viernes, 6 de junio de 2014

LLEGAN LAS BATACLANAS



Por Rafael Ielpi

     Mientras el Politeama era ya recuerdo y melancolía y el Olimpo transitaba hacia su no muy lejana desaparición, y las grandes com­pañías líricas espaciaban sus visitas hasta convertirse también en nos­talgia, los teatros rosarinos no cejaban en proponer recreación a una ciudad ganada poco a poco por otros atractivos como el cine, los depor­tes, el turf. Sería una francesa de gran habilidad para el negocio teatral, de fama legítima en su París natal, donde regenteaba un local recono­cido y concurrido, la que vendría a aportar la mayor novedad de 1922: la legendaria Madame Rasimi.
    El Teatro Colón de Carpentiero tiene ese año una concurrencia inusual al producirse el debut de la compañía, que ya había escandali­zado y enfervorizado por igual a los porteños, y que no era otra cosa que una "troupe" de bataclanas que la sagaz francesa había sacado de la Ciudad Luz y traído a Sudamérica como un acontecimiento artís­tico o seudo-artístico. Y lo era, por cierto, sobre todo si se tiene en cuenta que no eran habituales, más bien todo lo contrario, aquellas des nudeces y opulencias sobre un escenario, aquellos bailes y canciones licenciosas y subidas de. tono, entonadas por un elenco femenino  al que podían demandársele además otros favores no artísticos y seguramente costosos, más fáciles de obtener por los "niños bien" o las patotas de niños bien de la clase adinerada rosarina.
    El modelo parisino marca a fuego a la revista escénica, que abandona el criollismo de "Ensalada criolla" para convertirse en un show moderno, de exhi­bición corporal, con humor liberado y un encuadre escenográfico y coreográfico que remite al "art-déco" imperante. En 1929, Josephine Baker enterrará las últimas timideces desde los escenarios porteños del Empire, Astral y Florida, afirma Sergio Pujol.
El corte, sin embargo, se produce en i 922, con el Bataclán de París, capitaneado por Madame Rasimi. El impacto es muy grande porque tras Rasimi y su troupe hay una tradición revisteril que se impone en Francia con el Casino de París y el Folies Bergére. Es la tradición, muy francesa, de la frivolidad de compleja maquinaria. El equipo se impone, en espectáculos sin texto, según protestan sus detractores, y con coreógrafo, figurinista y técnico de luces. La presentación y el ves­tuario son elementos claves, porque el número central está ocupado por mujeres semidesnudas, las girls que han suplantado a las tiples del género chico.
(Pujol: op. cit.)

    La impresión causada por aquella compañía fue mayúscula no sólo en Rosario sino en la propia Buenos Aires, un poco más "ade­lantada" en lo que respecta a ciertas novedades escénicas. Viale Paz, poco menos que asombrado, escribe al producirse el debut porteño del elenco de Madame Rasimi: Sus revistas son deslumbrantes: el decorado suntuoso; sus mujeres seductoras, cubiertas sus morbideces por costosas pieles que dejan ver al bailar senos de rosa...
Iris Marga narraría a Sergio Pujol su inesperado paso por aque­lla compañía parisina que incluía a la legendaria Mistinguette, cuando ante una enfermedad de ésta en Brasil se la convoca para reempla­zarla: Triunfó mi inconsciencia: dije que sí. En realidad había cosas de aque­lla célebre compañía que no me gustaban mucho. A diferencia de las del Maipo en los años siguientes, en el Ba Ta Clan las chicas salían a escena desnudas. Yo me encontraba incómoda, pero hice mi papel lo mejor posible. Allí conocí al Vasco Aín, el famoso bailarín que danzó tangos ante el Papa. ¿Usted es argentina?, me preguntó sorprendido. ¿No quiere que bailemos un tango en medio del espectáculo? Bueno, le dije.Y así fue como incluimos un tango en medio del Sa Ta Clan. Luego volvió Mistinguette y yo me vine para Buenos Aires.
En Rosario, por su parte le legendaria compañía iba a protago­nizar el mismo revuelo (y las indignadas críticas) en las mujeres y el mismo interés en los hombres, matizado todo ello con algún episo­dio entre jocoso y patético, que Luis Carpentiero tampoco omitiría en sus memorias de hombre de teatro.

Han transcurrido ya varios lustros desde que la célebre Madame Rasimi, con su famosa compañía francesa de revistas nos trajo la bulliciosa ráfaga del licencioso ambiente de París. Espectáculo nuevo para el país, tuvo enorme aceptación, a pesar, o tal vez por ser considerado por muchos como espectáculo atentatorio contra la decencia y las buenas costumbres. En Rosario, los diez días de actuación de la compañía fueron memorables en los anales teatrales de la ciudad. La noche del debut, luego de la función, una verdadera avalancha de tenorios en busca de aventuras se estacionó delante de la puerta de salida de los artistas del teatro Colón, por calle Urquiza, invitando atropelladamente a las bataclanas para que los acom­pañasen a cenar y a pasear. ..Y no faltaron atrevidos patoteros que en horas de la madrugada abandonaron en el Parque Independencia a algunas de ellas, alcoholizadas y semidesnudas, tiradas profundamente dormidas en el suelo. Hubo que acudir a una comisión de empleados de investigaciones para que en las noches sucesivas no se repitiera tan bochornoso espectáculo...
                                                                                                                 (Carpentiero: op. cit.)

Pero también en 1922, La Comedia mantenía incólume su devo­ción hispánica con la compañía Vela-Guiró y La princesa de las czardas más otras operetas ilustres, en tanto el "Parque Argentino", al aire Ubre, competía con las operetas, zarzuelas y revistas del elenco liderado por Rosario Granados. La Ópera probaba con la colectividad italiana tra­yendo a Alfredo Mosca y una compañía de "teatro de arte" dirigida por el crítico Folco Testena, quien más tarde sería el traductor del Martín Fierro a la lengua del Dante.
El teatro español seguiría copando la ciudad pese a todo. Un botón de muestra de ello es el mismo año 1922, en el que recalan en Rosario la compañía de zarzuelas de Mariano Casas en La Opera; la de revis­tas, operetas y zarzuelas cuyo primer actor y director era el famoso comediante Miguel Ligero, luego "partenaire" de Imperio Argenti­na en numerosas películas, en La Comedia; la de Enrique Rambal, que reincide con su "teatro policial" y El teléfono de la muerte; la de comedias de Manuel Salvat, con Antonia Herrero, que llega con Los intereses creados, de Benavente a La Ópera; la de dramas y comedias de Concepción Olona; la dramática española de Rosario Pino. Y así de seguido, como dirían justamente los españoles.
Los recuerdos de las bataclanas francesas iban a perdurar mucho tiempo en la ciudad, y aunque con menos plumas, vestuario y desenfado, no tardaron en aparecer algunos remedos de las "revistas" de la Rasimi, junto a obras que, directamente, se burlaban de los escándalos que aque­llas provocaran. En 1923, por ejemplo, La Comedia presenta a la aplau­dida compañía Palmada-Quintanilla-Menta en Buenos Aires embatada-nado, revista en la que, curiosamente, se lleva las palmas el por entonces ignoto (y luego famoso) Narciso Ibáñez Menta, que se gana las simpatías de nuestro público, y que hace de Narcisín, el niño mimado, dice Semana Gráfica.
El antiguo y siempre resucitado Pabellón Argentino, de Paraguay y Avda. Pellegrini, se convierte en teatro de verano ese año y siguiendo seguramente el ejemplo de madame Rasimi da lugar a la compañía de las Hermanas Solsona, de una de las cuales, Lolita, dice la citada revista en febrero que sigue levantando la temperatura del lugar. Las hermanas (Lolita y Angelita, primas de la famosa Chelito, reina del desenfado en España, según consigna Sosa Cordero) eran las cabezas dirigentes de las ba-ta-cla-nerías que se ofrecen en ese Parque; siguen encantadas del éxito obtenido en este género y del favor que la muchachada rosarina les presta, con­curriendo en nutrida romería a sus dominios.
La obra presentada, comenta Semana Gráfica con sorna, parece ser del agrado de los concurrentes a juzgar por las veces que se mantiene en car­tel, ya que por el lado artístico no vemos más que las espléndidas "construc­ciones" de las Hermanas Solsona... Ambas no pasaban de ser, segura­mente, exponentes divertidos del género del burlesque, en boga desde un año antes, cuando los rosarinos pudieron ver en escena rollizas piernas, nalgas prominentes y sensuales, y senos deseables envueltos en los tules parisinos.
Las Solsona no eran, por lo demás, artistas ignotas. Sosa Cordero recuerda que con sus esquicios y cuplés zafados imperaron como estrellas inmutables en el viejo y porteño Teatro Cosmopolita, por el que desde principios de siglo desfilarían los artistas de variedades de todo tipo li.ista su demolición en 1946.
Una noticia, en febrero de 1923, vuelve a traer a la actualidad el recordado nombre del Politeama desaparecido en 1917. En una nota de Semana Gráfica puede leerse: Se dice que en muy breve será inaugu­rado un nuevo teatro al aire libre, en el local del ex Teatro Politeama, con una compañía de género chico nacional. Efectivamente, el hasta entonces abandonado predio donde se levantara el teatro de Rafetto se con­vierte ese año en escenario para la compañía de saínetes y revistas Sarcione-Almanzor, cuyas cabezas de compañía no eran de las más renombradas, pero que obtiene sin embargo un enorme suceso. La revista encuentra una explicación que no pasa por lo estrictamente artístico: Hay además una condición que lo favorece: la ubicación de ese par­que, que en las noches pesadas del verano se convierte en un sitio de reunión predilecto.
En esa condición, el solar se utilizaría esa temporada y algunas subsiguientes hasta la construcción, allí, del Teatro Odeón. Un año antes, el predio en el que se levantara el viejo teatro-galpón, servía de escenario al "Edén Circus", elegantemente instalado con su cómoda y amplia carpa en el terreno del antiguo Politeama, en Mitre entre Córdoba y Santa Fe, anunciaba uno de los matutinos de Rosario.
Algunas fidelidades seguían conservándose empero, como la de la siempre nutrida audiencia de origen hispano que no fallaba a la hora de pagar su entrada para aplaudir a los artistas compatriotas. La com­pañía de Josefina Mari-Esteban Serrador, en la que actúa asimismo Nora Serrador (de una familia de artistas que incluiría a Juan y a Pepita Serrador, esta última de reconocidos méritos actorales), es considerada por la crítica como una de las más completas que nos hayan visitado, con un repertorio que incluía varias obras de los por entonces más que renombrados hermanos Serafín y Joaquín Alvarez Quinteros.

Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo IV editado 2005 por la editorial homo sapiens ediciones