lunes, 23 de septiembre de 2013

CAMINO AL SOROCABANA


Por. Rubens Bonifacio *

Sin embargo, su malestar crecía pensando que no habría ma­nera de sincerarse con su mujer, explicarle que no podía jugar el producto de toda una vida a una sola carta y en un solo y mise­rable instante, a pesar de los otros, porque ella, desde luego, se sentiría tan poca cosa viendo sus palabras caer en el vacío, y segu­ro que al despedirse, a eso de las once y pico, lo besaría sin ganas, con cierta reserva que él rumiará con amargura, acodado en la ven­tanilla del tranvía, mirando pasar un enjambre de motonetas rapi­dísimas. Caminaría cinco cuadras a pasos regulares y sin apuro y podría descubrir la prisa en los rostros de la gente bajo el mediodía. Las vidrieras de la calle Córdoba —repletas de objetos multicolores— le producirían las sensaciones caóticas e indescriptibles que a ve­ces lo anonadaban; un cafecito en el Sorocabana, apuntalaría las fé­rreas estructuras de la rutina. Al salir, serían las doce menos cinco en el reloj del Trust y entonces le acosarían su imaginación los gru­pos de empleados que aguardaban en cada esquina, inquietos e inquietantes, arrebatados de su pauta cotidiana para decirles que no a muchas cosas.
** El escritor y a la vez dirigente sindical Rubens Bonifacio cuenta las tribulaciones de un empleado que duda en plegarse a la histórica  huelga bancaria de 1959, temiendo tanto el juicio de sus compañeros como el de su mujer.

Fuente: extraído de la revista Rosario Ilustrada  Guía literaria de la ciudad. Año 2004.  Editorial Municipal de Rosario.