lunes, 25 de septiembre de 2017

GUIDO, ALFREDO – ARTISTA PLASTICO ( 1891- 1967)

Por Rubén Echagüe



La caricia del pincel

Una peculiar combinación de esteticismo aristocrático y compromiso social signó la obra de este maestro de la pintura rosarina gobernada por el refinamiento











Nacido en Rosario el 24 de noviembre de 1892, fue uno de los pocos represen­tantes de su generación cuya carrera ar­tística se repartió entre su ciudad natal y Buenos Aires, ya que si bien los estudios iniciales los encaró en Rosario, concu­rriendo al taller del italiano Mateo Case-11a -un ex escenógrafo del teatro San Car­io de Ñapóles-, luego decidió trasladarse a la capital, para completar su formación en la Academia Nacional de Bellas Artes bajo la guía de Pío Collivadino y Carlos Ripamonte.

Pintor, grabador, muralista, ilustrador y diseñador gráfico, así como de muebles, cerámicas, tapicéis y rurales, escenógrafo, crítico y conferencista, director de la es­cuela "Ernesto de la Cárcova", de la que también fue docente, y finalmente acadé­mico de número de la Academia Nacional de Bellas Artes, Guido abarcó siempre tan amplia pluralidad de intereses, con igual grado de idoneidad y de compromiso profesional.

Como grabador demostró un amplio dominio de las técnicas gráficas, que enri­queció con el ingenio para dar distintos en­foques a un mismo procedimiento -el del aguafuerte, por ejemplo-, en tanto que co­mo muralista, la ciudad conserva algunas rotundas confirmaciones de su competencia, entre las que se cuenta los techos de la Sala Lavardén y los “panneaux” que tapizan la biblioteca del “Juan María Gutiérrez", obra país en la Exposición Iberoamerica de Sevilla de 1929, mereciendo el Gra Premio de Honor.

En cuanto a su pintura de caballete, como no podia ser de ora manera, también ella pone al descubierto la multiplicidad en las preferencias del artista, ya que en el Museo Castagnino conviven esa suerte de "Olympia” pagana y folclórica que es "La chola" con la desmayada coloración perlina del “ Cristo yacente”, y les que es "Arando", con esa galería de retratos de tan afectada elegancia que integran "La niña del caracol”, “la niña de la rosa", "El pintor Botti” “Emilia Bertolé" y "Juan B. Castagnino

Pintura que Alfredo “peina” con inocultable complacencia, erosionando suavemente los accidentes de la materia hasta lograr, con esa infaltable caricia del pincel, no sólo superficies de una cautivante calidad táctil, sino la ilusión de que sus personajes los envuelve un halo de espiritualidad tan selecto , que es casi un privilegio de clase
Fuente: Extraído de la Revista de la Capital del 140 aniversario - 2007