; del mismo modo, diversas entidades e instituciones de filiación católica militante o movimientos laicos se sumaron a la compulsiva racha epistolar, pero las adhesiones a la actitud sacerdotal fueron siempre superiores a los tibios mensajes de apoyo a monseñor Bolatti. Curiosa coincidencia: por los mismos dis, los diarios otorgaron un pequeño espacio a la noticia de la publicación en otro volumen de documentos sobre Pío XII, 'sobre sus gestiones de paz".
La declaración de uno de los sacerdotes renunciantes parece clarificar del todo la actitud futura: "Puede adelantarse que los valores evangélicos serán defendidos —puntualizó a BOOM— a costa de cualquier riesgo. Esta renuncia no implica la deserción del sacerdocio sino la deserción de cualquier cargo en la arquidiócesis de Rosario. No se trata tampoco de un problema de celibato sacerdotal —aclaró-- sino que se trata, lisa y llanamente, de denunciar una situación de injusticia y de jugarse entero por una Iglesia encarnada en el mundo, una Iglesia que despierte en los hombres y en los pueblos una viva conciencia de justicia, infundiéndoles un sentimiento dinámico, de responsabilidad. Una Iglesia que defienda, según el mandato evangélico, a los pobres y oprimidos, una Iglesia que denuncie enérgicamente los abusos y las injusticias, consecuencia de las desigualdades entre ricos y pobres, entre poderosos y débiles".
Parecidos alcances asume el problema para otro de los sacerdotes, el padre Juan Larrambere, quien cifra la inicial causa del conflicto en una cuestión de estructuras dentro de la iglesia rosarina: "Así como el Papa renovó la Curia romana, la Curia de Rosario debería ser renovada: dejar de ser una oficina administrativa, donde los srdotes concurren solamente a realizar trámites burocráticos para convertirse en un centro pastoral —expresó a BOOM— en todo el sentido de las palabras". El vicario cooperador Larrarnbere puntualiza asimismo las condiciones esenciales de cualquier intento de entendimiento entre las partes: regreso de los sacerdotes españoles, desarrollo de una semana de jornadas pastorales, reiteradamente solicitada al obispo y levantamiento de las suspensiones a los padres Parenti y Ferrari.
Pero no sólo losproblemas de cambio en la estructura administrativa inquietan a los sacerdotes renovadores. La integración plena del pastor con su comunidad, preconizada por el clero americano, es otro de los puntos que deben definirse antes del arreglo conciliatorio: "La integración del sacerdote en la comunidad no atenta de ninguna manera contra la tarea evangélica —declaró a BOOM otro de los sacerdotes renunciantes, el padre Natalio Torres¡, vicario cooperador de la Iglesia Catedral—. Hay comunidades en las que el sacerdote, para dar testimonio de Cristo, debe trabajar con sus manos: es un testimonio de acercamiento al pobre, alobrero. Por lo tanto, el sacerdote debe estar al nivel del ambiente en el cual se encuentra realizando su labor pastoral. No puede predicar lo que no hace. El obispo de Rosario cree que en esta ciudad ello no es necesario —preció— por no estar dadas las condiciones socioeconómicas. El sacerdote, según éste, debe dedicarse fundamentalmente a la tarea evangélica".
Acaso el mejor planteamiento de las causas y postulados del movimiento lo otorgue, sin embargo, el documento mimeografiado entregado a BOOM por otro de los sacerdotes renunciantes. Bajo el subtítulo "Qué posturas surgieron?" se detallan las diversas actitudes de la opinión pública y de los sectores interesados: "Unos atacaron agresivamente", 'Otros se escandalizaron", "Otros se adhirieron de corazón" pero "lo cierto es que toda la República se interesó". Los alcances del conflicto también se limitan en el mismo documento: "Pensamos que no es un problema simplemente rosarino. Toda Latinoamérica vive este problema. Seguimos con una Iglesia imperial, clasista, desentendida del mundo o comenzamos con una Iglesia distinta: servidora de los hombres, llena de sencillez, de amor, toda volcada sobre las esperanzas y angustias de los hombres".
El final del documento acaso ilustre la empecinada voluntad de renovación total que inspira a los sacerdotes rosarinos: "Quizás nos sea muy fácil encontrar aparentes justificaciones ideológicas o de orden práctico, para tranquilizar nuestra conciencia y evitar el compromiso, pero recordemos lo que dijera un ilustre arzobispo: «Los pastores que callan sólo son dignos de pueblos esclavos»".
Octavo Mandamiento: no mentir Las reuniones y conciliábulos de los renunciantes estuvieron, en su totalidad, negados al periodismo, invocando atendibles razones de publicidad desmedida a un problema que querían centrar como "únicamente eclesiástico en sí". No obstante, escudándose en el anonimato, opiniones y fundamentos fueron conocidos, poco a poco, por toda la opinión pública, desde el comienzo del conflicto. También en este punto difieren las dos jerarquías de la iglesia rosarina: el 11 de marzo de 1968, los padres Amiratti, Arroyo, Lupori, Presello y Tettamanzzi se hicieron presentes en el Obispado, en horas de la tarde, a fin de concretar la audiencia solicitada previamente al obispo. No la lograron, a pesar de que por un intermediario (el padre Héctor García, que vive en la Curia) hicieron saber al obispo que se trataba de "un gravisirno caso de conciencia y de extrema urgencia". No fueron atendidos.
El sábado 15 por la tarde, los padres Amiratti y Parolo, delegados por el grupo, hicieron acto de presencia nuevamente en la Curia, llevando la renuncia de los sacerdotes integrantes del movimiento renovador. Se les dijo que el obispo "no podrá atenderlos por hallarse fuera de la ciudad", aunque no pudieron lograr que se les concretase el lugar elegido por monseñor Bolatti para su sorpresivo viaje.
La misma falta de diálogo se produjo, siempre, entre la jerarquía superior y el periodismo: tanto el arzobispo Bolatti como el canciller de la Curia Lester Novelo, uno de los protagonistas del incidente de barrio Godoy, se niegan a recibir a la prensa. "El arzobispo y las demás autoridades se van a comunicar con los distintos medios de difusión por comunicados", es la respuesta habitual y mecánica del secretario privado del obispo, hermano Ricardo Yaquinto. Sin embargo, también en este plano la Iglesia rosarina tiene privilegiados: el ingeniero Daumas, miembro del directorio de Canal 3 de Rosario, junto con el asesor Eduardo Gurovici (que también es periodista) fueron atendidos por monseñor Bolatti a puertas cerradas, aunque no tan inexpugnables como para permitir que se ignorara esa inexplicable diferencia.
También el fiscal del Arzobispado, el padre García Caffarena (un empecinado poeta de suplementos dominicales), conocido como la verdadera eminencia gris de la política eclesiástica de la diócesis, utiliza métodos parecidos: al solicitar un redactor de BOOM una entrevista, para conocer sus impresiones sobre el conflicto, después de otra llamada anterior, la respuesta telefónica pareció provenir de un disco conocido y vapuleado: "El padre García Caffarena no se encuentra en Rosario". El mismo redactor, invocando a una persona de la amistad del sacerdote, obtuvo no sólo la confirmación de una mentira sino la propia voz del desconcertado fiscal de la Curia rosarina. Tampoco así fue posible información alguna de su parte.
La cautelosa desconfianza del padre García Caffarena en dilucidar la posición de la alta jerarquía (de la que él es uno de sus voceros conspicuos) no responde sin embargo a un capricho: el 24 de marzo, el arzobispo de Lima, cardenal Landázuri, continuaba en silencio sobre la crisis sacerdotal del Perú y desmentía una vez más, por medio de sus representantes menores, que la desaparición del obispo auxiliar Radavero se debía a una crisis ajena a la "crisis de fe" que le asignaba a su ex coadjutor, radicado ahora en Buenos Aires. La desmentida noticia del arribo de un enviado de PauloVI a Rosario (debe recordarse que los sacerdotes renunciantes hicieron llegar sus inquietudes al Vaticano) puso de manifiesto asimismo que tampoco en la rama mayor de la Iglesia se desea abrir juicio sobre el conflicto, aunque las versiones más veraces parecen ser las que indican un hecho revelador: la acumulación, en manos del Santo Padre, de una serie de antecedenteá sobre la marcha del ministerio de monseñor Bolatti, inoperante y reacio a nuevas formas, informaciones que comenzaron con la llegada a Roma de monseñor Benito Rodríguez, ex obispo auxiliar de la diócesis de Rosario y renunciante a raíz de serias divergencias con el arzobispo Bolatti.
Los buscadores de la paz Las gestiones conciliatorias, inevitables en conflictos como el suscitado en Rosario, estuvieron exclusivamente al comienzo en manos del párroco de la Iglesia del Perpetuo Socorro, Silvio Domingo Bis¡, quien inició conversaciones con los dos sectores para logar la pacificación interna: su actitud es, sin embargo, ambigua. Próximo, en convicciones, a los sacerdotes renunciantes y asistente a sus reuniones primeras, otorgó a los mismos su autorización para celebrar en su parroquia una misa por los padres Parenti y Ferrari, suspendidos por monseñor Bolatti. La posterior e inmediata orden del obispo le hizo desistir de su gesto amistoso.
Las conjeturas parecen encaminarse ahora en una dirección determinada: la imposibilidad del diálogo mientras no se respeten las condiciones planteadas por los renunciantes. La posibilidad de renuncia del jefe de la diócesis sería, al parecer, la solución más atinada. El traslado de los dimitentes a diócesis alejadas (pero paradójicamente mucho más progresistas, en el plano eclesiástico, que la rosarina) se resiente ante el número abultado de los rebeldes. Las adhesiones a los mismos, a la vez, reflejan que la opinión de los católicos militantes de la ciudad no vería con agrado la pérdida de tantos excelentes ministros.
"Pensamos que no es un problema simplemente rosarino. Toda Latinoamérica vive este problema. Seguimos con una Iglesia imperial, clasista, desentendida del mundo o comenzamos con una Iglesia distinta: servidora de los hombres, llena de sencillez, de amor, toda volcada sobre las esperanzas y angustias de los hombres".
Las gestiones conciliatorias, empero, estaban en los últimos días de marzo a la orden del día: el Consejo Arquidiocesano de Hombres de la Acción Católica remitía una nota al obispo Bolatti, ofreciendo la mediación de la entidad ante los sacerdotes renunciantes. La propuesta incluía un diálogo conjunto entre el jefe de la iglesia local y sus impugnadores, con asistencia de laicos y religiosos elegidos por el obispo: a pesar de contar con la anuencia de los renovadores" para esa gestión no parecían demasiado próximas las fases finales del proceso. El mismo día, 26 de marzo, los diarios argentinos confirmaban otra noticia: seminaristas peruanos, en adhesión total al movimiento de sacerdotes de Trujillo, tomaban como rehenes a los disidentes, a fin de impedir la expulsión de los mismos de la ciudad, Igual medida adoptaron los presos de la Cárcel Central de Trujillo con su capellán, el padre Bartolomé Bernaza, al enterarse que abándonaría su cargo por orden del arzobispo Jurgens.
En Rosario, mientras tanto, cables provenientes de Córdoba sembraban un verdadero aire de temor en la tradicional clase superior de la jerarquía eclesiástica: veinte sacerdotes de la diócesis cordobesa anunciaban su solidaridad con sus hermanos rosarinos, a quienes instaban a perseverar y mantenerse, en su posición. Ello indicaba, además, que el fuego había comenzado' a extenderse.
La repetición, casi mecánica, de conflictos similares, no solo en esta parte del mundo sino en todo lugar donde la Iglesia instala sus dominios (hay que recordar especialmente las tremendas conmociones producidas, en el plano teológico, por el nuevo catecismo holandés) prefiguran para el pueblo de Dios una sola alternativa: o la continuidad en una estructura envejecida, complicada con los instrumentos menos recomendables del poder político, jerarquizadora de privilegios, o la conformación de una Iglesia militante, arraigada en los pueblos, convencida de la necesidad de remover y transformar, por los medios que sean, los soportes que humillan y sumen a las naciones de América latina en la miseria, el hambre y el subdesarrollo.
La segunda alternativa es, indudablemente, la más difícil de soportar para las altas jerarquías tradicionales: la única, sin embargo, capaz de devolver a la Iglesia a su misión primera y única. Los llamados, ambiguamente, "rebeldes" en el seno de la Iglesia lo saben.Y saben también que la definición es inminente y necesaria, desde las palabras de San Juan, Apocalipsis, capítulo 3,16: "Mas porque eres tibio y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca".
Fuente: Extraído del Libro “ BOON la revista de Rosario” - Antología . La Chicago Editora. 2013.