viernes, 10 de abril de 2015

BIENVENIDOS A “ EURINDIA”



Por María Florencia Antequera*


La casa Fracassi, residencia del doctor Teodoro Fracassi y de Sara Avalle de Fracassi, es una obra arquitectónica singular, construida en la ciudad de Rosario entre 1925 y 1927, bajo los impulsos del arquitecto e inge­niero rosarino Ángel Guido (1896-1960) junto al artista plástico Alfredo Guido (1892-1967), su hermano y el construc­tor Víctor Avalle, hermano de Sara. Su estética es tributaria del denominado estilo neocolonial que, claramente, no ejercía la primacía en Rosario en la dé­cada del veinte.

Este proyecto significó un osado gesto porque condensa un fuerte contenido ideológico: Ángel retoma los postulados del texto "Eurindia. Ensayo de estética de las culturas americanas" (1924) de Ricardo Rojas, quien acuña este térmi­no y lo define como síntesis catalizadora entre el legado europeo y el americano, ubicándose -con esta operación- en las filas de una arquitectura nacionalista. Unos meses más tarde de la edición del libro de Rojas, Guido escribe "Fusión hispano indígena en la arquitectura co­lonial" (1925) donde critica con ahínco el eclecticismo presente en la arquitec­tura de su tiempo y brega por ordenar el caos arquitectónico: "No cabe otro camino para nuestra emancipación que la solución euríndica", apunta. Para este intelectual rosarino, la independencia estética residiría en reconocer que la identidad americana radica en el estilo mestizo, en "Eurindia", en la fusión (y el uso de este vocablo es de Ángel Guido) entre lo europeo y lo americano. En este sentido, el altiplano peruano, y en parti­cular Arequipa, concentrará sus intere­ses. En otro de sus libros, "Orientación espiritual de la arquitectura en Améri­ca" (1927), Guido sostiene: "Nosotros los hispanoamericanos, hemos quedado a la zaga por tener los ojos demasiado puestos en París".

Síntesis original en términos de estilo, abierto a múltiples elementos que se en­trecruzan, este inmueble -la residencia Fracassi- es la materialización de una convicción de Ángel, que podría ser ex­presada en estos términos: América tie­ne algo para decirle al mundo en clave de arte. Para Ángel, la arquitectura, que es entendida como arte social, funciona como "antena de los pueblos" junto a la música. Lenguaje propio que intenta una independencia estilística recurriendo a valores del pasado reinventados, factu­ra artesanal, motivos americanistas son las notas que resaltan en su producción y que generan una dimensión simbólica insoslayable en la intersección de las ca­lles San Luis y Corrientes: tanto el ex­terior como el interior de la casa metaforizan su pensamiento. Por ejemplo, en el frente, destacan los motivos iconográ­ficos de extracción euríndica sobre un fondo blanco a la manera hispamericana de los siglos XVII y XVIII donde conviven estatuillas, pináculos y tejas coloniales dando lugar a un contraste de materiales, colores y ornamentos. Forma y contenido resultan para Guido el par indisoluble que sustenta la obra de arte como artefacto o bien, podríamos apun­tar que forma es contenido en la obra de este artista ya que Guido también explícita el rol fundamental que detenta el ornamento como vehiculizador de la memoria.

El interior de la casa -al cual se accede por una puerta forjada en hierro, profu­samente trabajada- cuenta con detalles europeos como florones de estilo fran­cés o azulejos sevillanos y elementos americanos como ventanas con vitraux con ánforas incaicas. A medida que se avanza desde el hall de entrada hacia el comedor, pasando por el antecomedor, basta atender a los saberes de un arte que reconfigura los temas americanos y que Se precipitan estos, haciéndose cada vez más presentes -como en un in crescen­do- hasta estallar lo indoamericano en el majestuoso comedor (en la ochava de la casa). Éste cuenta con el impresionante mural de Alfredo Guido, óleo realizado en tela, pintado en su estudio y unido en el recinto donde se pueden distinguir indígenas del Altiplano relacionándose con la naturaleza, con la madre tierra, cuya indumentaria detenta colores satu­rados. También se destacan una pareja de collas tocando un instrumento típico, el sikus. En otro fragmento del mural que cubre todo el comedor, se represen­ta la actividad agrícologanadera de la zona: animales pastando junto a colinas sembradas. Asimismo, está presente el lago Titicaca con mujeres bañándose y la Catedral de Cuzco, junto a pequeñas ca­sitas en el valle, figuras festivas del car­naval rodeadas por muías, cabras, flores, cardos y vasijas, entre otros motivos.
En cada extremo de la nave de este co­medor, se encuentran dos hornacinas con figuras femeninas, obras de Alfredo Guido: una está representada por una mujer con cuerpo de sirena, rodeada de caracoles y en el otro extremo, una mu­jer sirena, rodeada de caracoles y frutos reconfigurando, como en otros sitios de la casa, lo femenino como símbolo de vida, de reunión, de conciliación.
Por otra parte, esta casa es la concreción de una militancia insistente que Ángel sostuvo también desde el punto de vista de la retórica: son múltiples sus interven­ciones en publicaciones, en la prensa, en congresos de Arquitectura (por ej., cabe destacar su participación en el III Con­greso Panamericano de Arquitectura (1927), con su interesantísima y osada diatriba contra Le Corbusier), en los cír­culos de profesionales como la Sociedad de Arquitectos, etc. Estos lineamientos en pos de una arquitectura americana que fusione dos legados tuvieron tam­bién una sostenida construcción desde la cátedra universitaria ya que Ángel como docente luchó por incluir en los planes de estudio de las carreras de Arquitec­tura, materias tales como "Urbanismo", "Historia del Arte", "Historia de la Arquitectura". Polémico, prolífico, audaz, Angel trazó su compromiso con un arte americano al que le pedía no menos que redimir a la humanidad, esgrimiendo la centralidad de su producción teórica para reflexionar sobre su práctica artística y fue Rosario, sede destacada de su accio­nar tanto en lo político institucional como en lo literario y cultural, aunque, sin lu­gar a dudas, su obra de mayor difusión es el Monumento Nacional a la Bandera.
La textualidad incisiva de su palabra re­suena no literalmente en la materialidad de la producción proyectual: un proceso de traducción, se destaca, entre los linea­mientos teóricos de su vasta obra escri­ta, sus intervenciones en la universidad y los programas que va concretando a lo largo de su desarrollo profesional. En este sentido, tanto la residencia Fracassi como el inmueble donde el arquitecto viviera en Rosario, sita en Montevideo 2112 o bien la casa -hoy museo- que Angel construyó para su maestro y ami­go Ricardo Rojas, en Buenos Aires, en Charcas 2837 y que plasmó una suerte de objeto símbolo de un ideario común, son sólo algunos ejemplos significativos.
Buscar respuestas a esas preguntas Guido se formula, constituye el dispositivo singular que, por prepotencia de t bajo y por potencia de su imaginación artística, marcó su mapa intelectual, con ambición epistemológica de un arte que quiere comprender su tiempo y de e;: modo, refundarlo. Esta belleza que América le puede agregar a lo que Europa ha enseñado es clave en "Eurindia en arquitectura americana" (1930) do« Ángel afirma: "Es hora ya de terma con nuestra actitud de imitar todo gesto de artes extranjeras". A lo largo de sus  textos, su posicionamiento propondrá la aplicación de teorías estéril suizoalemanas como la de Wölffin, basada en el  método comparado funda para el estudio de la Arquitectura.
 Paralelamente, Guido fue asimismo urbanista de gran producción y el ideólogo de planes reguladores distintas ciudades del país como Rosario (1935, junto a Carlos Della Parlera y Adolfo Farengo), Tucumán, Salta: Guido procuró reargentinizar mediante el urbanismo, criticando también la estética cosmopolita
Por último, cabe destacar que esta casa es fruto de un intenso viaje que empren­dieron los hermanos Guido, un viaje iniciático de suyo, entre 1919 y 1920. El compañero de ruta será otro intelectual destacado en la ciudad de Rosario: el doctor Alcides Greca (San Javier 1889-Rosario 1956), escritor, jurisconsulto, profesor universitario, cineasta, intere­sado en los problemas de urbanismo y militante activo dentro de las filas del radicalismo. Alcides relatará sus recuer­dos en "La torre de los ingleses" (1929), un libro de crónicas de viajes que con­tiene las experiencias y anécdotas com­partidas. Los sitios recorridos, aguijo­neados por el conocer el estilo barroco de los siglos XVII y XVIII, serán fun­damentalmente Bolivia y Perú y estos tres intelectuales, siendo muy jóvenes, serán los protagonistas de un itinerario singular que les abrirá otros caminos de conocimiento, ligados al arte en clave de una auténtica búsqueda identitaria

*Profesora en Letras, Universidad Nacional de Rosario.

Fuente: Extraída de la revista “ Rosario, su Historia y Región” .Fascículo Nº 131 de Julio 2014.