miércoles, 2 de julio de 2014

EL CETRO DE MERCURIO



"Ruíz-Precisamente, ahora viene lo mejor . .. Esta es la hora que yo lla­mo trágica ... la hora en que la luz artificial se diluye dominada por las primeras claridades del día . . . observe usted, mire a esas pobres mujeres enfermas por haber apurado la vida, cadáveres pintarrajeados; pobres ma­rionetas obligadas a representar en este gran guiñol del placer, la farsa de una alegría fingida, de un contento nunca sentido, de una juventud hecha pedazos...
Alonso—Qué doloroso es todo esto . .. pobres mujeres .. ."
Elias Alippi y Carlos Schaeffer Gallo La Borrachera del Tango. 1921.
El tiempo sigue haciendo girar su rueca, hilvanando recuerdos alegres y tristes. Sumergido en la vorágine de una ciudad en busca de su destino, el barrio de Pichincha es hoy apenas una pequeña luz roja, rodeada por miríadas de estrellas y perdida en el infinito. Volver al pasado desde nues­tra actualidad, nos resulta casi como asomarnos al mundo desconocido de un lejano planeta. Sin embargo, ¡cuántas enseñanzas nos prodiga el cono­cimiento de los hechos que acontecieron en aquel ayer . . .! IY cuántos sucesos debemos volver a la vida para que la toma de conciencia sea defi­nitiva ...!
"—Yo andaba con un chico que era muy conocido ahí, fíjese el apodo ... era un renguito, Martín, vendía pastillas. Don Nicolás Roses, que era el fabricante de pastillas "Meterete" le regalaba una caja llena todos los días al renguito ... él se ganaba tres o cuatro mangos con la venta diaria. Yo era compañero de él. Fíjese el apodo, Chanclito le decían por eso de la enfermedad.
—Usted, ¿vendía Cigarrillos?
-No, no, yo vendía libritos de posturas, la "Media Noche", que era una revista y algunos libros como aquel de la princesa rusa, "La Coquito" y varios más.
—¿Y tenía salida ese material en Pichincha?
—Sí, claro, la gente veía allí las poses y se entusiasmaba. No valían gran cosa pero se vendían.
—Bueno, tengo entendido que había una cantidad enorme de gente que vendía ¿osas: lupines, maníes, loterías, quinielas ... —Pichincha desde las cinco de la tarde hasta las dos de la madrugada o tres era un mundo, no una ciudad, un mundo aparte. En ese entonces es­taba lleno de barcos el puerto y para los marineros el barrio era una locu­ra, porque Pichincha figuró en las guías de turismo mundial. Por ejemplo, en las guías hechas en Francia o en Norteamérica, figuraba: "Rosario. Ar­gentina. Pichincha" ... sí. Entonces los marineros Izyuml tomaban los taxis desde la salida del puerto a Pichincha donde gastaban la plata a bal­des. Eso le daba a la ciudad una vida importantísima".1
Y no solamente los marineros, sino gentes de todos los rincones del país desfilan por Pichincha, barrio pletórico de atracciones y donde ame­nizan las alegres noches, músicos rosarinos como Chiricati, Puleio, Spera, alqunos intérpretes pótenos y otros venidos del interior. Claro, que mien­tras estos recalan en el café de Doña Julia preferentemente, muchos que no son precisamente ni músicos ni marineros se desparraman por distin­tos lugares de esparcimiento
"-Enfrente de la timba de Pedro Mendoza estaba el café El Levante. Una vez le pusieron un cartel que decía: "Café El Levante, de cafiolos y ato­rrantes". Al café que estaba al lado de Doña Julia -El Látigo-, una vez le dejaron un cartel que decía así: "Yo entré aquí una vez y no me enojo / aunque me llevé encima muchos piojos".2
En la contabilización de tipos raros, aparecen algunos característicos:
"—Otros personajes eran El Negro Pancho, el finado Canario .. .
¿Que actividades tenían?
-Bueno, a El Negro Pancho lo nombraron una vez comisarlo por un pun­to lejano y al finado Canario, sargento. Entonces, cuando traían un. pobre borracho, mamado ... lo encontraban en la calle y esto y lo otro, decía El Negro Pancho: " ¡A ver sargento, regístrelo!". "No hay necesidad, co­misario —le respondía el otro—, ya lo hemos requisado en la vereda yo y el agente".
—Los habían limpiado ...
¡ Justo!. El Negro Pancho vivía en la cuarta .. . Yo los he conocido a to­dos. Ahora, hombres viejos de Rosario Norte quedarán dos o tres .. . es-teee . . . OrlandI, de apodo Gorra de Cuero, Tedeschi que ya no trabaja más, Iraolo, que tampoco trabaja más, gente grande ya: buena gente que ha sido de labor .. ."3
El Negro Pancho, sería quien habría traído al famoso Paisano Díaz a Rosario. Pero de Díaz ya nos ocuparemos a su debido tiempo. Mientras tanto, hagamos un paréntesis para recordar a alguien esfumado en las bru­mas del pasado ...
"-Vea, conocí un muchacho que casi nadie lo nombra y que fue taura de verdad. No recuerdo ni el nombre ni el apellido, pero si alguna vez se lee lo que yo le digo, cuando nombre a El Negro Pantalones de Seda, muchos se van a acordar. Ese era guapo de verdad. Yo le juro por mi madre que lo vi en el túnel a El Negro Pantalones de Seda, una tarde pelear contra tres o cuatro. El Negro estaba contra el paredón cuchillo en mano y los otros también. Era taura de verdad El Negro Pantalones de Seda; en serio, en serio . . .
—¿Era un muchacho grande de edad?
—S!, era un hombre grande. Pero era taura de verdad, no como don Ve­nancio Díaz'...
-¿Usted vio allí un rato el asunto?. ¿Se pudo defender bien el hombre? -No. Lo hirieron mal al Negro, quedó lisiado un tiempo más. Después no lo volví a ver.- No se si murió, eso sí no lo podría decir. Pero ... el tam­bién dio. Yo estuve parado en el túnel ... Porque el lío empezó cerca de Pedro Mendoza, en la calle, y yo andaba recorriendo y sentí el barullo en la vereda de enfrente: "Vos que te la venís a dar de guaperola acá" dice ¿vamos? 'Y se fueron. Pero, atrás los siguieron los otros, y cuando vie­ron que El Negro Pantalones de Seda lo tenía medio apurado al otro lo atacaron entre todos. Eran cuatro en total, pero El Negro también dio. —Bueno, en ese tiempo había guapos de verdad, otros que no lo eran tan­to y otros que lo eran cuando iban en barra.
—Si, guapos figurados. Pero fíjese que en Pichincha no había muchos líos ...
-Bueno, había un policía en cada esquina.
-Si, pero no había muchos líos. Posiblemente los hubiera entre la gente 9U0 que andaba caminando,pero entre gente mala, ¿qué puede ser un cafiolo? se respetaban, se respeta­ban entre ellos. Eran toda gente mala, porque, ¿qué puede ser un cafiolo? Pero entre ellos no se tiraban".*
De entre los trabajadores, cafishos y vividores conocidos por todo el mundo , nombraremos a tres: El Inglesito, Juan Carlos Alonso y Basualdo.
"-En Pichincha andaba otro señor que le decían El Inglesito. Andaba a caballo se sabía meter en los bares, tenía tropa ... Era un buen hombre, pero no era del hampa ni cosa que se le parezca. Era una persona que se divertía de acuerdo al dinero que tenía".5

"-Juan Carlos Alonso, ¡flor de punto ¡ ; era un cafisho al que varias veces lo metieron arriba de un vagón y chau. Le cerraban el vagón y lo echaban de aquí. Este era el marido de la Pata Sucia . . . Este Juan Carlos tenía en Carreras un prostíbulo donde hizo una muerte. En aquel tiempo, usted sabe que todo se arreglaba . . ."6

"-Basualdo, que siempre andaba por Pichincha, tenía para dormir un ómnibus embargado. Muy buen hombre este Basualdo. Tenía buena letra, era capacitado, y siempre paraba en el famoso boliche de don Jaime, qué estaba en la calle Moreno frente al portón de la Jefatura, entre las calles Santa Fe y 58n Lorenzo. Y allí estaba siempre é\ con una mesita y resulta que cualquiera que tenía que hacer un escrito ya estaba . . . tan conocido. Iban: "Basualdo, ¿me hace este escrito?". Entonces el, de entrada, pedía un potrillo y un sánguche familiar, y antes de terminar, ya al recurrente le costaba más lo que le había consumido Basualdo que darle el asunto a un abogado"./
Y como el barrio estaba abierto para todo el que quisiera, también me-"^aeaban raterías:
"-Vea que a Pichincha caía gente, ¿no?
—En esa época venía gente de los barcos, de los pueblos, de las ciudades. Y a todo el mundo se le robaba" .8


"-Había un prostíbulo que se llamaba El 90, donde mandaba madame Mlmf, que después se casó con El Indio Acosta y se fueron a Resistencia. Yo estaba en la puerta y unos muchachones grandes me manotearon y Fernando Ochoa era un pibe todavía, pibe digamos. .. ¿no?, un mucha­cho grande, después me contó que había ido a actuar a una fiesta campe ra en el pueblo de San Lorenzo. Los muchachones me manotearon y algu­no se escapó, yo empecé a los gritos y uno me dio un saque. Me pegó y me puse contra contra la pared a llorar y justo pasaba Ochoa con un pon-chito así . y le dijeron "Este es el Rubito que se rebusca acá ... , me apretó fuerte contra él y me decía "No llores, Rubito, no llores, yo te voy a arreglar", y me dio no se cuantos, pero algunos Carlos Drago me dio".9
"Para muchos individuos -dice Tulio Carella-, el quilombo era un lu­gar de reunión. Los amigos se daban cita allí, o iban juntos, a hacer vida de sociedad, a bailar, a beber, a estar en el ambiente, a disfrutar con el es­pectáculo del bramaje que revoloteaba, activo, por el local. Las catrielas se acercaban a los tímidos y los abrazaban. Tenían una pregunta estereo­tipada: ¿vamos, negro?. Si se mostraban difíciles o exigentes, los sobaban en la zona pubiana, o se hacía las mimosas y suplicantes. A veces era po­sible ver a una pecadora enardeciendo a tres, cuatro y hasta cinco candi­datos al mismo tiempo. Si se mostraban remisos, se dirigían a otro, a otros. Si alguno respondía favorablemente, lo llevaba a su habitación.
Si bien es preciso diferenciar entre las que practicaban el comercio car­nal obligadas por la persecución o por la violencia, y las que se entregaban al oficio por su propia voluntad, la mujer pública tenía el deber de entre­garse a todos los hombres que se presentaban, cualquiera que fuese su condición y su número. Obligación rigurosa a tal punto que sólo puede significar el más alto grado de santidad, una indiferencia atroz, o la mera anestesia. Algunos analistas sostienen que las uniones en los burdeles se consuman sólo entre mujeres frígidas y hombres impotentes. La mujer le saca dinero al hombre para castrarlo, ya que el dinero es el símbolo del poder viril. Los hombres, por su parte, odiarían a las mujeres de dos ma­neras: no acostándose con la que aman, o rehusando el amor —o el apre­cio—, a aquella con quien gozan. Lo mismo podría decirse de las mujeres.
"Las perdidas, sobre todo en las noches de labor intensa, parecían má­quinas. La codicia, la avidez, las cambiaban en seres deshumanizados. Si en los momentos de ocio alguna conversaba con gracia y daba idea de lo que podrían ser las hetairas,-griegas; en las horas de posibilidades perdían todos los encantos. Retaban a aquellos que las entretenían más de lo que consideraban normal -dos o tres minutos-, aminorando el deleite, inhi­biéndolo con una malevolencia que señalaba su desinterés por el placer ajeno. El temor a la regenta que acudía a tocar la puerta con los nudillos: ¡Apúrense!. Vamos muchachos, ¡apúrense!; el temor al marido que vigi­laba con suspicacia a su obrera -la mina de oro-, inspiraban esa conduc­ta de pasivo rechazo. Ni siquiera se preocupaban de fingir una amabilidad somera. La prepotencia femenina estaba corroborada por unos malevos marginales, ya escondidos, ya disimulados entre la concurrencia listos pa­ra intervenir en cualquier trifulca, dispuestos a mantener el orden por me­dio de biabas traicioneras.
"Tenían el encargo de dar su merecido a quienes pretendían divertirse sin pagar el precio estipulado, o a quienes le faltaban el respeto a las ma-nifes A estos compadrones se les llamó pesebreras. Recuérdese que al local se le decía pesebre y pesebrera a la cortesana (en lunfardo, por bajar­se del pesebre" se entiende el ejercicio del cunningulus). El apodo era pe­yorativo y se le daba también al portero y a los sirvientes. En casi todos los lenocinios había pulgos que se encargaban de cocinar, limpiar, hacer los mandados y servir en el reservado. O no pulgos: inadaptados sociales, desechos humanos, de psicología borrascosa y complicada, de pasado tur­bio y futuro incierto. Le pagaban entre todas, se vestía con ropas que le regalaban los tenebrosos. Se presentaban a cualquier dependencia y reci­bían el nombre de basurero, o peón de patio.
"Una vez por semana había inspección médica. Los lunes, jornada de reposo para las mujeres. Entonces las brames se convertían en darique o daquieres, minushias, pibas, febas. Darique o daquiere, querida; minushia, diminutivo de mina; feba, la jovencita linda: valen como términos afec­tuosos. Se dedicaban a tareas de amas de casa: preparar golosinas, pos­tres; repasar las prendas de labor, coser botones, lavar, almidonar, plan­char. Fumaban tranquilamente sin que nadie se admirase por ello y las mirara con ojos espantados. Tomaban mate, leían revistas -ei último nú­mero de "Vida Porteña", "Mundo Argentino", "El Hogar", "La Novela Semanal", "Fray Mocho", "Atlántida", "Caras y Caretas", "PBT", "El Canta Claro", "El Alma que Canta"- novelas de Carlota Braéme y Caro­lina Invernizio, o la última entrega del folletín semanal cuyos títulos eran sensacionales y apasionantes: "Raptada en la noche de bodas", "Virgen y Madre", "El destino fatal".
"Sentían necesidad del contacto con seres humanos, pero en otro planteo que el meramente físico. Salían a pasear, iban de compras, al tea­tro, al cine, a una payada, solas o con el canfle o el dorima. Por unas ho­ras recuperaban la normalidad, acaso las ilusiones. Volvían a ser las muchachitas, casi niñas, carozos, que lo miraban todo con asombro: el sol, las parejas de novios, el tránsito de las calles céntricas
"Nunca se veía mucho tiempo a las tamberas en una misma casa, en una misma ciudad. Después de un período de tres a seis meses, las mu'jer-zuelas eran enviadas a otro lugar y reemplazadas. Si alguna era objeto de rencillas, de codicias exageradas y rivales, se la enviaba al extranjero. Cosa tan simple al parecer como un momentáneo desahogo sexual, tenía cone­xiones internacionales. Con este sistema rotativo, de ordinario había no­vedades. Los partidarios de la variación encontraban donas rubias, more­nas, pelirrojas; altas, bajas, gruesas, delgadas; sanguíneas, linfáticas, coléri­cas, nerviosas; criollas, rusas, polacas, francesas ... Estas últimas eran so­licitadas por aquellos que querían experimentar sensaciones más intensas, pues tenían fama de ser duchas en la fellatio".
"—¿Y de los macrofts franceses?
-Me acuerdo de Pedro y Enrique Malatesta, que eran los dueños del Safo Además estaba el francés . . . espéreme que me voy a acordar . . . Enrique Chatel Esos eran los tres más prominentes que automáticamente en aque­llos tiempos estaban vinculados con la Migdal . . . Estos señores iban a Francia y traían mujeres hermosas para contraer enlace acá ... -Les hacían todo un juego, ¿no?.
-. . . Eso es, las tenían acá, iban a la confitería tal y esto y lo otro, hasta que después las hacían entrar despacito".10
La tristemente célebre organización internacional de trata de blancas llamada Zwi Migdal, dominaba el tráfico prostibulario de Pichincha Y del país con la total impunidad que le daban sus fabulosas ganancias "216 millones de pesos al año que van a parar a los bolsillos de los tratantes de blancas, cuyo número no excedería de tres mil, por donde se verá que ca­da uno de ellos obtiene sumas tan enormes que le permiten sobornar fun­cionarios, torcer conciencias y enlodar prestigios. ¡Todo ello con el mági­co poder de sus billetes de banco!", anota Julio L. Alsogaray.
"—Yo viví en la calle Callao entre Jujuy y Brown, al lado de El Mono Francia, aquel jugador de fútbol famoso, buen hombre. Bueno, ahí no-más, en la calle Brown, donde estaban los cafiolos, los rusos, yo ahí me ganaba la vida con ellos, casi con ellos exclusivamente. Porque yo les lle­vaba, por ejemplo, al medio día la vianda y a la tarde el diario "Reflejos"
que Valía CinCO guitas, COn la lista. Los TUSOS eran unos tipos que en ese
entonces se jugaban doscientos o trescientos pesos a la quiniela por día. Además, en la calle Jujuy tenían un chalet...
¿Jujuy y Pichincha?
—No. Para el otro lado: Jujuy, entre Ovidio Lagos y Callao. En ese chalet andaban todos con sus piyamas de seda ...
¿Era patrones de quilombos?
(Caporales!, eran caporales . . . Venían las mujeres importadas de afue­ra y las tenían ahí, ellos eran los Importadores. Venían de Francia, de Ru­sia, de todos lados. De todas partes del mundo caían las mujeres y ellos eran los capos. Ahí, en el chalet de los rusos se hacían negó ... ¡pero co­mo si fuera la Bolsa de Comercio!, igual, porque se vendía una ... La ver­dad, yo sentía: "Che, mlrá", un suponer decían "Che, mira . . .", no le puedo dar nombres ahora: ". . .viene ... la Pepa de . . . Francia, que la manda . . . Antonio, eeehh? ... se la vamos a consignar a Rodríguez. Ro­dríguez ofreció . . .diez mil pesos". ¿Entiende?. Más o menos así era la cosa.
—¿Existe todavía la casa?
-La casa debe existir. En sus buenos tiempos vivían allí diez o doce ru­sos. Estaba en la mitad de cuadra de la mano de allá, vereda par". 12


"-Pedro Malatesta y Juan Malatesta eran los principales elementos de la Migdal en Rosario, como le dije. Las mujeres que traían desde Francia iban a parar a la garconniere de la calle Pueyrredón ... creo que entre Catamarca y Tucumán, todavía está la casa, es la única que no han tirado abajo. Teman, además, un chauffeur francés con dos coches, uno abierto y otro cerrado: en invierno usaban el cerrado, en verano el abierto ... El Primer coche Bulck Sport, el más grande que hubo, lo trajo Enrique Chatel.

Una enredada cadena comercial integrada por audaces tenebrosos ex­tranjeros con personeros argentinos, determinó una época de humillación y oprobio donde muchas mujeres fueron arrastradas mediante el engaño o por la violencia a ejercer la prostitución. "La Argentina no se conoce en Europa solamente por sus carnes yicereales-escribe José González Casti­llo—. Los rufianes franceses que operan entre Sud Africa y Buenos Aires, le han dado fama de constituir el centro más Importante de la trata de blancas en el mundo, ya que las leyes de inmigración y la competencia desleal que les hacen en Estados Unidos jueces y policías impide que sea ese país el primer mercado universal de la mujer.
"Alberto Londres ha dicho algo de eso en su escandaloso "Camino de Buenos Aires" 14 y, aunque en verdad, no deja muy bien parados a nues­tros connacionales —ni a los suyos-, apenas si levanta el velo respecto de esta "exportación sudamericana", que se llama el "macquereaux" crio­llo . . ." "Sud América tiene, en efecto, una exportación "sui géneris", además de sus productos agropecuarios y de sus "rastacueros" aristócra­tas: la "crápula elegante". El éxito del tango, la modicidad de los transportes y las ventajas del cambio de nuestros Signos monetarios, la ha crea­do y difundido. Y hoy no hay ruleta en el mundo, desde los "saqui-samis" de Pera, en Constantinopla, y desde el Hotel de los Extranjeros, de El Cairo, hasta los balnearios de San Sebastián, San Juan de Luz, Copacabana o Viña del Mar, cuyos "croupiers" no se llamen "argentinos", como ostentando un título de eficiencia.
"Y algo hay de ello, en efecto. De inteligencia rápida y vivaz y espíritu libre de preocupaciones trascendentales; de extraordinaria adaptabilidad, desprecio del dinero, voluntad resuelta y valor rayano en la temeridad, el sudamericano lleva, en cambio, y para su desgracia, el peso muerto de su pereza ancestral. No quiere trabajar; mejor dicho, le "revienta" el trabajo lento y poco productivo. Y prefiere la vida agitada del jugador o la ganan­cia cómoda del "gigoló" a la larga paciencia y a la íntima satisfacción del esfuerzo ímprobo". ". .. entre las categorías que el idioma (francés) da a los diversos personajes del proxenetismo, es la del "gigoló" la que corres­ponde a los "muchachos piernas", más que las de "mishés", "caftens", "macquereaux"; etc., que comprende a los de otros países. El "gigoló" explota su juventud, su elegancia, su gracia, sus habilidades de "mozo simpático" tan caras a todas las mujeres del mundo. El "gigoló" perfecto, a su distinción y su chic une variedad de virtudes. Es un eximio bailarín suele cantar con gracia; es sportsman, es valiente, es espléndido. Y eso go­za entre las mujeres de París, como entre las de Hong Kong, de gran pres­tigio. El criollo lo sabe y lo explota bien".15
Por su parte, agrega Francisco Cicotti: "Un ejemplo sugestivo de la ne­cesidad de un reajuste en el procedimiento criminal en la Argentina y de los intolerables absurdos de la organización policial y judicial que hay que eliminar, lo encuentro en el sonado asunto de la Zwi Migdal 16, queu mientras escribo, cobra actualidad nuevamente, a raíz de dos interesan­tes fallos contradictorios de la Cámara de Apelaciones y del juez Dr. Ro­dríguez Ocampo. 17
"El debate entre el juez y la Cámara es en verdad desconcertante. Am­bos tienen razón, y sin embargo, el resultado del desacuerdo judiciales la impunidad para una banda de proxenetas, cuya culpa no puede admitir la menor duda. El juez Rodríguez Ocampo dictó un auto de prisión preven­tiva contra los inculpados, fundándose en las pruebas de las corrupciones realizadas por aquellos y de sus vinculaciones criminales (asociación ilíci­ta). La Cámara rechazó las conclusiones del juez, sosteniendo que no se puede hablar de corrupción si ésta no se ha ejercido con menores de edad, y que tampoco puede admitirse la asociación ilícita, si no se com­prueba que todos los integrantes de la asociación (Ique tenía personería jurídica!) participaban en las actuaciones criminales.
"Es interesante notar que la Cámara no niega —no podría hacerlo de ningún modo- la culpabilidad de cierto número de integrantes de la Mig­dal, como tampoco el hecho fundamentalísimo de que en la sociedad se realizaban negocios tenebrosos. No obstante, la Cámara rechazó el cargo de asociación ilícita . . . Debo aclarar que el escándalo no está en el des­concertante fallo de la Cámara, sino en el hecho de que el fallo se ajusta al Código Penal de Procedimientos en lo Criminal, cuyas lagunas y absur­dos ya hemos aclarado .. ."18
Los nuevos Midas y Nabucodonosores, como si le hubieran arrebatado el cetro a Mercurio, volcaban constantemente en sus arcas los jugosos di­videndos que proporcionaba el negocio de la prostitución oficializada cu­ya secuela de horrores —donde campeaban la violencia, el sadismo19, el masoquismo20, el crimen y otras degradaciones—, ocultábase en Pichin­cha tras el dislumbre de fulgurantes luces de colores, música, risas de mu­jeres, carcajadas de hombres y el característico olor de parrillas, casas de comida y cafetines, en pugna con el aroma inconfundible del permanqa-nato.
NOTAS
1    Jorge Ross, id.id.
2   Julio Schiavone, id.id.
  3         Calixto Gallo, id.id.
  4   Jorge Ross, id.id.     
   5/8 Calixto Gallo, id.id.
9   Jorge Ross, id.id. //El recitador gauchesco Fernando Ochoa falleció en un acci­dente automovilístico, a los 69 años de edad, el 23 de marzo de 1974.
10  Calixto Gallo, id.id.
11   Julio L. Alsogaray. Trilogía de la trata de blancas, op.cit., pág. 143.
12  Jorge Ross, id.id. 142
13   Calixto Gallo, id.id.
14 arrastró; / como vos muchas mujeres, engañadas que llegaron / y que como vos soñaron un edén artificial...". Reí. Constantino Sobrino. Manual Guía Enciclopedia, Diccionario del Tango. Edic. La Patria Toda. Instituto docente y editor Las Llaves S.R.L. Buenos Aires. 1971. // El famoso arquitecto, ingeniero, doctor en ciencias, experto en lenguas vivas y muertas, estudioso üe Freud y Pavlov y genio de la cinematografía Sergio Eisenstein tuvo en sus ma­nos el proyecto de fumar El camino a Buenos Aires. Clarín. 9.2.78.
15        José González Castillo.EZ camino de París. Op.cit. págs. 25/26.
16   V. Prostitución y Rufianismo, de Rafael 0. Ielpi y Héctor Nicolás Zinrü. Págs. 229 y subs.
17   V. La Mafia en Argentina, de Héctor Nicolás Zinni. Centro Editorial S.RX. Pag. 108. Rosario. 1975. N
18   Francisco Cicotti. La trata de las blanquísimas. Emp. Edit., de La Novela Se­manal, El Suplemento y Biblioteca PAM. Bs. Aires. 1932.
19   Sadismo —"En ciertos individuos, el impulso a dominar es tan grande, que no conciben el amor sin violencias. Torturan a la mujer cuyos favores gozan y no es raro que paguen espléndidamente a las prostitutas para que se dejen golpear, pinchar o se presten  a practicar tan repugnantes actos, que ni nos atrevemos a mencionarlos . . .". "El marqués de Sade, creó a principios de siglo pasado la teoría del placer sanguinario, y pretendía que en las relaciones sexuales, el pla­cer del uno está en relación directa con los sufrimientos del otro. De su nom­bre deriva la palabra sadismo . . .". ". . . En el comercio de las prostitutas se ven horrores de sadismo: algunas guardan aún las cicatrices, y ellas, durante el coito, procuran remedar intensos dolores que acompañan con gritos y ayes, pa­ra que su compañero sienta mejor el orgasmo, eyacule antes y no las martirice. Yo atribuyo las violaciones al sadismo; y hay la creencia, entre los pervertidos, que un cuerpo virgen que chilla, llora, grita desconsolada en el acto del coito, es la satisfacción mayor para un copulador. Así lo comprenden las amas de mancebías, que hacen la propaganda de sus casas anunciando que hay vírge­nes". Max-Bembo. La mala vida en Barcelona. Págs. 201/202/203 v 204 Edit. Maucci. Barcelona. 1912.
20 Masoquismo—"Aplicó esta palabra Krafft-Ebing a una perversión sexual que el novelista Sacher-Masoch se complacía en describir en alguna de sus novelas, pintando el placer experimentado por la humillación ante la mujer amada y el sacrificio constante por ella. Un enfermo, citado por el doctor Tamousky, al­quilaba un cuarto en un lupanar, instruyendo a las prostitutas sobre lo que de­bían hacer. El iba de cuando en cuando, le desnudaban, pedía perdón y se le daba entonces de comer, se quería marchar, pero le retenían cierto tiempo, a pesar de sus protestas. Toda esta comedia la repetía una o dos veces al año. El doctor Pascal habla de otro enfermo que hacía una cosa parecida. Acudía a una casa pública vestido de etiqueta. Le debían recibir altaneramente y llamar­le el señor conde. El llamaba a la dama que lo recibía la señora condesare ex­presaba su amor y su deseo de darla un beso. Ella fingía indignarse y le arroja­ba de su casa. Un sujeto visitaba una casa por el estilo una o dos veces por se­mana. Las mujeres le hacían en el cuello una pequeña incisión con un cortaplu­mas; Después le cosían un botón en la piel del pene. El pagaba todo esto como su se tratase de una operación quirúrgica de las más importantes”.  Max-Bembo op. Cit. Pags. 205/206.


Fuente: Extraído del Libro “El Rosario de Satanás del Autor Héctor Nicolás Zinni, el Capitulo 2, del Tomo II . Editorial Fundación Ross. Año 2000