martes, 15 de julio de 2014

PICHINCHA, UNA HISTORIA EN RECONSTRUCCIÓN



Por Osvaldo Aguirre / Lisy Smiles


El barrio no es el mismo de antes. El interés inmobiliario acecha a los antiguos edificios y el pasado prostibulario está en proceso de revisión. Recorrido por un territorio mítico en tiempos de cambio

La entrada es por calle Jujuy, a través de un portón. Aquí hubo un teatro, y también un cine. Se llamaba Casino. Cuentan que Alberto Olmedo es­taba con frecuencia entre el públi­co. Pero hace casi cincuenta años que cerró sus puertas, y después  vino el olvido. Quedan algunos ves­tigios: molduras, restos del escena­rio, la antigua división del espacio. El lugar es uno de los símbolos de Pichincha, donde se encuentra, y también de la situación particular del barrio y su mítico pasado pros­tibulario: una historia en proceso de reconstrucción.
Desde hace unos años, Pichin­cha experimenta un acelerado cambio. Mauro Machado, que llegó al barrio en 2002 y abrió el centro cultural El Levante en lo que era una pensión en ruinas, sitúa lo que puede ser un punto de referencia: "entre la calle Salta, hacia el río, y Pichincha, hacia el río, se abría un rincón aislado de la circulación de la ciudad; había inquilinatos, talleres mecánicos y garages, un ambiente de tristeza, depresión económica y marginalidad; la situación empezó a cambiar cuando se abrió el paso de avenida Francia, y empezaron a llegar los bares y a construirse ca­sas nuevas y edificios".
La transformación de Rehincha recupera el pasado del barrio, una historia más o menos oculta que desde la publicación del libro Pros­titución y rufianismo (1974), de Héctor Zinni y Rafael Ielpi, se in­corporó a la memoria de la ciudad. Pero en medio del boom inmobilia­rio —"hoy los terrenos y las casas, aunque estén viejas y derruidas, son -carísimas", dice Machado— y de las nuevas investigaciones, esa recupe­ración plantea un conjunto de pro­blemas y desafíos, ante la preserva­ción de los edificios emblemáticos y el relato mismo de la historia, en la que todavía quedan numerosos in­terrogantes, dudas y aspectos para abrir nuevos estudios.
En 2008 la historiadora María Luisa Mugica reveló que el verdadero nombre del Madame Safó, como se conocía al burdel de Pichincha 68 Bis ( uno de los edificios históricos que se mantienen en pie), era El Paraíso, y aportó desconocida sobre sus madamas y  propietarios. Más allá de importancia puntual, el descubrimiento  puso de relieve algo que se proyecta . hasta hoy: la Pichincha está historia está abierta a la investigación.
PLAN A
    En 2006 la Secretaria Planiamiento de Rosario presentó el Concejo Deliberante el Plan Especial Pichincha, con el objeto de proteger el patrimonio arquitectónico y encauzar la renovación edilicia del área. El barrio se delimitó considerando la historia --el pasado prostibulario—. características físicas urbanas edificios significativos, el trazado vial y ferroviario— y aquello q el imaginario del presente entiende por Pichincha, más allá área delimitada a principios siglo XX y constituida por el se de ocho manzanas destinado el Municipio a la prostitución reglamentada.
Pichincha no es lo que el principios del siglo XX cuando prostíbulos la convirtieron en célebre zona roja. Los mitos y interés inmobiliario ampliaron sus fronteras. El área histórica tiene ahora su núcleo de partida en el sector de la Cervecería Schlau, el túnel Celedonio Escalada y la Estación Súnchales, con límites en las avenidas Del Valle y Rivadavia, Oroño, Tucumán (la vivienda natal de Olmedo devino en hito demarcatorio) y Vera Mujica.
El Plan Especial Pichincha tuvo un fundamento un minucioso informe en que María Luisa Mugica hizo un relevamiento de espacios característicos del barrio un listado de casi medio centenar de prostíbulos, bares, y fondas y su localización en el área , con datos sobre propietarios y encargados, tomados de fuentes documentales nunca antes consultadas, como los prontuarios de la vieja División de Investigaciones de la policía rosarina, pedidos de habilitación y de clausuras , ordenanzas y mapas de época.
“Muchos de los inmuebles catalogados contienen en sí mismos una historia , un acontecer, un nombre, un hecho. Y muchos otros son el resultado de una sumatoria de seres anónimos que fueron constituyen­do a nuestra Ciudad", explica María Laura Fernández, directora del Pro­grama de Preservación y Rehabili­tación del Patrimonio municipal.
Hoy esa protección invita, jus­tamente, a recorrer en detalle sus calles, aunque el itinerario (tanto histórico como arquitectó­nico) no figura dentro de ningún circuito.
 Muchos de los inmuebles cata­logados por su valor histórico están identi­ficados sólo con una placa y carecen de la información respectiva.
Desde Preser­vación advierten que el vandalismo im­pide profundizar el proyecto en cuanto a acercar información a través de cartelería. Hay un relato propuesto desde el municipio respecto de Pichincha pero su enca­la actúa en lo técnico (los grados e protección de los inmuebles) y muestra debilidad en lo simbólico por la imposibilidad de narrar la historia).
Tampoco aparece como muy sencillo la construcción de ese re­lato por fuera de lo arquitectónico. La historia prostibularia define una cuestión identitaria en el barrio, e incluso en la ciudad, pero no es un tema sencillo de abordar. "Noso­tros estamos fundamentalmente ponderando aquellos valores identitarios de la arquitectura que conformó este sector de la ciudad y no estamos reivindicando el uso que se hacía de estos sitios: lo que hace­mos es reconocer la conformación de un ámbito urbano cuyos orígenes tu­vieron que ver con la actividad pros­tibularia", advierte Fernández.
"De todas maneras — agrega la directora de Preser­vación— se fue comprobando una inversión inmobiliaria, y dentro de ella lo gastronómico, en dónde el barrio también posibilitó que esas tipologías se modificaran en posi­tivo. Un ejemplo es El Levante, con su actividad cultural. O sea, lo edi-licio dio posibilidad de cambiar el uso y generar estos espacios de en­cuentros que ya no son los mismos encuentros de entere» peto« generando otro tipo de actividad cultural".
En ese sentido puede incluirse el Mapa de las artes en Pichincha, una iniciativa del Centro de Aper­tura Multicultural que apunta a relevar los espacios culturales, de recreación y gastronómicos des barrio para potenciar su ac­tividad y la afluencia de público, y posi­bilitar nuevas ini­ciativas.
EL BARRIO DIBUJADO
Luis Leonhart es ilus­trador y arqui­tecto. "Dibujar, todo el mundo dibujó desde el primer año de vida. yo seguí un poco más. Y la arquitectura... bueno, es la madre de todas las artes", dice. Ambos confluyen en Pichincha, ei escenario sobre el cual desplegó El Pollo Palacios, tira diaria que publicó La Capital, y que también contiene algunos de sus proyectos como el de construir un hotel en lo que fue el Teatro Casino. Leonhart. además, puso en valor algunos inmuebles de la zona y eso lo convirtió en un testigo privilegiado de un cambio de época.
El edificio con ingreso en Pichincha 61 y Pichincha 73 fue uno de sus ámbitos de trabajo. "Cuando entramos, aún se respiraba el clima de un prostíbulo. Había un lucernario de unos 25 metros de largo, c conserva. Era corredizo, esta buenas condiciones. Se desplazaba y dejaba ver el patio adonde c las habitaciones. Esa propiedad mantiene casi la estructura original, con un pasillo lateral que embocaba al fondo, donde e: las pupilas. Las mayólicas, el calcáreo del patio, las puertas con los números de las habitaciones es­taban intactas, vos entrabas a un prostíbulo, cambiabas de época” cuenta Leonhart.
Según María Luisa Múgica. En  Pichincha 61 y 73 funcionaron en prostíbulos La Mascota y La Mina de Oro, este último "famoso por sus regentas". Entre las madamas es­tuvo Anita Barán, cuyos restos hoy descansan en el viejo Cementerio Hebreo de Granadero Baigorria con los de otras colegas, rufianes y prostitutas.
El Teatro Casino funcionó en Pichincha y Jujuy entre el 17 de marzo de 1914 y el 31 de mayo de 1964. El lugar pasó a ser utilizad: por un taller mecánico y cayó en e. abandono hasta que fue comprad: por un grupo de inversores integra­do por dos empresarios rosarinos; un francés. "Tenía un pullman que intentamos recuperar pero estaba destruido; logramos conservar la baranda —dice Leonhart—. Hubo que levantar la parte de plateas pero se conservó la cubierta de todo el teatro. En el escenario estaba las fosas del taller, pero aún podían  verse las bambalinas, que  tenían  entre quince y dieciocho metros. Su mayor atractivo es la fachada que permanece tal cual".
Allí el proyecto es construir hotel con un lobby de uso semipúblico. La parte de hotelería se más bien pequeña, con no más 40 habitaciones, alo que se sumará  un espacio que servirá como punto de información sobre el barrio que podría albergar diversas actividades culturales.
"La idea —detalla Leohnart^-conservar la fachada y liberar la planta baja, dejarla como un „ piso entero, para que sea el lobby del hotel. Su característica es sea como un hall donde la gente se pueda informar sobre el barrio y  que eso te permita moverte de ahí al resto de Pichincha. A la ve tener mucha superficie se puede establecer simultaneidad de acotecimientos y usos dentro del mi espacio". Una historia que, con del barrio, se está edificando
Agradecemos: María Luisa/ Rubén Serri

Fuente: Artículo Publicado en el Diario La Capital  en la Sección Señales del domingo 7 de agosto de 2011