jueves, 5 de junio de 2014

El esplendor de Pichincha



Enérgicas medidas de saneamiento urbano emprendidas por el di­námico intendente Lamas a comienzos de siglo fueron adecentando # zonas como la comprendida en­tonces por las calles La Plata (a partir de 1915 designada como Ovi­dio Lagos) y Bvard. Timbúes (desde 1904 Avenida Francia) y Salta y Güemes, dejándolas aptas para la ra­dicación de viviendas y el consecuente progreso que ello implicaba. Lo que fuera un enredo de ranchitos, caballos, perros y pastizales bravios, como los llamados Ranchos de Pereyra, en Güemes y Suipacha, o La Ciudad Perdida, que detrás de su poético nombre encu­bría un verdadero dédalo de callecitas de tierra y viviendas pobres, en Ve­ra Mujica y Brown, quedaría como sector marginal de un nuevo barrio, en el que campearían los prostíbulos: el barrio de Pi­chincha.
Entre 1913 y 1915 un batallón de trabajadores de oficios diversos, desde albañiles a carpinteros y desde electricistas a plomeros, decoradores y fontaneros, to­marían parte de la construcción del nuevo barrio. Los prostíbulos de Pichincha contarían aquí con sus carte­les o con un nombre (lo que no ocurría en la 4ta.), que los identificaría para siempre. Así, en calle Suipa­cha, en la cuadra que va de Salta a Jujuy, se sucedían tres: el Marconi o Carlos Drago, por el apellido de su propietario o testa­ferro; el Royal, y a su lado El Gato Negro, llamado primeramente Tori-no. Un quilombo de existencia fugaz, el Tripolitaliano, en Güemes entre Pichincha y Suipacha; el Moulin Rouge y el Internacional, en Jujuy en­tre Suipacha y Pichincha; el España, en calle Suipacha y El Elegante, en Pichincha y Jujuy, eran otros prostíbulos concurridos en el apretado ra­dio que comprendía ese efímero imperio de pupilas y rufianes. En esa conjunción de perfumes, luces, penetrante olor a per-manganato (utilizado para la higiene sexual previa de los clien­tes), tufo de comidas y ruidos diversos, todos encontraban alguna manera de satisfacer su ansiedad sexual, que era en última instancia el motivo principal de la presencia de tantos hombres en la zona. Para los que apenas llegaban a juntar un peso, Pichincha tenía también sus prostí­bulos con nombre: el Venecia, en Brown entre Pichin­cha y Suipacha, y el Sevilla, en Pichincha entre Brown y Güemes.
De esa galería de locales han quedado incólumes los nombres de algunos de los más famosos: el Petit Trianón, con sus bancos blancos en los patios interiores y la pintura de una abundosa dama desnuda, de espaldas, apoyada en una bicicleta, en Pichincha entre Jujuy y Brown, en la misma cuadra y vereda de dos de sus competidores: el Chantecler, que seguía la tradi­ción de los nombres franceses, y el Italia. De parecida y heterogénea clien­tela eran sus vecinos cercanos: el Armenonville. el Charleston, el Chabanée, el Gloria, el Norteamericano y, especialmente, el Mina de Oro, uno de los más populares y concurridos y también uno de los que contaba con mayor número de mujeres.
Fuente: Extraído  de la Colección “Vida Cotidiana de 1900-1930 del Autor Rafael Ielpi del fascículo N• 12