viernes, 4 de octubre de 2013

CINE BAJO LAS ESTRELLAS



El cine sería desde entonces un entretenimiento que apasionaría a rosarinas y rosarinos, aunque muchas de aquellas primeras vistas  debieron ser presenciadas al aire libre. Fue a comienzos de 1902 cuando dos hermanos de apellido Fio, con negocio de cigarrería en Cór­doba y Laprida, pergeñan la idea de organizar proyecciones del maravillo­so invento en la Plaza 25 de Mayo, con el cielo como techo. No han quedado testimonios acerca de las reacciones de aquellos primeros y privi­legiados espectadores del suceso, pero fue de ese modo también que las vacilantes pero asombrosas imágenes de los primeros filmes comenzaron a verse en la ciudad...
La Plaza 25 de Mayo se convertía en esa hora impre­cisa en que la tarde comienza a transformarse en noche en un apretujado conjunto de hombres y mujeres llega­dos en algunos casos como pasajeros de los tramways a caballo desde lo que algunos consideraban los arra­bales del Rosario, atraídos por esa magia de la que mu­chos hablaban pero pocos habían podido contemplar, que era el cine.
La moda del "cine al aire libre" encontraría pronto albergue en otros puntos menos céntricos de la ciudad, como la Plaza López, donde las proyecciones se llevaban a cabo sobre una pantalla insta­lada en la esquina de Laprida y Cochabamba, con el proyector ubicado en la ventana de una ca­sa; o en Alberdi, en un terreno sobre la ave­nida del mismo nombre, entonces Avenida Castellanos, en el que años después se le­vantaría, como hermosa coincidencia, el Ci­ne Opera.
Otras posibilidades eran la Montañita del Parque Independencia, adjunta a la confitería de Angel Lariño, o el Café y Bar Bristol, de Aguiló, en la Bajada Sargento Cabral y Avda. Belgrano, donde las "vistas" al aire libre también atraían a mucho público.
Tres años después, aquella idea de los hermanos cigarreros encontró imitadores con la inauguración del Café Biógrafo, en Santa Fe 1206. con una módica entrada de 10 centavos y la exhibición de "La Pasión de Cris­to". Los cafés y salones fueron, en los años iniciales del siglo, los locales habituales de las proyecciones de esos filmes primigenios, producidos por los Lumiere o Pathé Fréres, también pioneros de la industria del cine.
De esos años son aquellos locales en los que se proyectaban "vistas fijas ^ssobre la guerra-ruso japonesa" -los también llamados "cuadros fijos"-, como el Excelsior Salón, que en 1908 funcionaba en San Martín 976, "el más elegante de la ciudad"; el Politeama, de 1907; el llama­do Teatro Japonés, en San Martín y San Luis, y el Cosmorama Artístico de Variedades, en Libertad 1084, calle que pasó a llamarse Sarmiento en 1906. En este úl­timo, en 1902, se anunciaba en un aviso: "Guerra del Transvaal entre boers e ingleses y otros sucesos de no menor importancia".
La Municipalidad habilita en esos años el funcionamiento del rubro de­nominado "Cafés cinematógrafos", es decir, locales donde se realizaban proyecciones. En 1905 se habilita, con esas características, el Bar Florida, en Córdoba 1115, y comienzan a abrirse una serie de recintos similares, donde se mezclaban el café con el celuloide. El más importante de ellos sería el Café de la Bolsa, en San Martín 681, donde en los años del Cente­nario actuaba una orquesta de señoritas, que servía de tentadora carnada para más de un caballero con intenciones de seductor. Concurrían a él mu­chas de las familias tradicionales de la ciudad y todavía cerca de 1920 al temaba las proyecciones cinematográficas con la música' satisfacción a todos los gustos...
Su dueño, Antonio Lluch, era propietario, a media cuadra, del Café del Puerto, en la esqui­na de San Lorenzo y Sarmiento, donde tam­bién se podían ver las novedosas "vistas", y su hermano, el por muchas razones recordable Juan Lluch. lo sería después de dos salas ci­nematográficas, Belgrano y Palace Theatre, además de haber fundado en 1911 la revista "Cinema" y la Empresa Cinematográfica Rosari-na, en San Juan 939.
Aquel lejano Café de la Bolsa se levantaba por lo demás en el mismo sitio donde luego sentaría sus reales el Cine San Martín, famoso por sus continuados de tres películas en décadas muy posteriores tanto como por la posibilidad de los sandwiches de milanesa o de salame y queso que se vendían en el mostrador ubicado al fondo de la sala, con una concurrencia ruidosa y ocurrente, que se entretenía muchas veces en arrojar por el pasi­llo central -en pendiente hacia el escenario- las bo­tellas de cerveza, que rodaban con el estruendo imaginable Otros locales que aunaban la condición de café y bar a la de eventuales ámbitos para la proyección de películas fueron, en los primeros diez años de este siglo, el Germania, en Santa Fe y Mitre, también restaurante famo­so; el Columbia, en Córdoba al 1100, en el predio que ocuparía más tarde el Cine Córdoba, demolido en la década del 60 para dejar paso a una ga­lería comercial, y el Café Fénix, en Santa Fe y Presidente Roca, que no pudo renacer cual el ave mitológica, como otn -
Con características similares, con mejores o peores condiciones de co­modidad e higiene, en el centro rosarino se sucedían el Café San Martín, en la esquina de San Luis y San Martín, con "espectáculos morales para fa­milias" y en donde se levantaría después el Cine Monumental, v el Café Imperial, en Corrientes 126, antecesor del Imperial Cinematógrafo, inaugurado en mayo de 1912, en la misma calle esquina Tucumán. en me­dio de elogios y ditirambos.

Fuente: Bibliografía usada de la Colección “Vida Cotidiana de 1900-1930 del Autor Rafael Ielpi del fascículo N• I2