jueves, 1 de septiembre de 2016

El profesionalismo

Por Jorge Brisaboa



La revolución militar del 6 de setiembre de 1930 echa de la Casa de Gobierno al presidente elegido por el pueblo: Hipólito Yrigoyen. Encabeza las tropas que lo de­rrocan el general José Félix Uriburu, que violando la Constitución de 1853 se apodera del gobierno. Comienza a gestarse la década infame, que desata un trastocamiento de los valores nacionales en el marco de la crisis mundial del capitalismo.

Rosario Central ha roto en la década anterior la dependencia con los ingleses. El país no, la profundiza. Y desde Rosario, el líder del Partido Demócrata Progresista Lisandro de la Torre lanza una lucha que traslada al Congreso como senador nacional: denuncia el tratado Roca-Runciman que a través de la venta de carnes provoca que la Argentina adquiera tantas obligaciones con Gran Bretaña, que la hacen más depen­diente que las mismas colonias del Commonwealth.

No sólo Central sino el fútbol se ha ido independizando de los ingleses. Basla recorrer las formaciones de los equipos porteños y rosarinos para observar cómo han desaparecido los apellidos de origen británico. Y, mientras los obreros abandonan momentáneamente los enfrentamientos con la dictadura militar por temor a la repre­sión, desde el fútbol los jugadores anuncian una huelga el Io de abril de 1931.

Los futbolistas no quieren más hipocresías, vivos disfrazados de dirigentes que se llevan la plata, ni profesionalismo encubierto. Ganan la batalla gremial: de ahora en más serán profesionales, dueños de sus contrataciones, trabajadores de la pelota. Cla­ro, algunos pagan altos costos: son considerados anarquistas y separados de sus equi­pos. Es el adiós al amateurismo.

En Rosario no queda margen para la discusión. Si los clubes no se avienen al modelo, sus mejores futbolistas emigrarán hacia las poderosas entidades porteñas que ofrecen buen dinero y comenzará el éxodo.

Además, desde 1917 que se viene hablando -sin probarse nunca- de los dineros que se mueven en el fútbol de la ciudad. Varios pases de ese año habían dado pie a un escándalo, especialmente la incorporación a Newell's de los hermanos Ernesto y Adolfo Celli, y Atilio Badalini, que militaban en Gimnasia y Esgrima. El runrún no culmina­ría ni con la renuncia a la presidencia del Consejo de la Liga del doctor Claudio Newell.

El contexto del fútbol del 30 condicionó la medida. Y en Rosario el fútbol tam­bién se hizo profesional, al igual que en Buenos Aires. Sucedió el 22 de junio de 1931. Para formalizar la burocracia los dirigentes crearon la Asociación Rosarina de Foot-Ball y fue elegido presidente el titular de Central: Federico Flynn. Además de los auriazules intervinieron en el torneo inaugural los conjuntos de Newell's, Belgrano, Central Córdoba, Tiro Federal, Sparta, Nacional, Provincial y Washington.

Los primeros tiempos en esta era dominada por el dinero fueron desalentadores para Rosario Central, que venía de inscribir su nombre diez veces en la Copa Vila (campeonato amateur de primera división de la Liga). El primero fue en 1908, y las repeticiones se dieron en los años 14, 15, 16, 17, 19, 23, 27, 28 y 30. El que más títulos de campeón había logrado durante el amateurismo: diez. Aventajando por uno a su clásico adversario rojinegro. Las doradas décadas del 10 y del 20 quedaban atrás.

Todo se conjugó para que el rendimiento del equipo fuera irregular: la indisciplina de algunos jugadores, malas adquisiciones, divisiones políticas en la dirigencia, y problemas económicos. El tránsito del amateurismo al profesionalismo ofrecía sus primeros coletazos.

De arranque nomás, en 1932, la comisión debió rescindir contratos de futbolistas que habían demostrado "falta de entusiasmo, cariño y disciplina", según se consignó. En la volteada cayeron, entre otros, el wing Juan Francia, Pascual Salvia y el santiagueño Ramón Luna. Lo de Luna desencadenó un problema con la hinchada que comenzaba a hacerlo ídolo. Los dirigentes recibieron una nota firmada por hinchas para que lo retuvieran, pero la decisión estaba tomada. Es más, como Luna había declarado que le debían plata de sueldos y viáticos, la comisión publicó avisos en los diarios exhibien­do copias de los recibos firmados.

Claro que los dirigentes también se equivocaron. Compraron futbolistas que no rindieron y el equipo fue un desastre. Como el torneo era a tres ruedas disputó tres partidos con Newell's: perdió dos y empató el restante. Y con Central Córdoba perdió los tres: el último 8 a 0.

Los fracasos futbolísticos más los cuestionamientos de fracciones internas por el manejo de las finanzas desencadenaron la renuncia de Federico Flynn, quien, no obs­tante, volvería a la presidencia durante los períodos 34-35 y 51-64.

El profesionalismo acarreó también los primeros juicios de jugadores a los clu­bes. Juan Francia y Pascual Silva, despedidos un año antes, habían recurrido a la Justicia por la rescisión de sus contratos. Y Central debió hacer frente al fallo judicial: le pagó 2.776 pesos a Francia y 4.100 a Salvia. Para tener idea de las cifras, vale apuntar que cada socio pagaba 2 pesos de cuota por mes.

Las finanzas del club comenzaban a tambalearse. A las razones del nuevo sistema futbolístico se sumaba el contexto del país y del mundo: los conservadores que ha­bían pergeñado con proscripciones y fraude la década infame -de la mano del poder militar- no encontraban respuestas a la crisis del capitalismo que provocaba una baja en los precios de las exportaciones argentinas.

Y la crisis económica, como siempre, afectaba a los sectores sociales más desprotegidos.

Rosario Central, que continuaba nutriéndose de hombres y mujeres comunes de populosos barrios rosarinos, no podía quedar a ajeno a esta realidad.
Fuente: Artículo Publicado en el libro “ De Rosario y de Central , Autor: Jorge Brisaboa Impreso en Noviembre 1996 por la Editorial Homo Sapiens.