lunes, 1 de septiembre de 2014

LOS HOTELES PIONEROS



   Muchos de los hoteles de los años finales del siglo XIX y principios del XX respondían a las necesidades de un público de viaje­ros heterogéneo, en algunos casos menos exigente que los que se alojaban en los anteriores. Se trataba de establecimientos muy similares uno del otro en cuanto a la oferta de comodidades, servicio, comida, etcétera.
Antecedente de varios de ellos fue el "Hotel de la Paix", de propiedad de María R. de Mirat, inaugurado el 1o de febrero de 1865  en la esquina de San Lorenzo y Bajada de la Aduana (actual Sargento Cabral), que funcionó hasta 1871. Su estructura en ángulo recto en la ochava y sus arcadas, resguardadas del olvido por antiguas foto grafías del edificio, eran signos destacados de aquel antiguo ámbito de alojamiento de los visitantes del Rosario. El nombre de "Hotel de la Paix" se iba a reiterar unos años después en Buenos Aires, en la esquina de Cangallo y Reconquista, frente a la Iglesia de la Merced, y en él se instalaría en 1879 el primer ascensor hidráulico del país, fabricado por la firma Silvestre Zamboni y Cía., para el transporte de carga y pasajeros.
En ese mismo predio de la esquina rosarina de San Lorenzo v actual Sargento Cabral, se construyó en la primera década del siglo XX otro de los hoteles importantes de los años del Centenario, el "Hotel Majestic", cuyo edificio ha eludido con gallardía durante  casi un siglo (aun con una refacción no muy feliz en su planta baja) la temida demolición y sigue funcionando como tal. Proyectado según algunas fuentes por los arquitectos Gatta y Cuglioti, su cúpula y la de su colega cercano, el "Hotel Savoy", levantado en los mismos años, competían en ofrecer una grata visión de la arquitectura en boga en Rosario en los años iniciales de la centuria pasada.
El año 1871 fue también el de la construcción del "Hotel Argentino", emplazado en Sarmiento (entonces Libertad) y Urquiza; en él se alojaría, contemporáneamente a su inauguración el 9 de octubre de ese año, el presidente Domingo Faustino Sarmiento y su comitiva Su construcción, a cargo de la empresa del ingeniero Rochi, fue elogiada como una de las más importantes de su tiempo; en 1890 el propietario registrado era Ramón Montenegro, y el edificio iba a servir para la  ulterior instalación de otros establecimientos del rubro. Uno de ellos sería el "Grand Hotel de la Paix", que reiteraría de ese modo ... nombre del antecesor mencionado (éste sin el adjetivo francés siempre en la zona céntrica.

  En 1902,su propietario Onorino Limousin recomendaba las habitaciones por su ventilación, su buen servicio y sus precios módicos. Entre 1904 y 1907, por ejemplo en los programas del Teatro Colón, se consignaba  un costo de $2.50 por habitaciones a la calle y de $ 1.50 para las que daban al interior, mientras que los departamentos para familias se cotizaban de acuerdo a su tamaño, agregándose sobre todo para que lo tuviesen en cuenta los amantes de las salidas al teatro: Los talones reservados del restaurant quedarán abiertos los días de función. En 19 10 los avisos aludían a su confort general, baños, luz eléctrica y teléfonos en todas las habitaciones. Para ese entonces, el precio seguían oscilando entre $2 y $2.50, de acuerdo a su ubicación: mila­gros de la estabilidad del orden conservador.
Al "Grand Hotel de la Paix" sucederían en el mismo lugar y en el mismo inmueble, el"Hotel Turín", de Bartolomé Pipino; el "Hotel Plata" (que contaba con 46 habitaciones en sus tres pisos y locales comerciales en planta baja), cuyo propietario en 1918 era Al­berto Gambero, quien ese mismo año promocionaba su restaurant a la carta y presentaba a su establecimiento como casa recomendada para colonos y comerciantes, que un año después vende en $43.000 a Pablo Ferranti. Luego de una importante ampliación, se inaugura en el mismo inmueble el "Hotel Firenze", de la empresa Cañavera Hnos. y Palma.
En 1973, dos años después de haber cumplido un siglo de exis­tencia, el viejo edificio, que albergaba por entonces a un sexto nego­cio del rubro, el "Hotel Litoral", caería como buena parte del patri­monio arquitectónico rosarino bajo la impiadosa fiebre demoledora desatada durante esa década del "boom" de la construcción en Rosario.
También tendrían su prestigio en vastos círculos los hoteles que se sucedieron en la esquina vecina de San Lorenzo y Sarmiento, en el edificio de propiedad de Francisco Correa. El primero de ellos, el "Grand Hotel", funcionaba ya en 1886, habilitado por Eneas Pirata y regenteado en 1890 por su viuda, para ser sucedido por el "Hotel Royal" (publicitado en 1905 como "de propiedad de Antonio Chiesa"), y finalmente, en 1911, por el "Hotel de Mayo" u "Hotel Mayo", como también se lo publicitara. Luis Carpentiero, en sus apuntes, recuerda a este último como alojamiento de muchos de los artistas famosos (que también comían en el hotel), llegados con sus compañías para actuar en los teatros rosarinos, y cita a una "doña Rosa" como la propietaria o esposa del dueño.
  En 1913, Monos y Monadas lo menciona como de propiedad de Pedro Ferranti (a quien Mikielievich menciona como Pablo), a media cuadra de la Bolsa de Comercio, a pocas cuadras de los bancos y de las esta­ciones ferroviarias, cerca también del puerto y de las calles de gran movimiento comercial. En plena city, como diría cualquier rematador... Su entrada estaba por calle San Lorenzo aunque tenía también puertas por calle Sar­miento; en 1911,1a misma revista lo daba como inaugurado hacía muy poco tiempo. En 1925, el "Hotel de Mayo" tenía como conspicuos vecinos al "Almacén Ibérico", en la esquina sureste y al Banco Francés del Río de la Plata, en la noreste; el inmueble fue demolido alrede­dor de 1930.
El Centenario iba a obligar a un urgente "aggiornamiento" en materia de hotelería en la ciudad, para atender la demanda de los muchos extranjeros que llegarían y de los viajeros del interior. En esa fiebre se inscribe la inauguración el 3 de abril de 1910 de otro de los grandes hoteles rosarinos: el "Savoy Hotel" que además de un hecho social previsible, representaría una muestra más del empuje comercial de una ciudad que ya se destacaba justamente por eso. La velada inau­gural tendría otro aspecto, el caritativo, ya que se trató de una fiesta organizada por la Sociedad Damas de Caridad como "dinner-concert".
La capacidad del salón principal, que podía albergar a 300 per­sonas, obligó al reparto de invitaciones anticipadas, lo que tenía sus ventajas, según La Capital del día anterior: En esta forma se conseguirá también que sean selectas y distinguidas las familias que concurran. Lo que no dejaba de tener su importancia si se pensaba que oficiosamente se informa que existe la idea entre señoritas y caballeros de realizar un gran baile al final del dinner-concert y no era cosa de permitir el ingreso de indeseables...
El costo del cubierto, la noche del 3 de abril, fue de 6 pesos, sin incluir los vinos ni pedidos especiales, y los invitados fueron dis­puestos en mesas de a cuatro comensales, aunque se aceptaba un mayor número si el pedido se realizaba con dos días de anticipa­ción. La reproducción textual del menú señala los gustos de la clase poderosa del Rosario y la decisiva influencia francesa en ese tipo de eventos gastronómicos: Assiete Savoy Hotel; Créme Royal;Turbans de Solé a l'americaine; Supremes de pousins parisienne; Punch republicaine; Selle d'agneau Saint Lambert; Saladé panaché; Asperges Sauce Mousse; Gateau Castillan; Dasserts; Café, respetando la grafía original. La Capital indica para el evento una concurrencia de 400 comensales y agrega casi redundantemente: Los asistentes a dicho festival son de la mejor estirpe...
Ya a las ocho de la noche, hombres y mujeres que descendían de carruajes y automóviles se arracimaban no muy ordenadamente en la esquina de San Lorenzo y San Martín, para saludar a la comisión de damas organizadoras. El salón, consigna una crónica del día siguiente, presentaba un magnífico aspecto, por la variedad de los tapices, las guirnaldas de flores entrelazadas y los numerosos espejos que reflejaban los rayos lumi­nosos de los artísticos artefactos eléctricos. No todos los días se podía asis­tir a la apertura de un hotel de esas características, cuya estructura se yergue aún sin mayores deterioros exteriores, aunque el período de esplendor del establecimiento forma ya parte del pasado.
En 1911, se lo menciona como "Palacio Chiesa"y su propiedad se le asigna a Guillermo Widmer. El 10 de diciembre de ese año, se anuncia la inauguración de su "terrase-bar", con espléndido cinemató­grafo, iluminación a giorno y dos rápidos ascensores, mencionándose asi­mismo como atracción adicional una orquesta de damas vienesas.
Símbolo del crecimiento de la ciudad y de la necesidad de ir pro­poniendo nuevas opciones de alojamiento a los visitantes, es por su parte el "Palace Hotel", que en el momento de su construcción en 1920, en la esquina noreste de Córdoba y Corrientes (completando con su estructura un cuarteto de edificios de gran porte, junto a los de la Bolsa de Comercio, La Inmobiliaria y La Agrícola, en ese cruce de calles) sería el más moderno de la ciudad, como lo calificaba en 1922 la publicidad del mismo.
  Construido por Candía y Cía. para José Arijón, propietario del inmueble, sobre proyecto del arquitecto A. Delannoy, el edificio fue arrendado por la empresa Rusca y Cía. y no contó finalmente con la cúpula que planteaba el proyecto original y que hubiera permitido la presencia de este tipo remates arquitectónicos en las cuatro ochavas de la esquina en la que se emplazara el nuevo hotel.
Bajo la conducción de la firma Terzano, después de mediada la década del 20, se convertiría luego en uno de los grandes hoteles rosarinos y su actividad se desarrollaría hasta muy entrada la década del 80, cuando su vasta estructura pasó a convertirse en ámbito de oficinas, estudios profesionales, etcétera. En su planta baja, anexa al hotel, la "Confitería Palace" sería, también por un largo período una tic las más tradicionales de la ciudad, desde 1940 hasta su cierre en la década del 70, cuando su lugar sería ocupado hasta hoy por la "Confitería Augustus".
Otros alojamientos, en cambio, exhibían mucho menores pie tensiones pero una clientela igualmente garantizada, como los miles de chacareros, provincianos, viajantes, etcétera, que llegaban del inte­rior y descendían en la estación Rosario Central del Ferrocarril Central Argentino o en Súnchales, como en el caso del "Hotel Alto Piemonte", en la esquina de Jujuy y Wheelwright, cuya construcción en la punta de esa especie de cuña que era la manzana que lo contenía fue, durante algunas décadas posteriores, una escenografía entrañable del antiguo Barrio de los Ingleses.
Antecesores del mismo habían sido el "Hotel Central", en la misma esquina, inaugurado el 24 de julio de 1870 frente a la men­cionada terminal ferroviaria y el "Hotel Londres", habilitado dos años más tarde en la esquina de Salta y Entre Ríos. En la misma zona, pero más modestos, funcionaron el "Hotel del Norte", en Tucumán y Mitre, en el siglo XIX, y hacia 1915, el "Hotel 25 de Mayo", tam­bién restaurant, de Orellano y Ortolani, cuya publicidad ofrecía alojamiento a familias y hombres solos.
  Distinto tipo de clientela, integrada por marinos y gente relacio­nada con la vida del puerto cercano y con algunas otras actividades comerciales, era la de dos hoteles cercanos. El primero de ellos, el "Hansa", emplazado en Sargento Cabral 156, había abierto sus puer­tas en julio de 1905, con Hugo Karbaum como propietario, aunque hacia 1925 figuraba como su dueño Gustavo Hartel, cuando los avi­sos que promocionaban al establecimiento lo definían como el único hotel alemán en plaza. En sucesivas etapas, se convertiría en "Hotel Metropol", con anexo de restaurant y bar, de Santiago Cosso, quien tendría a su cargo luego el "Bambú India", clásico cabaret del bajo rosarino, y por último en "Hotel Pelayo", residencia habitual hasta su cierre definitivo, de muchas de las mujeres que trabajaban en los caba­rets de la zona. Restaurado, es hoy sede de una mutual de empleados bancarios, conservando su estilo arquitectónico y buena parte de su leyenda.
El otro sería el "Hotel Britannia", en San Martín 360. Este había sido instalado en 1893 por Duncan Cameron (quien se radicara en la ciudad en 1882 y a quien se reconocía como un excelente cocinero) en calle Urquiza, para terminar luego emplazado en un edificio de tres pisos, en San Martín entre Tucumán y Catamarca, construido por Alejandro Máspoli y Compañía y donde se hospedaban casi exclusi­vamente pasajeros británicos. En 1910 se publicitaba su reapertura (Monos y Monadas anunciaba ese mismo año, poco antes, el remate de ambos hoteles) completamente nuevo y moderno, con espléndida vista sobre el puerto y el río Paraná, con servicio de ascensor a todos los pisos, agua caliente y fría en todos los baños.
Cameron era un canadiense de origen escocés, nacido en el condado de Picton, Nueva Escocia, en 1843, que había llegado a la Argentina veinte años después, tentando suerte primero en trabajos de campo en la provincia de Buenos Aires hasta radicarse en Rosario en 1882. El hotel, atendido por él y su esposa, se dedica exclusivamente a hospedar ingleses, dándoles todo el confort de un hotel moderno, de precios moderados, consignaba una publicación de la época.
La proximidad del primer edificio de la Bolsa de Comercio, institución que garantizaba en forma permanente una corriente de viajeros vinculados a negocios y transacciones diversas, ya desde su condición inicial de Centro Comercial, posibilitó también el surgi­miento de otros hoteles de distintos niveles: el "Hotel y Restaurant España", de Pedro Isern, en Sarmiento 856, habilitado en 1902 y que en el Centenario hacía propaganda de su cocina española de primer orden; el "Hotel Esperanza", en San Lorenzo 972, fundado en 1886 y propiedad hacia 1910 de Fidel y José Oller, casa cómoda para los via­jantes, y habitaciones con balcón a la calle; el "Hotel del Globo", pro piedad en 1890 de Diego Ross y en 1900 de Salvador Lombardo, que funcionaba en el número 85 (luego 961) de la misma calle; el "Hotel Dorée", de Andamini y Cía., en Aduana 84 (altos), y el "Hotel  Antiguo Comercio”, de Marcelino Giuraudo do, en San Lorenzo 969, que en 1919 aparecía ya como “Hotel Dalmacia”,  de Pedro Zuvich.
Cercana competición entablaban a los anteriores el "Hotel Rosario", de Juan Doswald, en San lonrenzo 92; el "Hotel Inglés", de Wooley y Cía., en Urquiza 328, y el "Hotel Comercio", de Fiorito y Alberto, en San Martín 370, inaugurado en 1918. A ellos se sumaba el "Hotel Central", ya mencionado en el primer tomo de esta obra, inaugurado en 1888 con el nombre de "Hotel Internacional", cuyo edificio fue proyectado en un estilo neo-mudéjar por José Soler y construido por la empresa Soler Hermanos. Mikielievich consigna además el funcionamiento en la década final del siglo XIX de un "Gran Hotel Central", de Aussares y Plumet, en Urquiza 464'y del "Hotel Internacional", de Meiggis, en Urquiza 658.
En 1918 publicitaba sus comodidades el "Hotel Roma", en Corrientes 719/21, esquina Santa Fe, edificio construido por Máspoli. que fuera, en años sucesivos, sede del Jockey Club y de una de las tiendas rosarinas de la época, que se incendiaría en los años iniciales de la década del 10. En 1922,1a revista "Moderna" lo publicita como de Palenzona y Baima, con baños calientes y fríos; hoy, reciclado con bastante respeto, yergue aún su hermosa estructuraron el viejo cartel de "Hotel Roma" en la cúpula, en el que luce la recortada imagen de la loba que amamantara a los mitológicos fundadores de la Ciudad Eterna.
La vecindad del Mercado Central era asimismo fuerte aliciente' para la instalación en la zona de este tipo de comercios dedicados al alojamiento de personas, con restaurant incluido en muchos casos. Uno de ellos era el "Hotel La Primavera", de José Mossotti, en Mitre 1034, casa en el centro de la ciudad, con grandes comodidades para familias y viajeros, cocina de primer orden y envío de viandas a domicilio; el "Hotel Sarmiento", que hacia 1921 inauguraba en San Juan 1235/51 un ser­vicio para pasajeros con camas desde $ 1.50; y el "Hotel Marconi", también restaurant, en San Juan 1077/79, propiedad en 1915 de Abdón Masagué y hacia 1925 de Novero y Cía., hoy manteniéndose de eventuales lances sexuales que lo tienen como modesto escenario; todos ellos posteriores al "Hotel del Sur", de Isern Hermanos, que hacia 1890 funcionaba en el número 20 de la Cortada del Mercado (actual Barón de Mauá).

extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo III  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones