viernes, 20 de febrero de 2015

El coleccionismo profesional- Juan Bautista Castagnino


por Pablo Montini

 Juan Bautista Castagnino (1884-1925) fue un gran protagonista de esa primera conformación de un campo cultural y artístico rosarino.
Comenzó a adquirir obras de arte en 1907, con sólo 23 años, constituyendo a partir
de entonces un caso paradigmático del coleccionismo rosarino. Fue un modelo para los miembros de su clase, a los que descubrió una aspiración eminentemente moderna, que no tenía antecedentes en la ciudad. Su profesionalismo se hace patente en el detallado inventario de su colección, donde dejó constancia de los mecanismos de inserción en el mercado de arte y el rol que jugaron los restauradores y especialistas internacionales en la validación de las piezas, además de sus conocimientos en materia de pintura e historia del arte.
La colección de Castagnino se conformó en dos etapas. La primera (1907-1913)
muestra su interés por el arte europeo, sobre todo por la pintura italiana del siglo XVII, preferencia en la que acaso hayan influido el origen peninsular y la actividad comercial de su familia, basada en el vínculo del puerto de Rosario con el de Génova. A través de sucesivos viajes y haciendo uso de intermediarios, Castagnino se proveyó en galerías,  subastas o por compra directa de gran cantidad de obras de notable valor estético y comercial, provenientes en su mayor parte de antiguas colecciones nobiliarias.
La segunda etapa (1914-1925) estuvo determinada por las incidencias de la Primera Guerra, que obturó el mercado de arte internacional y le restó a Castagnino la posibilidad de mantener el nivel de adquisiciones de arte europeo. Para compensar esa falta,  recurrió al arte argentino y al rosarino, que aún no habían alcanzado su legitimación.
Castagnino fue el artífice de la cruzada emprendida por los coleccionistas de El Círculo y la Comisión Municipal de Bellas Artes en pro de esta nueva causa.
Como tesorero de la comisión y desempeñando otras funciones, parte de la tarea de Castagnino durante esos años consistió en estimular entre las instituciones y los particulares la donación de obras para acrecentar el patrimonio del museo, encabezando él mismo la lista junto al Club Social y El Círculo con la entrega en 1920 de la obra Shanti el Atalayero, del pintor vasco Ramón de Zubiaurre. Tiempo antes, buscando motivar las adquisiciones de obras de arte, había donado Retrato de niña, óleo de Alfredo Guido expuesto en el IV Salón de Otoño.
El crecimiento de su prestigio dentro de la Comisión Municipal lo llevó a ocupar su
presidencia de 1923 a 1925, signada por las disputas internas y el escaso apoyo de
la Municipalidad. Castagnino puso el énfasis de su gestión en la evolución del salón, la legitimación del arte producido en el país y en la ciudad, y la iniciación de los artistas y el público en la historia del arte europeo y americano. Con el propósito de “difundir el amor por la tradición y por lo bello, despertando la afición por las concepciones superiores
del espíritu”, organizó en 1923 la Exposición de Arte Retrospectivo, en la que reveló su patrimonio artístico y el de sus pares, tratando de demostrar cuán  estaba Rosario de su señalado materialismo. En los salones de otoño, ocupó un lugar privilegiado como jurado de admisión y de premios. Dada la relevancia de los salones en la constitución del campo artístico local, sus veredictos establecían el gusto dominante.
La legitimación del arte argentino en los salones se trasladó a su colección privada. Al haber “desechado el viejo criterio criollo que consideraba todo lo nuestro como producción inferior”, Castagnino se convertía para la prensa en un “argentino moderno”. Como dijo el poeta Emilio Ortiz Grognet al despedir sus restos en el cementerio El Salvador, el 19 de julio de 1925, “el arte nuestro, el arte nacional, constituía una esperanza radiante”  para él. Castagnino “no omitió sacrificios para su divulgación, le prestó siempre su generoso concurso y los artistas argentinos saben bien que la tradición de Mecenas tuvo en él una cumplida realidad”. No sólo asistió económicamente a muchos de ellos –Castagnino se cuenta entre los primeros compradores de Berni–, sino que también les abrió las puertas de su casa, mostrándoles su colección y manteniendo con ellos conversaciones
estéticas.
La progresiva profesionalización de Juan B. Castagnino como coleccionista le permitió adquirir desde la segunda década del siglo XX una especial visibilidad en el campo cultural rosarino. Su colección se transformó en modelo y su figura representó al hombre moderno interesado en el arte. En su testamento asignó una importante suma de dinero con la intención de solucionar el problema de la falta de una sede para el museo, además de donar al mismo su colección de arte argentino. En cuanto a la promoción del trabajo artístico, quien mejor interpretó sus deseos fue su madre, proporcionando recursos económicos para los premios y adquisiciones de obras en los salones y, años después, costeando la construcción del edificio del Museo Municipal de Bellas Artes inaugurado en 1937, que desde ese momento lleva el nombre de Juan B. Castagnino. La donación realizada por sus hermanos, en 1941, de la pintura antigua de su colección, completó la transferencia a la esfera pública de la colección privada más importante que existía en la ciudad

Fuente:Ciudad de Rosario Museo de la Ciudad Editorial Municipal de Rosario
Ciudad de Rosario / Agustina Prieto ... [et.al.]. - 1a ed. - Rosario : Municipal de Rosario, 2010.  228 p. ; 23x18 cm.
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