jueves, 20 de abril de 2017

LA VOZ SENTIMENTAL DE AMERICA

Por Héctor N. Zinni

Para la valoración de Agustín Magaldi en su vida yen su obra, acudiré a un hombre de nuestra generación, Eduardo Buratti quien, por su cercanía con la familia del cantor, representatividad y vivencia expone, en la entrevista ya mencionada en otra parte de este libro, conocimientos y puntos de vista que merecen ser tenidos en cuenta.
Verdaderos ídolos

- ¿Cuándo se conecta con Magaldi, Buraifi?
- Yo empiezo con Magaldi cuando tenía ocho años. Entonces, conozco todo lo de Agustín. Conocí a todos sus amigos: Héctor Marcó, Mitre Navas, Fulginitti... y he sido
muy allegado al hermano, Emilio, que era secretario privado de él, digamos, el apoderado también, y Antonio Tello que era el hermanastro. Pero el que manejaba todas las cosas era Emilio, Magaldi le volcaba todo a él.
- Y, ¿cómo era esta familia?
- Muy reservada. Ellos eran así, no por soberbia, sino que era una forma de ser, una especie de humildad provinciana que yo aprecio y comprendo porque también soy provinciano y defiendo lo nuestro.
- Usted, ¿vivía en Buenos Aires?
- No. Yo soy de acá, viajé siempre. El porteño se apoderó un día de él con eso de La Voz Sentimental de Buenos Aires, el slogan. Fíjese que en Chile, estaba CB89
Radio Buines y un periodista llamado Mario Balaneda tenía un programa especial de
Magaldi. Yo, ahora estoy por radio aquí con Gerardo Quilici, pero antes estuve con Mármora y con casi todos los comentaristas de tango haciendo el recuerdo de Magal-
di. Bueno, un día me escucha este periodista desde Radio Bulnes, en Santiago de Chile, y me dice: "Nosotros no estamos de acuerdo con 'La Voz Sentimental de Buenos Aires', nosotros le hemos puesto 'La Voz Sentimental de América'"...
- Claro, la trascendencia de Magaldi es innegable, aunque acá eso no se sepa mucho, ni tampoco se valore mucho, que digamos.
- Si yo le cuento a usted, Zinni, lo que significa Magaldi en el Continente ... Vea, es un misterio lo de Magaldi. Que usted me diga Charlo, Alberto Gómez, lrusta, Libertad
Lamarque, son populares en toda América. Son porque fueron, estuvieron, sus películas llegaron. Pero Magaldi, ser popular en un país que jamás visitó, ser popular por el solo hecho de escucharse sus discos, es una cosa que hace pensar, no?
- Ha trascendido su voz.
- Ha trascendido las fronteras su voz, no su figura ni su estampa. Yo tengo discos que me han mandado de Colombia, que han batido récord de ventas. A mi no me
sorprende porque acá en 1931 ya lo hizo con El Penado 14 cuando la empresa Bruns-
wick procesó un millón de placas que se vendieron, así como seiscientas mil de Vagabundo. Lito Bayardo, pobrecito que ya falleció, en aquella época tenía una casa de
venta de discos e instrumentos musicales en Rosario. Me sabía decir que la editora de los discos le mandaba los afiches sobre las grabaciones de Magaldi y él los ponía en la vidriera: "Yo todavía no tenía los discos - me decía - y venía la gente a anotarse para cuando los tuviera. Algo de esto relata Bayardo en su libro Mis Cincuenta Años con la Canción.
- Sí, y allí describe un encuentro casual entre Magaldi y Gardel en su casa de música, donde cantaron los dos a dúo el tango al que Bayardo recién le ponía letra: 9 de Julio. El negocio estaba en la calle Mendoza y Sarmiento, donde estuvo muchos años Benvenuto y ahora hay un bar, por Mendoza, frente al supermercado...
- Yo no soy quien para desmerecer a nadie, pero lo que son Gardel y Magaldi en la gente es algo serio. Son verdaderos ídolos, tienen calles que los recuerdan, tienen monumentos que los recuerdan, tiene plazas que también los recuerdan, lo que no se da con otros intérpretes. Yo, a Dios gracias, con otros colaboradores míos hicimos el monumento a Magaldi en el barrio Fisherton, lo levantamos a pulmón.
- Creo que el busto está ahora en la Terminal de Omnibus. Me dijeron que esa plazoleta donde está el monumento a Gardel, está dispuesta para poner a varios más, según la ordenanza municipal aprobada en su momento.
Emprendimientos e ingratitudes

'Yo le puedo asegurar, Zinni, que hay cosas que duelen. Cuando yo inauguré ese busto allá, el 12 de octubre de 1975... bueno, yo era muy amigo del sobrino de Agustín Irusta que tenía una florería en la calle Cafferata...
- La Florería Doli, que era del cuñado de Irusta, casado con una hermana de Agustín. Al hijo, o sea al sobrino de Irusta yo también lo conocí y gracias a él pude hacerle un reportaje a su tío, que desde Venezuela venía a Rosario una vez a año. Fallecieron todos.
- Bueno, me dijo: "Cuando venga Agustín - por Irusta - yo te voy a llamar para que lo llevemos al monumento, para que lo vea", porque él lo quería a Magaldi.
Para enero o febrero, vino Irusta, entonces me llama el gordito, yo voy con el auto y lo llevamos allá. Cuando llegamos, me dijo Irusta: "Yo te voy a mandar una placa para que la coloqués aquí en recordación mía".
- Irusta, como todos sabemos, vivía en Venezuela, donde al final murió.
- Sí, tenía una audición de tangos también.
- Se había casado muy bien con una mujer de sociedad, que a mí me la presentó aquí. Además, era miembro honorario de varios clubes tangueros, me mostró las tarjetas plastificadas que lo acreditaban.
- El asunto es que Irusta me mandó dos placas hermosas y las coloqué. Después vino un día Oscarcito Ferrari, muy buen cantor que había hecho pareja con la hija de
otro gran cantor: Alberto Marga¡, de quien yo era muy amigo. Me lo presenta a Ferrari,
quien me dice: "Yo a Magaldi lo desconocía.., lo empiezo a conocer desde que Marga¡ comenzó a contarme cosas de él: artística y'humanamente era un ser
extraordinario". Seguimos hablando y me pide ir a ver el monumento. Allá me dice: "Mirá, vamos a hacer una cosa. Yo voy a reunir diez cantores en Buenos Aires: Carlos Dante, Floreal Ruiz, Jorge Vida¡, Alberto Marga¡, Héctor Pacheco y otros. Entre todos vamos a mandar una placa". La hacen hacer, la envían, la colocamos. Pero a mí lo que me duele es que entre gallos y medianoche, desaparece todo.
- ¿Cómo? ¿Así porque sí nomás?
- En efecto, y por iniciativa de concejales de acá. Hay uno de ellos que cuando me ve se agarra la cabeza. Yo no hago cargos a nadie...
- ¿No tendrán todo archivado en algún depósito?
- Ami me duele porque eso es patrimonio del pueblo quien lo hizo con su contribución. La Municipalidad no puso un peso para hacer el monumento.
- Las placas, ¿dónde fueron a parar?
- Nadie lo sabe. El busto quedó tirado en una casona que tiene la Municipalidad por Boulevard Oroño. Un buen día inauguran en la plazoleta que está ahí, los monumentos a Jorge Falcón, a Lito Bayardá y tras cartón lo meten también a Magaldi...
- Pero las placas no aparecieron.
- Ninguna apareció. Había una personal mía y otras, pero no aparecieron. Hasta
había una de la Intendencia, que en ese entonces era intendente el doctor Beltramo. - ¿El que quiso terminar el Monumento al Pozo, en Moreno y San Luis, adicionándole
un peso al impuesto municipal y que los santafesinos se llevaron la plata recaudada? - El mismo. Lo que a mí me duele es que en esto de un homenaje popular a un cantor intervenga la política y que el mandamás de turno deshaga esto porque lo hizo el otro, o quiera mejorar las cosas y haga un zafarrancho. Esto es del pueblo, no de la Municipalidad. Yo estuve cinco años juntando bronce. Después que junté 300 kilos fui a verlo a un hombre, a un escultor rosarino que ya falleció: Ernesto Pasens. Cuando le hablé al hombre hizo gratis el molde. Había que hacerlo en yeso antes de fundirlo. El mismo me llevó a la fundición de los hermanos Gentile, por el sur, y también me lo hicieron gratis.
- El emprendimiento era de todo corazón.
- ¿Qué le parece? Gratis el molde, gratis el bronce y la fundición, gratis todo. El intendente Beltramo por medio de la ordenanza 39010 hizo hacer la plazoleta y después, un buen día, por circunstancias ignoradas, todo desaparece. Yo no soy el dueño de eso, el dueño es el pueblo. Y esto lo vienen a hacer aquí, en la propia provincia y en la propia ciudad de Magaldi.
- Lo que pasa es que los que hicieron eso eran unos improvisados. Aquí y por la política, con tal de cobrar un sueldo hay gente que es capaz de agarrar un fierro caliente...
A Magaldi hay que descubrirlo

- Magaldi vivía para su país. Me contó Emilio que él podría haber salido a otros lugares de América, donde lo reclamaban. El aquí vivía para sus admiradores, le costaba decidirse a emprender giras que lo alejaran de la Argentina, era un caso curioso.
- Lástima que no llegó a filmar más que lo que se conoció y que es muy breve. Se hablaba de que tenía ya el argumento de una película para filmar y si no fuera por su fallecimiento hubiera llegado al cine por la puerta grande.
- Emilio, posteriormente, escribió el argumento de la vida de Magaldi, que lo iba a interpretar el chico, o saa el hijo, pero hay otros intereses en la vida de Magaldi. Mire, perdóneme que sea sincero, ¿no?. Yo tengo 65 años y hace desde mis ocho años que ando con el asunto de Magaldi, o sea han pasado 47. He visto a este, he visto al otro, pero hay algo que me impresionó y es la definición suya sobre Magaldi. Cuando usted dice en El Rosario de Satanás: "... Magaldi es el corazón de los hombres buenos y el espíritu de los hombres atormentados, porque eran sus seguidores... ". Y yo se lo digo, porque yo lo viví.
- "El trovero del dolor y de la desesperanza", agregué en el mismo trabajo.
- Hubo cualquier cantidad de slogans para él: El cantor del dolor humano; El cantor de los desamparados; El cantor de los humildes...
- Es verdad, porque era la voz del pueblo.
- Alo mejor mi intelectualidad no alcanza ya lo mejor la suya sí, pero a Magaldi hay que descubrirlo. Magaldi nos ofrece un mensaje muy especial, muy espiritual, muy espiritual...
- Muy profundo.
- Le cuento algo. Un día estábamos en Río Cuarto, cuando yo hacía giras con el hijo de Magaldi, era en el año 80, creo. Yo lo había llevado antes a Eurofon, en Buenos Aires, y había hecho un disco, el primero que grababa y que, debido a la cantidad de ejemplares que se vendieron, la empresa le otorgó el disco de oro. Honestamente, no llegamos a vender un millón, pero llegamos a ochocientos mil...
- ¿Qué pasó en Río Cuarto?
- El asunto es que eran como las cuatro de la tarde, después de la siesta y me hablan de la radio local porque le querían hacer una nota a Magaldi, hijo. Fuimos y cuando regresamos el conserje del hotel nos entregó una tarjeta que había dejado un señor, un doctor, quien volvería como a las ocho de la noche.
- Y vino el hombre.
- A esa hora apareció un hombre bien puesto, habló conmigo y me pidió hablar con Magaldi. "Sí, como no, está arriba", le contesté. Entramos a conversar y resultó que sabía el repertorio de Agustín padre, su vida y todo lo relativo a él. "Perdóneme,
doctor", le dije, "soy el primer sorprendido". ",Por qué?", preguntó y yo repuse: "Porque el 99 por ciento de los admiradores de Magaldi son no profesionales".
"Bueno, señor - me respondió este hombre que después supe era doctor en medicina
- eso depende de la leche que uno ha mamado cuando era chico. Yo mamé la leche de un hogar muy pobre, en donde a mi madre y a mi padre les impresiona-
ba la voz de Magaldi, lo que cantaba, y yo también lo escuchaba". Me quedé así, como sin poder decirle nada porque el hombre me estaba contando una realidad, que
yo no me imaginaba me iba a decir. Por eso me conmovió lo suyo: "es el corazón de los hombres buenos..."
- A él lo seguía la gente.
- Era como una necesidad, porque Magaldi era una especie de identificación parlante y atraía, atraía mucho.
Siembra y sencillez

- Cuando andábamos con el chico, por el sólo hecho de decir que era el hijo de Magaldi, la gente hacía cola. De las cárceles, los hospitales, las escuelas, nos venían a decir: "Nos enteramos que el hijo de Magaldi anda por acá ¿podría ir a la escuela a cantar gratis?", por ejemplo. Y esa era la siembra que había dejado el padre. Acá, en la cárcel que está en San Nicolás, por lo menos hemos ido quince veces. No sé, es un misterio, son tan difíciles de entender las cosas de la vida..., a uno le parece que tiene razón en algo y no la tiene. Yo soy muy espiritual en mi vida, si yo hubiera sido un tipo materialista no estaría en esta, porque Magaldi no lo era. Decía Pedro Noda que Magaldi era puro espíritu cuando cantaba y el mismo espíritu regía sus
canciones.
- Cuando uno lo escucha y se compenetra con lo que está diciendo, deja algo en el
alma que lo impulsa a seguir escuchándolo.
- No cansa.
- Pasa como con la voz de Gardel de la que alguien dijo: "La voz de Gardel, cura.
Por más que hayan pasado dos o tres meses que no lo haya escuchado, usted lo pone a Gardel y cuando termina de oirlo le entra como una tranquilidad en el cuerpo, y más si tiene algún problema".
- Encuentra una paz.
- Sí, no se sabe porqué. Independientemente del tema que cante, la voz parece que le hace bien al cuerpo. Una cosa rara, no?
- Yo siempre digo una cosa de Magaldi, que vino a cumplir su misión en la tierra como cualquiera de nosotros: usted escribe, otro pinta, otro hace otra cosa. El cumplió su misión de la manera más linda que puede haber, cantándole al pueblo y el pueblo lo entendió. Porque, ¿de qué vale que un cantor suba a un escenario y tenga cien personas y nadie entiende lo que hace?, ¿de qué vale eso? Lo importante es que esas cien personas lo entiendan.
- Hay una anécdota recogida por Nolo López y publicada en un librillo por el editor
Pedro Angulo hace muchos años, vinculado a la revista Vida Argentina y que pinta de cuerpo entero la extrema sencillez de Agustín Magaldi, padre. En El Rosario de Sata-
nás yo publiqué otra que me contó un protagonista de apellido Franchi y apodado Pampa mía. Pero esta es por demás reveladora:
"Sabemos de sobra que la mayoría de los artistas radiófolos, en cuanto tienen una pequeñísima popularidad, lo primero que hacen es adoptar gestos espectaculares, y no parar hasta tener un lujoso auto.
Pero Magaldi no heredó eso y lo prueba el siguiente hecho. Una noche acudió a una sala para intervenir en un festival. Llegó, como era habitual en él, a pie y
modestamente vestido. Preguntó al portero por el cantor Alberto Gómez y aquel
le solicitó su nombre para anunciarlo.
- Dígale de parte de Magaldi.
-¿De quién? - insistió el portero.
- De Magaldi, amigo.
- Magaldi!!!... Usted no es Agustín Magaldi, ¿dónde está su auto? y, además con esa "pinta"!!!...
El cantor sonrió y palmoteándole el hombro, le dijo: - ¡Le hice un chiste, amigo!... ¡Le hice un chiste!...

Aquel portero no admitía que entrase Magaldi, porque no tenía auto e iba modestamente vestido"
Fuente: Fragmento extraído de Libro “Rosario era un espectáculo” “¡ arriba el Telón ¡” de Héctor Nicolás Zinni . Ediciones Del Viejo Almacén . Año 1997