domingo, 6 de julio de 2014

MARGINALIDAD Y MALA VIDA



Cada grupo humano pro­duce sus propios sectores marginales, y la colectividad judía se vio involucrada en ciertos escándalos produci­dos por la actividad de judíos dedicados al negocio de la prostitución. Este "negocio" hoy pertenecería al sector "servicios" de la economía y según modernos analistas, formaría parte del mecanis­mo de la oferta y la demanda del "consumo" de las capas populares de la época: inmi­grantes jóvenes, hombres so­los que formaban la mayoría de la población inmigrada y que "consumían" prostitutas.

En su momento generaba angustia y vergüenza a la so­ciedad, que rechazaba dichas prácticas. El silencio y el misterio que rodeó a la "mala vida" prostibularla, avivó la fantasía y el mito y fue te­jiendo una trama compleja de historias, muchas veces fal­sas o exageradas, donde nun­ca faltaba el ingrediente ro­mántico.

La colectividad judía no tenía contacto con el mundo rufianesco; los "impuros" (así se llamaban a sus integran­tes), eran excluidos de las instituciones judías, tenían prohibida la entrada a los templos religiosos y hasta en la muerte se los radiaba: no se permitía el entierro de sus muertos en el Cementerio Is­raelita.

La religiosidad de estos sectores marginales es un da­to no ajeno al de otros secto­res pertenecientes a los bajos fondos de la sociedad. Sus actividades religiosas las realizaban en una casa de la calle Quemes al 2900, en el barrio "Pichincha" y tuvieron su propio cementerio en Pa­ganini {actualmente Grana­dero Baigorria).

En 1933 se clausuraron las "casas públicas" en Rosa­rio y los judíos "impuros" fue­ron entrando en el olvido.
Fuente: extraído de la revista “Rosario, Historia de aquí a la vuelta  Fascículo Nº 24.  De noviembre  1993. Autor: Luis Gerovitch.