martes, 30 de junio de 2015

EL REY MOMO



El Rey Momo de los carnavales Rosario, el "poeta" Alfonso Alonso Aragón, en una de las carrozas que lo paseara por el corso, como monarca ilusorio. La canción popular ha rescatado su figura menuda y su inocencia: "Quien iba a decirte, rey de fantasía, /que tu reino vive, libre todavía,/ sin esa carroza de flores de trapo/ en la que reinabas sólo por un rato?/ Un Rey escondido dentro de un poeta/ de larga melena, menguada chaqueta y ese don hermoso de dar alegría / al que sólo tiene penas en la vida..." 
Eramos muy tunos -yo por los siete y mi hermana Zulema casi en los cinco- y la magia del carnaval era esperada con la ex­citación propia de la edad. Ser­pentinas, pomos de agua (he­chos de plomo, para ser más cla­ros), y los infinitos colores del papel picado. Ya días antes la murgas habían incursionado por el barrio -27 de Febrero entre Santiago y Alvear-, como dando el anticipo del porvernir. Para nosotros el carnaval no era lo importante. Lo importante eran las carrozas y los disfraces y, además, una carroza que sí era especial. La del "Momo" y peque­ño hombrecito que era Rey, el co­nocido Rey Aragón.
El misterio era grande porque ni siquiera mi hermosa tía Car­men -la de los ojos grandes y azu­les- nos sabía explicar por qué al Rey le decían poeta. Siempre en todos esos años mi tía tenía la paciencia de llevarnos a ver esa majestuosa carroza en la que el pequeño Rey saludaba íntima­mente convencido de lo que fin­gía.
Los años, claro, suelen pasar, y en ese inexorable camino fui­mos creciendo y entendiendo el juego, pero para siempre el Rey 'Momo", el Rey Alfonso Aragón, o el poeta, nunca dejó de estar pre­sente en esas fechas.
Los recuerdos de la infancia tienen la majestuosa hidalguía de convertirse en verdaderos. El pequeño hombrecito nacido en España, en un pueblo de labra­dores, poseía la magia de con­vertir una humilde ficción en una verdad para los sueños de los niños.
Ahora lo vuelvo a recordar por los bares de calle Riccheri y Ovi­dio Lagos, traje de brocato, cor­bata y algo parecido a una cami­sa. Una de esas noches lo invité a tomar un café y aceptó, como si la sociedad le estuviera de­biendo eso desde siempre. Escri­bió sobre un pedazo de papel de panadería, me lo hizo leer; poco le importaba rimar "brillo" con "cepillo", o "rata" con "pata".
Luego me extendió la mano y debí devolvérselo. Y él muy tran­quilo se fue a otra mesa.
Hoy es difícil convencerá aquel niño que una vez fue de que el po­eta Aragón no era otra cosa que un esplendoroso y mágico Rey del carnaval.
HUGO DIZ
Fuente Extraído de la Revista Historia de aquí a la vuelta.  Fascilulo N•  10 -Autor Raquel García Ortúzar de Marzo 1991