miércoles, 4 de agosto de 2021

La ciudad y su pastor - Cañada de Gomez: ¿ Otra vez la Iglesia lejos ?



Por Osvaldo Agüirre

Ni siquiera los historiadores de la todavía tambaleante Confederación Argentina —acostumbrados al recuerdo del gobierno rosista y un poco más atrás, a las batallas individuales del caudillaje provinciano— pensaron nunca que un precio de sangre sin precedentes iba a ser exigido a los hijos de la patria. No lo pensaba tampoco Benjamín Virasoro, jefe de las deshilachadas huestes de la Confederación que huían después de la derrota de Pavón, ni ninguno de sus desesperanzados soldados, hechos a la vigilia, la violencia y el sacrificio. Pero lo cierto es que la noche del 21 de noviembre de 1861, las tropas nacionales acamparon, rendidas, en las praderas de la Cañada de Gómez, dispuestas a esperar el amanecer y el nuevo rumbo hacia la metrópoli porteña. La madrugada les trajo, en cambio, una de las comunes por desgracia en nuestras guerras —decía en carta el gobernador de Buenos Aires, Manuel Ocampo—, que después de conocer los resultados aterroriza al vencedor, cuando éste no es de la escuela del terrorismo. Esto es lo que le pasa al general Flores y es por ello que no quiere decir detalladamente lo que ha pasado. Hay más de 300 muertos y como 150 prisioneros, mientras que por nuestra parte, sólo hemos tenido dos muertos y cinco heridos...'

No menos interés en olvidar esa página negra pusieron el general traductor e historiador Bartolomé Mitre, vencedor de Urquiza en Pavón, y el propio gobernador Ocampo. En el caso de Mitre, el afán de sepultar el infausto suceso fue efectivamente posible: ni siquiera llegó a ingresar en los polvorientos y olvidados documentos del "Archivo del general Bartolomé Mitre".

Recién en 1922, Cañada de Gómez volvió a ocupar la atención y el interés de los argentinos, cuando el gobernador de Santa Fe rubrica el decreto que la convierte en ciudad, e instala en la intendencia municipal al doctor Ricardo Andino. Cuarenta y siete años fueron necesarios después para que la ciudad regresara a la primera plana de las publicaciones y la curiosidad del país y, en muchos casos, de toda América. No fue, empero, por un potencial económico e industrial que la convirtió después de Rosario, en uno de los centros urbanos más progresistas del sur santafecinos, ni por la habitual tradición de trabajo y dedicación que caracterizó siempre a los hombres de la pampa gringa. La conmoción tenía, esta vez, bases diferentes y difíciles, pero no estuvo exenta —como parece ser la costumbre— de violencias y represiones. Aunque contó, en una proporción impensada para los promotores del conflicto, con un fervor popular que excedía los limites de lo previsto y hace reflexionar seriamente acerca de las causas, desarrollo y perspectivas del "caso Cañada de Gómez".

La historia para ser contada Seguramente cuando el padre Armando Amirati llegó a ocupar su nueva parroquia, hace casi siete años, encontró la misma ciudad que enfrenta el turista ciudadano: tal vez menos antenas de televisión que las que pueblan ahora el cielo cañadense, acaso unos pocos edificios que entonces no abandonaba el mero estado de proyectos. Las muchachas y muchachos recorriendo en bicicletas casi toda la ciudad —la ausencia de ómnibus explica perfectamente el espectáculo—; las casas de ladrillos vistos y envejecidos por el tiempo, uniformizando muchas de las cuadras, los ruidosos altoparlantes viajeros, montados en automóviles que recorren incansablemente el centro y los barrios, ofreciendo una publicidad pueblerina y ensordecedora: la gente caminando por Lavalle, San Martín, Ocampo: todo eso era igual entonces. Como eran iguales el movimiento industrial, la urgencia del comercio, la permanente corriente agropecuaria. Pero el cambio más notable, después de esos siete años, estaba en los propios cañadenses.

Y no era fruto de la casualidad: durante los años de su ministerio en la ciudad, el padre Amirati —un afable conversador, con cabellos blancos pugnando victoriosos en su cabeza, de gestos moderados y sencillos— empezó a desvirtuar la imagen tradicional que los cañadenses se habían hecho del pastor de sus almas: desaparecieron las barreras invisibles entre la Iglesia y sus fieles, se estableció un puente de comunicación que iba a acrecentarse con el tiempo, logrando que toda una comunidad tomara en cuenta la importancia de una iglesia que les pertenecía y a la que ellos no eran de ningún modo ajenos. La laboriosa gestión del párroco se vio frustrada, al parecer irremediablemente, en marzo de 1969: los sucesos que culminaron con la renuncia masiva de 27 sacerdotes, entre los que se contaba el padre Amirati, desencadenaron el conflicto más grave soportado por la Iglesia argentina en los últimos años y produjeron la separación del párroco de su comunidad. Los sucesivos intentos del obispo rosarino, monseñor Bolatti, por suplantar al padre Amirati con ministros adictos a su conducción pastoral, tuvieron distintos resultados: ninguno de ellos fue, sin embargo, victorioso para la jerarquía superior.

Ni el padre capuchino Román de Montevideo, ni monseñor Benito Rodríguez, actual párroco, lograron otra cosa que la indiferencia y la respuesta negativa de toda Cañada de Gómez. La respuesta de la jerarquía rosarina —confiada a las manos expertas de la policía de Rosario— fue tan contundente como inesperada. De nuevo la ciudad pasaba a ser una ciudad castigada por la vigilancia, de nuevo la violencia venía desde fuera de ella y otra vez la sangre de los cañadenses corrió por las calles, abonando la defensa de una causa que sigue creyendo justa.

Los Últimos hechos relacionados con la crisis de Cañada de Gómez estuvieron también en boca de todo el país: el 4 de agosto, al iniciarse las reuniones del Episcopado Argentino presididas por el cardenal Caggiano, se advirtió claramente que se intensificaban las consultas para buscar solución al problema planteado al obispo rosarino. Los propios cañadenses decidieron, sin embargo, romper el fuego en la misma reunión: una comisión de laicos de la ciudad se presentó espontáneamente ante el cardenal Caggiano, entregándole un memorial condenatorio: "Coacciona a la feligresía —uno y por el movimiento laico de Cañada de Gómez el otro, mostraban poco después la indignación causada por las declaraciones infundadas contra los disidentes, que no sólo tenían el carácter de claras ofensas sino que tendían a confundir a la opinión publica. "Todos los medios son utilizados —decía uno de los comunicados— por parte de los grupos que apoyan al obispo para efectivizar la persecución, interviene la SIDE, se organiza el seguimiento de personas, se intervienen algunos teléfonos, se distribuyen a los diarios noticias falsas, se consienten publicaciones gravemente injuriosas como las de Macabeos Siglo XXy el Movimiento Nacional de Juventudes Anticomunistas, Todos los sacerdotes renunciantes son fieles a la Iglesia y no se han separado en ningún momento de ella".

El padre Amirati, entre tanto, continuaba recibiendo en la ciudad que había contribuido a unificar las muestras de una adhesión masiva sin precedentes. Desde el cuarto de la clínica donde se encontraba convaleciendo primero, y viviendo después, su ministerio era ejercido sin pausas, ante la incesante llegada de mujeres, hombres y jóvenes deseosos de testimoniarle un afecto y un respeto que no habían podido quebrantar ni los gases de la policía rosarina ni las amenazas de los acólitos del obispo Bolatti.

Su conductor, el increíble Dragani, quienes con estandartes rojos en ristre, vocearon en la calle Córdoba publicaciones destinadas a esclarecer la opinión ante la infiltración roja en las seculares filas de la Iglesia. Dos comunicados, aparecidos en La Capital del 14 de agosto, firmados por un grupo de sacerdotes renunciantes La campaña de descrédito y confusionismo, alentada por la jerarquía superior, tuvo su grado más alto con la presencia en Rosario de las huestes de la triste FAEDA y
Las voces de sus hijos BOOM recorrió intensamente la ciudad convulsionada para requerir la opinión de los cañadenses sobre el problema de su párroco. Sin distinción de niveles, ideologías y capacidades, todos coincidieron en otorgar a la situación el carácter de una verdadera conmoción comunitaria, capaz de remover la tradicional apatía de la ciudad sureña. 'El problema no es nuevo, —expresó Goritzia Picciniril, regenta de la Escuela Normal— ya que se venía gestando a raíz del Congreso de Medellín, por intermedio de aquellos sacerdotes que solicitaban una reforma de las estructuras anacrónicas de la Iglesia". Sus opiniones están avaladas por un profundo conocimiento de la peculiar situación atravesada por el clero americano: "La doctrina debe estar respaldada por la acción de los sacerdotes —proclamó— y responder a las exigencias de una sociedad acosada por una serie de problemas socioeconómicos". Cuando se le requiere su visión del párroco renunciante, es terminante y precisa: 'El padre Amirati siempre tuvo una conducta humilde, silenciosa, sin aparatosidad. Pero lo importante es que cambió la imagen tradicional del sacerdote: llevó mucha gente a la iglesia, gente que había dejado de hacerlo hacía tiempo y se sentía identificada con él. Yo misma - confesó a BOOM— no soy una católica militante, aunque mi madre lo es, y he descubierto de nuevo muchas cosas en la fe, gracias a mi labor pastoral". Su crítica a la estrategia de la jerarquía superior, parece resumir, además, el pensamiento de toda la ciudad: "Las jerarquías del clero deben rever la medida, ya que es toda una población la que ha encarado el problema. Nunca —aseguró— Cañada de Gómez había encontrado un punto de coincidencia como éste".

Los disturbios producidos por la represión policial y la repulsa popular, tanto al padre Román de Montevideo como a monseñor Benito Rodríguez, son explicados sinceramente: "La ciudad estaba muy motivada: no tenía nada contra los dos sacerdotes, pero encontraron de pronto que jugaban factores emocionales difíciles de controlar. Lo esencial —reclamó— es dejar en claro que Cañada de Gómez fienel una posición sincera para quien demostró una gran sensibilidad. Dicen —apuntó— que no controla el tipo de ayuda, que da siempre a todo el mundo. Creo sin embargo que eso es ser verdaderamente un pastor de almas, aunque aquí defendemos una línea pastoral dentro de la iglesia, que creemos la auténticamente válida y no la de un hombre en particular". Las apasionadas palabras de la regenta del Colegio Normal no son, sin embargo, exageradas: todos los cañadenses reconocen con unanimidad los méritos de la obra pastoral del padre Amirati. La fundación de un ateneo, dependiente de la parroquia, eliminó prácticamente las patotas de muchachones que convulsionaban el centro de la ciudad. Los jóvenes se empezaron a reunir poco a poco en la iglesia y entraron a formar parte activa de la comunidad, ayudando al párroco en su tarea, que incluyó hasta la construcción de dos casas, en el llamado barrio Juan XXIII, primera etapa de un interrumpido proyecto de levantamiento de 20 viviendas para los más necesitados.

"El hecho de que la gente haya asumido su derecho a hacerse oír, a alzar la voz por lo que consideraba justo, es en sí un hecho muy importante, aunque esto termine aquí", fue el resumen de Elda Raquel Martínez (directora de curso y profesora en la Escuela Normal). Para ella, tampoco son desconocidos los aspectos caritativos de la labor pastoral del párroco ausente: "Desde el barrio Sur, donde vivo —contó a BOOM— se puede comprobar la ayuda del padre Amirati a la gente. Aunque ésta es humilde y no entienda otros aspectos del devenir actual, ya sean ideológicos, económicos o políticos, ve lo concreto de la obra. El padre Amirati, como persona, ha conseguido conquistarlos. Por eso lo respeto —adelantó seriamente—, como valor humano. Además —reconoce—, Cañada de Gómez sabe ahora de los problemas de la Iglesia argentina gracias al padre Amirati". Elda insiste, asimismo, en la coincidencia total alrededor del pastor renunciante: “ El apoyo es masivo: están a su lado gentes de todas las edades : obreros, comerciantes, profesionales'.

La vivencia real del apoyo proclamado, la tuvo la ciudad cuando sus fuerzas vivas decidieron un paro general de actividades en solidaridad con Amirati: Ese día me la pasé a galletitas y Coca-Cola —contó un viajante que recorre habitualmente la zona—: fo había un solo comercio abierto en toda Cañada de Gómez". Ernesto Mazolo, propietario del restaurante El bigote, en calle Lavalle al 1200, resume así la opinión de su sector: "Yo conozco la obra del padre, desde que llegó a la ciudad. Ha hecho mucho por Cañada y creo que el 99 por ciento de la población desea que permanezca entre nosotros, como antes. Lo peor que se pudo haber hecho —denunció enérgicamente— fue la represión policial: yo no recuerdo, desde que tengo uso de razón, algo semejante, un atentado tan alevoso contra el pueblo". La opinión de la ciudad sobre el flamante reemplazante del padre Amirati, es contundente: "A monseñor Benito Rodríguez, —confesó Mazolo— el pueblo lo ignora olímpicamente".

La compulsa popular continúa: todos quieren manifestar su pensamiento sobre el conflicto, Víctor Zacheto (40, cómerciante, casado) es lacónicamente preciso: "Creo que el padre está bien inspirado yque sigile una línea popular que debe ser la línea de la verdadera Iglesia". Para Juan José Lorandi (30, diariero en la escuela de Lavalle y San Martín), en cambio, los hechos concretos pesan mucho en el problema del padre .Amirati: "Supo congeniar con el pueblo, sobre todo con las clases más necesitadas —manifestó—: ¿Qué le puedo decir? Que si tiene que quedarse sin frazada él y morir de frío para brindársela a un pobre, se la da sin pensarlo dos veces. Por eso estoy abiertamente con él".

Otras voces, otros ámbitos Mucho menos fácil resultó, en cambio, la comunicación con el actual párroco cañadense, monseñor Benito Rodríguez. "Yo no recibo a periodistas: solamente atendí hace un tiempo a los del diario local", afirmó monseñor Rodríguez a BOOM, cuando se intentó el diálogo con él. Sin otra explicación, la casa parroquial se cerró a la charla y todos los intentos posteriores sufrieron la misma suerte del primero: igual respuesta negativa e imposibilidad de conversar sobre ningún tema.

La afirmación del párroco repudiado era exacta: Estrella de la mañana, el diario de Cañada de Gómez, había logrado el reportaje con varios días de anticipación, reproduciéndolo en tres ediciones. En el mismo, el nuevo párroco dio estas opiniones peculiarísimas, sobre su antecesor: "Mire: yo no le voy a dar ningún concepto en este momento; no se lo puedo dar. Tendría que decirle que está fuera del lugar. Eso es todo lo que puedo decirle. No le voy a decir más nada, todo lo demás me lo reservo. Usted pide el juicio de una persona, que no debo hacer. Es muy dificil hacer esas cosas". Sin embargo, más adelante, destilaba hábilmente opiniones bastante claras sobre el conflicto y sus protagonistas: "Ami no me interesa —prosiguió tajantemente— si tienen resentimiento o no tienen: yo miro en otra forma a la gente. No me interesa si ha habido esto o lo otro. Lo que me interesa es el alma. Es la salvación de las almas y no las historias públicas que se llevan a publicidad (sic) y que están desmembrando, desterrando a la Iglesia: en el fondo es eso. En el fondo, el mismo pueblo cristiano se destruye a sí mismo porque destruye su propia fe y su propia religión. Esta es la desgracia. Y lo demás son todas cuestiones personales: todas de una persona (sic). O sea que el sacerdote debe presentar a Cristo y no a sí mismo.Y cuando el pueblo mira a la persona humana y se entretiene en ella, se ciega, pierde la visión de Cristo. Esta es la verdad. Este el error sacerdotal. No es otro: es esto. Se llega a pagar a sí mismo de tal manera, a pesar de la aparente humildad, que se paga de sí mismo y se olvida que él no es nada, sino que representa a Cristo.Y entonces, todas las glorias y los tributos y las discusiones y las peleas que vienen, son por esto".

El repudio monseñor Rodríguez apelaba en la casi hilarante declaración a los más recónditos artificios para negarse a emitir opiniones, terminando, empero, con una andanada que parecía muy torpe si no estuviera aligerada por los toques de humorismo que su estilo entrecortado y vacilante le otorga gratuitamente. El nuevo párroco desmintió, según las informaciones recogidas en la ciudad, haber formulado tales declaraciones. Una cinta grabada, celosamente custodiada por su propietario, es el más elocuente testimonio de que no sólo fue real la entrevista sino que costó al anfibológico monseñor un dolor de cabeza por la poca previsión de sus juicios.

Mientras tanto, en una de las habitaciones de la Clínica San Roque, el padre Armando Amirati medita, trabaja, lee, descansa de todas las jornadas vividas. Cuando visita diariamente el Hospital San José, donde desarrollara gran parte de su labor pastoral y de caridad, todo el recorrido está interrumpido por los saludos, las consultas, los apretones de mano: desde el "Chau, padre" estentóreo y espontáneo de un chiquilín en bicicleta hasta el saludo circunspecto y respetuoso de los señores maduros que descansaban, ese martes 26 de agosto, en los bancos de la plaza. "La referencia a este mundo —recordó a BOOM el padre Amirati— es inherente a la esencia misma de la Iglesia, porque si la Iglesia no es de este mundo, tampoco es su negación. Distinción no importa separación. Es también, y principalmente, para el mundo. Por eso —continuó— debe rechazarse una Iglesia que se atrinchera en una posición ahistórica, y se ha de abrazar una Iglesia para el mundo. Debe rechazarse un cristianismo vivido exclusivamente como un intimo comercio entre el alma y Dios, y se ha de aceptar una Iglesia que carga sobre sí las exigencias nuevas de la caridad, que se presenta hoy en una dimensión política y liberadora. Creo que esto es un cristianismo explícito —afirmó— y el cristiano que lo vive, más que un progresista, es un cristiano en actitud de vigilia y compromiso".

Más voces para defender lo que se quiere "Siempre decían que éramos un pueblo frío —recuerda Marta Silvia Mercado (soltera, estudiante universitaria)— pero ahora demostramos lo contrario. Me acuerdo que los artis,tas se iban decepcionados de Cañada: nadie coreaba una canción, el publico siempre estaba apático. Después del padre Amirati —reconoció— todos éramos más abiertos a la comunidad". Marta conoce íntimamente la labor pastoral del párroco: como maestra catequista, hasta la renuncia masiva de todas las jóvenes que enseñaban en la parroquia y como colaboradora, sus experiencias son reales: "El padre había instaurando un plan de trabajo para todos: espectáculos recreativos por un lado, pero también construcción de viviendas, trabajo en el Hospital de Caridad San José. El padre coordinaba todo y todo nacía en la parroquia: pero —establece— siempre hacia los sectores más necesitados, no sólo económica sino espiritualmente". La deserción de las maestras de catecismo es sólo una muestra de la actitud colectiva: también los alumnos dejaron de asistir a las clases, produciéndose el• vacío en la antes concurrida Iglesia parroquial. La imagen actual es desoladora: donde antes se organizaban campamentos y excursiones para los chiquilines de los barrios más pobres; donde se jugaba y leía, en una biblioteca bastante nutrida, engrosada por el aporte de toda la ciudad, hay ahora silencio y custodia policial.

Pero hay otros aspectos de la personalidad del padre Amirati que son muy tenidos en cuenta por sus fieles: "Es todo un filósofo: cuando se leen sus poemas, o sus trabajos teológicos se advierte en él a un visionario —precisó Marta Mercado—. Sobre todo enfatizó siempre la comunicación con la comunidad, al contrario de los párrocos anteriores, eminentemente refractarios y cerrados a todo tipo de diálogo". Las diferencias entre el clero que rigió hasta hace siete años la ciudad y la gestión del padre Amirati, son señaladas constantemente por los cañadenses como un ejemplo muy aleccionador:

Con el párroco anterior, había un grupo cerrado: los que encendían las velas, rezaban y organizaban los cantos, traían las flores al templo —recordó nuevamente Marta—. El padre Amirati vio que esos eran los que menos necesitaban de él. Por eso, los que tenían el liderasgo se sienten ahora desplazados. Si ahora tenés ganas de poner flores —fue su comentario juvenil y espontáneo o de encender las velas, lo hacés vos, como cualquiera".

La labor de esclarecimiento del párroco relevado, sobre todo con los jóvenes, tampoco es olvidada por éstos: 'Nos hizo ver muchas cosas —reconoce la estudiante Mercado— y fue positivo, porque vivíamos otra estructura religiosa. No convivíamos con las nuevas tendencias conciliares que estaban en vigencia en América y Europa. El adre nos leía Y comentaba todo esto. Por eso —define con seguridad—, entiendo que gallada ha tomado el carácter de ciudad piloto en Latinoamérica, porque son las bases que tomaron conciencia de su papel". También son paralelas las opiniones de los cañadenses en un punto neurálgico: desde el comienzo de su ministerio pastoral, Arnirati se encargó de aclarar debidamente que se trataba de una renovación que estaba más allá de los hombres "El no incita a nadie —afirmó Goritzia Piccinini—: sigue defendiendo su línea pastoral y llama siempre a la cordura. Lo que pasa es que las voces de adhesión a su persona y su obra y de repudio al obispo, surgen espontáneamente entre nosotros". Marta Mercado pone el dedo en la llaga ante la insinuación de presuntas infiltraciones en el movimiento laico de Cañada de Gómez: "Me causa gracia lo de izquierdismo - reconoció sonriendo y coincidiendo con la opinión de la mayoría—, porque aquí nos conocemos bien todos. El comunismo sacaría 10 votos en las elecciones. No hay lugar para infiltraciones de tipo político", fue su terminante corolario.

Para Dante Roviaro (soltero, profesor en un instituto privado y religioso, el "José Razetto"), los acontecimientos de represión que sucedieron en el mes de junio, merecen pocos calificativos. "Nunca ocurrió represión policial como ésa —comenzó diciendo—. Para mí, el sistema de represión es un error de conducción táctica de la jerarquía superior. En una reunión con el párroco de Armstrong —admitió—, éste tuvo que reconocer que monseñor Bolatti adolece de errores de conducción". También Roviaro —un ex seminarista que recuerda con acerada crítica los plantones por volver la cabeza en la fila o las arrodilladas por levantar el pupitre— centra el problema en la diferencia apreciable entre la misión pastoral del padre Arnirati y la de sus antecesores: "No había una común unión o comunión de fieles con su pastor. No tengo por qué participar, se pensaba. Hacerlo sin esa comunión hubiera sido no ser sincero con uno mismo. Pero nuestro asombro mayor fue otro —reconoció Roviaro—: si bien la Iglesia es una entidad religiosa jerárquica, ¿de qué vale esa jerarquía si es insensible? Nos impactó la insensibilidad para con el pueblo de Cañada de Gómez y la oposición del alto clero a una línea que nosotros creíamos era la de ellos, por ser la de la verdadera Iglesia".



La imagen actual es desoladora: donde antes se organizaban campamentos y excursiones para los chiquilines de los barrios más pobres; donde se jugaba y leía, en una biblioteca bastante nutrida, engrosada por el aporte de toda la ciudad, hay ahora silencio y custodia policial.



Similares experiencias conmovieron a Crosina Avalis (docente también en Cañada de Gómez), con la llegada del padre Amirati: 'Con él se dio un enroque distinto a la religión. Yo —confiesa humildemente— fui siempre a misa, pero recién desde hace seis años soy lo que soy. El padre Amirati sembró en nosotros sin que nos diéramos cuenta de lo que hacía" .Y agrega Roviaro: 'Me felicito de que haya sido así, porque nos dimos cuenta de que se ha despertado y —señala con justeza—, la religión es un despertar”.

Cuarto poder y el capital Detectar la realidad del apoyo masivo de la ciudad, en todos sus sectores económicos y sociales, fue una dura tarea. Sin embargo, los mismos cañadenses se encargaron de ir clarificando poco a poco los alcances últimos del apoyo total a su párroco. "La gente media lo ha apoyado siempre incondicionalmente y ahora mucho más, aunque —cuenta Roviaro— a los grandes industriales no les interesa mucho el problema. Se consideran —medita— por encima de todo eso; para ellos nunca existió un problema de fe o religión. Simplemente no les interesa. De los profesionales para abajo, en cambio, el apoyo fue total —puntualizó—, aunque los sectores de gran poder económico mostraron más bien cierta indiferencia".

El vehemente Roviaro encuentra asimismo motivos de crítica en las comentadas impugnaciones a la infiltración marxista en las filas de los sacerdotes renovadores: "Se acusa al padre Amirati de reunirse con comunistas y socialistas —comentó despaciosamente—, pero él sigue las normas del Evangelio. Cuando Cristo se reunía con publicanos, prostitutas y fariseos, también se le impugnaba y él les decía: «Vine a curar enfermos y no sanos». Sin embargo —enfatiza con vehemencia—, nadie pudo eurostrarle derivaciones doctrinarias al padre Amirati. Lo que ocurre es que saben que están incurriendo en un error falaz, pero lo hacen hasta que puedan y quién sabe cuánto durará esto. No quieren perder sus privilegios —remarcó— y para acusar acuden al impacto más fácil: comunistas". Pero su andanada tiene también otras miras, aquellas que hacen a la verdadera labor de la Iglesia: "No queremos alguien que se dedique a los ritos únicamente —explicitó— sino que haya poder de comunicación. A mí —dijo con seriedad—, ya no me convencen más con eso de que hay que sufrir en este mundo, que luego seremos recompensados en la vida eterna. Porque, en ese caso, que el obispo deje sus campos, sus autos, y sufra como yo. Lo que pasa es que de los seminarios —insiste— debería salir gente capacitada para entenderse con sus fieles al nivel de las cosas que ocurren actualmente en el mundo".

Donde los cañadenses alcanzan sus críticas mayores es, asimismo, en la valorización de la falta de diálogo por parte del obispo Bolatti: señalan que todas las intentonas por conversar con el arzobispo rosarino finalizaron en entrevistas menores con sus intermediarios, entre los que se menciona al padre García Caifarena: "Al padre Amirati lo despertaban a las 3 o 4 de la mañana —comparó el cáustico Roviaro— y él iba y venía, atendiendo a sus fieles necesitados. El padre García Caifarena en cambio, vive en su cómodo departamento en calle San Lorenzo. Claro —ironizó—, es un intelectual, pero fuera de la comunidad". Otras voces de la ciudad se empeñaron en señalar las diferencias visibles entre la nueva iglesia estructurada por Amirati y los anteriores modos religiosos: "Cuando estaba el padre Martín como párroco —deja caer Roviaro—, la parroquia se interesaba sólo por lo económico: por eso hay gente que añora sus reclinatorios de terciopelo ylos sermones desde el púlpito". El padre Amirati fue, en cambio, el primero en descender del tradicional ámbito para conversar con sus fieles: "Terminó con los sermones de alabanza al grupo económico de turno", fue la lapidaria conclusión de Roviaro.

José Antonio Ramacciotti (33, casado, 3 hijos), director propietario del diario local Estrella de la mañana, aporta los datos precisos de todo buen periodista para tipificar los contenidos y resonancias del problema cañadense. Si la analizamos socialmente —meditó en el trajinado local donde se gesta el periódico— la crisis de Cañada de Gómez fue muy positiva porque llegó a unir, en forma inusual, a todos los ciudadanos. Sólo tres o cuatro familias sigilen respetando la vía jerárquica: no porque estén contra el padre Amirati sino por el reverencial temor al obispo que se les inculcó desde siempre". Pero ese afán de desentrañar los aspectos positivos de estos últimos siete años cañadenses lleva a Ramacciotti a descubrir otros factores no menos importantes: 'Hoy somos todos una sola familia.. —murmuró encendiendo un cigarrillo— vamos a misa, en la capilla de Barrio Soto, y nos sentimos hermanos. Creo que ahora soy más devoto —se sinceró—, pero todos hemos ganado en esta crisis; nos hemos puesto codo a codo rio tocar ia bocina
en una reacción desesperada. Ustedes —señaló a BOOM— pueden verlo en la Iglesia: la gente canta y reza con un entusiasmo nuevo. Defendemos a un ser querido, casi un padre".

El director del diario de Cañada de Gómez se apasiona cuando entra en el análisis de las denuncias efectuadas contra el movimiento sacerdotal renovador y las presuntas implicancias ideológicas del mismo: "La crisis cañadense puede ser negativa, desde otro punto de vista —manifestó—. Mucha gente que no conoce el origen del conflicto puede llegar a pensar que Cañada de Gómez y desorden son sinónimos. Casi nos ven como a Córdoba, en los sucesos de mayo". Ramacciotti asume personalmente la defensa del movimiento laico: "Les puedo asegurar, firmar y sellar —fueron sus convincentes expresiones— que no hay en la primera fila de este movimiento, un solo comunista ni extremista. La conducción la lleva un movimiento laico, que es precisamente el que pide cordura y evita desórdenes". Los "desórdenes" de los cañadenses consistieron, simplemente, en la inocente protesta de tocar las bocinas de los automóviles cada vez que pasan frente a la iglesia parroquial. Esto sólo ya provoca las iras policiales: "Si un domingo se reúnen cinco coches, ya llegan los comandos radioeléctricos, con policías y ametralladoras, como si se tratara de reducir a una turba salvaje", fue el comentario del periodista local.

La actitud general de la ciudad tiene, para este vehemente cañadense, explicaciones sencillas: "Monseñor Rodríguez —dijo—, piensa que el pueblo está amenazado y por eso no concurre a la iglesia parroquial, y no es así. Todo es aquí espontáneo". Cuando se inquiere sobre las presuntas reacciones de Cañada en caso de producirse la llegada de un nuevo reemplazante del padre Amirati, ya que la presencia de Benito Rodríguez no parece ser la solución ideal, sus respuestas tampoco son esquivas: "Es un poco dificil explicar qué haría entonces la gente —musitó Ramacciotti—, porque todo está aún en carne viva. Pero Cañada es un pueblo grande, o una ciudad chica, llena de gente buena, fácil de convencer con hechos concretos. Si viene un sacerdote de la línea del padre Amirati —adelantó— lo apoyaría sin reparos. Muchas veces —recordó sonriendo— el diario que dirijo acusó a esta ciudad de apoyar muy tibiamente las buenas intenciones. Con el padre Amirati sucedió exactamente al revés.Y eso nos reconforta a todos".

El apoyo de los sectores empresariales más fuertes es otro de los temas que más preocupa a los observadores foráneos. Ya desde el comienzo de cualquier conversación sobre el tema, los cañadenses dejan entrever sus inquietudes sobre el punto, notándose un subterráneo espíritu de crítica hacia aquellos que no han compartido la sensibilidad comunitaria con el padre Amirati. Uno de los más fuertes empresarios de Cañada de Gómez se excusó de opinar sobre el problema: Entiendo que ese es un problema que compete exclusivamente a la Iglesia —fue su terminante respuesta a BOOM— y nuestra empresa no ha tenido ninguna intervención en todo el movimiento surgido en la ciudad". La prevención hecha por Ramacciotti (La gente que lo critica lo único que puede decir es que es demasiado bueno", fue el comentario) se cumplió exactamente con el fuerte industrial reporteado: Yo pienso que el padre Amirati es una excelente persona —dijo a BOOM—, pero demasiado bondadoso, se han aprovechado de él".

Muy distinto es el concepto que sustentan, empecinadamente, los otros sectores de la ciudad: "La gente que estaba a mitad de camino en su retorno a la Iglesia, gracias al padre Amirati, y que había sido traída a pasito de hormiga, no avanzará más después de esto —decretó Ramacciotti—: a la Iglesia parroquial, con monseñor Rodríguez al frente, van sólo 19 o 20 personas los domingos. En barrio Soto, donde ofician sacerdotes renunciantes y en ocasiones el mismo padre .Amirati, superan las mil almas. El alejamiento ha sido masivo: una verdadera estampida", proclamó. Las tajantes opiniones del director de la Estrella le trajeron sin embargo algunos dolores de cabeza. Oficiosos informantes detallaron a BOOM los pormenores de una amenaza económica recibida por el diario, por parte de un profesional rosarino, para que abandonara su campaña en favor del párroco renunciante. La firme actitud de Ramacciotti y el apoyo de la propia comunidad cañadense hicieron abortar, al parecer, la torpe maniobra. El director del diario no quiso, empero, entrar en detalles del hecho: 'Si ustedes lo han averiguado por otras personas, quiere decir que no son inventos. No lo puedo negar: algo de eso hubo", confirmó seriamente.

Memorias y balances Las últimas horas de la tarde de un soleado día de agosto devolvían a Cañada de Gómez un poco del encanto que el atardecer confiere siempre a las ciudades pequeñas. Ya las primeras luces comenzaban a encenderse, tímidamente al principio y en forma paulatina después, y los cañadenses retornaban lentamente a sus hogares tras la jornada dé trabajo. En la clínica San Roque, el desfile incesante no cejaba: todos tenían algo que decirle al padre Armando Amirati, todos querían testimoniar de algún modo su adhesión y su cariño. Mientras tanto, la absoluta cuota de mutismo de la jerarquía superior sobre el problema, contribuía a que el estado de cosas se mantuviera en un nivel de expectación y disgusto evidente.

Lo cierto, lo palpable, era un sentimiento: el de una comunidad convencida de la legitimidad de su reclamo, el de una ciudad dispuesta a defender su derecho a contar con un verdadero pastor de almas. Las palabras del arquitecto Drab, uno de los más fervientes integrantes del Movimiento Laico, resumen claramente el estado de ánimo colectivo: 'Esencialmente, la identificación del pueblo de Cañada de Gómez con el padre Amirati —expresó a BOOM— es nada más que la identificación de los hijos con el padre. Aquí se conocieron muchos sacerdotes —recordó— pero el caso Amirati es distinto: se conoció no sólo un cura párroco, realizador de oficios religiosos, sino un hermano más. Y la feligresía tuvo un pastor con quien conversar sin barreras. El padre es de Cañada de Gómez porque sus obras están en Cañada de Gómez.Y de eso —concluyó— nadie tiene ninguna duda".

La única duda, entretanto, parece persistir en el ánimo de quienes presiden la iglesia rosarina. La denunciada insensibilidad no es otra cosa que estrechez de criterios ante la nueva tónica que comienza a aflorar en todos los campos de la iglesia americana. Comprender que la Iglesia tiene en sus manos, tal vez como nunca, la posibilidad de acercarse al pueblo, comprendiendo y siendo parte de los problemas y los dramas del mismo, es casi una obligación. No es de extrañar, entonces, que el padre Armando Amirati, uno de los tantos que comprendió esa necesidad, tenga el reconocimiento masivo de sus hijos en la fe. Aunque sus palabras tengan una meridiana claridad para fijar las bases del conflicto y a la vez desterrar, por la fuerza de la razón, las tendenciosas críticas de los sectores tradicionales: No creo que corresponda hablar de Cañada de Gómez como una ciudad piloto en Latinoamérica —dijo a BOOM—; hablar de operaciones piloto implica siempre la idea de algo que se premedita, algo que se realiza experimentalmente, planificadamente.Y en Cañada de Gómez todo lo que ha ocurrido hasta el momento fue fruto de una actitud espontánea del pueblo. Ellos saben muy bien además —precisé— que todo este problema es un problema de línea pastoral y no de hombres.Y es la primera la que defienden con tanto ahínco".

La humildad del sacerdote es, quizás, la que lo lleva a ignorar que las dos cosas se han mezclado íntimamente en todo el proceso: de lo que no cabe duda es que el proceso recién está en su primera etapa.Y que es un proceso más de los muchos que sufrirá la Iglesia tradicional si no asimila sus estructuras a la acuciante necesidad de la historia.

La única duda, entretanto, parece persistir en el ánimo de quienes presiden la iglesia rosarina. La denunciada insensibilidad no es otra cosa que estrechez de criterios ante la nueva tónica que comienza a aflorar en todos los campos de la iglesia americana. Comprender que, la Iglesia tiene en sus manos, tal vez como nunca, la posibilidad de acercarse al pueblo, comprendiendo y siendo parte de los problemas y los dramas del mismo, es casi una obligación.



Fuente: Extraído del Libro “ BOON la revista de Rosario” - Antología . La Chicago Editora. 2013.